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viernes, 21 de junio de 2013

EL HISTORIADOR

EL HISTORIADOR - Gaceta histórica

Infografía - Manuel Belgrano - 20 de junio de 1820
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La Gaceta histórica

“Siendo preciso enarbolar bandera, y no teniéndola, mandéla hacer blanca y celeste, conforme a los colores de la escarapela nacional.” Con estas palabras, explicaba Manuel Belgrano su decisión de izar por primera vez la bandera nacional, aquel 27 de febrero de 1812, un hecho tan sencillo como temerario, cuando todavía flameaba en la Fortaleza de Buenos Aires la bandera española. Tal decisión, se sabe, le valió una severa amonestación por parte del gobierno central de entonces, que ordenó el disimulado arrío de aquella insignia patria.
Este patriota no cejaría en sus luchas por la independencia de estos territorios y arengaría con entusiasmo: “Soldados de la patria: (…) Juremos vencer a nuestros enemigos interiores y exteriores, y la América del Sud será el templo de la Independencia y de la Libertad. En fe de que así lo juráis, decid conmigo  ¡Viva la Patria!
Dedicamos esta Gaceta a este revolucionario de la primera hora que en ocasión de donar la mitad de su sueldo manifestó con humildad: “Procuraré hacerme digno de llamarme hijo de la patria. En obsequio de ésta ofrezco la mitad del sueldo que me corresponde: siéndome sensible no poder  hacer demostración mayor, pues mis facultades son ningunas, y mi subsistencia pende de aquel…”.
Agradecemos, como siempre, a nuestros lectores, que con preguntas y comentarios nos ayudan a crecer y a mejorar nuestra página.
Felipe Pigna

Sobre nuestra página
El Historiador contiene infografías temáticas donde se desarrollan diversos temas (25 de Mayo, la Independencia, el 12 de octubre, el día de la tradición, Manuel Belgrano, José de San Martín y Domingo Sarmiento, 24 de marzo y Guerra de Malvinas) y una cronología multimedia animada que recorre la historia del país y del mundo entre 1776 y 2010, con fotos, mapas, videos, audios y fragmentos musicales. Constituye un paseo ágil y ameno a lo largo de más de doscientos años de historia. El Historiador también incluye una lista de los gobiernos y gabinetes del territorio nacional desde la fundación del virreinato del Río de la Plata hasta 2010, e información sobre instituciones terciarias y universitarias para estudiar historia.
La Galería del Bicentenario propone un recorrido por la historia del país, entre 1810 y 2010, a través de pinturas, ilustraciones y fotografías. Las secciones Publicidades y Humor histórico constituyen nuevas perspectivas para abordar la historia a lo largo del siglo XX. Pueden consultarse también las secciones de biografías, entrevistas, audios, filmografía, artículos, documentos, efemérides y  estadísticas poblacionales. La sección La frase del día contiene frases relacionadas con las efemérides de cada día con una breve explicación del contexto en el que fueron articuladas. La página además ofrece un servicio gratuito de respuesta sobre temas relacionados con la historia del país.
El Historiador tiene su registro ISSN (International  Standard Serial Number), otorgado por el Centro Argentino de Información Científica y Tecnológica (CAICYT), un organismo creado por el CONICET para brindar servicios sobre información y documentación científica y tecnológica.
En el 2010, El Historiador obtuvo el premio Mate.ar de plata en la categoría “arte y cultura”, un reconocimiento a todo el trabajo que venimos realizando desde hace ya varios años.
ÍNDICE
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Efemérides

» Las destacadas del mes
3 de junio de 1770
Nace en Buenos Aires Manuel Belgrano.
4 de junio de 1943
El general de brigada Arturo Rawson asume la presidencia, tras un golpe de estado.
6 de junio de 1808
José Bonaparte es proclamado rey de España.
7 de junio de 1494
España y Portugal firman el tratado de Tordesillas.
7 de junio de 1810
Aparece en Buenos Aires la Gazeta de Buenos Ayres, primer órgano de prensa de las ideas patrióticas.
11 de junio de 1580
Juan de Garay refunda la ciudad de Buenos Aires.
12 de junio de 1956
El general Juan José Valle es fusilado, tras encabezar el frustrado levantamiento del 9 de junio contra el gobierno del general Pedro Eugenio Aramburu.
14 de junio de 1928
Nace Ernesto “Che” Guevara.
16 de junio de 1955
La Marina bombardea la Plaza de Mayo. Por la noche, partidarios peronistas incendian iglesias católicas.
16 de junio de 1923
Kurt Wilckens es baleado en su celda en Buenos Aires.
17 de junio de 1821
Muere el general Martín Miguel de Güemes.
18 de junio de 1815
Napoleón es derrotado completamente en la Batalla de Waterloo.
19 de junio de 1764
Nace en Sauce, Canelones, República Oriental del Uruguay, José Gervasio de Artigas.
19 de junio de 1884
Muere en Nuilly-sur-Seine, Francia, el doctor Juan Bautista Alberdi.
20 de junio de 1820
Muere Manuel Belgrano. Día de la Bandera.
20 de junio de 1973
Masacre de Ezeiza.
21 de junio de 1918
Se publica en Córdoba el Manifiesto Liminar, con los reclamos de estudiantes universitarios que conducirían a la Reforma Universitaria.
27 de junio 1806
Primera invasión inglesa.
28 de junio 1807
Desembarco inglés.
28 de junio 1914
Asesinan en Sarajevo al Archiduque Francisco Fernando, heredero del trono del imperio Austro-Húngaro, y a su mujer Sofía Chotek.
28 de junio 1919
Tratado de Versalles.
29 de junio 1966
El presidente Arturo Illia es derrocado.
30 de junio 1969
El sindicalista argentino Augusto Vandor es asesinado en la sede de la UOM (Unión Obrera Metalúrgica).
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El Rescate

Esta sección está destinada al rescate de documentos históricos trascendentes tanto para la investigación histórica como para el estímulo de la reflexión presente. El material seleccionado –cartas, artículos, entrevistas– se encuentra en sintonía con algunas de las más destacadas efemérides del mes.

Manuel Moreno sobre la prensa y la fundación de La Gazeta de Buenos Ayres

La Revolución de Mayo había comenzado. El primer gobierno patrio estaba constituido. Pero la confusión del momento, el ida y vuelta de rumores, las conspiraciones realistas, advirtieron de inmediato al grupo patriota de la necesidad de contar con un órgano oficial de prensa, algunas hojas al menos que dieran a conocer a la población las motivaciones, intenciones y objetivos de los cambios que se iban sucediendo.
Así, a instancias del secretario de la Junta, Mariano Moreno, comenzó a publicarse La Gazeta de Buenos Ayres. En su redacción participaron también Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Manuel Alberti, Pedro Agrelo y Bernardo de Monteagudo, entre otros, quienes tuvieron a cargo la tarea de hacer conocer "una exacta noticia de los procedimientos de la Junta, una continuada comunicación pública de las medidas que acuerde para consolidar la grande obra que se ha principado, una sincera y franca manifestación de los estorbos que se oponen al fin de su instalación y de los medios que adopta para allanarlos".
En su primer número, el 7 de junio de 1810, La Gazeta expresaba: “El pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes, y el honor de éstos se interesa en que todos conozcan la execración con que miran aquellas reservas y misterios inventados por el poder para cubrir sus delitos. El pueblo no debe contentarse con que sus jefes obren bien, debe aspirar a que nunca puedan obrar mal. Para logro de tan justos deseos ha resuelto la Junta que salga a la luz un nuevo periódico semanal con el título de Gazeta de Buenos Ayres.
Reproducimos en esta oportunidad un fragmento de un texto escrito por Manuel Moreno, hermano del fundador de aquél célebre periódico, donde reflexionaba sobre la libertad de imprenta, criticaba la estrecha censura impuesta por España antes de la Revolución de Mayo y enfatizaba “la heroica dedicación” de su hermano para “trabajar en la pública felicidad” y “excitar el ánimo del pueblo a examinar sus intereses y sus derechos, establecer los principios sólidos de su felicidad, y combatir los agentes de la tiranía”.
Fuente: Manuel Moreno, Vida y Memorias de Mariano Moreno, Buenos Aires, Eudeba, 1968, págs. 132-136.
La imprenta es libertada de sus antiguas vejaciones
Del estado de opresión en que se hallaba Buenos Aires antes de su revolución, es fácil colegir las trabas que existían sobre la imprenta. Ese garante único y poderoso de los derechos de los pueblos, la libertad de escribir estaba proscripta con los más terribles anatemas del gobierno y la religión. En toda la monarquía española el despotismo político y sacerdotal había encadenado las inquisiciones del entendimiento a ciertas máximas estrechas, que ni era lícito examinar ni desechar. El genio, comprimido en esfera que le era permitido correr, perdía su vigor, y la curiosidad, desnuda de los estímulos que necesita para descubrimientos útiles, no producía nada. Con respecto a la América, las prohibiciones generales adquirieron una nueva fuerza pasando el océano, y los decretos de la inquisición encontraron menos resistencia, en un campo privado del influjo de la ilustración de otros pueblos vecinos, que siempre protegía en algo a la Península. El gobierno español seguía constantemente este sistema escandaloso con los metropolitanos; mas la opresión de éstos servía como de un extremo de libertad comparativa para vejar a los colonos. Así era que los escritos, que podían circular en los dominios europeos, estaban muchas veces prohibidos en las Américas. Los nativos del país tenían aquí menos ocasiones de dar a luz sus pensamientos, por la rareza de la prensa, otro tanto que la persecución de la ley; si acaso en el retiro de sus habitaciones se dedicaban a alguna investigación útil, su trabajo quedaba condenado a la oscuridad en que debían morir sus autores, cuando fuesen bastante afortunados para evitar la vigilancia del gobierno. Todo ensayo político, todo examen de la constitución del país y sus recursos, en una palabra, la historia de los sucesos de la conquista, y los subsiguientes hasta la presente época, estaba vedada a los americanos. Algunas disposiciones de la corte prohibían expresamente se escribiese sobre estos puntos en las colonias.
De hecho, la libertad de la prensa quedó establecida en Buenos Aires por la reforma, aunque todavía muy lejos del término a que debe tocar. Pero reflexionando en las circunstancias veremos que esta precaución fue muy sabia, y mucho más benéfica que una repentina abolición de las prohibiciones de escribir; lo primero, porque una alteración de esta naturaleza habría hecho degenerar en licencia el uso libre de la prensa, como puede verse en Cádiz, donde el pueblo ha pasado de golpe de una absoluta comprensión a la más ilimitada libertad, y lo segundo, porque la guerra que los enemigos de la causa hacían violentamente, exigía mucha prudencia para entablar reformas inesperadas, y hacía necesario evitar el estruendo y aparato de toda formal mutación. Los pueblos no pueden ser libres cuando se quiere que lo sean, sino cuando pueden serlo, y el paso difícil desde la esclavitud a la verdadera y sólida libertad debe hacerse por grados. Primero era destruir a los enemigos del sistema que estaba fundándose, aunque fuese a costa de alguna privación por parte del pueblo, que poner a éste en completo ejercicio de sus prerrogativas, que la obstinación de aquéllos harían solo permanentes un día.
Ni era propio que el don de la libertad de la prensa saliese de un gobierno reciente, y además provisional y no constitutivo, ni hubiera dejado de sufrir graves inconvenientes por la oposición de las preocupaciones. Acaso la mayor parte de la sociedad no habría conocido de pronto el beneficio que se le procuraba, y no se habría aprovechado de esta franqueza; en otros, el imperio de la costumbre los haría seguir mirando como sospechoso un presente desacreditado por la administración anterior. Sin expedir una abolición solemne de las vejaciones de la imprenta, la junta la empezó a preparar por una discreta tolerancia, e hizo saber a los literatos que era tiempo de ejercitar sus talentos.
Establecimiento de la Gazeta de Buenos Ayres por el doctor Moreno
El doctor Moreno tomó sobre sí el cargo de editor de la Gazeta de Buenos Ayres, cuyo establecimiento fue promovido por él mismo. En tiempos anteriores Buenos Aires tuvo un papel público con el título de Telégrafo, y posteriormente otro con el de Semanario de Agricultura, Industria y Comercio;  ambos periódicos fueron de corta duración, y sus autores o maltratados por el gobierno, o disgustados de su estéril empresa, se habían reducido al silencio, como los del Mercurio Peruano, en Lima. Cuando se estableció la junta, se echaba de menos el medio sencillo de esparcir las ideas, y hacer a los hombres comunicativos, que en todas partes se ejecuta por esta clase de escritos. Esta falta no pudo escapar a la penetración del doctor Moreno, y su anhelo del bien público lo determinó a la fundación de una gaceta enteramente nueva, y que jamás se habría visto en las colonias en otras circunstancias. El tema que escogió para ella indicaba el espíritu que animaría el escrito, y lo que la causa de la libertad tenía que esperar de un tan buen abogado. Él escogió aquellas palabras admirables de Tácito, exquisitamente aplicadas a la situación del país: rara temporum felicitate, ubi sentire quae velis, et quae sentias, dicere licet.
Ni las extraordinarias ocupaciones del doctor Moreno como miembro del gobierno ni sus asuntos como secretario le estorbaron contribuir de este modo particular al beneficio de su patria, y los momentos que le dejaban las atenciones de su oficio, que en una revolución apenas podían ser los muy precisos para el descanso los dedicaba en gran parte al recomendable ejercicio de ilustrar a sus conciudadanos. La Gazeta de Buenos Ayres salía periódicamente dos veces en cada semana, fuera de las ocasiones que exigían una publicación extraordinaria, las cuales ocurrían frecuentemente, y este papel que por sí solo, aun reducido a los términos más triviales, era capaz de ocupar a un hombre ordinario, extendido a discusiones prolijas sobre la política, no reconoció otro autor que el doctor Moreno hasta su separación de aquel país. Así como en todas sus demás operaciones, el editor no manifestó otros deseos que su heroica dedicación a trabajar en la pública felicidad, y todos los provechos fueron cedidos al publicador, sin otra condición que la de entregar doscientos ejemplares de cada edición al gobierno, para distribuirlos oficialmente a las provincias. [leer más]
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Las últimas horas del general Valle

El 12 de junio de 1956, en la antigua penitenciaría de la calle Las Heras, fue fusilado el general Juan José Valle, líder del frustrado levantamiento cívico-militar del 9 de junio contra el gobierno del general Pedro Eugenio Aramburu. Aramburu había asumido el gobierno de facto el 13 de noviembre de 1955, tras la autodenominada “Revolución Libertadora”, que derrocó a Juan Domingo Perón en septiembre del mismo año. Durante su gobierno se intervino la CGT, se persiguió a la clase dirigente peronista, y hasta se prohibió todo tipo de mención de términos o frases vinculadas al peronismo.
El decreto 4161, del 5 de marzo de 1956, establecía: “Queda prohibida la utilización (…) de las imágenes, símbolos, signos, expresiones significativas, doctrinas y obras artísticas (…) pertenecientes o empleados por los individuos representativos u organismos del peronismo. Se considerará especialmente violatoria de esta disposición, la utilización de la fotografía retrato o escultura de los funcionarios peronistas o sus parientes, el escudo y la bandera peronista, el nombre propio del presidente depuesto, el de sus parientes, las expresiones ‘peronismo’, ‘peronista’, ‘justicialismo’, ‘justicialista’, ‘tercera posición’, la abreviatura ‘PP’, las fechas exaltadas por el régimen depuesto, las composiciones musicales  ‘Marcha de los Muchachos Peronista’ y ‘Evita Capitana’ o fragmentos de las mismas y los discursos del presidente depuesto o su esposa o fragmentos de los mismos”.
En este contexto, no era fácil para el movimiento peronista resistir el intento dictatorial de hacer desaparecer todo vestigio del pasado reciente. Los comandos de la resistencia, fabriles o barriales, estaban escasamente coordinados y las directivas del líder exiliado apenas se comprendían. Para muchos peronistas, ante el retraimiento de los políticos y el golpe a los sindicatos, la vía golpista con militares leales no dejaba de ser tentadora, aunque a Perón no le sedujera la opción.
Aun así, el sábado 9 de junio de 1956, a casi un año del derrocamiento de Perón, el Movimiento de Recuperación Nacional, al mando de los generales Juan José Valle y Raúl Tanco, organizó una rebelión armada peronista, con participación civil y militar, al estilo de las viejas revoluciones radicales. El epicentro del alzamiento estuvo en el Regimiento 7 de Infantería de La Plata y la Guarnición de Campo de Mayo, mientras que en provincias como La Pampa se produjeron los mayores avances rebeldes.
El intento concluyó al cabo de unas pocas horas. Tres días más tarde, el 12 de junio de 1956, uno de los líderes del alzamiento, el general Valle, fue fusilado junto a otros civiles y militares. La medida contribuiría a profundizar todavía más los odios y rencores.
A continuación reproducimos un artículo aparecido en la revista Mayoría el 3 de junio de 1957, casi un año después de las ejecuciones, una crítica fulminante del accionar del gobierno de facto de Aramburu.
Fuente: Revista Mayoría, N°9, 3 de junio de 1957, págs. 12-15.
Las últimas horas del general Valle
(…)
El 13 de junio del pasado año los diarios del país, estrictamente fiscalizados por la dictadura, dieron el siguiente comunicado: “Fue ejecutado el ex general Juan José Valle, cabecilla del movimiento terrorista sofocado”. Ni una palabra más. Y aun esta escueta información ocupaba un rincón de los diarios, con caracteres pequeños, perdida entre un fárrago de noticias insubstanciales.
¿Qué había pasado? ¿Por qué la ejecución del jefe del movimiento revolucionario era ocultada cuando, en los días anteriores, toda la prensa y la radio había pregonado estrepitosamente el motín revolucionario y las ejecuciones de docenas de militares y civiles?
Sencillamente: porque la muerte del general Valle revestía todas las características, no de un fusilamiento, sino de un verdadero asesinato. ¡Así, sin atenuantes! Desde que el día anterior, el 12, el gobierno había comunicado el cese de las ejecuciones. “No habrá ya más penas de muerte. El primer magistrado ejercerá su poder de gracia”, así lo pregona La Nación de esa fecha, en primera página. ¡Poder de gracia! ¿Ejercería Aramburu su poder de gracia? Todas las leyes de todos los países civilizados confieren, en efecto, al supremo mandatario el poder de dictar el cúmplase a una sentencia de muerte o de conmutarla. Sabiamente procuran las leyes rodear de benevolencia y no de despotismo al mandatario.
Pero Aramburu había cumplido exactamente al revés su “poder de gracia”. Contra todo derecho, contra prácticas inmemorables, contra el dictado elemental de la ética había trocado en pena capital los años de cárcel sancionados por los tribunales militares a los amotinados de Campo de Mayo, de la Escuela Mecánica de la Armada y del Regimiento 7 de La Plata. Los “fines de la Revolución Libertadora”, los famosos “fines” ante los cuales la Constitución Nacional, el Derecho Natural y de Gentes, y aun la Ética han suspendido tantas veces sus dictados, le han concedido a Aramburu un arma nueva, no esgrimida aún por mandatario ninguno de este mundo, el “poder de gracia”.
Aramburu condenó a muerte a una multitud impresionante de oficiales, suboficiales y soldados a quienes los tribunales militares sólo habían aplicado años de cárcel. El capitán Eloy Luis Caro ­–para poner un ejemplo concreto–, juzgado y condenado, el día 10 de junio, a dos años de prisión por un tribunal militar, fue condenado a muerte por Aramburu y ejecutado a las cuatro de la mañana del 11. El tremebundo “poder de desgracia” que le permite a Aramburu fulminar sentencias de muerte, desde su trono omnipotente de la Casa Rosada, ¿iba a convertirse en “poder de gracia” humano y bondadoso en favor de Valle? Ya podían proclamar las radios el cese de las ejecuciones, ya podía Aramburu dar su palabra a la Suprema Corte de terminar las matanzas. No estaba satisfecha en su sed de escarmientos. Valle tenía que morir. Lo exigían así “los fines” de la Libertadora.
Si las intenciones de Aramburu y su círculo, en la tarde del 11, eran proseguir las matanzas, ¿qué le pudo impeler a pregonar la cesación de los fusilamientos, comprometiendo su palabra, su honor militar, su dignidad de Presidente y aun de hombre? La proclamada conmutación de la pena máxima, ¿fue sólo una treta para lograr nuevas redadas de incautos? Si el gobierno se avino a empeñar una palabra que no estaba dispuesto a cumplir, fue, en primer lugar, porque la nación entera, ante los ajusticiados en masa, había caído presa de pánico colectivo. Se había fusilado a centenares sin proceso y aun a veces sin la debida identificación de las víctimas.
Caen muchos inocentes
Así, por ejemplo, en la trágica noche del 9 al 10, fue sacrificado un conscripto detenido por prófugo desde hacía días en la comisaría de Lanús. El pobre muchacho no tenía ni la menor idea del motín. Lo arrolló la ola mortífera sólo porque sí. Enloquecido de espanto, clamaba:
-¡Soy desertor! ¡No sé nada de revoluciones! ¡No me maten!...
-¿Desertor vos? Vos son un peronacho inmundo –le contestó el oficial de Marina, encargado de las ejecuciones, y lo empujó al muro de las matanzas.
Aquella misma trágica y helada noche del 9 se practicó una cacería de muchachos en el camino de Chilavert a José León Suárez, según empezamos a narrar en el número anterior bajo el título de La Operación Masacre. Allí quedaron al raso una decena de cadáveres, desangrándose bajo las estrellas, en medio de un silencio y una soledad terribles. Muchachos ajenos al motín. Se los sacó de sus casas y se los llevó a matar, a la luz irritante de los faros de los carros de asalto. Sin proceso, sin defensa, sin sentencia. Sólo por exigirlo los nervios crispantes y el furor epiléptico de los inefables señores consultivos: el católico Luis María Bullrich (hermano carnal de un sacerdote jesuita) y el socialista Américo Ghioldi (hermano carnal de un militante comunista).
En los días 10 y 11, se ajustició sin asco en las comisarías de Lanús y Avellaneda, en la cárcel de Las Heras, en la Escuela de Mecánica del Ejército, en Campo de Mayo y en La Plata. El rumor difundía que los muertos se contaban por centenares y aun por millares. El Gobierno se cuidaba de no comprometerse dando listas completas. En las ciudades ardía el espionaje y la delación. Quien ocultaba a un revolucionario, sólo por eso se hacía pasible de la pena capital. Se ordenó ametrallar a los generales Valle y Tanco allí donde se los encontrara. Los “Comandos Civiles” entraban y salían enfurecidos, con absoluta impunidad, por los domicilios privados. Los talleres, las fábricas y aun el comercio estaban paralizados de terror. La gente viajaba en los subterráneos y en los trenes como perdida. Esto no había pasado jamás. Esto no creíamos que pudiera pasar en sitio alguno del mundo.
Ya en la tarde del 11 era tan subido el grado de consternación colectiva, que hasta los mismos autores estaban aterrados de su obra. Esa misma tarde, la Suprema Corte había acudido en pleno a la Casa Rosada a protestar ante Aramburu por la ilegalidad y barbarie de las ejecuciones. Incluso lo había amenazado con la renuncia en pleno de todos sus miembros. Igual presentación habían hecho el Nuncio y los Obispos. Aramburu, temiendo verse desautorizado así, empeñó su palabra -¡Palabra de Aramburu!- de cesar las matanzas a partir de la hora cero del día 12.
Pero pese al honor comprometido, a la severa amonestación de la Corte, al pregonado cese de los fusilamientos, pese a todo, Aramburu hizo matar a Valle, a su amigo Valle, a las 22 del 12 de junio. Valle no murió, por tanto, ejecutado. Murió asesinado. Ningún sofisma, ninguna triquiñuela leguleya librará a los responsables del juicio lapidario de la historia. No sin razón, los diarios del 13 escondieron en un rincón la información del crimen. [leer más]
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Belgrano, reprendido por ser el primero en izar la bandera nacional, en la versión de B. Mitre

Antes de morir, Manuel Belgrano escribió su autobiografía -según confesó- no sólo para que fuera útil a sus paisanos, sino también para “ponerme a cubierto de la maledicencia”. Y es que no pocos enemigos se había ganado este criollo a lo largo de las luchas independentistas.
Nacido en Buenos Aires el 3 de junio de 1770, con el verdadero nombre de Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, estudia en el Colegio Real San Carlos (hoy Nacional de Buenos Aires), para luego trasladarse a Valladolid, junto a su hermano, para estudiar leyes. A su regreso a Buenos Aires, con apenas 23 años y recibido de abogado, asumió las tareas de secretario en el consulado porteño.
Interesado en que el consulado ofreciera cursos educativos en varias materias, las invasiones inglesas lo incorporaron de lleno en la cuestión militar y política. Desde entonces y por largos años participaría en batallas, debates, disputas y la gestión de una nueva realidad que nacía.
Recordado como creador de la bandera, ingeniero del “éxodo jujeño”, comandante del Ejército del Norte y por haber destinado los 40 mil pesos oro de premios a la construcción de escuelas en las provincias del norte (que nunca se hicieron), Belgrano murió en la pobreza total, el 20 de junio de 1820, atacado por una agobiante enfermedad. “Pienso en la eternidad, adonde voy, y en la tierra querida que dejo...”, comentó antes de morir.
Pero fueron su audacia e ímpetu revolucionario los que comportaron sus méritos más recordados. En efecto, cuando apenas nacía el gobierno patrio, cuando todavía se llamaban a gobernar para Fernando VII, cuando recién comenzaban las fuerzas patriotas a emprender la guerra contra el enemigo realista, fue cuando se le convocó a Belgrano para dirigir las tropas del Regimiento de Patricios. El primer gran desafío se le presentó pronto, ante la inminencia de una invasión desde Montevideo, por lo cual se dirigió hacia Rosario para emprender la defensa. Entonces, febrero de 1812, instó al gobierno en Buenos Aires a que declarase la escarapela blanca y celeste de carácter nacional, en vistas a unificar los colores de los ejércitos sudamericanos. Logrado esto, al inaugurar dos frentes de artillería en esa misma defensa –llamados “Libertad” e “Independencia”-, hizo también enarbolar la bandera patria por primera vez, cuando todavía en la Fortaleza de Buenos Aires flameaba la bandera española.
Este acto desprovisto de especulación, ansioso por la emancipación, lo transformó en el primero en enarbolar la bandera nacional con vistas a la independencia americana. Así lo describe Bartolomé Mitre en su biografía sobre Belgrano –que aquí reproducimos-, al mismo tiempo que recuerda el historiador liberal la reprobación del gobierno central, que le exigió a Belgrano su disimulado arrío, puesto que creían que todavía no era tiempo de romper lanzas, lo que recién sucedió cuatro años más tarde.
Fuente: Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano y de la Independencia Argentina, Tomo 2, Buenos Aires, Félix Lajouane Editor, 1887, págs. 32-45.
Al finalizar el año once, los principios democráticos del Gobierno directo empezaban a generalizarse entre las clases ilustradas de la sociedad. Las ideas abstractas de la soberanía del pueblo, de la división de los poderes, del juego armónico de las instituciones libres, de los derechos inherentes al hombre social, empezaban a tomar formas visibles y tangibles y a convertirse en hechos prácticos, aunque de una manera embrionaria todavía. La constitución del Poder Ejecutivo se había modificado, vigorizándose, y tomado al mismo tiempo una forma que se acercaba más al Gobierno de una  república independiente. Los primeros ensayos para organizar un Cuerpo legislativo se habían hecho ya, aunque con poco éxito, por no haber acertado a romper con los precedentes coloniales del derecho comunal en cuanto a las bases de elección. La índole de los partidos que debían agitar aquella democracia naciente empezaba a manifestarse en los actos de la vida pública, y en el espíritu de resistencia que germinaba en las localidades. Este movimiento complejo de la revolución, presentaba a primera vista contradicciones marcadas, que sólo un examen detenido del organismo social puede hacer comprender.
(…)
Tal era el estado de la revolución interior cuando Belgrano llegó a Buenos Aires de regreso de su misión al Paraguay. Actor principal en los sucesos anteriores, y destinado a levantar muy luego el entusiasmo amortiguado de los pueblos, su papel fue por el momento muy secundario.
Nombrado coronel del regimiento Nº 1º, que era el primer tercio de Patricios, que hasta entonces había mandado don Cornelio Saavedra, tuvo ocasión de dar una de esas muestras de desinterés, que sirven de estímulo y de lección.
“Procuraré, dijo al Gobierno, hacerme digno de llamarme hijo de la patria. En obsequio de ésta ofrezco la mitad del sueldo que me corresponde: siéndome sensible no poder  hacer demostración mayor, pues mis facultades son ningunas, y mi subsistencia pende de aquel; pero en todo evento sabré también reducirme a la ración del soldado.”
La aceptación fue digna de la oferta. “El contribuir todo ciudadano con su fuerza moral y física (contestó el Gobierno) a los sagrados objetos de la justa causa, es su deber primero; pero desprenderse de lo que la patria le franquea para su indispensable subsistencia es retribuir a la patria cuanto ha recibido de ella.”
(…)
El nuevo Comandante militar se ocupó en activar los trabajos de las fortificaciones, pues según se creía, una flotilla española debía penetrar muy luego por el río, para cortar la línea de comunicaciones de la capital con el Entre Ríos. Era preciso, pues, estar prevenido para cerrarle el paso. Los trabajos que al efecto se emprendieron, confiáronse al coronel de ingenieros don Ángel Monasterio, el Arquímedes de la revolución, que aunque nacido en España se decidió con ardor por la causa americana, y fundió los cañones, las balas, las bombas y los morteros que sirvieron para poner sitio a Montevideo. Belgrano y Monasterio eran dos hombres nacidos para entenderse, por el espíritu de orden matemático de que estaban poseídos, y por la actividad y celo que desplegaban en el servicio público, así es que los trabajos adelantaron rápidamente bajo su dirección, no obstante la falta de brazos, y sobre todo de dinero. En menos de quince días se terminó la batería de la barranca, que dominaba el estrecho canal del río por el Oeste, y se construyó otra en la isla fronteriza, artillada con tres piezas de grueso calibre.
Antes de terminarse los trabajos de fortificación, se tuvo aviso que una escuadrilla enemiga compuesta de cuatro lanchas con un grueso cañón cada una, convoyando varios otros buques con 500 hombres de desembarco, debían salir de Montevideo, con el objeto de atacar las baterías del Rosario y posesionarse de la Bajada del Paraná.
A la aproximación del peligro, el espíritu de Belgrano se exaltó, y buscando en su alma nuevas inspiraciones para trasmitir su entusiasmo a las tropas que mandaba, concibió la idea de dar a la revolución un símbolo visible, que concentrase en sí las vagas aspiraciones de la multitud y los propósitos de los hombres de principios. Resuelto a acelerar la época de la independencia, y a comprometer al pueblo y al Gobierno en esta política atrevida, empezó por proponer la adopción de una Escarapela Nacional (febrero 13 de 1812), fundándose en que los cuerpos del ejército la usaban de distinto color, de manera que en vez de ser un símbolo de unión “casi era, decía, una señal de división cuya sombra, si era  posible, debía alejarse”. El Gobierno, cediendo a la exigencia de Belgrano, declaró por decreto de 18 de febrero “que la Escarapela Nacional de las Provincias del Río de la Plata sería de color blanco y azul celeste”.
El 23 empezaron los ciudadanos a usar del nuevo distintivo nacional, que hasta entonces sólo había sido una divisa popular. En el mismo día se distribuyó a la división de Belgrano, quien al dar cuenta de este hecho, pone en claro el significado que daba a aquel acto. “Se ha puesto en ejecución, dice, la orden de V. E. fecha 18 del corriente, para  el uso de la escarapela nacional que se ha servido señalar,  cuya determinación ha sido del mayor regocijo, y excitado  los deseos de los verdaderos hijos de la patria de otras declaraciones de V. E., que acaben de confirmar a nuestros enemigos de la firme resolución en que estamos de sostener la Independencia de la América.” [leer más]
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Momentos finales del gobierno de Arturo Illia, por Felipe Pigna

Arturo Umberto Illia, el presidente radical que gobernó el país entre 1963 y 1966, fue más reconocido por la historia que por sus contemporáneos. Éstos lo ridiculizaron caracterizándolo como una tortuga, le achacaron aceptar la proscripción del peronismo y le criticaron cierta tozudez política que lo aisló en los momentos más duros. Aquella, en cambio, lo recuerda por su honradez, por su sobriedad, por medidas audaces que llevó a la práctica durante su gobierno, como la anulación de los contratos petroleros de Frondizi, y por haber construido una isla democrática en un océano de golpes y dictaduras.
Diputado nacional durante el gobierno peronista, Illia se había convertido rápidamente en un franco opositor y líder del radicalismo cordobés. Cuando fue derrocado Perón, en 1955, tenía 55 años y ya había transitado casi todos los principales cargos partidarios, ejecutivos y legislativos. Y cuando un sector del radicalismo optó por acercarse al peronismo, se opuso férreamente. Pronto formaría parte del sector que integró la Unión Cívica Radical del Pueblo, contraria a los radicales intransigentes, encabezados por Arturo Frondizi.
En julio de 1963, con el peronismo proscripto, Illia triunfó con apenas un 25% del electorado, y se convirtió en presidente de la República. Destacado por un escrupuloso respeto a las libertades públicas, cierto reformismo social y una vocación económica nacionalista, enfrentó numerosos problemas a poco de asumir: crisis económicas, plan de luchas sindicales, conspiraciones del establishement y amenazas militares. Pero antes de cumplir los tres años de gobierno, contaba con escaso apoyo popular y político, y sería derrocado.
Un contexto político y social en creciente ebullición caracterizado por el fenomenal Plan de Lucha de la CGT, la aparición de la guerrilla guevarista en Salta, el crecimiento electoral de las fuerzas peronistas en 1965 y su posible triunfo en 1967, y el enojo de militares con una política exterior que, por caso, los subordinaba a la comandancia brasilera en la intervención de Santo Domingo, contribuyeron a crear un clima adverso para el gobierno y alimentaban las imágenes públicas que identificaban la gestión de Illia con la lentitud, la inoperancia y el anacronismo.
Parte del empresariado entendía que el presidente se apartaba de las prácticas liberales tradicionales de reducción de la inversión en rubros como salud y educación, y comenzó  a conspirar con los sectores golpistas del ejército a los que se sumaron sectores gremiales y la mayoría de la prensa. Los dirigentes sindicales peronistas, encabezados por el metalúrgico Augusto Timoteo Vandor, acosaron a Illia con paros y planes de lucha.
Los medios de prensa hicieron el resto para crear un clima de inconformidad y golpismo. Insistieron con la supuesta lentitud del presidente y propusieron su reemplazo por un caudillo militar. Con la prensa en su contra y una oposición que sólo buscaba el fracaso del gobierno, nadie se sorprendió cuando el 28 de junio de 1966, un nuevo golpe de Estado, esta vez encabezado por Juan Carlos Onganía, puso fin a su mandato.
A continuación reproducimos un fragmento del libro de Felipe Pigna, Los mitos de la historia argentina 5, donde se relatan los momentos finales del gobierno del líder radical. El libro incluye no sólo el acta del desalojo –reproducida aquí en otra oportunidad- sino también el público arrepentimiento y pedido de disculpas del coronel Perlinger, uno de los “salteadores nocturnos” que aquella madrugada de junio expulsaron a Illia de la Casa de Gobierno. Perlinger se lamentaba diez años después del golpe: “caí ingenuamente en la trampa de contribuir a desalojar un movimiento auténticamente nacional” y se sumaba así a la triste lista de arrepentidos que con sus acciones participaron en el derrocamiento de gobiernos constitucionales, contribuyendo al debilitamiento de la democracia del país.
Fuente: Felipe Pigna, Los mitos de la historia argentina 5. Del derrocamiento de Perón al golpe de Onganía (1955-1966), Buenos Aires, Planeta, 2013, págs. 532-540.
Resistiré
Illia se enteraba como podía de lo que estaba pasando. Sus preocupaciones se repartían entre el desastre que se avecinaba y el dolor que le causaba saber que su mujer se estaba muriendo en una clínica de los Estados Unidos: “Llamé en seguida a Estados Unidos –recordaba -para hablar con mi hijo mayor y decirle que cuidara a su madre, que acababan de operar, y que era probable que yo tuviera que vivir momentos muy difíciles… (…) Cuando corté me quedé sosteniendo el tubo un buen rato sin hacer nada, pensando”.
Al rato reaccionó y convocó a los secretarios de Marina y Aeronáutica, el contraalmirante Varela y el brigadier mayor Álvarez. Les comunicó lo que ya sabían de sobra esperando alguna reacción favorable a la defensa de la democracia. Mientras Varela trataba de ganar tiempo diciéndole que había convocado una reunión de almirantes para resolver qué actitud iban a tomar, Álvarez “amablemente” le pedía que renunciara a la presidencia para evitar males mayores. Se retiraron, hicieron unas consultas y regresaron para comunicarle al presidente la “novedad” de que las tres armas habían acordado destituirlo y le exigieron que desalojase la Casa Rosada antes de las cinco de la mañana. Illia los miró con todo el desprecio que podía y les dijo que no iba a renunciar, que lo iban a tener que echar. Pistarini se apuró a declarar que las palabras del presidente, que habían tomado estado público, no tenían ningún valor.
“Quise hablar por radio y televisión, pero no pude, ya estaban tomadas las líneas de la Central Cuyo. Nos reunimos otra vez con los ministros… Acepté una sugerencia y quise trasladar todo el gobierno a otra provincia para luchar desde allí. Llamé a Córdoba, a Entre Ríos, a Santa Fe. Pero no había nada que hacer: la revolución era en todo el país. Ya eran las ocho y media de la noche. Estuvimos una hora y media más en reunión y a las diez llamé al coronel De Elía, que era jefe del regimiento de Granaderos para pedirle que viniera con tropas a la Casa de Gobierno. De Elía me contestó que era imposible porque ya estaba cercada totalmente la manzana de la Casa de Gobierno y no podría pasar. Cuando a las doce de la noche firmé un decreto destituyendo a Pistarini ya no me quedaban esperanzas de que las cosas cambiaran. Fue sólo una fórmula, casi...
Esperando el diluvio
Era la medianoche. Un nutrido grupo de colaboradores acompañaba al presidente. Se había decidido permanecer en la Casa hasta que llegaran los usurpadores, que a las 2.45 habían emitido uno de los clásicos comunicados que decía: “hay normalidad en todo el país. Las fuerzas armadas controlan la situación”. Ya sabemos lo que significaba la palabra “normalidad” para los golpistas de uniformes y sus socios civiles.
Seguramente fue en  esos momentos de terrible espera que su hija Emma le dijo al presidente:
“‘vos qué vas a hacer, te pegás un tiro o los matamos a estos tipos’. Me miró en silencio, no me respondió.”
El sonido de fondo lo producían los vehículos pesados, tanques y camiones cargados de tropas del regimiento 3 de infantería que se iban posicionando frente a la Casa Rosada y sus alrededores.
A las 4.15 otro comunicado de los golpistas señalaba que ya ocupaban todas las gobernaciones.
Un documento para no olvidar
Un grupo de jóvenes colaboradores del presidente, entre los que estaban Emilio Gibaja, Luis Pico Estrada, Edelmiro Solari Yrigoyen y Gustavo Soler, quisieron dejar registrado para la historia los momentos finales del doctor Illia en el poder y la irrupción de los sediciosos -“salteadores nocturnos” los denominaría el presidente- que iniciarían otro momento lamentable de nuestro pasado. Llamaron a este preciado documento “Acta recuerdo”:
 “Alrededor de las cinco de la mañana del 28 de junio de 1966, irrumpen en su despacho el general [Julio] Alsogaray y los coroneles Perlinger, González, Miatello, Prémoli y Corbetta.”
Mientras  entraban los asaltantes, el presidente le firmaba una última foto a uno de sus colaboradores. Alsogaray, acostumbrado a mandar y a que le obedecieran, insolentemente y sin saludar siquiera al Primer Mandatario le ordenó: “¡Deje eso!”, pero lo detuvieron a gritos los que acompañaban al presidente. Sin inmutarse, el presidente a punto de ser depuesto siguió en lo suyo:
Illia: Espere, estoy atendiendo a un ciudadano (dirigiéndose al colaborador) ¿Cuál es su nombre amigo?
Alsogaray: ¡Respéteme!
Colaborador: Miguel Ángel López, jefe de la Secretaría Privada del doctor Caeiro, señor Presidente.
Illia: (al terminar de firmar la fotografía) Este muchacho es mucho más que usted, es un ciudadano digno y noble, ¿Qué es lo que quiere?
Alsogaray: vengo a cumplir órdenes del Comandante en Jefe.
Illia: El comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas soy yo; mi autoridad emana de esa Constitución que nosotros hemos cumplido y que usted ha jurado cumplir. A lo sumo usted es un general sublevado que engaña a sus soldados y se aprovecha de la juventud que no quiere ni siente esto.
Alsogaray: En representación de las Fuerzas Armadas, vengo a pedirle que abandone este despacho.
Illia: Usted no representa a las Fuerzas Armadas, sólo representa a un grupo de insurrectos. Usted, además, es un usurpador que se vale de la fuerza de los cañones y de los soldados de la Constitución para desatar la fuerza contra la misma Constitución, contra la ley, contra el pueblo. Usted y quienes lo acompañan actúan como salteadores nocturnos, que, como los bandidos, aparecen de madrugada.
Alsogaray cambió entonces de tono, pero para pasar a la amenaza:
Alsogaray: Con el fin de evitar actos de violencia lo invito nuevamente a que haga abandono de la Casa.
Illia: ¿De qué violencia me habla? La violencia la acaban de desatar ustedes en la República. Ustedes provocan la violencia, yo he predicado en todo el país la paz y la concordia entre los argentinos, he asegurado la libertad y ustedes no han querido hacerse eco de mi prédica. Ustedes no tienen nada que ver con el Ejército de San Martín y de Belgrano, le han causado muchos males a la patria y se los seguirán causando con estos actos.  El país les recriminará siempre esta usurpación y hasta dudo que sus propias conciencias puedan explicar lo hecho.
Alguien de civil, que acompañaba a Alsogaray, se sulfuró: “¡Hable por usted, no por mí!”
Illia: ¿Y usted quién es señor?
Persona de civil: (soportando un gesto de reprobación del general Alsogaray  imponiéndole silencio) ¡Soy el coronel Perlinger! (no aclarará que está retirado del Ejército, ni que es pariente cercano de Alsogaray, ni que ha pedido el retiro del Ejército días antes de asumir la presidencia Illia, disconforme con la elección de este). [leer más]
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Noticias

Las cartas de Saygüeque

El hallazgo y estudio de una correspondencia epistolar olvidada por los historiadores del siglo XX, permitió reconstruir y comprender el entramado de alianzas que condujo a la acumulación de poder y luego a la derrota del gran jefe mapuche-tehuelche Valentín Saygüeque, uno de los principales aliados de las autoridades argentinas, que terminó liderando las últimas resistencias de los pueblos del sur en la llamada "Campaña del Desierto". El investigador del Centro Nacional Patagónico (CENPAT) Julio Vezub recopiló y estudió las cartas de la "Secretaría de Valentín Saygüeque" -olvidadas en el Archivo General de la Nación-, escritas en español por y hacia el cacique, que dan cuenta de sus actividades por más de 20 años, fruto de lo cual surgió el libro Valentín Saygüeque y la Gobernación Indígena de Las Manzanas.
Fuente: Tiempo Argentino (ver).

Afirman que Neruda fue envenenado

Manuel Araya, quien fue chofer de Pablo Neruda, acusó al agente estadounidense Michael Townley de haber envenenado al Premio Nobel de Literatura. Es en el marco de un juicio que busca establecer la causa de la muerte del escritor chileno. Neruda falleció el 23 de septiembre de 1973, cuatro días después de que fuera internado de urgencia en la clínica privada Santa María, de Santiago. Entonces habían pasado dos semanas del derrocamiento del presidente socialista Salvador Allende. Oficialmente, la causa de su muerte fue el cáncer que lo aquejaba desde hacía tiempo, pero hace dos años Araya afirmó que el poeta fue asesinado mediante una inyección letal y junto a algunos familiares del escritor solicitaron una investigación judicial que está en curso y para la cual se exhumaron sus restos recientemente. Los últimos avances de la causa son la averiguación del nombre del misterioso médico que supuestamente habría inyectado un veneno al poeta y un informe en el que el director de la Clínica Santa María, asegura que el escritor falleció "víctima de una infección urológica [o urinaria] crónica y flebitis". El ahora acusado Townley militaba en el movimiento ultranacionalista de derecha Patria y Libertad y tras el golpe militar pasó a formar parte de los servicios de inteligencia. También está procesado por las muertes del ex canciller Orlando Letelier y el general Carlos Prats, así como por el atentado en Roma al ex vicepresidente Bernardo Leighton. Townley vive en Estados Unidos como testigo protegido, luego de haber reconocido su participación en el primer crimen, cometido en Washington en 1976.
Fuente: TELAM (ver), elmundo.es (ver), cancionero.com (ver)

A los 90 años, encontró el diario íntimo de su enamorado del secundario casi 70 años después de su muerte

Antes de que el cabo Thomas “Cotton” Jones fuera muerto por un francotirador japonés en el Pacífico central en 1944, a sus 22 años, escribió lo que llamó su “última voluntad” a quien encontrara su diario: que por favor se lo dieran a Laurie Mae Davis, la chica a la que amaba. Y esto así sucedió, pero nada menos que setenta años después de muerto Jones, luego de que la ahora anciana Davis viera el diario exhibido en una vitrina del Museo Nacional de la Segunda Guerra Mundial, lugar al que se acercó para ver si había alguna foto del joven infante de Marina que había sido su enamorado en la secundaria. Al ver la emoción de la mujer, el curador de la muestra le permitió echarle un vistazo al diario que había sido un regalo de la joven Davis a Jones durante sus años de secundario. Jones escribió sus primeras líneas en el diario cuando era soldado raso en Camp Elliott, San Diego, menos de un año antes de morir. Allí decía: “La historia de mi vida en mi paso por el Cuerpo de Infantería de Marina de los Estados Unidos. Y sobre todo mi amor por Laurie Mae, de la cual mi corazón está completamente lleno. Así que si tienen la oportunidad, por favor devuélvanselo a mi amada. Escribo esto como mi última voluntad”. Una foto de la joven Laurie cubre casi toda la contraportada del diario. Ella se lo había dedicado: “Con amor, Laurie”.
Fuente:Clarín (ver).

Criminales de guerra

Las autoridades alemanas arrestaron en su casa del sudoeste del país a un ex guardián del campo de concentración de Auschwitz entre 1941 y 1945, de 93 años y acusado de complicidad en los asesinatos del régimen nazi. Aunque no se dio información sobre su identidad, la prensa alemana señaló que se trata de Hans Lipschis, nacido en Lituania y residente en Aalen, en Raden-Wuerttemberg. Figuraba en el cuarto lugar de la lista de los diez criminales nazis aún vivos buscados por el centro Simon Wiesenthal. El juez que ordenó el arresto considera que los fiscales recogieron pruebas suficientes para incriminar a Lipschis, quien se encuentra bajo custodia cautelar en espera de la imputación que ocurrirá dentro de los próximos dos meses. Un médico lo examinó ayer y, pese a su avanzada edad, lo consideró capaz de soportar un encarcelamiento. En su informe 2013, el centro Wiesenthal, que persigue a viejos nazis, afirma que Lipschis sirvió en el batallón de SS entre 1941 y 1945 y que “participó en masacres y en la persecución de civiles inocentes, principalmente judíos”.
Fuente: Clarín (ver).

Exponen un galeón del siglo XVI en Gran Bretaña

El navío Mary Rose fue el favorito del rey Enrique VIII. Se hundió hace 400 años en el Canal de la Mancha en la batalla de Solent, contra las fuerzas francesas, el 19 de julio de 1545, tras ganar cientos de batallas durante más de 30 años. Con él se hundieron 500 personas y sólo hubo 30 sobrevivientes. El buque permaneció en el fondo del mar por más de cuatro siglos, hasta que algunas de sus partes fueron descubiertas por buzos en 1971. En 1982 fue rescatado y ahora gran parte de sus tesoros serán exhibidos en un museo que se inauguró a finales de mayo en Portsmouth. El costo total del proyecto para conservar y albergar el único galeón de guerra del siglo XVI en el mundo fue de 35 millones de libras esterlinas (52,7 millones de dólares). Se construyó un museo con forma de barco que albergará al casco de madera del Mary Rose y más de 19 mil objetos que fueron rescatados en el operativo. Desde cañones, arcos y flechas hasta monedas de oro, además de un juego de backgammon, violines y tapas de libros, utensilios de la cocina y hasta el esqueleto de un perro Fox Terrier que viajaba a bordo para combatir las ratas.
Fuente: Clarín (ver).

El manuscrito completo más antiguo de la Torá estaría en Bolonia

No se sabe cuánto tiempo llevaba en la caja fuerte de la biblioteca universitaria de Bolonia ni cómo llegó hasta ahí; sin embargo, varios exámenes y análisis han confirmado que esta ciudad conserva el texto completo más antiguo de la Torá, conjunto de libros sagrados del judaísmo.  Se trata de un texto de hace aproximadamente 850 años.  Manos anónimas y pacientes copiaron los cinco libros más sagrados del judaísmo (Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio) entre 1150 y 1225 sobre cuero de oveja. El pergamino consta de 56 segmentos cosidos que alcanzan los 36 metros de largo  y 64 centímetros de altura. Estaba archivado bajo el nombre de Rotolo 2, junto a otros 30 documentos en hebreo que la Biblioteca, en el corazón de Bolonia, guarda bajo llave. El pergamino “redescubierto” por el catedrático de hebreo en el Departamento de Bienes Culturales de Ravenna, Mauro Perani, fue analizado por expertos, y sometido a un estudio de Carbono 14 en la Universidad de Chicago, que confirmó que en la caja fuerte de la biblioteca de la universidad más antigua del mundo occidental estaría el ejemplar de Torá más antiguo llegado hasta nosotros.
Fuente: El País (ver).


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Difusión

Muestras

  • Muchas voces, una historia. Argentina 1810-2010, una exposición permanente de la Casa del Bicentenario, que a través de una video-instalación, recorre la historia del país con imágenes y sonidos, intentando dar cuenta de las complejidades y ambigüedades del relato histórico, expresando la pluralidad de voces y perspectivas de la sociedad. Lugar: Riobamba 985; horarios: de martes a domingo y feriados de 15.00 a 21.00 hs. Ingreso permitido hasta 30 minutos antes del cierre. Entrada libre. (info)*
  • Sociedad de Trabajo. Una historia de dos siglos. La Casa Nacional del Bicentenario y la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación,  junto con el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación, inauguraron en abril una exposición que relata la historia del trabajo en la Argentina, ilustrada con documentos, audiovisuales, fotografías, instalaciones y obras de cincuenta artistas argentinos. La exhibición pone en foco el trabajo, no sólo como una ocupación, sino también como un conjunto de derechos que garantizan la producción de la vida en su aspecto público y privado. Se desarrolla, además, la historia política del trabajo, la organización del movimiento obrero y los modos de intervención del Estado en distintos momentos de la historia. Las visitas guiadas para público en general, sin turno previo, se realizan los sábados a las 16.30. Lugar: Riobamba 985. La exposición se podrá visitar hasta el 1º de diciembre de martes a domingo y feriados de 15.00 a 21.00 hs. Ingreso permitido hasta 30 minutos antes del cierre. Entrada libre: (info)*
  • Los porteños vuelven a jugar y a divertirse con los juguetes de ayer. Muestra de los juguetes de la colección del Museo de la Ciudad. En el museo se podrán ver desde un auto de lata, trenes eléctricos, una colección de soldaditos de plomo hasta diminutas máquinas de coser fabricadas entre 1915 y 1960. Lugar: Defensa 219 / 223; horarios: lunes a domingo y feriados de 11 a 19 hs. Sábados, domingos y feriados de 15 a 19 hs. Entrada general: $1. Miércoles, gratis. Tel. : 4343-2123 / 4331-9855 (info)*
  • Museo Histórico Nacional. Se exhiben excelentes grabados, litografías, cuadros, imágenes religiosas y esculturas; banderas, estandartes, armas y uniformes de las guerras de la Independencia; muebles, relojes, partituras, instrumentos musicales y vajillas de las familias tradicionales del siglo XIX; recuerdos de la celebración del Centenario de la Revolución de Mayo, relicarios y miniaturas, daguerrotipos, fotos y tarjetas postales; aperos, ponchos, objetos de plata y prendas gauchas. Entre sus colecciones pictóricas resaltan los cuadros de José Gil de Castro; las pinturas de Cándido López, un valioso testimonio de la Guerra del Paraguay (1865-1870). También cuentan con los pianos y los forte pianos de la familia Escalada, de María Sánchez de Thompson y de Eduarda Mansilla. En el Museo puede visitarse la reproducción del dormitorio de José de San Martín en Boulogne-Sur-Mer (Francia), ambientado con objetos originales de acuerdo al bosquejo enviado por su nieta Josefa Balcarce. El archivo personal de Adolfo Carranza está abierto para los investigadores. Una valiosa biblioteca de alrededor de quince mil volúmenes, dedicada principalmente a la historia argentina y americana, puede ser consultada por el público general. Horario:
    De miércoles a domingo, de 11 a 18 hs. Los docentes que deseen visitar el Museo con sus alumnos deben enviar un correo electrónico a educacion@mhn.gov.ar. Dirección: Defensa 1600. Informes 4307-1182. (info, info)*
  • Museo Histórico Nacional del Cabildo y de la Revolución de Mayo. El museo cuenta con modernos sistemas interactivos de comunicación que favorecen la participación del público. Se puede acceder al balcón principal del edificio y visitar todas sus salas además de ver sus históricos túneles, a través de una cámara subterránea. Cuenta con dos pantallas que les permiten a los visitantes interactuar con la imagen del famoso cuadro del 22 de mayo y con un mapa con los puntos geográficos más importantes de la ciudad en los febriles días de la Revolución de Mayo. Dirección: Bolívar 65. Tel.: 4342-6729 y 4334-1782. Visitas guiadas: Miércoles y jueves a las 15.30; Viernes a las 15.30 (gratis); Sábados, domingos y feriados a las 12.30, 14 (gratis) y 15.30. Las visitas pagas incluyen un recorrido virtual en tiempo real de las construcciones subterráneas del Patio del Museo. Los establecimientos educativos deben solicitar turno a visitascabildo@cultura.gov.ar. Informes: 4342-6729 y 4334-1782. (info)*
  • El Museo Nacional de la Historia del Traje expone un recorrido por las diversas piezas de indumentaria. En sus salas se pueden ver colecciones como  la moda desde 1850-1915;  la moda en los años 20; trajes de baño (1890-1950); los 50's "Juventud y Rebeldía"; los 80's "Extravagantes y Glamorosos"; la moda infantil desde 1860 a 1960, etc. Dirección: Chile 832. Horarios: de martes a domingo de 15 a 19 hs. Visitas guiadas: sábados y domingos a las 17:00 hs. Informes: 4343-8427. (info)*
  • Museo Histórico de Buenos Aires Cornelio Saavedra, Sala Ricardo Zemboraín: Colección de platería urbana del Siglo XIX. Sala tertulias: Mobiliario, iconografía y artes decorativas correspondientes a la 1ª y 2ª mitad del Siglo XIX. Sala independencia: Testimonios del proceso que se inicia con la Invasiones Inglesas, la Revolución de Mayo y la Independencia Sudamericana. Confederación argentina: Aspectos políticos, sociales, y económicos de los gobiernos de Juan Manuel de Rosas. Lujos y vanidades femeninas del siglo XIX: Peinetones, alhajas, relojes, abanicos y otros accesorios de la moda femenina. Sala Leonie Matthis: La plaza de Mayo desde la fundación hasta el fin del Siglo XIX a través de las aguadas de la pintora francesa. Sala moda: Vestimenta masculina y femenina del Siglo XVIII y XIX. Emisiones, inflación y convertibilidad: La Economía Argentina a través de sus diferentes monedas. Sala de armas: Colección de armas de fuego y armas blancas. Sala Keen: Platería rural. Dirección: Crisólogo Larralde 6309. Horario: Martes a viernes de 9 a 18 hs. Sábados, domingos y feriados de 10 a 20 hs. Tel: 4572-0746 / 4574-1328. Visitas guiadas: sábados, domingos y feriados, 17 hs. (info)*
  • Bicentenario del Himno Nacional Argentino. Con motivo de haberse cumplido el pasado 11 de mayo el Bicentenario del Himno Nacional, el Museo Histórico de Buenos Aires Cornelio Saavedra presenta una muestra de carácter anual referida a recordar dicho acontecimiento. Lugar: Museo Histórico de Buenos Aires Cornelio Saavedra.  Dirección: Crisólogo Larralde 6309. Horario: Martes a viernes de 9 a 18 hs. Sábados, domingos y feriados de 10 a 20 hs. Tel: 4572-0746 / 4574-1328. (info)*
  • Estación Marta Pérez Temperley: El ferrocarril y el grabado, Exposición de grabados de Marta Pérez Temperley, patrimonio del Museo y del Ferroclub Argentino, Centro de Preservación Remedios de Escalada. Hasta el 30 de junio se podrá visitar esta muestra de valiosos grabados de cuando el ferrocarril (la vanguardia tecnológica en materia de transportes) desde 1857, comienza a extender su red desde la ciudad de Buenos Aires hacia el interior. Lugar: Museo Histórico de Buenos Aires Cornelio Saavedra.  Dirección: Crisólogo Larralde 6309. Horario: Martes a viernes de 9 a 18 hs. Sábados, domingos y feriados de 10 a 20 hs. Tel: 4572-0746 / 4574-1328. (info)*
  • Manzana de las Luces. El Instituto de Investigaciones Históricas de la Manzana de las Luces organiza visitas guiadas a: la Procuraduría de las Misiones Jesuíticas, los Túneles del Siglo XVIII, la Antigua Universidad y las Casas Virreinales, el Patio de las Misiones J

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