Muchos investigadores concuerdan con que, el misterioso cuerpo celeste se estrelló con el extremo septentrional de la península de Yucatán, de México. Después de la colisión se formó el cráter Chicxulub, de un diámetro de ciento ochenta kilómetros. Las rocas fundidas típicas, además del elevado contenido en ellas del iridio, un metal sumamente pesado, que no se encuentra en condiciones corrientes de la Tierra, revelarían el origen de ese cráter de tal choque.
Según estudios de Jason Moore, los datos anteriores sobre el iridio eran incorrectos. En realidad, su contenido era mucho menor, lo que se ajusta bien con el contenido de osmio, encontrado en Chicxulub, otro metal pesado de procedencia extraterrestre. De esto surge que, el volumen general de las rocas líticas no terrestres, insertadas con la colisión fue también mal calculado, y difícilmente el advenedizo astro celestial alcanzaba los diez kilómetros. Ahora bien, para dejar un cráter tan gigantesco debía desplazarse a una velocidad colosal, propia de los cometas, concluye el científico.
La línea teórica del norteamericano tiene su lógica, concuerda Nail Bajtigaraiev, especialista del Instituto de Astronomía de la Academia de Ciencias de Rusia:
—La energía es proporcional al cuadrado de la velocidad. Si la velocidad es dos veces mayor, el cráter será cuatro veces mayor. Los cometas tienen realmente una velocidad dos o tres veces mayor. Se conoce la primera velocidad cósmica, la segunda, la tercera. Ellos pueden tener incluso la tercera, suficiente para rebasar los límites del Sistema Solar. Mientras que ella no existe en los asteroides.
Solo que la mera ligadura a la energía no despeja todas las dudas, discurre Valeri Shuvalov, jefe de Laboratorio de Modelación Matemática de Procesos Geofísicos del Instituto de Dinámica de la Geosfera:
La dimensión del cráter depende de la energía del cuerpo. Si hubiera sido menor, se desplazaba entonces a una velocidad mayor, lo que es posible. Pero, es demasiado poca la información que queda para que sea posible ahora restablecer aquello. Pienso que, difícilmente se logre aclarar si aquello fue un asteroide o un cometa.
La versión de Moore no anula categóricamente las demás. Por ejemplo, es posible suponer que fue un asteroide, pero quedaron muy pocos fragmentos en la Tierra debido a que la mayor parte, con la velocidad cósmica, abandonó el campo de la gravitación terrestre. Algo así resulta si la Tierra y el cuerpo terrestre avanzaban en rumbo convergente y el choque fue tangencial, lo que se explica, indirectamente, por la forma ligeramente ovalada del cráter. De acuerdo con una hipótesis anterior, la fatal mole pétrea de diez mil metros era, ella misma, un fragmento de la colisión de dos cuerpos gigantescos, ocurrida hace ciento sesenta millones de años “dentro de un anillo de asteroides” y, antes del encuentro con la Tierra había estado cien millones de años vagando en el cosmos.
No amainarán largo tiempo las discusiones sobre si aquello fue un cometa o un asteroide. Aunque el escenario ulterior del desarrollo de los hechos es más o menos claro. Después de la colisión del cuerpo terrestre, una gigantesca nube de polvo cubrió la Tierra y estuvo años sin asentarse. Sobrevino la ola de frío global, las plantas, privadas de la luz solar comenzaron a perecer y, a continuación los animales, con toda la cadena alimentaria, incluidos los torpes y pesados dinosaurios. En total, el 75 % de las especies terrestres.
Sin embargo, no todos los dinosaurios, ni mucho menos, perecieron. Una parte logró salir airosa de esa catástrofe glacial. Sus antepasados viven entre nosotros hasta el día de hoy. Es verdad que, las llamamos aves…
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