Vieras Poncianito, que ante las realidades del medio me he encontrado una forma de subsistencia o sea de vivir soñando realidades. No soy ni Don Pedro Calderón, ni tengo ninguna barca, pero tengo más armas que cualquier ejército para conseguir la felicidad.
La felicidad que debiera ser la focalización central de la humanidad, la han cambiado por lo material y es ahí donde está la jodida porque el que más tienen más quiere y lo peor que aunque tenga, las ganas de tener no se le quitan y ni siquiera lo dejan vivir ni soñar despierto y medio viven muriendo para tratar de tener más que t
odo el mundo convirtiéndose de esta manera en los peores dundos ya que ni siquiera pueden dormir y andan todos los días con ojeras de mapache vergueado como el papa rata Ratzinger o Benedicto Mussolini como le han trabado en el Vaticano que no es más que un mar de chabacanos y profanos.
Yo no Poncianito, tengo mi jacalito, mi prietita enamorada, los chorreados en la escuela y mi rebusca constante y vivo, como te digo, más feliz que los galantes, que siendo enanos se creen energúmenos gigantes. Fijate por ejemplo, ayer un chero me regaló una cachucha cubana preciosa y uno de los rojinoles me la quería hueviar, así pasó con una chamarra que el Comandante Chávez me mandó con el embajador del Orinoco y si mas le arranco la peluca a otra compa que calladita se iba encumbrando un cuadro historico enmarcado que tengo de Fidel y Camilo. Mira le dije a la Juana Plancha, mejor llévate ese vergo de propaganda de AreGana que tengo en el sanitario y lo usas para limpiarte las nápiras.
Yo, Poncianito; Juan machete, pico y pala que no tengo nada y lo tengo todo, soy el hombre más feliz de la tierra. En fin, la tierra no es de nadie compañero, simplemente la tienen secuestrada que regresa a las manos del labriego, solo ellas son dignas de cuidarla. Como no tengo ni reconozco, ni quiero escrituras de pertenencia, a este mi jacal hasta la han puesto la Casa de los Farabundos y bien puesto porque en algo desde aquí queremos arreglar aunque sea un poco el mundo y que no crean Poncianito que somos ni un poco majes porque no andamos de traje, nuestras fiestas son siempre de traje, es decir: que traje y no te hagás el maje.
Fijate Poncianito, que vino un hermano mojado y bueno me trajo una gran garrafa de güieste o algo así le dicen a ese guaro y bueno como no bebo en boca de difunto porque los dolientes son muy respondones, he fabricado como mil botellas del mismo güieste como una químicas poncianeras que al primer talaguaistazo se les ponen los ojitos soñadores que cuando Fredy Rugidor, el embajador del Orinoco estaba vivo, nos servía para conseguir novias.
Muchos magistrados de los que están acostumbrados a excusarse y venirse de reculada, médicos y políticos me quieren comprar la fórmula y es algo muy fácil: alcohol de noventa, esencia de café de altura, un poco de esencia de cáscaras de quina, y una carga diazepánica y al primer talaguaitazo hasta abortos ha producido y lo peor, abortos políticos que ni siquiera esperaba aunque sabía que muchos de
AreGana dicen o presumen andar militando en el Partido de los Rojinoles, te digo Poncianito, esa mezcla es peor que el suero de la verdad, vieras Poncianito, una niña que sale en los diarios a menudo al primer cachimbazo se puso a hacer Strip Tease, pero mi prietía saltó y como un rayo le cubrió el rabo chino que más parecía Pijullo desplumado.
Mira las cosas que me pasan Poncianito. Anoche para dormirme me disparé un tazón de café alquitranado y quizá por andar metido con los sabiondos estaba soñando que era cuentista y me hice el cuento más corto que hasta ahora he leído: La Diosa Esperanza llevó al rebaño a la salvación y bueno, lo aventó al abismo y me salvé por ser ateo.
No Poncianito, yo no reparto esperanzas oraculeras, hago el bien sin mirar a quien y sin importarme si saben quien lo hizo, la verdad es que ello es mi felicidad y se como albañil que todo edificio por grande que sea lleva un arranque y después ladrillo tras ladrillo y así son las buenas obras, de poquito a poquito se construye el palacio de tu felicidad.
Jamás he querido ser grande Poncianito, así chiquito con poquita tela me hago un refajo, siembro y reparto la cosecha y todavía me sobra para el año y esa es mi felicidad: hacer lo que se me antoja como y cuando y donde se me antoja y escribirte estas cartas que de alguna forma vos se la mandas a la mara chancletera.
No te digo Dios te bendiga porque se que ni el diablo lo haría, vos naciste así, y morirás así, con los caites amarrados sin haber pedido y sin haber llorado y es más, sin jamás haberte arrodillado.
Juan Machete
Herrería Hierro Flojo
San Salador.
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