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Víctimas del 11 de abril de 2002 siguen pidiendo justicia

"Si hubiera muerto ese día, moría feliz, porque moría luchando por la revolución". Son palabras de Víctor Dávila, herido por un proyectil en la cabeza, el 11 de abril de 2002. "Tiros a mansalva, tiros como una guerra", es la forma en que Dávila describe la arremetida de la Policía Metropolitana (PM) aquel día contra simpatizantes del presidente Hugo Chávez en la Avenida Baralt de Caracas. El disparo que recibió en dicha vía mermó de forma permanente su capacidad motora. Tuvo rehabilitación gratuita durante 11 meses en Cuba para recuperar medianamente la capacidad de hablar. Pero para la víctima, aún "no hay justicia". Critica el hecho de que los ex directores de la PM, Henry Vivas y Lázaro Forero, hayan recibido libertad condicional en 2011, luego de haber sido sentenciados a 30 años de prisión por su complicidad en homicidios y lesiones del 11-A. Al igual que Dávila, Adrián Linares acudió a la concentración chavista al enterarse en la televisión que la marcha opositora se dirigía al Palacio de Miraflores. En la manifestación, fue impactado por un proyectil en la pierna izquierda que le partió la tibia y el peroné. El joven, que para aquel momento tenía 25 años, practicaba fútbol y la lesión truncó su sueño de jugar en primera división. "Hubo justicia pero hubo una justicia a medias. Yo particularmente no estoy conforme porque nada más los que participaron en el golpe del 11-A no fueron únicamente esos policías metropolitanos que están presos. Ellos no planificaron todo eso. Hay detrás de ellos un gran poder", sostiene Linares. En 2009 también fueron condenados a la pena máxima los funcionarios de la PM Luis Molina, Erasmo Bolívar y Julio Rodríguez. A 17 años y 10 meses fue condenado el cabo primero Arube Pérez Salazar, mientras que el subcomisario de la PM Marco Hurtado se le sentenció a 16 años de presidio. Ramón Humberto Zapata fue sentenciado a 3 años por encubrimiento. No obstante, Linares señala que los medios de comunicación fueron los protagonistas de los hechos de hace diez años, "y sobre ellos tiene que llegar la justicia, sobre ellos tiene que recaer la gran parte de la responsabilidad". Por su parte, Wilmar Pérez, herido por dos proyectiles en el abdomen y con seis intervenciones quirúrgicas hasta ahora, comparte la sensación de impunidad. "Todavía faltan muchos por enjuiciar, por ejemplo (Henrique Capriles) Radonski, Enrique Mendoza, ellos también invocaron a aquel pueblo de Chuao para una carnicería y ellos también tienen que pagarla, ellos también estaban en este crimen", remarca Pérez, quien fue condecorado, junto a otras víctimas del 11-A, durante un acto realizado este miércoles en Puente Llaguno. A pesar de que asegura que ha habido muy poca justicia y el asesino de su esposo sigue en la calle, Crelia Cordero de Caro, viuda de Luis Alberto Caro (uno de los 19 fallecidos el 11-A), aquellos caídos no deben olvidarse porque "cayeron por este proceso revolucionario, porque ellos creían en el presidente Chávez". "Que esa sangre que se derramó sirva para consolidar esa revolución", insiste. Las otras víctimas En 2005, Rafael Cabrices, uno de los revolucionarios que fueron mostrados en los medios accionando sus armas desde Puente Llaguno, falleció de un infarto. Por aquellos días, el video utilizado por los medios para inculparlo por las muertes del 11-A volvía a ser posicionado en la película Secuestro Express. Su hija Karen Cabrices asocia el estrés de su padre, en aquel momento, al deterioro de salud y el ataque cardíaco que le quitó la vida. "Los medios de comunicación los satanizaron y llamaron a todos los defensores de Puente Llaguno 'asesinos", denuncia Karen. Critica que 10 años después, la oposición persiste en tildar a su padre y compañeros de homicidas. A raíz de aquella matriz de opinión, la familia Cabrices ha sufrido discriminaciones y ataques verbales. Cabrices se une al clamor de justicia: "Siguen libres los autores intelectuales de toda esta masacre, de hecho, muchos de ellos pretenden tomar cargos políticos en estos momentos en el país. Todavía falta, todavía no se ha hecho justicia". Otro de los chavistas que fueron mostrados en los medios accionando sus armas desde Puente Llaguno es Henry Acencio. Su acción, recuerda Atencio, respondía a los ataques y disparos de la PM y de militantes de Bandera Roja desde la Avenida Baralt. "Juré por mi dos nietos, que tenía en ese entonces, que yo no le había disparado a una marcha, que fue un enfrentamiento entre la (Policía) Metropolitana y la gente de Puente Llaguno. Nunca me negué a que yo había disparado ¿A quién le había disparado? A una ballena", relata. Atencio, quien para el momento tenía 60 años, fue capturado el 12 de abril en su casa, cuando ya se había instalado el gobierno de facto. Funcionarios de la extinta Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (Disip) allanaron su hogar con la compañía de personas opositoras que lo agredieron. Una vez detenido, fue severamente golpeado hasta el punto en que llegó a evacuar y orinar sangre. Recibía constantes amenazas de que el 14 de abril sería asesinado junto al presidente Chávez. Cinco meses después, aún privado de libertad y con los estragos de la tortura, le sobrevino un cáncer en el estómago por el que debió ser intervenido. Fue la primera de nueve operaciones que se ha realizado desde entonces. Para pagar los honorarios de sus abogados defensores, Atencio se vio obligado a gastar los ahorros que él y su esposa habían acumulado para la vejez. Recalca que no recibió ninguna ayuda del Gobierno Nacional: "Nosotros no queríamos que nadie se metiera, que ese juicio era de nosotros". En 2003, fue absuelto junto a Cabrices, Richard Peñalver y Nicolás Rivero luego de que no se hallara evidencia de su responsabilidad en muertes y lesiones acaecidas el 11-A. Para Atencio, aquel trance que vivió junto a sus compañeros tuvo un valor. "Este proceso no ha sido de gratis por lo que se ha conseguido. Pero cada vez que yo paso por una escuela bolivariana, y paso por la Unefa y veo un viejito cobrando la pensión y veo a otro sacándose los lentes, esa es mi satisfacción, cuando veo a una persona que va a un CDI (Centro de Diagnóstico Integral) a buscar su medicina", asegura. "Esos son logros que hemos conseguido a sudor y lágrimas, y muerte. Los sacrificios, ningunos son en vano. Defender este proceso valió la pena". Marcas de resistencia Un grupo de asistentes al acto de este miércoles en Puente Llaguno llamaba la atención por sendas rayas rojas que tenían en sus mejillas. Éstas fueron las mismas que la tarde del 11-A militantes chavistas usaron como signo distintivo mientras resistían la arremetida de la PM y defendían el Palacio de Miraflores. Nancy Urabac vivía en La Vega y se movilizó hacia Miraflores para defender la Revolución Bolivariana. Sólo pudo llegar a la Plaza O'Leary, pues la PM los acorralaron. Pudo advertir que jóvenes sin franela y enardecidos iban al frente de la marcha opositora. Tardaron tres horas más en llegar a Palacio para encontrarse con que ya había caídos del chavismo y los defensores del gobierno exigían la cara pintada para diferenciarse. Otro de quienes hicieron resistencia en Miraflores fue Juan Carlos Quijada, quien tenía 30 años para el momento. Señala que lo que movía a manifestantes opositores era el odio. Agradece que quienes se encontraban en Puente Llaguno impidieron el avance de la PM. "Ellos venían con todo. Tenían policías uniformados de la Policía de Miranda, de la Policía de Chacao, de la Policía de El Hatillo, Baruta, todas las alcaldías escuálidas. Veían adelante de civil, armados, venían como unos delincuentes", cuenta Quijada. María Flores, joven de 25 años, también se pintó las mejillas de rojo para el acto de hoy, aunque para ese entonces era una adolescente y estaba en el colegio. Para ella, se trata de un homenaje a quienes dieron la vida para que, dos días después, se obtuviera una victoria popular que incluye a los jóvenes al restituir al presidente Chávez en el poder.

AVN (Miércoles 11/04/2012)

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