Sin embargo, ni el Vaticano ni Brasil atraviesan sus mejores momentos. La Santa Sede ha sufrido en los últimos meses escándalos que le han puesto en evidencia ante su rebaño y que seguramente tuvieron mucho que ver con la dimisión del anterior pontífice, Benedicto XVI. Abusos sexuales a menores por parte de curas y sacerdotes, líos financieros del Banco del Vaticano y pugnas internas, han sido los principales retos que ha tenido que encarar el pontífice tras vestir la mitra.
Ahora, en América Latina, y en Brasil en particular, la situación no es menos tensa. El país fue azotado en junio pasado por una serie de manifestaciones en las que participaron más de un millón de personas para exigir mejores servicios públicos y denunciar las altas inversiones en los preparativos del Mundial de Fútbol 2014 y los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro 2016, en lugar de prestar mayor atención a las carencias en sectores como el de la salud, la educación y el transporte.
Con su vestimenta, movimientos y mensajes públicos, el pontífice jesuita argentino, de setenta y seis años, pretende encajar en este escenario y mostrar una iglesia humilde más cercana al pueblo y a los pobres. Jorge Bergoglio, primer papa no europeo en trece siglos, tiene en su programa visitas a una favela, un centro de rehabilitación de drogadictos y una cárcel.
Sin embargo, para muchos brasileños este viaje ha suscitado descontento precisamente por su costo multimillonario. Según datos publicados en la prensa local, solo los gastos relacionados con la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que el martes se inauguró oficialmente con una misa en la playa de Copacabana, equivalen a casi setenta y tres millones de dólares, aunque según organizadores del evento, la suma total oscilará entre los ciento cuarenta y tres y ciento cincuenta y seis millones de dólares.
El canciller brasileño, Antonio Patriota, explicó que el hecho "involucra no sólo a un líder espiritual, sino también a un jefe de Estado". "Lo vemos desde una perspectiva de relaciones exteriores de Brasil con el Vaticano", agregó.
El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, declaró que el pontífice viaja con "serenidad" a Brasil y sostuvo que el dinero invertido en el evento "no es que se tira por la ventana", sino que lo recibirán trabajadores.
Por su parte, Eduardo Paes, alcalde de Río de Janeiro indicó que hay cerca de trescientos mil fieles inscriptos en el encuentro juvenil y que unos ochocientos mil turistas llegarán a la ciudad, que "va a mostrar otra vez su capacidad de recibir bien".
"El Papa Francisco no tiene la culpa de los pecados de los funcionarios brasileños", señaló Paes, en relación con el descontento social hacia la gestión financiera del gobierno.
"Los gobernantes tienen que sensibilizarse con el papa e invertir más en el país. No se precisaba todo esto", dice Adilson de Sena, de sesenta años, señalando el enorme escenario donde Francisco dará la bienvenida a los jóvenes de la JMJ el jueves.
A pesar de todo, no es casual que el primer viaje del papa sea al gigante sudamericano, sus más de ciento sesenta millones de bautizados lo convierten en la nación con más católicos del mundo. Sin embargo, la mayor economía de la región padece también de gran desigualdad social, una creciente secularización y un persistente avance de los evangélicos.
Tanto es así que la proporción de católicos del país cayó desde el 73 al 64 % en la última década, una persistente tendencia que Francisco busca disminuir con su visita. Para muchos expertos, el estilo austero del papa puede ayudarle a lidiar mejor con la pérdida de fieles.
"Hemos venido porque la cultura latinoamericana ya se ha notado en Francisco, ha sido un papa bastante humilde y con bastante carisma", comentó a la prensa internacional Matías Muñoz, un chileno de veinte años que asiste a la JMJ y fue al centro de Rio a ver al pontífice.
No obstante, el tono de la visita del Papa a Río ha sido festivo, en gran medida por las multitudes de latinoamericanos que asisten a la JMJ y que han hecho de la cultura regional y el idioma español un rasgo común en las calles brasileñas.
Después de la nación carioca, el país con mayor presencia los encuentros con el pontífice es Argentina, país donde nació y vivió Bergoglio hasta que fue entronizado en marzo pasado. El Papa y América Latina se unen así en una especie de pacto común, en busca de calmar sus respectivos males a través de métodos compartidos en la Tierra como en el cielo.
fs/lj/er
Nota: Las opiniones expresadas por el autor no necesariamente coinciden con los puntos de vista de la redacción de La Voz de Rusia.