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martes, 11 de junio de 2013

Más que una excelente introducción a la historia y filosofía de la ciencia

Reseña de "Cosmovisiones. Una introducción a la Historia y a la Filosofía de la Ciencia", de Richard DeWitt

El Viejo Topo

"Cosmovisiones. Una introducción a la Historia y a la Filosofía de la Ciencia", de Richard DeWitt, Biblioteca Buridán-Montesinos, Barcelona, 2013, 469 páginas (traducción de Josep Sarret Grau; edición original 2010)

Sea dicho lo esencial brevemente: Cosmovisiones es un libro más que conveniente, necesario incluso si me apuran, una introducción excelente -siendo más que eso- a la historia y filosofía de la ciencia (“un territorio fascinante de explorar”) que incorpora magníficas páginas de divulgación científica sobre tres grandes teorías científicas del siglo XX que ilustran, enseñan, abonan y ayudan a eso que solemos llamar tercera cultura emergente. Es un manual excelente para un curso (académico o no) de introducción a todos estos ámbitos. Con paciencia, con algo de ayuda en algunos puntos, discutiendo colectivamente previo estudio de cada uno, el éxito está más que garantizado. El lector/a sale con ganancias gnoseológicas, históricas y filosóficas aseguradas. Las “Observaciones a modo de conclusión” ubicadas al final de cada capítulo ayudan a fijar conceptos, informaciones y argumentaciones.
El autor usa cosmovisión o visión del mundo para referirse a un sistema de creencias interconectadas “de modo parecido a como lo están las piezas de un rompecabezas" (p. 19). Una cosmovisión -suelen ir acompañadas de una metáfora o analogía dominante- no es meramente una colección de creencias separadas, independientes no relacionadas, “sino un sistema de creencias entrelazadas, interconectadas”. La cosmovisión aristotélica, por ejemplo, estaría representada en la figura 1.2, en el puzzle de las creencias de la página 23.
. La noción, especialmente la analogía con los puzzles, tiene un aire neto de familia con la “red de creencias” de Willard van Orman Quine, una acepción muy estimada por el traductor de su obra al castellano, por Manuel Sacristán. La ciencia, en su totalidad, sería como una telaraña en la que las creencias nucleares están representadas en la parte central de la tela. Los cambios en las creencias nucleares exigen cambios en todo el conjunto de creencias; pero, en cambio, pueden producirse cambios en las creencias periféricas sin modificar sustancialmente la globalidad de las creencias, una matización de interés al falsacionismo ingenuo.
El libro de DeWitt, profesor titular del Departamento de Filosofía de la Fairfield University, magníficamente traducido por el director de la colección Buridán Josep Sarret Grau, está estructurado en tres partes. En la primera, la menos extensa, se exploran unos cuantos “temas preliminares básicos de la historia y la filosofía de la ciencia”, de filosofía más bien. De este modo, se discuten las nociones de cosmovisión, verdad (especialmente brillantes los apartados dedicados a los problemas relativos a las teorías de la verdad como coherencia y correspondencia), prueba, hechos empíricos versus hechos filosóficos/conceptuales (que no son categorías absolutas: la mayor parte de las creencias se basan en una combinación de evidencia empírica y opiniones más generales sobre nuestro mundo), tipos de razonamientos comunes, la tesis de Quine-Duhem y sus implicaciones para el método científico (con una excelente aproximación a la temática de la subdeterminación de las teorías), falsabilidad, instrumentalismo y realismo, los problemas y enigmas de la inducción (excelentes los desarrollos sobre los cuervos de Hempel y el problema de Goodman), etc.
Los temas señalados (la parte de filosofía de la ciencia) proporcionan el contexto necesario para la exploración, en la segunda parte, de la transición desde la visión aristotélica del mundo a la newtoniana y para la exploración, en la tercera, de tres grandes teorías –relatividad, mecánica cuántica, evolucionismo- que ponen en cuestión nuestra propia visión del mundo.
La segunda parte, como señalábamos, explora la transición desde la cosmovisión aristotélica a la newtoniana, iniciada básicamente con los nuevos descubrimientos científicos realizados a comienzos del siglo XVII. Galileo es aquí protagonista destacado. En esta transición, son palabras del autor, los temas explorados en la primera parte, “se entretejen de forma compleja e interesante”. La discusión de la citada transición y los temas relacionados crean el “marco de la exploración realizada en la tercera parte del ensayo”, acaso la de más difícil comprensión pero la que, en mi opinión, tiene más interés y contiene más aportaciones didácticas y filosóficas.
A destacar en la segunda parte, los capítulos dedicados al sistema kepleriano, a la visión general de la nueva ciencia y de la visión newtoniana del mundo, a la caracterización de las leyes científicas y a los desarrollos del paradigma newtoniano en los siglos XVIII y XIX
La tercera parte del ensayo explora las tres teorías señaladas: la relatividad, la cuántica y la evolucionista. Todas ellas tienen algo en común apunta DeWitt: requieren cambios sustanciales en nuestra usual concepción del mundo. “Algunas de las creencias que durante mucho tiempo hemos considerado como hechos empíricos obvios resultan ser, a la luz de estos desarrollos recientes, hechos filosóficos/conceptuales incorrectos”.
La excelencia filosófica y didáctica acompaña especialmente a esta parte del ensayo que combina, al mismo tiempo pero de forma ordenada, ciencia, historia de la ciencia, reflexión filosófica y excelente divulgación. Este lector destaca gozoso que es una de las primeras veces que creer haber entendido adecuadamente algunos principios y desarrollos de la mecánica cuántica. Con ello no intento quitar ningún valor, todo lo contrario, ni a los capítulos dedicados a la relatividad especial y general (con alguna errata marginal en las formulaciones matemáticas de la página 268) ni la teoría de la evolución y a sus desarrollos posteriores (con especial relevancia los desarrollos sobre la evolución y estudio de la conducta cooperativa y altruista). Destaco especialmente por su claridad, novedad e interés el capítulo XXVI, el dedicado a “La teoría cuántica y la localidad: los experimentos de Aspect, EPR y el teorema de Bell”. Para DeWitt, “los descubrimientos más recientes resultan algo desconcertantes: el universo que sugieren no se parece a nada que hayamos experimentado. Es decir, las influencias no locales demostradas por experimentos como los de Aspect sugieren un universo que no se parece a nada que nos resulte familiar. Un universo que permite influencias instantáneas entre acontecimientos que no tienen conexión alguna entre ellos no es un universo que podamos calificar de familiar” (p. 436). Es posible por ello que el universo sugerido por estos últimos desarrollos científicos no permita ser resumido con una metáfora sencilla como sí lo fueron los universos aristotélico y newtoniano. Es difícil predecir, señala DeWitt, cómo será la nueva visión general del universo, una visión, la de nuestros hijos y nietos, sustancialmente distinta de la nuestra.
Merece también destacarse el apartado sobre “Notas sobre los capítulos y lecturas recomendadas (pp. 438-457), con observaciones destacadas en los capítulos 1, 23 y 25, y el comentario de DeWitt sobre el papel de las mujeres en la historia de la ciencia: “El lector habrá observado que, aparte de una breve mención a Marie Curie en el capítulo 21, casi no se menciona el papel de las mujeres en el presente libro. No es verdad que las mujeres no hayan desempeñado un papel en la historia de la ciencia. Pero es indudable que, durante la mayor parte de nuestra historia, las actitudes sociales han disuadido a las mujeres de desempeñar papeles destacados en las disciplinas científicas en que se centra este libro, especialmente en física y astronomía. Pero, de nuevo, esto no significa que las mujeres no hayan tenido un papel importante en estas disciplinas” (p. 439) [el énfasis es mío]
Como suele ocurrir en las referencias bibliográficas, el mundo anglosajón, la academia anglosajona, se basta a sí misma, se creer autosuficiente. Se lo cocinan entre ellos y comen de todo ello. El resto del mundo no cuenta y, desde luego, no opera así. Por ejemplo, no parece razonable que en el apartado de historia de la ciencia dedicada a Galileo ni se mencione un libro de las características de Talento y poder, una de las grandes aportaciones del gran historiador de la ciencia Antonio Beltrán, uno de nuestros grandes galileanos.
Una nota final sobre la estructura y la lectura del ensayo que toma pie en el propio autor: aunque el libro está pensado para ser leído como un todo, y aunque sus tres partes principales se relacionan en la forma que ha sido indicada, es posible leerlas independientemente, al gusto y preferencias del lector o lectora.
En síntesis, Cosmovisiones es un libro que conviene leer, que merece ser leído y, sobre todo, releído y consultado. Verán que no exagero; no conseguirán refutarme.


PS: Dado que es un libro sobre cosmovisiones, no está de más finalizar esta reseña señalando un nudo central, muy darwiniano por cierto, de la cosmovisión del autor: “a mí me gusta la idea de que no seamos más que una de los diez millones de especies que se calcula que existen actualmente en la Tierra, y me gusta que estemos relacionados con todos y cada uno de los organismos actualmente vivos y con todos los que han existido alguna vez y que ya se hayan extinguido. He tenido la suerte de vivir en varios lugares del mundo y de haber podido viajar a muchos más, y me encanta pensar que, vaya donde vaya, la flora y la fauna que encuentro forma parte de una gran familia. Es una idea extraordinaria: todos los organismos de la Tierra, cada planta y cada animal, son nuestros parientes. No hay motivos para ver esto de forma negativa” (p. 426). Charles Darwin sentía algo parecido: “Hay grandeza en esta concepción según la cual la vida, con sus varios poderes, fue insuflada originalmente a unas pocas formas o a una sola de ellas”.


Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia)

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