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viernes, 21 de junio de 2013

“Los poderes fácticos italianos de los años de plomo tuvieron un gran interés en que desapareciera del mapa una figura tan lúcida y tan incómoda”



Entrevista a Xavier Juncosa sobre la película “Pasolini, un viaggio in Italia”
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=169993


Cineasta, historiador, ensayista, novelista, traductor Xavier Juncosa ha sido director, creador y guionista de más de cien documentales. Entre ellos, los dedicados a la vida y obra de Manuel Sacristán: “Integral Sacristán” (El Viejo Topo, Barcelona, 2007).
***
Pasolini, un viaggio in Italia” se proyecta este próximo viernes 18 de junio en la Filmoteca de Catalunya, en el ciclo que dedica a Pier Paolo Pasolini, en paralelo con la exposición “Pasolini-Roma” del CCCB. Me gustaría felicitarte –moltes felicitats, estimat Xavier!- y preguntarte a continuación por tu película.
¿De qué año es? ¿Con qué medios la realizaste? ¿Qué amigos o amigas te ayudaron?
La película la hicimos con Núria, mi compañera, entre el 1 y el 10 de septiembre de 1998. Eran sus vacaciones. Dudábamos entre ir a Irlanda o viajar en coche por la mitad norte de la Italia peninsular; es decir, de Roma a los Alpes. Le dije que si íbamos a Italia yo aprovecharía para rodar un documental sobre Pier Paolo Pasolini. Núria, que sabía que quería hacer ese documental desde hacía algunos años, escogió Italia.


¡Ay Núria! ¡Qué generosa que es!
Lo es, lo es. En 1998 habían aparecido las primeras cámaras digitales que ofrecían una calidad de imagen bastante profesional; fui a una empresa de alquiler de equipos audiovisuales de unos amigos y me aconsejaron una Panasonic. Al llegar a casa la tarde-noche de la víspera de nuestra partida, le di la mala noticia a Núria: ella tendría que ser la operadora de cámara de mi película sobre Pasolini… Pero ella, que es una mujer muy inteligente, aprendió en pocos minutos el funcionamiento básico de la cámara y, sobre todo, el tipo de composición que yo quería para esa película, en formato panorámico 16/9. Años atrás me había percatado en una pequeña fiesta familiar que Núria era capaz de aguantar la cámara, sin ningún movimiento, durante bastantes minutos: ideal para hacer largas entrevistas sin trípode, pensé. Te cuento todo esto para que veas que, de entrada, el presupuesto era cero, la operadora era una doctora en farmacia y, para colmo, no había ni guión ni nada parecido.


¡Pues mejor imposible!
La única pregunta que nos guiaba era saber qué quedaba de Pasolini a los 23 años de su asesinato. Y muchas lecturas, claro. Diría que lo más importante, lo más caro, era que yo quería hacer una película sobre Pasolini desde hacía mucho tiempo. Empezar una película es como, para un niño lleno de curiosidad, empezar una libreta nueva: todo está por hacer y todo está por escribir. En ése viaje a Italia, pues, lo más importante era llevar las baterías muy cargadas, la mirada muy atenta y, claro, recordar bien todas las largas lecturas de Pasolini.


¿Y de dónde viene tu interés por Pasolini? ¿Por ser un autor poliédrico como a ti te gusta decir en ocasiones?
Si tuviera que dar los nombres de los intelectuales del siglo XX que sus lecturas más me han marcado, el nombre de Pier Paolo Pasolini estaría al lado de los nombres de Walter Benjamin, Albert Camus, Emil Cioran, Gilles Deleuze o Guy Débord. Quizás habría algunos más –como Zweig, Virilio, Pavese, Dürrenmatt o Canetti-, pero Pasolini siempre está en ése trío de cabeza, en mi opinión lúcido como pocos, que forman Benjamin, Camus y Pasolini. Si los observamos atentamente nos damos cuenta que fueron tres autores que se revelaron con lucidez: El hombre rebelde, El mito de Sísifo, Empirismo herético, Escritos corsarios, Cartas luteranas, El cine en forma de poesía, El París del Segundo Imperio, Tesis de la Filosofía de la Historia, Pasajes o Calle de dirección única, entre otros, son libros que marcaron un antes y un después en mi vida como persona y como lector. Además, a muchos de ellos he tenido el privilegio de leerlos en sus versiones originales porque he vivido y trabajado durante varios años en las ciudades, en los espacios y en los ambientes que generaron todo ese pensamiento cívico y urbano: Berlín, París y Roma; ciudades a las que quiero tanto o más que a mi propia ciudad natal, Barcelona. Ciudades y sus gentes de la cultura, además, que me han tratado con mucha más generosidad e interés por mi filmografía que la mía propia.


Una injusticia que es necesario destacar críticamente. Lo hago yo aquí.
Cineasta, escritor, poeta, activista social,… ¿qué te interesa más de su obra?
Paradójicamente, no es el cineasta el perfil que más me interesa de Pasolini. Puede parecer sorprendente que un cineasta haga esa afirmación, pero es la verdad; probablemente, esta no-elección de su cinematografía esté motivada porque soy un cineasta muy atípico y muy marginal. Marginal en el sentido que estoy al margen de la industria y de la cultura de la subvención, a veces algo perversa. El Pasolini cineasta no me interesa demasiado; acaso, sólo me interesa de su filmografía el primer Pasolini: el de Accatone, Mamma Roma en la ficción y el de Comizi d’amore y Sopraluogui in Palestina, dos documentales maravillosos y muy avanzados a su tiempo. Por lo tanto, el Pasolini que más me interesa es el filólogo que se interesa por el origen de nuestras tradiciones históricas y el intelectual comprometido: el ciudadano que vive en una sociedad que comienza a estar anestesiada por el consumismo del capitalismo y, mucho antes que el resto, se da cuenta de los peligros que conlleva y nos avisa con muchísima lucidez. En eso Pasolini se avanzó muchísimo a su tiempo. Leer en 2013 a Pasolini es una excelente vacuna para la crisis sistémica en la que, a mi entender, nos hallamos inmersos. En el fondo, si leemos con atención sus libros de ensayo, nos daremos cuenta que el político y el filólogo convergen ante el hundimiento de una cultura milenaria a manos del consumismo; que es la gran herramienta del capitalismo de los últimos cincuenta años.


Nos explicas brevemente la trama del documental. ¿Desde qué perspectiva te aproximaste a la obra y vida de Pasolini?
Yo viví diversas temporadas largas en Italia entre 1990 y 1991. Había ganado dos becas –una de la CE y otra de la Generalitat- para desarrollar un estudio muy novedoso en su momento sobre la prospectiva de la Televisión de Alta Definición (todavía analógica) y su convergencia con el cine del futuro. Como así ha sido. Italia y Japón eran los dos países que más investigaban en TVAD en ese momento y pasé mucho tiempo en las dos televisiones públicas –la RAI, en Roma y Turín y la NHK, en Tokyo- estudiando los cambios –de forma y de fondo- que provocaría en el espectador la futura TVAD. Cuando estuve en Roma, por la mañana iba a la RAI de la via Mazzini y, por las tardes, iba a las hemerotecas a leer los artículos que se cruzaban, cada día, Moravia y Pasolini.
Una o dos tardes a la semana también iba al Fondo Pasolini de la piazza Cavour donde conocí a Laura Betti, su presidenta, que –pese a su carácter a veces difícil- me dejaba pasar largas horas leyendo todo tipo de documentos. Su secretario de esos años, Giuseppe Iafrate, fue de gran ayuda para introducirme en el mundo más personal de Pasolini; a su generosidad conmigo le debo la suerte de haber abierto muchas carpetas y fichas manuscritas del propio Pasolini. Ahí nace el largo artículo que, años más tarde, escribí en El País sobre las afinidades electivas entre Pasolini y la poesía catalana de 1947. Esas tardes de lectura y estudio en Roma fueron, literalmente, maravillosas. Entre 1965 y 1975, aproximadamente, Moravia y Pasolini cenaban cada noche juntos –casi sin excepción- con algunos amigos íntimos como Dacia Maraini –la compañera de Moravia después de Elsa Morante y antes de Carmen Llera- y Fabio Mauri, uno de los grandes amigos de Pasolini durante toda su vida. Al día siguiente se contestaban a través de los periódicos y, en muchas ocasiones, continuaban los debates de la cena anterior. Hubo muchos italianos que, en esos años, compraban esos periódicos con el único interés de leer sus columnas cruzadas. Al encontrarme tan cerca de todo este material –otoño de 1990- quise hacer un documental sobre esa fértil relación. Desafortunadamente, la digitalización todavía no había llegado a la industria audiovisual y para hacer una película dependías de la financiación de una productora y/o una televisión para llevarla a cabo. Y, en ése momento, ni TV3 ni TVE quisieron participar en mi proyecto: ¿a quien interesa Pasolini?, me preguntaban… Durante este tiempo en la RAI pude ver el enorme tesoro que se escondía en sus archivos fílmicos: Pasolini, polémico y perseguido por la Democracia Cristiana, había sido entrevistado en muchas ocasiones por la RAI; no siempre con las mejores intenciones. Por lo tanto, me dije, cuando pueda hacer una película sobre Pasolini, debo tener muy presente todas esas imágenes, todas esas largas entrevistas en directo, para incluirlas en mi documental. Desafortunadamente, al no encontrar ninguna televisión pública interesada en hacer un documental sobre Pasolini, tuve que olvidarme de utilizar esas valiosísimas imágenes de archivo (y carísimas: unas 100.000 pesetas/minuto de la época) porque ese precio era impagable para mí. Entre 1993 y 1997 estuve buscando, en Barcelona y en el extranjero, financiación para esa película. Sin suerte. Finalmente, en 1998, con la aparición de las primeras cámaras digitales, me decidí a hacer mi soñada película sobre Pasolini sin presupuesto, planteándola como un viaje o itinerario por los espacios más pasolinianos de Italia y sin poder comprar ni un solo segundo de imágenes de archivo. Y así fue. A la falta de dinero hay que contraponer siempre la audacia y la creatividad del creador.


Efectivamente: audacia y creatividad versus dinero. Y el resultado en tu caso mejor que perfecto.
Aparecen en la película diversos amigos íntimos del autor italiano –has hablado de una de ellas- que ya no están entre nosotros: Laura Betti, Attilio Bertolucci, Silvana Mauri, Fabio Mauri, Giuseppe Zigaina,… ¿Cómo conseguiste que participaran? ¿Eran amigos tuyos? ¿Qué intervención destacarías?
Nuestra única idea inicial era visitar cinco ciudades italianas en las que, en algún momento de su vida, Pasolini había tenido una relación especial con ellas: Bolonia, el Friul (Casarsa Della Delicia, el pueblo natal de su madre, Susana Colussi), Venecia, Milán y Roma. Al final, también visitamos Salò, como metáfora de la fase final del fascismo de Mussolini y, asimismo, de la huída hacia delante vital en la que se encontraba Pasolini en el bienio 1974-1975. En cada una de esas seis ciudades, intentaríamos escarbar la patina externa de la ciudad para saber qué quedaba de Pasolini después de 23 años. Para ello, entrevistábamos a gente de la calle y a algunos de sus íntimos amigos que todavía vivían en esas ciudades; de esa descomunal pero riquísima colisión –la gente de la calle sabía muy poco o nada de Pasolini- nace, en mi opinión, la fuerza y la potencia de la película. Metodológicamente hablando, lo primero que hicimos al llegar a Italia fue llamar –desde una cabina telefónica, claro- al Fondo Pasolini de Roma, hablar con Laura Betti, recordarle quien era, plantearle mi película y pedirle los teléfonos de diez de sus amigos: Nico Naldini, Enzo Siciliano, Giuseppe Zigaina, Dacia Maraini, Attilio Bertolucci, Bernardo Bertolucci, Silvana Mauri, Fabio Mauri, Sergio Citti y Ninetto Davoli.


¡Nada menos…!
Ellos –más Laura Betti, claro- eran los escogidos. De entrada, tuvimos dos problemas: Laura no tenía todos los teléfonos que yo le pedía y, además, al ser la primera semana de septiembre algunos de ellos estaban de vacaciones. Peccato! Naldini –su primo hermano y biógrafo más fiable- estaba en Túnez (¡no sé si con Bettino Craxi!)…


¡Menuda compañía!
Citti y Siciliano estaban fuera de Roma, una pena, porque hubieran sido dos entrevistas muy importantes; i…, Ninetto Davoli, su antiguo amante y actor fetiche, del que Laura me dio su número de teléfono, no me atreví a llamarlo por la sencilla razón que no quería hurgar en la herida que debió comportar su muerte. Antes que cineasta siempre he sido una persona; por eso me considero un amateur: nunca podría ir a filmar una guerra porque, o bien dejaría la cámara para ayudar a la gente necesitada, o bien cogería el fusil para defender a los débiles con razón. Del resto, Laura Betti solamente me dio tres números de teléfono (Atilio Bertolucci, Giuseppe Zigaina y Fabio Mauri), pero al entrevistarles, uno u otro nos daban los números que nos faltaban. Hacer un documental es eso: tirar del hilo y dejarte llevar por la corriente. Sólo se necesita tener una idea clara, un punto de vista, muchas ganas de hacerlo y, claro, una base teórica sobre el tema o el personaje para que todos los entrevistados –me refiero a sus íntimos amigos en este caso- se encuentren cómodos en la entrevista. Prueba de ello es que con todos ellos, sin excepción, he continuando manteniendo una excelente relación e, incluso, cuando han visitado París o Barcelona, me han telefoneado y hemos comido o paseado juntos hablando de Pier Paolo Pasolini o de lo que sea. Desafortunadamente, en los últimos años muchos de ellos, coetáneos de Pasolini, han muerto.


Un asunto que fue y sigue siendo controvertido es el fallecimiento de Pasolini. Hablas de ello en tu película. ¿Qué puedes decirnos sobre ello? ¿Hay más conjeturas, más hipótesis sobre el tema?
Lo más interesante de mi película es que cada uno de sus amigos plantea una hipótesis distinta de su asesinato distinta. Es sorprendente, inaudito. Pero es precisamente esa excepcionalidad la que nos ayuda a comprender el gran interés de los poderes fácticos italianos de los años de plomo para que desapareciera del mapa una figura tan incómoda; tan lúcida y, consecuentemente, tan incómoda: la burguesía conservadora, la Democracia Cristiana y la Iglesia. Pino Pelosi, su asesino, que hace muchos años que ya está en libertad, sólo fue una tapadera, una especie de Oswald italiano; pero con la suerte de que no le mataran antes de declarar… Entre sus amigos más íntimos, podríamos agrupar los motivos de su asesinato en tres grandes bloques: una muerte entre homosexuales (sorprendentemente planteada por Bertolucci, padre e hijo), una muerte política más o menos inducida (Fabio Mauri, Silvana Mauri y Dacia Maraini) y, finalmente, una muerte preparada por el propio Pasolini (Giuseppe Zigaina).


¿Con cuál te quedas tú?
Aunque yo me quedo con la segunda –y sobre todo con la hipótesis de la escritora Dacia Maraini-, esta última hipótesis de Zigaina no es para nada descabellada: quien lea su libro testimonio, Petróleo, que Pasolini no terminó, se dará cuenta que su asesinato se llevó a cabo, casi exactamente, como lo describe en Petróleo… Es, cuando menos, sorprendente. Zigaina, un artista plástico de primer nivel en Italia, ha dedicado algunos libros maravillosos a desarrollar esa hipótesis, aparentemente tan extrema. Su libro Pasolini e la morte es, sencillamente, revelador; como también lo son Trilogía Della morte de Pier Paolo Pasolini o Un giallo puramente intellettuale.


¿Qué opinión te merece Pasolini como guionista? ¿Qué película destacarías en este ámbito?
Hay dos guionistas en Pasolini: el guionista “alimenticio” que trabaja contratado por otro director o productor (sus primeros trabajos en Roma entre 1955 y 1960) y el guionista de sus propias películas.
En el primero, encontramos poco rastro del Pasolini que todos conocemos. Solo añadiré una curiosidad cinéfila: en 1955 (aunque hay bibliografía que cita el 1956) Pasolini participó en el guión de El prisionero de la montaña, película dirigida por Luis Trenker; Trenker fue el compañero de reparto de todas las películas de montañismo que protagonizó Leni Riefenstahl bajo la dirección de Arnold Fanck en la década de los años 20. Siempre he querido investigar sobre esa sorprendente relación, pero nunca he conseguido ver esta curiosa película. ¿Hablarían de nazismo y fascismo en sus comidas de trabajo? ¿Hablarían del magnetismo de Leni Riefenstahl como mujer y como artista? ¿Hablarían de la autonomía estética del arte que, pocos años después, delimitaría tan bien Susan Sontag en Contra la interpretación…? No lo sabemos; o, por lo menos, yo no lo sé.


¿Y el segundo?
El segundo Pasolini guionista, el autor que trabaja para sus propias películas, es siempre un guionista interesado en la pureza quasi filológica de la Historia. Probablemente, en lo que más destacó Pasolini –y pocos tienen en cuenta- es en su interés y su altísima cultura filológica. El profesor y filólogo Francesco Ardolino me lo recordaba en una reciente conversación. En ese sentido Giuseppe Zigaina es un muy fiel amigo de Pasolini (y un gran conocedor de la mitología y la filología que tanto alimentó a Pasolini), porque cruza su muerte, trágica, violenta, con ese estudio filológico y antropológico del ser humano que tanto interesó a Pasolini como estudioso de la cultura humana. Fue un placer escuchar una tarde a Zigaina en su casa, emocionado, argumentando el paralelismo formal y conceptual que hay entre la forma de hacer el pan de hace dos mil años –triturando y moliendo el grano con dos grandes piedras- y la forma como Pasolini fue asesinado: triturándole una y otra vez el pecho con la macchina; es decir, con su Alfa Romeo… Todo eso está en Petróleo


Dos grandes del cine italiano: Pasolini y Bertolucci. Eran amigos si no me equivoco. ¿Cómo se conocieron? ¿Cuál fue su relación? ¿Se influyeron mutuamente?
La relación entre Pasolini y la familia Bertolucci vino condicionada por la poesía. Attilio, el padre de Giuseppe y Bernardo Bertolucci, fue uno de los grandes poetas italianos de la segunda mitad del siglo XX, junto a Montale, Ungaretti y Pavese; y Attilio conocía la poesía casarsiana de Pasolini y le respetaba como a uno de los jóvenes poetas italianos más prometedores. Fue, en cierto modo, como el introductor de Pasolini en el restringido mundo poético romano. Su Virgilio. De ahí a Moravia, Sciascia y otros, fue un sólo paso. Cuando Pasolini llega a Roma en 1950 una de las primeras cosas que hace es ir a visitar a Attilio Bertolucci, que vivía en la parte superior del Gianicolo, en el Trastevere, con toda Roma a sus pies desde la ventana del salón principal. Tanto es así que, muy pronto, en cuanto la economía se lo permite, Pasolini y su madre se trasladan a vivir al mismo edificio de los Bertolucci porque había quedado un alquiler libre. Fue entonces cuando un joven Bernardo intima con Pier Paolo, del que acaba siendo su primer ayudante de dirección en Accatone. Bertolucci cuenta anécdotas muy interesantes y divertidas sobre esa relación en mi película que ahora nos alargarían mucho.


¡Mecachis, otro aliciente más para ir mañana a la Filmoteca!
En cuanto a tu pregunta sobre la posible influencia entre ambos…, yo diría que no. El cine de Pasolini y el de Bertolucci no tienen nada que ver; y sus personalidades intelectuales todavía menos. Bertolucci es, a mi entender, muy superficial en su cinematografía; aunque sus primeras películas sean muy respetables: Partner, La estrategia de la araña, El conformista o Prima Della Rivoluzione. Quizás la única película pasoliniana de Bertolucci sea la primera que dirigió, La Comare Secca, por la sencilla razón que parte de un guión del propio Pasolini que, al final, él mismo renunció a dirigir. Creo que nada más les une, al margen de una gran amistad derivada del padre, Atilio, muy importante en la vida de Pasolini.


Has hablado antes de ello pero déjame insistir. De la obra fílmica de Pasolini, ¿qué destacarías? ¿Cuáles son sus grandes películas en tu opinión?
En cierto modo, ya te he respondido muy al principio de esta entrevista. Como cineasta, a mi solamente me interesa el primer Pasolini de ficción y, sobre todo, el Pasolini documentalista, donde, más que cineasta, hace de antropólogo y de filólogo interesado en la etimología de la tradición histórica mediterránea que tanto le interesó y que tan bien conocía. Ése es el gran Pasolini a mi entender.


Benjamin, Pasolini, Sacristán... Tres de los numerosos filósofos a los que te has aproximado en tu filmografía. ¿Tienen algo en común?
Tienen en común que los tres son marxistas heterodoxos que han leído la sociedad que les ha tocado vivir con una gran lucidez teórica y que, en consecuencia, han sabido poner en práctica con una praxis política ligada al compromiso. Cuando hago una película sobre un personaje, la hago porque quiero comprenderlo a fondo. Nunca he querido hacer biografías filmadas y, muchos menos, de encargo; aunque hay la excepción de mi película sobre Antoni Gaudí para TV3 que terminó más que mal, con el montaje y la sonorización completamente cambiados y yo, claro, obligado moralmente a firmarla con pseudónimo…
Volviendo a tu pregunta, acaso me lanzo sin saber exactamente cómo será la película una vez terminada; ni me importa. Como que no tengo ningún contrato que me ligue a nadie, a ningún final preestablecido, el resultado es imprevisible; pero siempre es el resultado de un proceso discursivo, a veces muy intenso, muy enriquecedor, entre el propio personaje y mi forma de entenderlo y comprenderlo: mi mirada. Mi cine es así: comprometido conmigo mismo, con mis dudas y con mis certezas. Por eso no puedo hacer encargos; porque no soy un profesional: soy un amateur del cine. Y, siempre que he hecho este tipo de películas sobre un solo personaje, las he hecho para comprenderlos mejor.
El caso de Sacristán es algo distinto porque llego a él –a su lectura, quiero decir- más tarde que Pasolini o Benjamin, que fueron autores para mí muy tempranos; leídos muy tempranamente. Sacristán fue distinto. Interesado como estaba por la cultura de mi país –siempre dividida en dos ejes divergentes pero apasionantes, el político y el identitario- Sacristán cruzaba esos dos ejes como un tren a gran velocidad; y, ese tren, poco a poco, fue fascinándome –con sus zonas claras y sus zonas oscuras- hasta encontrar la forma –¡y las compañías!- necesarias para llevar a cabo ese fresco tan extraordinario y extraño –extraño en el sentido de raro, de caro, de valioso- en nuestro país, que es el “Integral Sacristán”: 13 horas para intentar comprender mejor la cultura, la sociedad y la política catalana y española en un período tan oscuro como el de 1945-1985. Sacristán cruza ese período con una lucidez de difícil comparación; raras son las memorias más importantes de ese período –en España o en Catalunya- que no le citen; para bien o para mal. Desafortunadamente, Sacristán vive en un momento muy maniqueo de la cultura política que lo cataloga y lo clasifica, a mi entender, en el archivo equivocado. El tiempo, lo tengo por seguro, le pondrá en el lugar que merece. Sacristán, además, padeció otro problema muy grave: fue expulsado de la universidad al no renovársele su contrato de profesor y, consecuentemente, tuvo que traducir de forma ingente para sobrevivir. Hay, pues, en Sacristán, una discontinuidad de su alumnado que dura más de diez años; una enorme injusticia fruto de la dictadura franquista. Pese a todo ello, sus textos, sus prólogos, sus introducciones y sus conferencias conservan una lucidez que, cuarenta años después, todavía brillan con luz propia.
También eso les une a los tres filósofos que me has citado: Benjamin, Pasolini y Sacristán vivieron en tiempos muy oscuros a los que tuvieron que sobreponerse con la lucidez de un talento superdotado; muy por encima de la media que les rodeaba. Le pese a quien le pese.


Hablábamos antes de la exposición del CCCB. ¿La has visto? ¿Nos la recomiendas?
No la he ido a ver, todavía. Espero tener la oportunidad de visitarla; aunque no estoy seguro si podré o si, finalmente, me decidiré a visitarla. Si lo hago, quiero que sea una visita lenta y reposada. En cualquier caso, todas las imágenes que hay en la exposición están libres y al alcance de cualquiera en el youtube. Hay en ese canal virtual decenas de entrevistas a Pasolini impagables. Insisto: impagables. Diría que si alguien se interesa de verdad, hoy en día, por Pier Paolo Pasolini, lo único que tiene que hacer es leer sus libros –que se encuentran en las mejores bibliotecas universitarias de Barcelona o en la BNC- y, al mismo tiempo, escuchar a Pasolini, en directo, a través del canal youtube. Es fascinante verlo y escucharlo. Viéndolo en mi ordenador, a menudo me sabe mal que intelectuales como Benjamin o Sacristán no llegaran a tiempo a ser largamente entrevistados con una cámara de cine o de vídeo. Pero no solo encontraremos a Pasolini en el youtube, también hay un montón de entrevistas de gente tan interesante como Sartre, Camus, Heidegger, Arendt, Habermas, Adorno, Foucault, Russell o Marcuse…, entre muchos otros. Y todos ellos, en nuestro ordenador, a un solo clic. Solamente hace falta escoger bien la puerta de entrada: en vez de clicar los goles de Messi, cliquemos Heidegger en el youtube… Y de paso recuperaremos nuestro oxidado alemán. Insisto: escuchar con atención grandes conferencias y/o entrevistas en el canal youtube es uno de los pocos placeres gratuitos que nos quedan en este planeta. Yo, por si un día el sistema los retira, que no me extrañaría, ya me los he bajado a casi todos…


Yo a Heidegger no lo he bajado. ¿Sigue siendo un grande Pasolini o crees que exageramos en su momento la valía e importancia de su obra?
Creo que esta pregunta está sobradamente contestada en mis anteriores respuestas. Creo que Pasolini es muy actual, mucho; como también lo es Guy Débord. Hay, en mi opinión, una línea clara que les une en torno a la sociedad del espectáculo en la que estamos metidos. Ellos dos fueron muy lúcidos al darse cuenta de la ratonera en la que el consumo nos iba metiendo; y ahora no sabemos salir. Es como aquel chiste de Woody Allen que inicia (o termina, no lo recuerdo bien) Annie Hall.


¿Qué chiste?:
- Doctor, mi hermano cree que es una gallina.
- No se preocupe. Que venga a mi consulta y le curaremos…
- Verá…, el problema es que yo necesito sus huevos…


¡No lo recordaba! ¡Me lo copiaré!
Tanto Pasolini como Débord –por cierto, con dos finales trágicos- nos avisaron hace más de cuarenta años de todo lo que nos está pasando. No podemos ignorarlo.


Cambio un poco de tema. Se comenta en los corrillos de la ciudad, de la ciudad enrojecida, que estás pensando hacer un documental sobre la vida y obra de Paco Fernández Buey. ¿Es el caso? ¿Qué te interesa más de su obra?
Los corrillos de la ciudad a veces confunden la amistad y el deseo, con la realidad. Paco se merece una película; de eso no hay ninguna duda. Parecería lógico que yo fuera uno de los candidatos a realizarla. Pero hay un problema; un problema grave: mi relación con el cine está muy deteriorada y cada vez me interesa menos. Quizás, ya no me interesa. No voy al cine más que una o dos veces al año. Creo que la última película que vi en un cine de estreno fue la maravillosa El cavall de Torí, de Béla Tarr.


Me la recomendaste pero no llegué a verla. Se me escapó por poco.
Solamente voy a la Filmoteca –gracias al pase de libre circulación que todavía dispongo- a ver dos tipos de películas: o rarezas intelectuales o clásicos que un día, muy lejano, hicieron que me enamorara del cine. Ahora me interesan otras cosas muy alejadas del cine. Me pasa como a Pep Guardiola en junio de 2012: que, dijo, tenía las baterías completamente vacías. Él, no obstante, ha tenido más suerte que yo (de hecho, creo que siempre ha tenido más suerte que yo y muchísimo más talento que yo; algo esencial en esta vida):


En eso, estimat Xavier, estoy totalmente en desacuerdo contigo. Ni punto o puntito de comparación. ¡Por favor! ¡Se nota que los colores te ciegan! Y, además, Herr Pep publicita Adidas o Nike… o entrena al Bayer, ¡al Bayer!. Tú nunca harías una cosa así.
Continúo, continúo. Unos señores del F.C. Bayern Munchen que saben mucho de su tema le han llamado para que continúe haciendo lo mismo que hacía, disfrutar; la mejor forma de recargar las baterías: empezar libreta nueva. A mi, por el momento, el cine no me ha hecho esta segunda llamada. Y creo que nunca me la hará. Es una relación, a mi entender, casi terminada; extinguida. Pero…, como que nunca estuvimos casados porque yo soy un amateur –y me gusta ser un amateur-, no hace falta que nos divorciemos ni que lo hagamos público.


Por mi parte quiero añadir una cosa más: “No se pierdan el documental de Xavier Juncosa. ¡Vale la pena! ¡El viernes noche tiene una cita con la Filmoteca!”. ¿Quieres añadir algo más por tu parte?
Sí. Quisiera terminar esta entrevista que me has hecho confesándote que, con Núria, todavía no hemos ido a Irlanda…


Se impone entonces “Un viaggio a Irlanda” querido Xavier. ¿No te parece?


 Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia).
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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