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domingo, 11 de diciembre de 2011

Algunos factores para entender lo que pasa en Rusia (I)


Tratar de explicar lo que está ocurriendo en Rusia alrededor de las últimas elecciones legislativas no es fácil, no lo es porque al igual que la mayoría de las fenómenos políticos y sociales solo son posibles entenderlos desde una perspectiva multidimensional. Sin embargo, a veces tenemos la suerte de poder distinguir uno o dos factores como los predominantes, gracias a lo cual, en base a ellos podemos minimizar la perdida de información cuando 'simplificamos' la explicación con objeto de poder transmitir la información de una forma más efectiva. Este no es el caso del fenómeno al que asistimos en la política rusa, por ello, sin ansías de tratar de recoger todas las dimensiones que están interactuando en el escenario y sin ánimo de ser exhaustivo, intentaré aportar una serie de explicaciones, elucubraciones y opiniones que quizás puedan ayudar a comprender mejor el fenómeno. Para simplificar su lectura las clasificaré por puntos. En esta primera entrada abordaré la dimensión electoral con una serie de subapartados y, en el segundo y último post, me encargaré del resto de puntos de forma más precisa y concisa:

A) LA DIMENSIÓN ELECTORAL

A.1) Las elecciones en Rusia representan un caso endémico de fraude. En este país la falta de limpieza en todos los comicios es una constante que no solo incumbe al trampeo y manipulación de las papeletas y su recuento, sino que también abarca desde la compra del voto hasta la manifiesta parcialidad del aparato del Estado al servicio de su opción gubernamental antes y durante la campaña electoral. En este sentido, las elecciones legislativas recién celebradas no aportan ninguna novedad. Es más, el grado del fraude en este caso no ha sido el más grande de los que ha habido desde la caída de la Unión Soviética.

A.2) Historia electoral rusa: robos con la complacencia Occidental. Especialmente graves y groseros fueron los fraudes electorales de 1995 y 1996, en aquella ocasión, como ahora, el principal perjudicado fue el Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR). En las elecciones legislativas de 1995 el PCFR fue el claro vencedor con el 20,3% de los votos y 157 escaños de los 450 de la Duma (es preciso señalar que entonces el sistema electoral ruso era mixto, la mitad de escaños se asignaba por el sistema proporcional y la otra mitad por circunscripciones uninominales -sistema mayoritario-). Gracias a la atomización del voto (p. ej. 77 diputados eran 'independientes'), el resultado arrojó un claro dominio del PCFR en el Parlamento, ya que la segunda fuerza con un 10,1% de los votos y 55 escaños era la gubernamental Nuestra Casa Rusia (precursora de la actual Rusia Unida). En esta ocasión es probable que, si no hubiera habido fraude, el PCFR hubiese rozado la mayoría absoluta de los escaños. A pesar de ello, el resultado no dejaba de poner en aprietos a Yeltsin, la elección del Primer Ministro y los apoyos para sostenerlo iban a crearle muchos dolores de cabeza, al igual que las elecciones presidenciales de 1996. En estas el fraude fue masivo y descarado. Occidente lo sabía, pero, por el 'bien de la democracia y, sobre todo, del capitalismo' lo denunciaron con la boca pequeñita. Las elecciones presidenciales de 1996, tras dos pucherazos históricos, arrojaron un resultado en la primera vuelta de 40,2% para Yeltsin y 30,1% para el líder 'comunista' Zyuganov y, en la segunda vuelta, Yeltsin con el apoyo total de los medios de comunicación (haciendo campaña sucia hasta el mismo día de la jornada electoral), de los líderes occidentales y con un gran pucherazo 'logró' el 53,8 de los votos, mientras que Zyuganov se 'quedó' en el 40,3%. Huelga decir que en aquella ocasión el Gobierno de Estados Unidos no pagaba por cada denuncia de fraude, como sí lo prometía para esta ocasión.

A.3) Una mayor visualización y eficiencia del fraude: con precedentes como los explicados tratamos en el caso ruso, así que no nos llevemos a engaños, lo ocurrido el 4 de diciembre en las elecciones no es más que el curso normal de unas elecciones en Rusia. Es más, tengo la impresión (nada científica) que en el siglo XXI ha disminuido el fraude y mejorado la calidad de los comicios, al menos en algunas partes del país. Otra cuestión es que con el avance tecnológico una parte del fraude puede ser recogido y grabado con vídeos, como los que circulan por centenares en internet, resultando en un reforzamiento de las percepciones de este y sus denuncias. Otro factor que también actúa como altavoz de la trampa electoral es que el partido gubernamental, Rusia Unida (RU), consigue maximizar mucho mejor el fraude que sus predecesores, ya que a medida que fueron pasando los años se consolidó como la opción electoral gubernamental, muy especialmente desde que se cambió el sistema electoral para lograr ese fin. Ahora el sistema electoral es exclusivamente proporcional dónde los personalismos tienen imposible hacer la batalla por su cuenta y disgregar el voto pro-gubernamental. En cambio, los predecesores de RU competían en un sistema de partidos nuevo, volátil y atomizado que facilitaba la dispersión del voto gubernamental y los personalismo gracias a que la mitad de los escaños era elegidos mediante el sistema mayoritario.

A.4) El fraude prosigue, incluso de forma descarada: nadie con dos dedos de frente puede defender que en Rusia no hay fraude electoral. La discusión está en determinar su grado. Esta tarea es muy difícil, porque por muchas pruebas que se recojan, Rusia es el país más extenso del planeta, por lo tanto, su dispersión territorial y casuística es muy grande. En este sentido lograr cierta exhaustividad en la información sobre las irregularidades y fraudes electorales es prácticamente imposible. Sin embargo, más allá de los casos concretos que se hayan recogido de voz o con cámaras, hay ejemplos muy claros de fraude masivo que no pueden resistir ningún tipo de argumentación. En esto el Estado ruso ni siquiera se preocupa de mantener las formas. Veamos unos pocos ejemplos de los que se repiten históricamente: en la República de Chechenia los datos oficiales dicen que la participación electoral se ha situado en un 99,5% y el resultado 'arroja' un 99,5% de los votos a favor de Rusia Unida. Este sería el ejemplo más extremo, pero como este hay unos cuantos más: República de Mordovia (participación 94,2% y RU 91,6%); República de Daguestán (participación 91% y RU 91,6%); República de Ingushetia (participación 86,4% y RU 91%) y un llamativo etcétera. Estos son datos que sirven para dar un buen empujón a Rusia Unida, eso sí, a costa de transmitir una imagen patética. En la sociedad hay intereses diferentes en competición y estos se pueden agrupar en dos o más propuestas electorales, lo que no es democrático es que estos intereses no afloren, me da igual que sea porque directamente han dado el pucherazo en las urnas o porque hay un ejército de matones asegurándose que la gente vaya a votar lo que el poder ha decidido.

A.5) Las elecciones rusas como una encuesta. Se asemejan mucho a una encuesta en el sentido de que no nos ofrecen la foto real de la voluntad popular expresada en las urnas, sino las tendencias que hay al respecto, siempre corregidas a favor de las candidaturas que representan al poder. Así, en esta ocasión el resultado nos sirve para poder determinar una bajada de la popularidad de RU y, probablemente, de Putin. Aunque los resultados no son malos para RU, conserva la mayoría absoluta y alcanza el mejor resultado de la historia de cualquier candidatura gubernamental, si exceptuamos los de 2007, elecciones estas celebradas en una situación excepcional de relativa bonanza económica y estabilidad política después de 25 años de caos. Por lo tanto, no se puede esperar del actual sistema ruso ningún tipo de alternancia o participación en el poder de fuerzas como el PCFR. No en vano, en Rusia después de veinte años no ha habido ningún cambio político por medio de las urnas, en el poder existe una línea de continuidad de la cual el mejor ejemplo es la conexión Yeltsin-Putin.

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