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jueves, 12 de noviembre de 2009

El Salvador: Lluvias y pobreza, combinación fatal

Radio Habana Cuba

Por Guillermo Alvarado

En MONCADA

Un huracán relativamente débil en el Océano Atlántico y el arribo de una depresión atmosférica en el Pacífico provocaron lluvias que desencadenaron una tragedia de grandes proporciones en El Salvador, donde las víctimas tienen el denominador común de vivir en severas condiciones de pobreza.

Según los últimos despachos noticiosos se constataron ya 154 fallecidos, casi la mitad de ellos niños y adolescentes que fueron arrastrados por correntadas de lodo y piedras junto a sus humildes viviendas, a veces ante la mirada atónita e impotente de sus familiares.

Hay al menos 200 casas totalmente destruidas y mil 500 dañadas, 14 puentes colapsaron por completo, otros 10 están afectados, se produjeron 108 deslizamientos de tierra y una docena de inundaciones y desborde de ríos que de manera directa provocaron más de 13 000 víctimas.

Detrás de estos datos se esconde, sin embargo, la verdadera catástrofe, no la que se sufrió durante el fin de semana en la nación más pequeña de Centroamérica, sino otra que se viene incubando desde hace décadas y aflora cada vez que un fenómeno natural aparece: la pobreza y miseria en que las políticas neoliberales sumieron al país.

Los meteoros, los terremotos, las erupciones volcánicas, afectan a todos, es verdad, pero sobre todo y con mayor dureza a quienes se ven orillados a habitar en lugares de alto riesgo, en las laderas de las montañas, los declives de los barrancos y las márgenes de los ríos, aquellos que no tienen más opción que aferrarse a un retazo de tierra para levantar una endeble morada, sin tiempo ni oportunidad de detenerse a valorar otras condiciones.

Se trata, ni más ni menos, de la pesada herencia dejada por gobiernos conservadores, profundizada por las dos décadas de neoliberalismo a rajatabla de la Alianza Republicana Nacionalista, ARENA, que vaciaron los campos de jóvenes, impulsados hacia la emigración por la pobreza y desmantelaron la economía de miles de familias.

Nada refleja mejor esta situación que las declaraciones de la madre de dos niñas muertas en el municipio de San Martín, quien explicó su carencia de recursos para sepultarlas y agregó que el padre ignora la tragedia, porque en estos momentos viaja indocumentado hacia Estados Unidos en búsqueda de un futuro mejor, que para sus hijas, de todas maneras, ya llegará tarde.

Algunos lugares, como la comunidad de Verapaz, en San Vicente, sufrieron el oprobio de una doble destrucción. Ya había sido devastada por el terremoto del 13 de febrero de 2001 y ahora el torrente casi la borró del mapa.


Es verdad que las autoridades del nuevo gobierno, encabezado por el presidente Mauricio Funes, están dando rápida respuesta a la emergencia, cuyos costos son millonarios. También lo es que la solidaridad contribuye de manera efectiva a mitigar las carencias del momento. Hay que señalar que Cuba, Venezuela, Guatemala, Panamá, así como varios organismos internacionales brindaron inmediatamente su mano generosa.

El punto es, no obstante, que mientras se mantengan las condiciones de pobreza. Mientras Centroamérica, el sureste de México, algunas naciones del Caribe, como Haití y República Dominicana, sigan mostrando elevados índices de marginación y abandono, los fenómenos naturales causaran catástrofes humanas, muchas de las cuales se podrían evitar o, al menos, amortiguar su caudal de dolor y sufrimiento.


Catástrofe natural agudiza pobreza en El Salvador

Por Roberto Morejón

En MONCADA

En medio de un panorama desolador por las intensas lluvias del huracán Ida, muchos salvadoreños aún retiran desesperadamente piedras y lodo en busca de desaparecidos, coyuntura que no les permite pensar en las complicaciones que traerá la catástrofe para los programas gubernamentales de reducción de pobreza.

Más de 140 muertos, miles de casas desplomadas, inundaciones y cerca de 13 000 damnificados dejó el meteoro en un país agobiado por varios lustros de neoliberalismo a ultranza.

Las administraciones de la derechista ARENA, Alianza Republicana Nacionalista, que rigieron los destinos de El Salvador hasta hace muy poco, hundieron a la nación en la miseria.

El nuevo gobierno encabezado por el presidente Mauricio Funes y el partido más votado en las pasadas elecciones, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, tratan de acelerar programas de beneficio popular, en tanto la cúpula de los partidos tradicionales se enfrasca en disputas por tajadas de poder político.

Pero el primer mandatario Mauricio Funes admitió que El Salvador no podrá cumplir con la meta de reducir a la mitad para 2015 la cifra de personas con hambre.

La imposibilidad de acatar los compromisos correspondientes a las
Metas del Milenio de Naciones Unidas ilustra las dificultades económicas y sociales del más pequeño país centroamericano.

Funes recordó recientemente que en El Salvador dos de cada diez menores de cinco años padecen desnutrición crónica y los niveles de educación son tan bajos que hacen más engorroso salir adelante.

Los regímenes “arenistas” transformaron a El Salvador de productor de alimentos a neto importador, proceso capaz de mermar tanto la agricultura como la generación de empleos.

Si antes del paso del huracán la situación de la vivienda era precaria, en lo adelante será más aguda al afectar los deslizamientos de tierra a casi dos mil inmuebles y destruir otros 300.

Para los que no tienen nada, ahora reunidos en casi 90 albergues habilitados por el gobierno, el futuro es sombrío, ya que según el Programa Mundial de Alimentos, unas diez mil personas necesitarán asistencia alimentaria por la destrucción de las cosechas.

El gobierno respaldado por el FMLN prioriza el auxilio a los damnificados y cuenta con la asistencia internacional en vista de los limitados recursos del país, aunque no puede abandonar otros objetivos priorizados.

Es el caso de los esfuerzos por reducir la violencia, para cuyo objetivo desplazó un nuevo contingente de dos mil 500 soldados hacia los 19 municipios más afectados.

La ausencia de planificación del desarrollo urbanístico de las poblaciones y el desinterés de los gobiernos anteriores para acometer construcciones sólidas ante la vulnerabilidad sísmica de El Salvador, constituyen otros problemas trasladados por ARENA a Funes.

Sin embargo, los salvadoreños pueden confiar en el gobierno, ardoroso defensor de la causa de los humildes.

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