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por GARA
Domingo, 21 de Octubre de 2012 12:34
El candidato de la CUP por Barcelona a las elecciones del 25N expone
que la política debe buscar «transformar la sociedad, no gestionar el
poder».
David Fernández
Candidato de la CUP a las elecciones del 25-N
Tras un proceso de asambleas abiertas a militantes y simpatizantes, la Candidatura d'Unitat Popular decidió concurrir a las elecciones del 25-N, proponiendo como candidato a David Fernàndez, periodista, activista social y viejo conocido en Euskal Herria –es colaborador de GARA–. En esta entrevista desgrana los objetivos de la esquerra independentista en el Parlament
Tras un proceso de asambleas abiertas a militantes y simpatizantes, la Candidatura d'Unitat Popular decidió concurrir a las elecciones del 25-N, proponiendo como candidato a David Fernàndez, periodista, activista social y viejo conocido en Euskal Herria –es colaborador de GARA–. En esta entrevista desgrana los objetivos de la esquerra independentista en el Parlament
Beñat ZALDUA | BARCELONA
Cuenta que estaba trabajando en
la vendimia con sus abuelos cuando le propusieron encabezar la lista de
la CUP para las elecciones del Principat, algo que asume con
«responsabilidad y cierto vértigo», pero sin olvidar que los movimientos
sociales siguen siendo su «espacio predilecto y la mejor escuela de
democracia radical». A tenor de los 27.111 avales recogidos para
presentar la candidatura de la CUP, es probable que el próximo 25 de
noviembre ponga un pie en el Parlament, manteniendo el otro -asegura
David Fernández- en la calle.
En
pleno debate interno de la CUP sobre las elecciones, escribía que las
claves eran tres preguntas: ¿Cómo? ¿A hacer qué? ¿Y con quién?
Adelante...
A llevar la voz de la calle, de los
sectores desposeídos por la crisis y de la gente que más ha luchado por
la independencia de este país, que ha sido permanentemente silenciada en
las últimas cuatro décadas. ¿Y con quién? Con las luchas populares y
sociales que están abiertas en este país, en un ciclo en el que la
sociedad ha sido el Parlament más importante, con 870.000 personas
desobedeciendo en las consultas soberanistas y con una explosión de
indignación y de lucha contra los peores recortes desde el final de la
dictadura.
¿Cuál sería el papel de la CUP en el Parlament?
Una política en la que la centralidad
continúe estando en la calle. Estar en el Parlament supondría tener una
herramienta más que operaría como altavoz de la calle y también como
espacio para romper el discurso hegemónico. En unos Països Catalans con
tres millones de pobres y dos millones de parados no se puede hablar de
normalidad política. Es un estado de excepción para la mayoría social.
Suele decir que las CUP vienen de muy lejos. ¿De dónde?
Vienen de la izquierda independentista
que nace en 1968. Vienen de muchísimo sufrimiento y muchísima represión,
de una transición en la que son solo 2.000 las personas que el 11 de
setiembre de 1978 van al Fossar de les Moreres a decir que están en
contra de la Constitución española y que quieren un referéndum. Pasan
por una experiencia de propaganda armada que es Terra Lliure y por
muchísimas divisiones y escisiones en las décadas de los 80 y 90. La CUP
recoge lo mejor de la tradición histórica y de todas las derrotas de
las que siempre se aprende, y sabe reconceptualizar la unidad popular en
el siglo XXI.
Mirando el panorama, da la impresión de que las condiciones objetivas son buenas para el crecimiento de las CUP...
Creo que desgraciadamente, la realidad
es la mejor aliada de la CUP. Todo aquello que la esquerra
independentista y los movimientos sociales llevan diciendo desde los 80
lo estamos viviendo hoy con un dramatismo exacerbado. Pero no negaría
que venimos de una derrota de las izquierdas, no solo porque se la haya
infringido el neoliberalismo, sino también por que las izquierdas se han
hecho el harakiri. Lo más importante que puede hacer la CUP es tejer la
esperanza para reconstruir, junto a los movimientos sociales, un bloque
de ruptura y transformación social profunda.
¿Falta construir alternativas de izquierda o ya están pero cuesta comunicarlas?
Yo creo que ya existen. En mi vida
cotidiana, yo tengo mucha suerte porque trabajo y vivo en el
cooperativismo y en cada ámbito de las contradicciones que ha generado
el sistema como condiciones de vida, yo conozco alternativas. Por lo
tanto, creo que la mejor noticia que tiene este país, y también otras
experiencias como Euskal Herria, es que ya tenemos unas alternativas.
Este es el reto dificilísimo que tenemos: construir una democracia
profunda en el corazón de la bestia. Tenemos que construir una
alternativa que sea la quinta columna de los pueblos oprimidos del
planeta.
¿Cómo se ve desde la CUP el giro independentista de CiU?
Nosotros llevamos 30 años pidiendo este
referéndum. Ese día estaremos. Lo que pedimos es que se den garantías de
que se haga y de que sea vinculante. Pero además, ¿qué significa
independencia en un momento como el actual en el que estamos
intervenidos por la Troika europea? Vamos un paso por delante y decimos
que en la independencia nos encontraremos, pero el debate es ya el
cambio de modelo, porque un país sin justicia no es un país, es otra
jaula.
¿Será difícil hablar de cambio de modelo y de debate social ante la hegemonía de la cuestión nacional?
Yo creo que no. Lo que hay es un
discurso de las élites y una cuestión de relato. Mas vive en Pedralbes,
que es el Neguri de este país, pero no sabe lo que está pasando en
Hospitalet, ni cuál es el drama de las clases populares. Pero es verdad
que el poder de Convergència para generar una imagen y un relato es
espectacular. Y sí, hay un debate muy perverso; lo que pasa es que eso
es histórico en Convergència, siempre ha cogido la senyera para tapar
todo el resto.
¿Tanto cómo ahora?
No tanto como ahora, pero también han
convocado unas elecciones justo cuando se tenía que aprobar una comisión
de investigación sobre la mafia convergente en el mundo sanitario. El
reto de la CUP es romper su relato, teniendo la memoria como antídoto:
Convergència hizo presidente a Aznar, recortó el Estatut, firmó el pacto
del Majestic y blindó la Constitución en su momento.
¿Qué le parece la Assemblea como actor político?
La Assamblea ahora mismo opera como
tensor para que Mas no dé marcha atrás. Si defrauda, a quien defraudará
en primera instancia será a la Assemblea, que le ha dado un margen de
confianza. Aquí sí que hay un debate político para nosotros, porque no
hace falta que sea un cheque en blanco; la Diada es histórica porque la
gente sale a la calle, no porque los reciban en el Parlament.
Desde
fuera de la CUP se había hablado de la posibilidad de formar tanto un
frente de izquierdas como un frente independentista. Todo ha quedado en
agua de borrajas. ¿Qué diferencia a la CUP del resto de partidos?
Para empezar, lo que es vergonzoso de la
acción política colectiva es que aquí solo se hable de unidad 15 días
antes de unas elecciones. Donde nunca encontrarán a la CUP haciendo
acuerdos de unidad es en los despachos, la unidad se hace en la calle y
en la realidad social. Sobre las diferencias, son muchas: para empezar,
la territorialidad de los Països Catalans, que insistimos, van de Salses
a Guardamar y de l'Hospitalet a Burjassot y de Fraga a Maó. Otra: el
imposible divorcio entre la liberación nacional y la liberación social.
La profundidad de los cambios sociales que queremos es otra diferencia,
desde el feminismo al ecologismo, pasando por el antimilitarismo y el
sindicalismo. La última diferencia, que igual es la primera, es la forma
de hacer política, la forma de entender la política como transformación
de la sociedad y no como gestión del poder.
Y ya para acabar, conoce de primera mano la realidad de Euskal Herria. ¿Cómo ve las elecciones de hoy?
Con un nivel de esperanza altísimo. La
metáfora de un mañana compartido es el castell en el BEC: la posibilidad
de un proyecto democratizador de unidad popular en el corazón de la UE,
esa máquina de guerra neoliberal. Euskal Herria y los Països Catalans,
desde la movilización en la calle, la desobediencia civil y la vía
electoral, pueden contribuir a precipitar un nuevo tiempo de los
comunes. Y ante el perverso panóptico del siglo XXI donde andamos
encerrados, lo que dijera Arnaldo Otegi: «las cárceles vacías y las
calles llenas». No encuentro mejor metáfora de la democracia, la
igualdad y la libertad que nos esperan. Y por supuesto, el abrazo más
imprescindible, más cálido, más internacionalista y solidario para el
secuestrado en Logroño. El tiempo de las luces ya llama a la puerta.
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