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miércoles, 21 de diciembre de 2011

Algunos factores para entender lo que pasa en Rusia (y II)


B) La dimensión de la contestación:

En Rusia hubo movilizaciones de envergadura en la década de los 90 del siglo pasado, sin embargo, entonces la autonomía de los manifestantes para recoger imágenes y distribuirlas (p. ej. Internet prácticamente no existía) era muy baja. Posteriormente, desde la ascensión de Putin al poder, no ha habido manifestaciones de la envergadura de las que han tenido lugar el 10 de diciembre de 2011 para protestar por el fraude electoral. Ahora bien, es comprensible, toda vez que después de 10 años de caos económico, social y político, con Putin el Estado ruso parecía afianzarse y progresar en un contexto de relativa bonanza internacional. No obstante, esta percepción era una falsa ilusión sostenida en el encarecimiento de las materias primas y la estabilización propia después del desastre de los 90.

Respecto a las movilizaciones posteriores a la jornada electoral y, especialmente, las vividas el sábado 10 de diciembre de 2011, hay que señalar que se ha sobrevalorado su repercusión. Es verdad que, en parte, no dejan de sorprender, ya que Rusia es un país con una sociedad civil extremadamente frágil, donde la densidad de organizaciones de todo tipo es extraordinariamente baja (al igual que en la mayoría de los países postsoviéticos), pero de ahí a hablar de 'revolución' hay un buen trecho. Hay que tener en cuenta que en Moscú salieron a la calle unas pocas decenas de miles de personas, donde viven oficialmente 12 millones de personas y oficiosamente (tratando de contabilizar a los inmigrantes sin papeles) 15 millones. Una comparación con lo que el mismo día estaba ocurriendo en Chișinău deja a las claras la dimensión real de la movilización en Moscú. En la capital moldava los comunistas y sus aliados salieron a la calle para demandar al gobierno pro-rumano que cumpla la ley y convoque elecciones tras transcurrir un año sin que el Parlamento pudiera elegir al Presidente de la República. En esta movilización hubo tanta gente, o quizás bastante más, que en la de Moscú. En una ciudad que tiene 650.000 habitantes y un país de poco más de tres millones de habitantes, los comunistas y sus aliados juntaron a decenas de miles de personas (dicen que 80.000 personas).

¿Por qué el éxito de movilización los comunistas moldavos en comparación con la capacidad que tienen los comunistas rusos?

La respuesta es sencilla, en Moldavia los comunistas representan una posición en el eje de conflicto nacional: son los principales valedores de Moldavia como país independiente. En cambio, las derechas son la opción política pro-rumana. Es sencillo de entenderlo, la realidad de nuestro mundo actual demuestra que, con algunas excepciones, el eje de conflicto nacional tiene una mayor capacidad de movilización que el tema socio-económico.

C) ¿Por qué la oposición parlamentaria y, más específicamente, el PCFR han participado en las movilizaciones junto a occidentalistas y ultraderechistas?

El PCFR y el resto de partidos parlamentarios son organizaciones poco implantadas en la débil sociedad civil rusa. Por ejemplo, los comunistas carecen de una tradición y praxis de la protesta, son conservadores, no tienen conexión alguna con la mayoría de la juventud porque sus referentes y discursos están oxidados. A pocos escapa que el PCFR necesita una profunda modernización que no han acometido hasta el momento, sin embargo, resulta difícil combinarla con un electorado envejecido que basa fundamentalmente su fidelidad en la lectura positiva del pasado en comparación con el presente. Este elemento es fundamental para entender el tipo de cultura política del que son parte los comunistas y sus seguidores, una cultura política sumisa (propia de la Unión Soviética) donde tienen como ADN una profunda concepción del orden, lo que les impide impulsar cualquier cambio por las vías convencionales o extraordinarias.

Ante este panorama, la fuerza de cambio que pudiera concitar el PCFR va muy en consonancia con la capacidad que tenga para erigirse en la opción política hegemónica del patriotismo ruso. Solo así conseguirá a corto plazo aumentar su fuerza electoral y social, a la vez que podría desarrollar cierta capacidad de atracción sobre sectores más modernizantes. En parte esta es la explicación del buen resultado que obtuvieron los izquierdistas a mediados de la década de los 90, cuando se presentaron en una alianza denominada Bloque de Fuerzas Populares y Patrióticas de Rusia. En aquella ocasión Yeltsin buscaba aliados que pudieran evitar el monopolio de la imagen patriota por parte de los comunistas, lo que sin duda lograría traducirse en un contundente apoyo social y electoral. Para evitarlo, Yeltsin utilizó al ex general Alexander Lébed con un éxito relativo. Más tarde, el sistema político postsoviético pilotado por Yeltsin volvió a intentar con Putin acaparar gran parte del discurso y voto patriota para así, alejar del poder a los comunistas. Desde entonces, en Rusia se pueden distinguir tres segmentos políticos (ordenados por importancia política):

1) Sector pro capitalista y anti occidentalista barnizado con patriotismo ruso (en la actualidad Putin y sus aliados): defiende los intereses de la burocracia en el poder y de los capitalistas rusos que buscan algún tipo de desarrollo económico endógeno. En consonancia con lo anterior, este segmento persigue mantener el carácter de potencia mundial de Rusia, aunque sea de segundo orden, impulsando para ello una serie de alianzas alternativas en el mundo que puedan ayudar a dibujar un escenario de la política y economía internacional multipolar.

2) Sector de la izquierda rusa, básicamente representado por el PCFR y que entronca con el segmento anterior en la medida que también son antioccidentalistas y patriotas rusos, si bien es un tipo de patriotismo diferente, más conectado con las clases populares.

3) Sector pro capitalista y occidentalista que, básicamente, sostiene su discurso en idolatrar a Occidente, interpretar de forma negativa la historia rusa y en urgir la ‘modernización’ de Rusia a través de una mayor apertura a capitales extranjeros. Estos tres segmentos compiten entre ellos en dos ejes de conflicto: el clásico 'Izquierda Vs. Derecha' y el 'Occidentalismo Vs. Patriotismo ruso'. Lo habitual es que en cada uno de los ejes se alíen dos segmentos contra otro. En el primero, los dos sectores pro capitalistas siempre se han aliado para expulsar y marginar del poder a los comunistas, de hecho, el que tanto se queja del sistema político ruso, el liberal Yavlinsky, fue uno de los que puso las bases del régimen actual apoyando a Yeltsin cuando el fraude electoral era moneda común. Al fin y al cabo, si se trata de evitar el ascenso de los comunistas al poder todo está permitido (típica doble moral democrática, propia de los occidentalistas del Este o del Oeste). En el otro eje, el 'occidentalismo Vs. Patriotismo ruso' la alianza no es tan estable, aunque si lo suficiente para atemperar las críticas y protestas de los comunistas en temas que se consideran fundamentales para la Federación rusa.

En este esquema, en esta ocasión los comunistas han intentado saltarse el guión y aliarse con los occidentalistas y ultraderechistas para protestar contra el fraude electoral. La cuestión es que los dos anteriores, subvencionados o no por occidente, tienen una mayor presencia en las movilizaciones callejeras y, por lo tanto, unas bases más activas. En cambio, el PCFR tiene una capacidad de movilización limitada y con escasa o nula creatividad. Por ello, aunque no convencido del todo, ha querido aprovechar la ola para impulsar la protesta contra el fraude electoral. Y es que cuando lo hace solo, como el domingo pasado en Moscú, no llega a juntar más allá de unas pocas miles de personas. Finalmente, no hay que olvidar otra realidad. El PCFR en caso de quedarse fuera del juego de las movilizaciones correría el peligro de acabar como los comunistas ucranianos, es decir, pasando de ser el partido más votado a prácticamente desaparecer del mapa político tras la interesada división del régimen ucraniano en dos opciones electorales. Esta pugna entre ambos sectores se llevo a la calle con la revolución naranja y su respuesta azul.

D) La dimensión imperialista: ¿Qué busca Occidente?

La única alternativa a Rusia Unida es el PCFR, eso lo sabe Occidente, pero también sabe que este partido no es capaz de movilizar a una parte importante de la sociedad con determinación, por ello, no tiene miedo en jugar a impulsar y subvencionar movilizaciones contra Rusia Unida. Si alguna vez hubiese algún riesgo real de que RU perdiera el poder a favor de los comunistas, Occidente saldría en defensa de Putin y su pandilla. No obstante, como este peligro no es real, Occidente busca al menos dos objetivos. Por una parte, debilitar al sector capitalista-patriota, en favor del sector capitalista-occidentalista. En esta labor las movilizaciones pueden servir para impulsar la división interna de RU con voces discordantes, dimisiones y, en general, ayudando a los sectores menos ‘patriotas’ y oportunistas del régimen. En este sentido, probablemente su ideal sería plantear el juego de buenos y malos al que, al principio, trataron de jugar con la diferenciación entre Putin y Medvedev, pero que pronto tuvieron que abandonar. Y, por otro lado, con el apoyo e impulso de las movilizaciones Occidente busca desetabilizar a Rusia y desacreditarla a nivel internacional para poder llevar adelante con más tranquilidad su política imperialista en el mundo globalizado.

E) La dimensión del tamaño del país: una última reflexión.

Desde el punto de vista estrictamente procedimental, en cualquier sistema democrático es muy importante la escala. Admite pocas dudas la teoría de que una mayor proximidad ofrece una estructura más propicia para su desarrollo, es más fácil el control de los proceso, es más cercana la relación entre el representado-representante, lo que favorece la rendición de cuentas (accountability), así como una aproximación a la idea de la revocación de cargos (favorecida por periodos electorales más breves, justo lo contrario de lo que han hecho en Rusia alargándolo un año). En fin, que en países tan grandes de población y tamaño como Rusia, mucho hay que movilizar para evitar el fraude electoral o para tumbar un régimen político como el que lidera Putin y cuando ocurre, como pasó en la URSS, lo hacen desde dentro del sistema.

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