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viernes, 7 de febrero de 2014

¿Y si la ciudadanía soviética hubiera dejado que los nazis entraran alegremente en Leningrado?

 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=180495




“El asedio nazi a Leningrado todavía es sagrado en Rusia” es el título de una nota de Elena Vicéns [EV] en el global-imperial del pasado miércoles [1]. Antes de entrar en materia: ¿todavía?, ¿por qué “todavía”? ¿Asunto sagrado?, ¿no debería serlo? ¿Están anclados en el pasado jurásico los ciudadanos rusos? ¿No son suficientemente posmodernos?
El asunto del escrito. “¿No habría sido mejor entregar Leningrado para salvar a cientos de miles de vidas?” Esta era la única pregunta, señala la autora, de una encuesta que el canal Dozhd (Lluvia) colgó en su página -¡qué geniales! ¡qué publicista-sociólogo tan pero que tan agudo!- en vísperas de la conmemoración del 70 aniversario del fin del asedio nazi a Leningrado, uno de los episodios más trágicos de la Segunda Guerra Mundial. Sucintamente: el bloqueo —900 días, desde el 8 de septiembre de 1941 hasta el 27 de enero de 1944— “costó la vida a más de un millón de personas, principalmente niños, mujeres y ancianos que murieron de hambre, frío y en los ataques aéreos diarios”.
Los sobrevivientes de los acontecimientos [2] “se sintieron ofendidos por la encuesta, así como también muchas otras personas, que bombardearon al canal con reacciones críticas, por considerar que la pregunta, además de ser inadecuada, era un insulto a la memoria de las víctimas del nazismo”. Parece razonable la indignación. ¿O no lo es? ¿Cosas de viejos quisquillosos?
Ante la avalancha de críticas, el canal optó por eliminar la polémica pregunta de su página y el redactor jefe pidió perdón. Pero ya era tarde comenta EV: “el escándalo se había extendido por la blogoesfera rusa, comenzaron a protestar políticos y autoridades, lo que finalmente derivó en un acoso del canal y en su retiro del paquete de televisión por cable de algunas importantes compañías rusas”. Item más: “los diputados de la Duma, indignados por lo que calificaron de “intento de rehabilitación del nazismo”, condenaron la “conducta blasfema e insultante” del canal y manifestaron su intención de aprobar una ley especial para condenar y castigar a quienes enlodan “la memoria de los acontecimientos de la Gran Guerra Patria”.
Daniil Granin, lo recuerda EV, un escritor “que luchó como voluntario en el frente de Leningrado y después escribió uno de los libros más escalofriantes y despiadados sobre el asedio”, relataba en el Bundestag el pasado 27 de enero, el Día Internacional de la Memoria del Holocausto [3], los horrores que vivieron los ciudadanos soviéticos en la ciudad: “Una mujer pierde a su hijo, quien muere de hambre. Tenía tres años. Coloca el cadáver entre las ventanas, hace mucho frío. Y cada día corta un trocito para alimentar a su hija y salvarla aunque sea a ella. La hija tenía 12 años y no lo sabía. La madre no se permitió ni morir ni volverse loca. La niña sobrevivió. Hablé con ella. Lo supo todo después de muchos años. ¿Podéis imaginarse en lo que se había convertido la vida de los asediados?”.
No, seguramente no. Algo podemos intuir.
Granin siguió con su relato. El ejército alemán “sin grandes esfuerzos, en condiciones bastante confortables, esperaba que el hambre y el frío forzaran a la ciudad a capitular... Hacían la guerra no con armas, sino con la ayuda de la hambruna, la artillería de largo alcance, los bombardeos”. No sólo eso. “Eliminaban a civiles indefensos, que no eran capaces de participar en ese duelo”. “Eso es nazismo en su manifestación más asquerosa”, señaló Granin. El silencio en el Bundestag fue total.
(El paso anterior, el relato de Granin, no aparece en la edición impresa. ¿Censura escrita en el global-imperial? No, por favor. ¿Falta de espacio para la publicidad o para incluir en la parte superior de la noticia una fotografía absolutamente prescindible? No se sabe.)
No es de extrañar, afirma razonablemente EV, “la reacción crítica de muchos rusos ante la encuesta”. Resultan extrañas, en cambio, sostiene, “las acciones que decidieron emprender, sin ninguna base jurídica, algunas autoridades televisivas. Así, el presidente de la Asociación de TV por Cable, Yuri Pripachkin, se pronunció por penalizar el canal y desconectarlo de las redes, cosa que algunos proveedores de internet y televisión digital se apresuraron a cumplir”. El viceministro de comunicaciones ruso, Alexéi Volin, propuso al propietario del canal despedir a los autores de la encuesta por “idiotas”. La Asamblea Legislativa de “San Petersburgo” se propuso estudiar posibles sanciones, incluso el cierre del canal.
Empero, Roskomnadzor, la agencia supervisora de los medios de información rusa, facultada, sostiene EV, para tomar medidas para censurarlos, “ni siquiera ha hecho al canal una advertencia oficial, que, de efectuarse, sí podría servir de pretexto para su cierre. Esta actitud del órgano supervisor es interpretada como un apoyo indirecto a Dozhd”. Más aún. En defensa directa del canal intervino el Consejo de Defensa de Derechos Humanos (CDDH) adjunto a la presidencia: “pidió a la fiscalía intervenir ante la desconexión injustificada del canal que han hecho algunas compañías de TV por cable”. La actual presidenta del Consejo de la Federación y ex alcaldesa de la ciudad, Valentina Matviyenko, “intentó calmar la histeria en torno a la desafortunada encuesta y se pronunció en contra del cierre de Dozhd”. E. Masiuk, de la comisión de libertad de expresión y derechos de periodistas en el CDDH, considera que la reacción a la encuesta ha sido desproporcionada. Lo más grave según sus críticos, matiza EV en un alarde de reflexión filosófica de altos vuelos, “es que la pregunta está mal formulada desde un punto de vista ético, ya que una respuesta negativa equivaldría a una aprobación encubierta de las miles de víctimas leningradenses del nazismo”. ¡Qué sensibilidad poliética!
Lo mejor en todo caso para el final. “Pero no hay mal que por bien no venga, y el escándalo en torno a Dozhd ha levantado una ola de interés sobre los detalles de la historia del bloqueo de Leningrado y provocado una animada discusión sobre el derecho a hacer preguntas molestas.” ¿Tal cual lo copio? Tal cual. ¿Es eso lo que enseñan en las actuales escuelas de periodismo? ¿Estudiaría EV en la escuela de El País?
¿Es tan difícil señalar otras preguntas y consideraciones? Más allá del evidente agravio a tantas y tantas víctimas, a centenares de miles, ¿por qué hay que presuponer un escenario de entrega más confortable?, ¿quién puede asegurar que los nazis no hubieran asesinado a miles y miles de ciudadanos y ciudadanas una vez hubieran ocupado la ciudad tras su rendición? ¿Estamos hablando de permitir que el nazismo triunfara en la ex Unión Soviética sin resistencia? ¿Es esta la cuestión? ¿Valoramos adecuadamente la decisiva importancia que tuvo la resistencia casi sobrehumana del pueblo soviético en el resultado de la Segunda Guerra? ¿Nos imaginamos qué hubiera sido de Europa si la URSS hubiera caído en manos de la Alemania hitleriana? ¿No estamos bordeando las aguas del más infame revisionismo histórico? ¿No hay mucho de banal, estúpido, infame e insultante en la pregunta de marras?
¿Hay que censurar entonces? No, nada de eso. Hay que vomitar.

Notas:
[1] Elena Vicéns, “El asedio nazi a Leningrado todavía es sagrado en Rusia”. El País, 5 de febrero de 2014, p. 6
[2] Cada 27 de enero se reúnen y van al cementerio a colocar en las tumbas “no ramos de flores, sino caramelos, galletas y pan seco como símbolos del hambre.”
[3] Auschwitz fue liberado ese día por las tropas del Ejército Rojo.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes

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