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domingo, 9 de diciembre de 2012

Sin el Ballet de Camagüey no pudiera existir

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La reconocida agrupación danzaria celebró este año su aniversario 45. Su directora general dialogó con JR sobre sus inicios en la compañía y su labor al frente de ese colectivo
José Luis Estrada Betancourt
estrada@juventudrebelde.cu
9 de Diciembre del 2012 1:12:13 CDT
Solo por seis meses. Así le aseveraron a la licenciada Regina Balaguer Sánchez cuando le pidieron que asumiera temporalmente la dirección general de la reconocida agrupación danzaria fundada por Vicentina de la Torre, y ya han transcurrido tres lustros de esa solicitud que le dio un sentido más a su vida. Al punto, de que ahora que la compañía anda celebrando su aniversario 45, esta sensible y elegante mujer, de ojos de un verde profundo, confiesa a Juventud Rebelde que «sin el Ballet de Camagüey (BC) Regina no pudiera existir.
«Extraño mucho mi familia, aunque estoy casada y mis hijos están aquí. Es que somos una familia muy unida: mis padres, hermanos, primos... Han sido 32 años y les echo de menos, a veces uno tiene la necesidad de tener a esas personas cerca... También añoro el mar, que aquí está un poco lejos... Es humano, normal, aunque te aseguro que soy muy feliz. No puedo decir otra cosa, sobre todo porque ha valido la pena. Si he podido contribuir a que la obra que representa el BC continúe en el tiempo, creo que para mí es más que suficiente».
—¿De qué manera Regina se conecta con el BC?
—Estudiaba en la Escuela Nacional de Arte (ENA), en la especialidad de ballet, y a mi graduación, la de 1979, le correspondió realizar su servicio social en Camagüey. Llegué el 31 de agosto y empecé en el BC el 1ro. de septiembre...
—De seguro, significó dejarlo todo atrás y empezar una nueva vida...
—No puedo decir que resultó fácil, aunque el impacto no fue demasiado traumático, porque soy una persona bastante independiente y estuve muchos años becada. De cualquier manera, llegaba a una provincia nueva para mí, donde conocía a pocos (solo las compañeras que se habían graduado antes y ya formaban parte de la compañía). Lo más difícil fue dejar de ser alumna para convertirme en profesional del arte, lo cual significó entender que el profesor y el ensayador ya no estarían detrás de mí, y debía encontrar mi método, superar las deficiencias. Todo eso es complejo a la hora de enfrentarlo.
«En el BC comencé como bailarina y me ocurrieron muchas cosas lindas. Como ya te dije, entré el 1ro. de septiembre y ya el día 10 estaba ensayando el segundo acto de El lago de los cisnes, La fille mal gardée, Las Sílfides y otras piezas del repertorio, de manera que en el mes de noviembre actuamos en la capital, en la Sala Universal de las FAR. Bueno, después, con los años, me dieron responsabilidades en el Regisserato, sin abandonar la danza, hasta que en 1996 me hablaron de la necesidad de asumir la dirección.
«Desde entonces, hemos tratado de mantener el legado que nos dejaron quienes la fundaron en 1967 y los que siguieron después en los 80: Joaquín Banegas, Fernando Alonso...; de todos los bailarines que estuvieron aquí e hicieron posible que hoy hablemos de una agrupación como la nuestra, con 45 años de rica historia».
—¿Cómo era el BC en el 79, cuando llegó?
—Mira, recuerdo aquellas piezas del repertorio clásico que se montaron desde el principio, pero también el interés del maestro Fernando Alonso de crear, en la década del 80, un taller coreográfico con los bailarines con inquietudes creativas, que pudieran concebir obras que le otorgaran un sello distintivo al BC.
«La agrupación abrió con un programa netamente clásico (para su primera función se programó el pas de trois de El lago de los cisnes, Las Sílfides y La fille mal gardée). Pero en los 70, con las primeras graduaciones de la ENA y el arribo acá de jóvenes creadores, el BC empezó a adentrarse también en una línea más contemporánea. Así surgieron obras como Cantata, de Iván Tenorio que retomamos hace dos años; y Saerpil, de Gustavo Herrera, entre otras; obras formidables que no han perdido su belleza y frescura, que aún emocionan.
«Esa fue una característica que marcó a la compañía: la conjunción de montajes de obras tradicionales al estilo de Coppelia, Giselle y la versión completa de El lago de los cisnes (un sueño que hicimos realidad para este nuevo cumpleaños)..., que permiten el desarrollo integral, tanto artístico como técnico del bailarín, con la presencia de piezas nacidas de coreógrafos experimentados o noveles como Jorge Lefrebre, Humberto González, Francisco Lang, Lázaro Martínez, José Antonio Chávez y Osvaldo Beiro..., a quienes se unieron los ya mencionados Herrera y Tenorio. Es que nunca el BC quiso estar ajeno a lo que sucedía en el mundo. Eso me impactó, de ahí que hemos intentado seguir ese camino. A veces se nos hace un poco difícil, porque se sienten los 500 y tantos kilómetros que nos separan de la capital.
«Indiscutiblemente, ese fatalismo geográfico del cual se habla todavía existe y nos persigue. Sin embargo, hemos logrado convocar a coreógrafos no solo cubanos sino también de otras latitudes, porque es esencial para la evolución de nuestros bailarines y determinante para que una compañía se mantenga viva».
—Hablaba del fatalismo...
—Nosotros nos movemos con frecuencia y actuamos por todo el país, es cierto, pero el fatalismo se muestra cuando quieres que haya una proyección, una presencia en los medios de difusión masivos, y no estás. Lo mismo sucede cuando tienen lugar presentaciones de alto valor artístico y cultural, tanto nacionales como internacionales, que se aprecian en La Habana, Ciego de Ávila, Las Tunas, Holguín, Santiago, pero no en Camagüey, con lo mucho que le podría aportar a nuestros bailarines y especialistas; o cuando no tenemos acceso a la información del mundo de la danza o del arte, que enriquecería nuestros conocimientos y acervo cultural. Eso es fatalismo geográfico.
—Si le pidiera que mencionara los momentos más descollantes del BC, ¿qué no dejaría afuera?
—La presencia de Fernando Alonso dirigiendo la compañía durante 16 años; un hecho primordial que le dio su proyección nacional e internacional, un punto culminante para el BC. Por eso este puede lucir orgulloso, en estos 45 años, una historia relevante. Y ello ha sido gracias a las sabias enseñanzas del maestro, que siguen siendo esenciales.
«No hay dudas: el ballet en Cuba le debe mucho a tres personas: Fernando, Alicia y Alberto. La labor de Fernando como pedagogo y creador de la Escuela Cubana de Ballet (ECB) no se debe minimizar, y a veces se pierde, se olvida. Si Alicia se distinguió como la bailarina por excelencia, Fernando fue el pedagogo, el maestro que le dio a la ECB su metodología. Él consiguió dotarnos de una forma muy nuestra de bailar.
«Tenemos la suerte de que a pesar de que nuestra compañía se renueva constantemente y permanece joven, los especialistas que en la actualidad formamos parte de ella fuimos sus alumnos y trabajamos con él, y con otros profesores como Jorge Rodríguez Vede, Isabel Rodríguez, Manelín Rodríguez, la única fundadora que aún permanece con nosotros y se desempeña como maître y ensayadora... Sus enseñanzas nos han permitido, amén de la enorme distancia que nos separa de su grandeza, mostrarnos como fieles exponentes de la ECB.
«¿Acontecimientos que no olvido? La celebración de los 30 años, o de estos 45, en la que pudimos estrenar la versión completa de Rafael Saladrigas de El lago... Por supuesto que hemos vivido malos y buenos momentos, pero los de hoy son muy buenos, con esos bailarines tan jóvenes que nos acompañan.
«La mentalidad está cambiando, hay obras en nuestro repertorio cuyos roles principales antes eran representados por bailarines con diez o 20 años en la compañía, y en la actualidad son defendidas por talentos capaces de interpretar con arte y responsabilidad una Giselle, un Sigfrido, un Albrecht. Debemos darle esa oportunidad a pesar de su poca experiencia. Para ello hacemos trabajos de mesa, convocamos a psicólogos para que los ayuden (hay personajes que exigen vivencias que ellos, por sus edades, no han tenido), preparadores físicos..., y nos ha dado magníficos resultados, como ocurrió con Rosalia de la Torre cuando protagonizó Giselle y apenas llevaba un año junto a nosotros. Creo que la ECB tiene una metodología maravillosa, pero le falta insertar la ciencia a la especialidad, pues somos artistas, pero también atletas de alto rendimiento».
—¿Cuáles son las principales angustias de Regina?
—Hay angustias, pero también alegrías. Somos felices cuando nuestro quehacer es recibido con entusiasmo por el público, cuando los muchachos responden y la compañía presenta un nivel técnico-artístico alto... Insatisfacciones, pues claro, porque siempre queremos que todo salga perfecto. ¿Angustias? Relacionadas con problemas materiales y de recursos que nos impiden llevar adelante lo que necesitamos.
«Y, sin embargo, mientras te respondo me pongo a pensar en el montaje que realizáramos recientemente de Las llamas de París a solicitud de un empresario francés. Asumimos el desafío porque, como dice el refrán popular, de los cobardes no se ha escrito nada, y colocaba a los bailarines frente a un reto diferente. Nos costó conseguir la música, el video para ver la versión de 2008 de Alexei Ratmansky; que los bailarines dominaran ese ímpetu, esa fuerza que exige dicho ballet; que los diseñadores se apropiaran de la época para concebir la escenografía y el vestuario... Y lo logramos. Se presentó con éxito, a pesar de que es perfectible, en Francia, Santiago de Cuba, La Habana...
«Eso nos indica que, a pesar de las dificultades, se puede avanzar, salir adelante. Y es posible cuando hay voluntad, unidad en el colectivo y todos se convierten en uno, en función de alcanzar un objetivo. En 15 años han sido vitales el apoyo del colectivo, el ímpetu de los jóvenes y sus deseos de crecer, la dedicación de los especialistas, pero también la entrega del responsable de cuidar las áreas verdes, del que confecciona el alimento, de quien limpia el albergue y nuestra sede...; esos que posibilitan que podamos dedicarnos por completo a nuestro arte... Sí, nos sentimos realizados».

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