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viernes, 8 de febrero de 2013

Islas Malvinas: otra vuelta de tuerca


8.02.2013, 23:53
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Кристина Фернандез Киршнер Кристина Киршнер аргентина великобритания аргентина Фолклендские острова
Foto: EPA

La historia, según algunos, gira en círculos; otros, más optimistas, plantean que se desarrolla en espiral.

Otra demostración de esta máxima es la reanudación de la disputa entre Argentina y Gran Bretaña sobre la soberanía de las islas Malvinas (conocidas por los ingleses como islas Falklands). A principios de enero del año en curso la presidenta de ArgentinaCristina Fernández de Kirchner se dirigió al primer ministro de Gran Bretaña David Cameron con la exigencia de la devolución de las islas, argumentando sus reclamos con resolución resolución de la Asamblea General de la ONU rubricada hace medio siglo, que exigía “poner fin al colonialismo en todas sus formas y manifestaciones”.
El ministro de Relaciones Exteriores de Argentina, Héctor Tímerman atizó la candela, al declarar durante su reciente visita oficial a la capital británica que en veinte años su país recuperaría la soberanía sobre las Malvinas. El diplomático se refirió en términos fuertes sobre los actuales dueños del archipiélago, catalogándolos de “fanáticos” y “colonizadores”. Antes de su arribo a Londres el argentino se negó rotundamente la propuesta de su colega Williams Haig de realizar un encuentro tripartita con la participación de los nativos de las islas.
La opinión de los isleños es del conocimiento tanto de Londres como de Buenos Aires. El miembro de la Asamblea Legislativa de las islas Malvinas, Barry Elsby, planteó: “No somos una colonia. Nuestras relaciones con Gran Bretaña son el resultado de una elección libre. A diferencia del Gobierno argentino, Gran Bretaña respeta el derecho del pueblo a solucionar sus problemas independientemente”.
Según el Gobierno británico, los habitantes de las Malvinas (Falklands) han demostrado “un deseo evidente de continuar siendo ciudadanos de Gran Bretaña”, y el primer ministro de Cameron hará todo para defender sus intereses. En marzo tendrá lugar un referendo en el cual los habitantes de las islas podrán expresar sus opiniones al respecto. Se espera que la mayoría de ellos preferirá el pasaporte inglés. Londres aconseja a Buenos Aires resignarse con los resultado de las votaciones: “el pueblo de las islas Falklands es inglés por elección propia. Como siempre tiene la oportunidad de elegir su futuro y tiene el derecho a la autodeterminación, como reza la Carta de la ONU. En este debate hay tres partes, y no dos, como desearía Argentina. No habrán conversaciones sobre la soberanía de las islas Malvinas mientras sus propios habitantes no lo deseen".
Muchos expertos consideran que en la raíz de este problema no se esconden altos ideales sino un elemental instinto de autoconservación política. Según ellos, la presidenta Kirschner caldea la situación en torno a los territorios disputados para distraer al pueblo de los problemas internos y ganar prestigio a nivel regional ante los países que al igual que Argentina han tomado un rumbo político de izquierda.
Fiódor Lukiánov, jefe de redacción de la revista Rusia en la política global, nos comenta:
—Argentina es el país de la decepción. En la década de los treintas este país tenía un nivel de desarrollo superior a la mayoría de los países europeos. Desde entonces, Argentina se aficionó a los líderes carismáticos, comenzando por el general Perón (al cual siguieron sus pálidas copias), pasando paulatinamente de ser el líder regional y un país prometedor en un Gobierno con una conciencia lastimada. Ante todo porque Argentina perdió limpiamente la competencia por el liderazgo en Sudamérica ante Brasil. En estos momentos, Brasil se ha convertido en el líder indiscutible del continente, una “estrella emergente” de nivel mundial. Se trata de un país en el cual muchos depositan sus esperanzas. Un país que lleva a cabo una política independiente, pero que evita todo tipo de confrontación. Argentina se siente completamente perdida, lo cual le afecta mucho. Y durante los últimos diez años, después de la crisis de principios de siglo, tras el particular Gobierno de Carlos Menem, el país es dirigido por la izquierda. Primero Néstor Kirschner, luego, su esposa. No se puede decir que se trate del mismo izquierdismo que el de Chávez en Venezuela. Pero Argentina trata de ganar protagonismo por medio de la implementación de una política más izquierdista que la de Brasil.
Los oponentes de la Kirschner señalan las leyes que atentan contra el mercado, entre las que se halla la prohibición de comprar divisas o trasladar capital al extranjero, el alto nivel de inflación, que según datos oficiales alcanzó el año pasado el nivel de 10,8 %, pero según cálculos de agencias independientes llegó al 25,6 %, y las dudosas decisiones desde el punto de vista jurídico y político del Gobierno argentino. Como resultado de todo esto, según los expertos, los ciudadanos argentinos se niegan a realizar inversiones dentro de su país. Además, la política interna de Cristina Kirschner conduce al país a un aislamiento internacional. El otrora floreciente país se viró de espaldas a EEUU y la UE, y eligió como socios estratégicos a Venezuela e Irán, concluyen los analistas. Piotr Yákovlev, experto del Instituto de América Latina de la Academia de Ciencias de Rusia, habla de cambio en la política exterior de Argentina:
—Este proceso está vinculado a los cambios que tuvieron lugar en la economía y la política interior de Argentina, con la evolución de su modelo de desarrollo nacional. Lo que más ha influido en este proceso es el esfuerzo realizado para fortalecer el papel del Gobierno en la economía y la vida social, es el apoyo material masivo a las capas pobres de la población, un incremento brusco de los salarios, fundamentalmente a los más pobres. Y el Gobierno necesita de recursos financieros considerables para garantizar todas estas medidas. Recursos que la actual economía argentina no está en condiciones de ofrecer. Por ello, el Gobierno se ve en la necesidad de buscar fuentes adicionales de financiamiento. Se llevan a cabo diversas medidas. En particular, se nacionalizan las propiedades de compañías extranjeras. El año pasado fueron nacionalizados los activos de la compañía petrolera española Repsol. 
Esto generó un conflicto agudo no solo con la propia compañía, la cual presentó una demanda para compensación a los tribunales internacionales, sino también con el Gobierno español, y la UE en general, que condenó esta decisión de Argentina. De tal modo, las relaciones de Occidente y Argentina comenzaron a hacer agua. Tampoco son sencillas las relaciones de Argentina con el FMI. Tras declarar la devaluación de la moneda, Argentina trato de solucionar sus deudas con los inversionistas extranjeros. Pero este proceso no comprendió a todos los acreedores. Y parte de ellos todavía continúa exigiendo el pago de compensaciones por medio de tribunales internacionales. El FMI apoya a los inversionistas y no a Argentina. Además, el FMI sospecha que Argentina manipula las estadísticas concernientes al estado de la economía nacional, en particular, los concernientes al estado inflacionario. O sea, que Argentina se distancia cada vez más de sus socios de Occidente. En lugar de los países occidentales, Argentina busca asociarse a otros países en vías de desarrollo. Fundamentalmente, Venezuela. Y el acercamiento a Irán generó grandes polémicas internacionales, al borde del escándalo. En esencia, el Gobierno argentino trata de armar una nueva realidad sociopolítica, incluyendo una nueva proyección de la política exterior. Y esto implica cierto peligro de que Argentina derive a solas en el mundo contemporáneo.
Es por ello que, según los expertos, la Kirschner desempolvó esta disputa territorial, dándole un espaldarazo a la lógica de su rumbo político. Concretamente, una situación parecida tuvo lugar treinta años atrás, cuando el poder en Argentina fue tomado por un consecutivo régimen militar con consignas electorales y promesas nacionalistas, entre las que figuraba la recuperación de las Malvinas. Desde otro punto de vista, el actual comportamiento de Argentina puede ser explicado con el desencanto de este país respecto a Occidente. Borís Martínov, profesor del Instituto Estatal de Moscú de Relaciones Internacionales, nos comenta:
—El asunto consiste en que las declaraciones antioccidentales de la presidenta argentina están basadas en hechos históricos realmente ciertos. La última década del pasado siglo Argentina fue una vitrina de la vía de desarrollo neoliberal. El país siguió escrupulosamente todas las recetas del FMI. Y luego, cuando como resultado de la aplicación de un curso económico totalmente incompatible con la realidad concreta Argentina fue alcanzada en el 2001 por la crisis más grave de su historia, Occidente no movió ni un dedo para ayudarle de algún modo. En estos momentos EEUU, y Occidente en general no están en las mejores condiciones. ¿Qué necesidad hay entonces de seguir este ejemplo y amarrarse a un modelo que no funciona? Toda América Latina se halla en estos momentos enfrascada en la búsqueda y ensayo de un modelo de desarrollo propio. Algunos de los países tienen más éxito en este empeño, tales como Brasil, Colombia, Perú. Otros han tenido menos suerte. Otros continúan experimentando. Y el experimento implica tanto el derecho al error, como el error mismo. En este sentido Argentina hasta el momento no se ha distinguido con éxitos especiales. Claro, la Argentina de Cristina Kirschner se ha acercado más al ala radical. Y hasta cierto punto su política puede ser catalogada de populista. Ya que se llevan a cabo procesos de nacionalización, estatalización, incremento de impuestos. Lo cual a su vez dispara la espiral de la inflación. Esto genera determinada falta de efectividad. Como decía, se lleva a cabo una búsqueda de un modelo propio. Veremos qué sucede después. En cualquier caso, Argentina se inserta firmemente en las estructuras latinoamericanas, tanto económicas como políticas. Sus vecinos acudirán en su ayuda en caso de que suceda algún problema. Adiferencia de los países de occidente a principios del siglo XXI.
Sin embargo, los vecinos de Argentina por ahora prefieren observar. Y a Buenos Aires no le alcanzan los recursos. Y los pocos de que dispone se le escurren entre los dedos. Se trata, en particular, de la plataforma insular, rica en hidrocarburos. Los petroleros ingleses que trabajan ahí anuncian que comenzarán a extraer petróleo en apenas cinco años. El volumen de las reservas, según los expertos ingleses, puede alcanzar la cifra de sesenta mil millones de barriles. El Congreso argentino anunció cifras más modestas: entre los 6,5 y los 9 mil millones. Pero incluso esa cantidad sería suficiente para abastecer a Argentina con petróleo durante nueve años. En caso de éxito, las islas Malvinas pueden convertirse en el quinto yacimiento petrolífero más significativo de América (tras Venezuela, EEUU, Brasil y México) e incluso convertirse en el golfo Pérsico del Atlántico Sur.
Buenos Aires exige entablar una demanda jurídica a las compañías británicas que trabajan en la plataforma insular. Pero esto no preocupa mucho a estas últimas. Este optimismo está protegido, como podrán imaginarse, por las fuerzas de las armas inglesas. Sin lugar a dudas, Argentina no dispone en estos momentos de un potencial bélico suficiente como para intentar nuevamente ocupar el archipiélago. Volvemos a dar la palabra al jefe de redacción de la revista Rusia en la política global, Fiódor Lukiánov:
—Creo que realmente Argentina no logrará nada. Inglaterra no pone esto en discusión. La solución bélica, una vez intentada, no es una opción. Pienso que mientras dirija Kirschner, Argentina intentará adaptarse a una América Latina más izquierdista, donde también están teniendo lugar cambios. La salida inevitable de Hugo Chávezconducirá a que el intento de implementar una alternativa izquierdista comenzará a decaer. Y en las próximas elecciones en Argentina, creo que ganará la derecha. Y entonces se producirá un intento de regresar al país al rumbo tradicional, orientado hacia EEUU. Aunque en general es poco probable que América Latina regrese a la situación en la que se encontraba un cuarto de siglo atrás. Además, los argentinos están todavía muy dolidos con los norteamericanos, porque estos no los apoyaron en su momento durante el conflicto de las Malvinas. Y es poco probable que los apoyen en algún momento. En general el papel y el lugar de Argentina en el mundo son insignificantes. Constantemente se habla sobre la necesidad de reformar el Consejo de Seguridad de la ONU e incluir nuevos países, en particular, representantes de Sudamérica. Antes, Argentina competía con Brasil por el derecho de ocupar este puesto en el Consejo de Seguridad. Actualmente ya nadie ni se acuerda de ello. Si se habla de América del Sur, se sobreentiende Brasil. Y esto ofende mucho a Argentina.
Hasta qué punto logrará Argentina sobreponerse a sus ambiciones y no enredarse a los puños por las Malvinas perdidas, solo lo dirá el futuro. Hay una esperanza de que en esta ocasión la historia no irá en círculo hasta desembocar en una contienda bélica de consecuencias previsibles. El compromiso solo puede ser alcanzado mediante un avance en espiral, cuando las partes encuentran en sí las fuerzas de alzarse sobre su pasado, valorarlo desde la altura de su presente, y si el compromiso todavía no es alcanzable, archivarlo hasta el momento en que las generaciones venideras ejerzan el derecho de poner el punto final a esta vieja historia.
fs/mo

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