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lunes, 22 de julio de 2013

Rusia no está lista para enfrentarse al autismo

 http://spanish.ruvr.ru/2013_07_22/Rusia-no-esta-lista-para-enfrentarse-al-autismo-6845/
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Soledad, aislamiento, vacío, ensimismamiento… Torpes y desacertados tópicos que intentan definir una realidad poliédrica y cambiante del espectro de trastornos que afectan gravemente al desarrollo de unas personas cuyo único problema real es su enorme dificultad para expresar los sentimientos, curiosidad y ganas de vivir que llevan dentro.

Gente diferente, con una percepción del mundo singular. Las reglas de convivencia social no funcionan para ellas y adaptarse a cualquier colectivo les resulta arduo, extraño, a veces casi imposible si no cuentan con un sólido apoyo a todos los niveles y una cuidada educación especial. Físicamente son como todo el mundo, no difieren en nada, pero son muchos y su número va constantemente en aumento.
Elisei Osin es un psiquiatra infantil especializado en problemas del desarrollo de los niños. Un médico joven, raro entusiasta de su profesión y un ávido estudioso. Es, además, uno de los mejores conocedores del problema, del drama de los autistas en Rusia y su análisis no deja lugar a dudas:
—El aumento de las cifras de incidencia del autismo a nivel mundial es cierto, pero matizable. El crecimiento de los casos está muy relacionado con la mejora del conocimiento del espectro autista. Hoy atendemos todos los casos, mientras que en el pasado solo recibían atención los más graves. Los especialistas y los padres ahora están más atentos a cualquier desviación del desarrollo de los niños. No obstante, los últimos estudios doblan los casos netos de casos de autismo en comparación con el pasado.
El autismo es una desgracia para quien lo padece y que ramifica en la familia y en el entorno social, pero también supone una pesada carga económica para el sistema de salud. Son personas que si no reciben a tiempo un tratamiento adecuado se convierten en improductivas. Osin nos comenta:
El modelo mediante el cual se puede influir sobre determinados problemas sociales tomando medidas desde el sistema de salud pública no funciona en Rusia. La Seguridad Social es un engranaje insensible que solamente se preocupa de su propio funcionamiento y supervivencia. El trato a las personas como seres humanos o la optimización de los recursos del estado no entran en sus prioridades. El autismo es un problema muy marginal para esta maquinaria. Y si existe es porque los médicos están obligados a utilizar una clasificación internacional de enfermedades donde figura el autismo como alteración de la salud. Un ejemplo de toda esta desidia es lo ocurrido con el excelente estudio recientemente realizado por unos psicólogos de la Universidad de Novosibirsk en colaboración con unos colegas ingleses sobre el impacto de los problemas mentales en los colegios de su ciudad. Con un abrumador resultado de un 14 % de niños con algún tipo de trastorno (En Inglaterra la tasa es del 7 % y en Japón del 9 %), los alarmados ingleses insistieron en enviar los resultados al Ministerio de Salud Pública ruso para intentar tomar medidas para atajar la situación. No ha habido ninguna respuesta, como tampoco respecto al asunto de los suicidios de niños y adolescentes en los que Rusia ocupa un lamentable y destacado primer lugar mundial, o para desactivar esa bomba de relojería que es problema del síndrome de déficit de atención en los niños.
El factor tiempo es un elemento fundamental para los autistas. El cerebro de los niños pequeños es muy moldeable y cualquier alteración en su desarrollo puede ser en gran medida corregida en la niñez temprana, siempre que se den los pasos adecuados. Los médicos deben estar muy alerta para detectar lo antes posible los síntomas del síndrome… “Existen, claro está, honrosas excepciones, pero la mayor parte de nuestros pediatras carecen de la preparación adecuada para reconocer los síntomas del espectro autista. Incluso los neurólogos infantiles no prestan la atención que deberían, haciéndoles perder a los niños un tiempo precioso en recibir su diagnóstico. Muchos de ellos examinan superficialmente a unos niños que al año y medio o dos años no hablan, achacando el problema a un retraso natural en el lenguaje. Y es cierto que hay niños que no hablan hasta los tres años, pero lo compensan con un rico e imaginativo lenguaje gestual, cosa que no ocurre en los autistas”.
El retraso en el diagnóstico implica un cierto handicap para los niños. Sin embargo, ese quizás sea el menor problema con el que se enfrentan los autistas en Rusia. Tras él va el tratamiento, el proceloso e incierto mar de las terapias… “La medicina de este país siempre ha hecho un especial hincapié en el tratamiento con medicamentos y el caso del autismo no es una excepción. A los niños se les prescriben una serie de estimulantes cerebrales que solo se utilizan en Rusia y cuya efectividad es nula, además de unas sesiones de fisioterapia absolutamente inútiles. Se emplean tranquilizantes para los niños extremadamente nerviosos e irritables, útiles, pero no que abordan la raíz del problema. Las terapias conductuales, de efectividad ampliamente demostrada en el extranjero, solamente se mencionan como opciones complementarias, pero al margen de los servicios de la Seguridad Social”.
“Y están al margen por el viciado anquilosamiento del sistema. Los médicos en este país, excepción hecha de los más brillantes, no son más pequeños funcionarios con sueldos y motivación bajos. En cuanto a su preparación, incluso la ministra de Salud Pública, Veronika Skvortsova, ha reconocido públicamente que los médicos reciben una formación vergonzosa en las facultades rusas. Casi ninguno domina el inglés, idioma básico en el que se publica toda la literatura científica seria. Se lee muy poco o nada sobre las nuevas líneas de investigación o sobre nuevas terapias. Todos se limitan a seguir pautas ya desfasadas desde hace decenios”.
“En este contexto, las terapias más efectivas en la lucha contra el autismo se están popularizando en Rusia al margen, y casi a pesar del sistema, gracias a las iniciativas entusiastas de unos padres desesperados que no tienen otra elección. El problema es que son caras y están limitadas a las grandes ciudades. Si un niño no vive en Moscú, sus padres no tienen recursos o una voluntad de hierro para formarse en las nuevas terapias por internet, está condenado a no desarrollar unas posibilidades que sí tienen. En este sentido, el autismo en Rusia es para ricos”.
“Y es que, para el Ministerio de Educación el autismo es también invisible: no hay leyes ni métodos de enseñanza ni centros o aulas especiales para unos niños cuyas características no se ajustan a las de los enfermos mentales a los que quieren igualarlos. En Rusia, su formación y tratamiento depende de lo incierto de las asociaciones benéficas o del sector privado, accesible para unos pocos”.
El panorama es desalentador porque lo único que ofrece el estado es una pensión de invalidez infantil y la posibilidad de realizar los estudios escolares en casa (si el niño ha desarrollado las capacidades para ello). Las personas afectadas por el espectro autista se encuentran en un estado de indefensión total que se prolonga por toda su vida. Pero hay que seguir luchando por un futuro mejor.
 fs/as

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