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martes, 22 de febrero de 2011

MI TIO ABUELO GENERAL











Llegó a Ateolandia en los tiempos cuando con una peseta y una buena historia de falso heroísmo se compraba una hacienda y así se adueñó de tres departamentos. Jamás estudió en ninguna escuela militar, pero se había mandado a hacer un traje de general cuyos galones más parecían gajos de flores de cortés blanco y vivió una vida mejor que la de cualquier coronel o general que la tierra haya parido.
Descendiente de Moros y Judíos Sefarditas (una mezcal de banco y balanza) trató a la religión como una prenda. Ponía a los curas como ejemplo y burreaba
insaciablemente a las católicas de la comunidad como gallo único en gallinero silvestre.
Mi tío nunca salió vestido de militar. Se ponía el uniforme de general para
verse en el espejo y para que llegara Salomón con el daguerrotipo y un retratista al carbón a hacerle los retratos. Se casó con mi tía que era su prima hermana, la preñó en la noche de bodas y la dejó al día siguiente porque se llevó a otra mujer para la hacienda. En un año tuvo los 28 hijos e hijas que trajo al mundo con 14 mujeres diferentes y su ganadería aumentó de forma milagrosa ya que las vacas parían trillizos y daban leche que ni siquiera se llegaba a consumir en toda Ateolandia.
No podría decir que fue un hombre malo, toda la comunidad lo recuerda como un
buen hombre General Ponciano David Abraham Salomón Fortissi Mair, héroe de mil batallas: 999 perdidas y una que iba a ganar, perdida por default o sea que ni siquiera se presentó.
Fue en aquellos tiempos cuando las semillas ni siquiera se sembraban. Mandaba a centenares de cipotes y cipotas a botar maíz y arroz por todos lados y decía: a
la buena de dios tendremos buenas cosechas. Era poeta y músico. Tocaba guitarra, arpa y concertina y bailaba como ruso cosaco a la luz del fogón. Para los militares que llegaban de vez en cuando a la comunidad él era más que
una historia de glorias las cuales respetaban, pero jamás lo conocieron en persona ya que decía que odiaba la ignorancia y era entonces cuando me contaba que lo educaron en Suiza en un colegio de monjas y que día a día dormía con una monja diferente.
Mi tío era así. No estaba muy viejo o se había tragado los siglos con su humor
cotidiano. Los últimos anos de su vida fueron una barbacoas cotidiana con todos sus amigos que eran a su vez colonos trabajadores cuñados y familiares que no llevaban ni su apellido, Cuando los sobrinos y sobrinas llegábamos a verlo, salía desnudo con su gran manguera colgando y sus huevos como de carnero y pasaba en medio de todos y todas de la forma mas natural que la imaginación hippie podría haber inventado.
Siempre eran veladas de whiskey y marihuana en cantidades abultadas de lo cual no decía nada lo, único que decía era que celebraba el sahumerio de la nueva generación.

Un día, de presto y desnudo como siempre se sentó en la rueda a la luz del fogón y expreso: Ya se en lo que andan todos ustedes y como de todos modos esas tierras se la iba a heredar a ustedes pues mejor que le queden a la revolución. El día que murió tenía una sonrisa plena entre sus labios y sus ojitos pardos parecían estar agradecidos. Fue el día cuando se atacó por primera vez el cuartel de la guardia nacional.

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