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lunes, 17 de septiembre de 2012

EL HISTORIADOR




EL HISTORIADOR - Gaceta histórica

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La Gaceta histórica

“El primer gladiador literato de nuestro país
Cuando falleció Domingo F. Sarmiento, en 1888, una de las plumas más sutiles de la Argentina de la segunda mitad del siglo XIX, escribió: “El porvenir no dará ya hombres de esa laya; son productos de ciertos momentos y que, así como ellos no pueden remplazarse a sí mismos, tampoco pueden tener un sucesor genuino”. De esta forma despedía Lucio V. Mansilla al hombre que dedicara todos sus esfuerzos a hacer de la Argentina un país “civilizado”.
Hombre contradictorio, este prócer nacido en San Juan tuvo una vida intensa, surcada por sus profundas convicciones y una destacable sinceridad. Tanto fue así que una de sus facetas más sobresalientes fue la de las encendidas polémicas que mantuvo con hombres como Juan Bautista Alberdi, Bartolomé Mitre y Esteban Echeverría, entre otros, todo lo cual le valió ser definido como “el primer gladiador literato de nuestro país”.
Recordar a Sarmiento por todo cuanto hizo por la educación en el país no es tarea que vaya a resultar alguna vez infructuosa, pero nos entrega una imagen inacabada del autor de El Facundo. Sarmiento fue el “gran educador”; pero también el soñador de la confederación sudamericana de “Argirópolis”, y al mismo tiempo quien, desde el exilio rosista, empujó al gobierno chileno a ocupar el estrecho de Magallanes.
Fue además quien subrayó como ninguno que las esperanzas argentinas se dividían entre la “civilización” y la “barbarie”, entre las “cultas” ciudades costeras y los “atrasados” rincones del interior; quien propuso combatir al “atraso” no con ejércitos, sino con una febril actividad de obras públicas y fomento educativo, pero que no dudó a la hora de hacer correr sangre de gaucho y montonero, alentando como pocos el cobarde asesinato del líder federal “Chacho” Peñaloza.
Fue Sarmiento también un presidente que se reconocía parte de las clases dominantes en el país, pero que no tenía empacho en reñirse con la oligarquía terrateniente, de quien decía: “no quieren saber nada de impuestos […] quieren que el gobierno [contribuya] a duplicarles o triplicarles su fortuna a los millonarios que pasan su vida mirando como paren las vacas”.  Y mientras mucho se esforzó por desarrollar las comunicaciones, transportes e industria en el país, poco logró para cambiar el rumbo del proyecto mitrista que combinó el modelo agroexpotador y un ejército que, al finalizar el siglo XIX, –al decir de Sarmiento- sólo servía para “avasallar las libertades públicas”.
Nada más fructífero que recordar a los hombres y mujeres de carne y hueso, con sus contradicciones, ambigüedades, aciertos y errores, sobre todo a Sarmiento, pues si el porvenir ha vuelto a dar hombres de su laya –contradiciendo los augurios de Lucio V. Mansilla-, éstos han sido realmente pocos.
Agradecemos, como siempre, a nuestros lectores, que con preguntas y comentarios nos ayudan a crecer y a mejorar nuestra página.
Felipe Pigna
Infografía - 11 de septiembre de 1888

Sobre nuestra página
El Historiador contiene infografías temáticas donde se desarrollan diversos temas (25 de Mayo, la Independencia, el 12 de octubre, el día de la tradición, Manuel Belgrano, José de San Martín y Domingo Sarmiento, 24 de marzo y Guerra de Malvinas) y una cronología multimedia animada que recorre la historia del país y del mundo entre 1776 y 2010, con fotos, mapas, videos, audios y fragmentos musicales. Constituye un paseo ágil y ameno a lo largo de más de doscientos años de historia. El Historiador también incluye una lista de los gobiernos y gabinetes del territorio nacional desde la fundación del virreinato del Río de la Plata hasta 2010, e información sobre instituciones terciarias y universitarias para estudiar historia.
La Galería del Bicentenario propone un recorrido por la historia del país, entre 1810 y 2010, a través de pinturas, ilustraciones y fotografías. Las secciones Publicidades y Humor histórico constituyen nuevas perspectivas para abordar la historia a lo largo del siglo XX. Pueden consultarse también las secciones de biografías, entrevistas, audios, filmografía, artículos, documentos, efeméridesestadísticas poblacionales. La sección La frase del día contiene frases relacionadas con las efemérides de cada día con una breve explicación del contexto en el que fueron articuladas. La página además ofrece un servicio gratuito de respuesta sobre temas relacionados con la historia del país.
El Historiador tiene su registro ISSN (International  Standard Serial Number), otorgado por el Centro Argentino de Información Científica y Tecnológica (CAICYT), un organismo creado por el CONICET para brindar servicios sobre información y documentación científica y tecnológica.
En el 2010, El Historiador obtuvo el premio Mate.ar de plata en la categoría “arte y cultura”, un reconocimiento a todo el trabajo que venimos realizando desde hace ya varios años.
ÍNDICE
· Efemérides de septiembre
· El rescate
· Noticias
· Difusión
· Lanzamiento de libros
· Staff
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Efemérides

» Las destacadas del mes
1º de septiembre de 1939
Alemania invade Polonia, desencadenando la Segunda Guerra Mundial.
2 de septiembre de 1587
Sale del puerto de Buenos Aires rumbo a Brasil la primera exportación de productos elaborados en la Gobernación de Tucumán. En esta fecha, se conmemora el día de la industria, pese a que se trató de un episodio de contrabando.
2 de septiembre de 1945
Se firma la rendición del Japón a bordo del acorazado Missouri en la bahía de Tokyo, poniendo fin de forma oficial a la Segunda Guerra Mundial.
3 de septiembre de 1971
El general Juan Domingo Perón recibe el cadáver de Eva Duarte de Perón, secuestrado de la sede de la CGT poco después del golpe de 1955.
5 de septiembre de 1972
Un comando palestino terrorista asesina a 11 atletas israelíes en los Juegos Olímpicos de Munich.
6 de septiembre de 1522
Juan Sebastián Elcano llega a Cádiz concretando la primera vuelta al mundo.
6 de septiembre de 1930
El presidente radical Hipólito Yrigoyen es derrocado por un golpe cívico-militar, encabezado por el teniente general José Félix Uriburu, interrumpiendo por primera vez desde 1853 el orden constitucional.
11 de septiembre de 1852
Se produce la “Revolución del 11 de septiembre”, que desencadena la secesión de Buenos Aires del resto de la Confederación.
11 de septiembre de 1888 
Muere en Paraguay Domingo Faustino Sarmiento. En esta fecha se conmemora el día del maestro.
11 de septiembre de 1973
Augusto Pinochet derroca al gobierno de Salvador Allende, quien se suicida durante el golpe.
11 de septiembre de 2001
Dos aviones de pasajeros secuestrados se estrellan contra las Torres Gemelas y un tercero contra el Pentágono en Washington, ocasionando la muerte de cerca de 3.000 personas.
13 de septiembre de 1922
El general Primo de Rivera encabeza un golpe de estado en España.
14 de septiembre de 1816
El coronel Manuel Asencio Padilla, tras salvar la vida de su mujer, Juana Azurduy de Padilla, fue alcanzado por el coronel realista Javier Aguilera en El Villar, Alto Perú. El jefe realista le cortó la cabeza.
16 de septiembre de 1955
La autodenominada “Revolución Libertadora” derroca al general Juan Domingo Perón.
16 de septiembre de 1976
Tiene lugar el episodio conocido como “La Noche de los Lápices”, cuando siete estudiantes del colegio secundario fueron secuestrados en la ciudad de La Plata por reclamar la implementación del boleto estudiantil. Seis de ellos fueron torturados y asesinados por la dictadura del general Jorge Rafael Videla.
17 de septiembre de 1861
Bartolomé Mitre vence a las tropas de Justo José de Urquiza en la batalla de Pavón.
17 de septiembre de 1980
El ex dictador nicaragüense Anastasio Somoza Debayle es asesinado en Paraguay.
18 de septiembre de 1810
Se forma en Chile la Primera Junta de Gobierno, dando comienzo al proceso de independencia chileno que culminará el 12 de febrero de 1818.
20 de septiembre de 1984
La CONADEP entrega el informe, conocido con el nombre Nunca Más, que documentaba la existencia de 340 centros clandestinos de detención y 8.961 casos de desapariciones.
22 de septiembre de 1845
Las escuadras inglesa y francesa establecen el bloqueo a Buenos Aires.
22 de septiembre de 1866
Tiene lugar la batalla de Curupaytí, durante la guerra contra el Paraguay.
22 de septiembre de 1980
Irak invade Irán desencadenando la guerra entre ambos países.
23 de septiembre de 1947
Se promulga la Ley 13.010, que instituye el voto femenino obligatorio.
24 de septiembre de 1812
Las tropas comandadas por el general Manuel Belgrano derrotaron totalmente a las fuerzas realistas en la batalla de Tucumán en el Campo de las Carreras.
25 de septiembre de 1513
El conquistador español Vasco Núñez de Balboa descubre el Océano Pacífico, al que denominó Mar del Sur.
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El Rescate

Esta sección está destinada al rescate de documentos históricos trascendentes tanto para la investigación histórica como para el estímulo de la reflexión presente. El material seleccionado –cartas, artículos, entrevistas– se encuentra en sintonía con algunas de las más destacadas efemérides del mes.

Manuel Gálvez y la revolución septembrina de 1930

Desde su segunda elección victoriosa como presidente de la Nación, en abril de 1928, cuando consiguió más del 60% de los votos, Yrigoyen enfrentó, como pocas veces se ha visto en la historia argentina, la agresiva orquestación de fuerzas opositoras, inspiradas desde el Senado, donde la oposición era mayoría, desde la prensa nacional, como los diarios Crítica La Fronda, y desde tradicionales sectores del Ejército.
Las elecciones legislativas de 1930 debieron advertir al yrigoyenismo de la crisis en puerta. Los más de 800 mil votos reunidos en 1928 se convirtieron entonces en poco más de 600 mil. A mediados de ese año, 44 diputados de diferentes tendencias hicieron conocer un manifiesto de crítica y reclamo al gobierno. Acusaban a Yrigoyen de haber violado la constitución y exigían su renuncia. Los estudiantes se sumaban a la oposición, criticando a la “dictadura yrigoyenista”.
Así se puso en marcha la conspiración, teniendo a las Fuerzas Armadas como principal bastión de la reacción, encabezadas por la figura del general José Félix Uriburu, mientras grupos civiles que emulaban a los fascios italianos, ofrecían sus servicios como grupos de choque.
La puesta en marcha de la conspiración parecía ser un secreto a voces. Quien intentó alertar al gobierno del hecho fue el general Luis Dellepiane, ministro de Guerra. Tras ser desoído, presentó su dimisión. El golpe se iba a consumar el 6 de septiembre de 1930. Por primera vez, desde 1853 se interrumpía el orden constitucional.
En esta oportunidad, para recordar aquella fecha, reproducimos extractos del libro de Manuel Gálvez, Vida de Hipólito Yrigoyen. Este escritor paranaense, zigzagueante ideológicamente, constructor de una literatura realista y anticuada, relató la vida del ex presidente radical, a quien –según aseguró más adelante- aprendió a admirar mientras escribía su biografía.
Adherente al nacionalismo católico y reaccionario en los años 20, apoyó el golpe fascista de 1930. Decepcionado más tarde, adhirió al golpe de 1943 y resaltó sin igual la figura de Juan Domingo Perón, como lo había hecho con Juan Manuel de Rosas. Pero también se decepcionó con el líder justicialista.
La biografía del primer presidente popular del país fue escrita en 1939. En los fragmentos que reproducimos, observamos una revisión de la posición que sostuvo tan sólo algunos años antes. ¿Era necesario y justo el golpe?, ¿era tan malo el gobierno de Yrigoyen?, se pregunta Gálvez, al relatar los aciagos días de este “Rey Lear de la Libertad y de la Democracia”.
Fuente: Manuel Gálvez, Vida de Hipólito Yrigoyen: el hombre del misterio, Buenos Aires, Kraft, 1939, págs. 431-446.
La revolución está en la calle. Se la espera de un día para otro. La gente adquiere provisiones. Un comerciante vende canastas que llama “Revolución”. Se ha visto a adolescentes transportar fusiles. Crítica y otros diarios predican a cara descubierta la revuelta. Se organizan legiones. En Entre Ríos, un senador pronuncia estas palabras que corren por todo el país: “Estamos al borde de la revolución. Falta la chispa engendradora. Que se atrevan a asaltar a Entre Ríos, y la bandera de Urquiza volverá victoriosa a flamear en los campos de Caseros”. El nueve de agosto, el gobierno acuartela todas las tropas de la guarnición.
¿Quiénes organizan el movimiento? Puede afirmarse que, hasta ahora, y salvo excepciones, no son los hombres del Régimen los revolucionarios. Tampoco los socialistas, que contemplan sin pasión esta novedad en la “política criolla”. Sabemos que el general Uriburu, a quien la policía vigila, dirige la sublevación militar. En Crítica se incuba una de las direcciones de la revolución civil. Cuando después de los sucesos de septiembre Crítica afirme que la revolución “se gestó” en su casa, dirá la verdad. Con sus trescientos mil ejemplares diarios, sus títulos sensacionales, sus verdades  y sus mentiras, su animación, su colorido, constituye una fuerza formidable. Cada día hace varios millares de revolucionarios. Y en su edificio de avenida de Mayo se reúnen a conspirar los diputados socialistas, algunos conservadores, diversas personas apolíticas y el general Justo y otros militares. Crítica es, en aquellos días de agosto, el principal foco de subversión.
Pero la masa revolucionaria –si puede darse ese nombre a multitud de pequeños grupos, muchos de ellos sin organización ni contacto con los otros- está formada por los jóvenes de las familias distinguidas, muchos de ellos influidos por las ideas fascistas. En cada casa hay uno o dos revolucionarios, a veces de diecisiete y aun dieciséis años. Mientras el padre permanece a la expectativa, los muchachos se embarcan en la aventura. Ellos poco o nada saben de exacto sobre el gobierno de Yrigoyen. Lo odian con un odio de clase, aunque no se den cuenta. No quieren echarlo abajo por interés personal, sino por patriotismo, por “decencia”. Están convencidos de que, empezando por Yrigoyen, los radicales son ladrones y no se bañan. No piensan estos muchachos en puestos ni otras ventajas para sus padres o para ellos. Son sinceros, nobles y exaltados.  Muchos de ellos han abandonado su vida de cabarets y copetines para hacerse revolucionarios. Ya no son escépticos, ni frívolos. Ahora viven en ardiente exaltación y quieren pelear por la patria. Pues ellos, lectores de los periódicos revolucionarios, creen que la patria está en peligro. Y las hermanas y las amigas los animan, y en muchos casos también las madres. Todas ellas odian a Yrigoyen y al Radicalismo. Les llaman “la chusma”, vale decir: la hez. Ellas no han leído jamás un diario radical, y en materia de política aceptan como dogmas todo lo que dice la tremendamente mordaz pequeña hoja conservadora.
Es una revolución de clase la que se prepara. El pueblo desea la caída del gobierno, pero no interviene. La actividad se concreta en los clubs aristocráticos, en los centros militares y en las casas del barrio norte, en donde vive la sociedad distinguida.
(…)
Detengámonos un momento, antes que los acontecimientos se desboquen. Meditemos con serenidad, colocándonos al margen de las pasiones políticas y de los intereses en juego. Como todos, yo también creí en la necesidad de la revolución. Me alegré de su triunfo y asistí al juramento de Uriburu. Ahora me pregunto: ¿era necesaria y justa?
Entre las causas del movimiento, algunas eran falsas y otras insuficientes. Ni la baja del peso, que posteriormente bajará mucho más; ni los incidentes sangrientos, que siempre los hubo y los habrá; ni los hurtos en la administración, muchos de los cuales resultarán falsos; ni la crisis económica, que existe en el mundo entero; ni el servilismo, mal crónico entre nosotros; ni los temores de una dictadura, absurdos tratándose de un presidente que se deja injuriar con increíble paciencia; ni su enfermedad, pues puede ser reemplazado por el vice; ni la incapacidad de los ministros; ni el aumento de la criminalidad, que será mayor durante el gobierno siguiente; ni aun la paralización administrativa, justifican un trastorno tan grande como es una revolución. No cabe duda de que fuertes intereses de diversa índole se han asociado para echar abajo al gobierno. La campaña de los diarios, que hasta llaman “tirano” a Yrigoyen, es harto sospechosa. Las altas clases han visto una posibilidad de recuperar el poder, si bien los hombres de esas clases, así como numerosos políticos y gentes dedicadas a los negocios, simpatizan con el movimiento sinceramente, engañados por la propaganda de los diarios “sensacionalistas”. El capitalismo extranjero apoya la revolución. Pero esta coalición de intereses no excluye las convicciones sinceras. Numerosos hombres quieren echar del poder a Yrigoyen por dos razones: porque a ellos les conviene y porque están absolutamente ciertos de que el país se halla al borde de una catástrofe. [leer más]
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Sarmiento, "el primer gladiador literato de nuestro país"

Domingo Faustino Sarmiento nació el 15 de febrero de 1811, en la ciudad de San Juan de la Frontera. Tendero, subteniente del batallón de infantería provincial, docente en el exilio, capataz de mina y, por supuesto, lector prolífico: así fueron sus primeros veinte años de vida.
Sus siguientes veinticinco años estuvieron marcados por el exilio y los viajes: Santiago de Chile y Montevideo, fueron sus principales destinos, pero ciudades de Europa, África y Estados Unidos, también constituyeron parte de su extenso itinerario. La labor periodística y su intensa actividad en el campo de la educación, fueron sus principales ocupaciones.
A mediados de la década de 1850, puso fin su a su vida de exiliado e intensificó su participación en la vida institucional argentina. Esto mismo le llevaría a un segundo viaje a Estados Unidos en 1865, confirmando su interés en la modernización capitalista del país y su rechazo a los movimientos montoneros de las provincias, considerados signos del “atraso” nacional. Todo ello se plasmó durante su período al frente de la presidencia del país, entre 1868 y 1874.
Si bien es considerado el “padre de la educación”, Sarmiento significó mucho más que ello. Durante su presidencia, abogó por la modernización e instrucción del Ejército; consciente del problema que significaba la inmensa extensión del país, se desarrollaron durante su gestión la infraestructura ferroviaria, la red telegráfica y numerosos puentes y caminos, modernización de la cual se sirvió al momento de aplacar las sublevaciones montoneras en las provincias. El tranvía, los puertos, el correo y la banca (incluido el Banco Nacional), también fueron parte de la herencia sarmientina que enorgullecía al apóstol laico de la educación.
En los catorce años siguientes, hasta su muerte, se dedicó a la función pública, principalmente en el ámbito educativo, y a la pasión literaria. Falleció en Asunción de Paraguay, el 11 de septiembre de 1888. El traslado de su cadáver, embalsamado, hacia Buenos Aires, ha sido descripto como una continuada manifestación popular, con honores oficiales y despedidas multitudinarias en varias ciudades.  Su cuerpo llegó a la capital porteña el 21 de septiembre.
En esta ocasión, para recordar su fallecimiento, traemos las lúcidas palabras de Lucio Victorio Mansilla. Periodista, escritor, militar, diplomático y sobrino de Juan Manuel de Rosas, Mansilla admiró de una forma particular –según su genio- a Domingo F. Sarmiento. Como éste, gustó de las polémicas escritas y la Guerra del Paraguay que Sarmiento comandó, lo tuvo a Mansilla como militar y cronista destacado. Hijo de alta alcurnia, la admiración hacia un plebeyo provinciano, que se supo destacar en todos los ámbitos y llegó a ser presidente de la República, no podría dejarle, sino, sensaciones ambiguas. De esto se trata el perfil que trazó del “Júpiter” sanjuanino.
Fuente: José Luis Lanuza, Genio y figura de Lucio V. Mansilla, Buenos Aires, Eudeba, 1965, pp. 163-167.
A mi amigo Lucio V. López
Ne Jupiter quidem ómnibus placet*
Pues Sarmiento era algo de simple, como esos cuerpos elementales que es en vano someter al análisis buscando sus compuestos. Nada había en él de complicado, ni como escritor fecundo, ni como filósofo sin una filosofía, ni como político, sin ser un estadista. Atacó una causa sin sensibles intermitencias, lo mismo que hubiera podido servirla; no era interesado: la vanidad lo desequilibraba, los astutos habrían podido inducirlo, comprometerlo, explotarlo, dándole títulos y honores. Pero la atacó como campeón resuelto, batallando animosamente, a veces y no pocas, con ímpetu feroz.
Él amaba la educación y era inculto, a pesar de sus viajes, de su roce con las gentes, conservando siempre y en todo la aspereza de las breñas sanjuaninas de donde salió; con una circunstancia singular, que fue siempre el hombre más del terruño primitivo, porque constantemente y sin que en ninguna coyuntura fallara el determinismo: sanjuanino y hombre de bien y de verdad fueron para él como cosas que raramente no andan juntas.
En una palabra, nadie fue más de San Juan que él. Aquí están sus huesos; allí debiera estar el monumento cifrando su nombre.
Hizo la política y el gobierno con cierto desorden, como sus viajes sin plan, viendo mucho y observando cuanto podía. Pero con deficiencia, porque no poseía bien ninguna “lengua-contacto” –permítaseme la expresión- como el francés o el inglés, sin cuyo requisito la superficie y la exterioridad suelen confundirse con el fondo y la interioridad de las almas y de las cosas.
Sus lecturas parece que hubieran sido muchas; nada de eso.
Sarmiento sólo era un adivino de epígrafes; un sonámbulo lúcido de soluciones finales; así se explica su Argirópolis.
Escribía lo mismo que pensaba y que leía, à batons rompus… y sin ser estilista tenía un estilo personalísimo.
Nadie fue como él productor de frases exuberantes, enmarañadas, ricas, envueltas siempre en lianas de cultura al parecer áticas.
Por eso su mejor libro son sus Recuerdos de Provincia; libro sin retórica, sin artificios, sin redundancias, sin paradojas de pensador o de artista, sencillo, sincero, casi cándido en algunas páginas; el libro donde él está más de cuerpo presente, diré así, viviendo como fortísima planta endógena, de adentro para afuera, por las reflexiones que le sugieren el espectáculo y el medio.
Sarmiento, sin ser un espíritu científico, o filosófico a la moderna –como que era incapaz de no encerrarse en una doctrina-, abriendo su mente y su alma a todas sin vacilar, anhelando siempre la verdad, ha sido un tentador… que en vano se ha querido imitar: no se imita la originalidad.
De ahí que no haya gravitado como él pensó que gravitaría; y luego, porque hay hombres que cuando se retiran de la escena no pueden dejar, y no dejan, sino el afán de saber bien, qué fueron –como Napoleón, en un sentido; es decir, qué fueron allá en sus abismos impenetrables.
Sarmiento, aunque no fuera oblicuo, dejaba siempre que desear. Hasta su muerte nos ha producido esa impresión, y no nos conformamos por eso con que se haya ido; porque se nos ocurre que algo más y nuevo, siquiera por los modos geniales, nos habría dicho.
Predicando el método, fue todo menos un hombre metódico, con más moral intrínseca que reglas de conducta morales;  capaz de amar y de aborrecer con intercadencias, sin cálculo –espontáneamente y hasta sin motivo.
Siendo autoritario por índole no soportaba la férula en nada. Por eso, y porque se avenía más con la extensa superficie de sus conocimientos, pretendió reformar la ortografía. Gobernó poco y mandó más que nadie, pretendiendo ser un hombre de ley. ¿Cómo? Si no era legista por temperamento ni por vocación; tenía demasiado respeto por la fuerza –en sus manos, y aun en las ajenas- aunque siendo capaz de capitular, jamás se habría rendido a discreción.
El porvenir no dará ya hombres de esa laya; son productos de ciertos momentos y que, así como ellos no pueden remplazarse a sí mismos, tampoco pueden tener un sucesor genuino.
Ha sido grande, no es bello. Quiso ser orador, militar, político, sociólogo; sólo fue el primer gladiador literato de nuestro país, y no tuvo más reyertas porque la escena estaba ya “llena de costumbre” por él, cuando ni más ni menos que una preocupación invencible que se va, se despidió para siempre de sus conciudadanos.
¿Quién se habría atrevido a romper lanzas con tamaño adversario? Y singular fenómeno: habiendo sido rebarbatif, casi siempre, o tal como lo he medio perfilado, para que otros hagan su retrato, dejó en pos de sí muchos recuerdos cariñosos, incluso quizá el mío, que respetando su tumba no me incliné sin embargo ante ella.
¿Por falta de veneración? No. Porque el momento de los ¡hosanna! era, para mí, inoportuno.
*Ni el mismo Júpiter agradó a todos.
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La batalla de Curupaytí y los Sarmiento

La Guerra del Paraguay llevaba más de un año de desarrollo cuando tuvo lugar la Batalla de Curupaytí, el 22 de septiembre de 1866. El escenario fue el fuerte con igual nombre, unos kilómetros al sur de la Fortaleza de Humaitá, en el margen izquierdo del Río Paraguay, y muy cerca del actual puerto de Las Palmas (Chaco).
Las fuerzas de la Triple Alianza (Brasil, Argentina, Uruguay) se reagruparon desde los primeros días de septiembre, para atacar este baluarte defensivo de Paraguay. Por la mañana del 22 de septiembre, abrió fuego la escuadra brasileña. Poco después, chocaron las posiciones de artillería y más tarde, el general Bartolomé Mitre llevó a las tropas bajo su mando a una masiva masacre. Los argentinos tuvieron más de dos mil bajas, entre muertos, heridos  y dispersos, cerca del 40% de los efectivos empeñados.
En aquellos días, La Prensa chilena informó: “En la lista de oficiales argentinos que cayeron en el desgraciado ataque de Curupaití, se encuentra el nombre del capitán Sarmiento (…) un compatriota nuestro por nacimiento y primera educación, joven de las más altas promesas y dotado de un precoz y casi extraordinario talento”. No se trataba de Domingo Faustino, sino Domingo Fidel, Dominguito, hijo de quien sería el sucesor de Mitre en la presidencia de la República y que tendría la misión de llevar hasta sus últimas consecuencias la infame guerra.
En efecto, el capitán Domingo Fidel Sarmiento, hijo adoptivo del autor de El Facundo, se encontraba en la línea del frente de la batalla, comandando una compañía de soldados que buscaban asaltar la fortaleza paraguaya. En los momentos previos al inicio del ataque, Dominguito escribió unas premonitorias cartas a su madre, adelantándole su muerte. ¿Es que acaso sabían los soldados argentinos las dificultades que enfrentarían aquella mañana? También su padre, cuando escribió veinte años después su biografía, sintió acaso algo similar, al comparar dicha carta con las que dejan los suicidas. Al comenzar el ataque de la infantería, frente a las baterías que defendían el fuerte de Curupaytí, un casco de bomba le cortó el tendón de Aquiles. Dominguito cayó sin remedio y murió desangrado, siendo su cuerpo recuperado por sus soldados.
Recordamos la Batalla de Curupaytí, de aquella infame guerra, y el fallecimiento de Domingo Fidel Sarmiento, con algunos fragmentos de las páginas que Sarmiento escribió en su memoria, pues como sostuvo entonces, “ha querido su padre, como en el de los ritos mortuorios que trae consigo la momia egipcia, conservar los lineamientos de su corta vida, para que estimen su nombre los padres que sobreviven a sus hijos, los jóvenes que aman siempre a su patria y le consagran sus desvelos y su vida”.
Fuente: Domingo Sarmiento, Vida de Dominguito, Buenos Aires, Editorial Tor, 1944, págs. 105-115.
¡Hay presentimientos! La razón se niega a admitir si no son las deducciones de la ciencia o los efectos de las causas y, sin embargo, la tradición, la voz del pueblo, se obstina en admitirlos oponiendo a la razón la evidencia, el testimonio de los siglos, la persistencia del convencimiento íntimo. No creo en presentimientos, dice alguno, echándose de despreocupado; pero yo no puedo poner en duda lo que por mí mismo pasó.
(…)
En este género de fenómenos entra el trágico fin del capitán Domingo Fidel Sarmiento. Estaba anunciada en Buenos Aires la proximidad de un combate general en el Paraguay, y natural es la desazón que las madres experimentarían con tan terrible expectativa. La mayor parte de los jefes, oficiales y soldados tenían madre, y el desasosiego maternal debió ser común. ¿Sería tan intenso en las madres de los que no murieron? ¿Seríalo en el corazón de todas las que perdieron a sus hijos? Seríanlo en hora buena; pero no han dejado un drama escrito, no se pusieron, como en este caso, en contacto dos almas, ni dejó la una un testamento de consuelos a la otra. En una cartera, que para el caso recibió de la misma madre, dejándola depositada en el bolsillo izquierdo de su saco, dice, como si al entrar en línea, previniera al que hubiere de levantar su cadáver, que allí encontraría la carta que dirige a su madre, para que se la envíe. (…)
El drama misterioso comienza por la correspondencia anónima que el capitán Sarmiento dirige por la primera vez a La Tribuna, como si necesitara poner al corriente a su madre de la situación y escenario en que van a desarrollarse los inminentes acontecimientos. D. J. Carlos Paz le comunica el mismo día 6 de septiembre la acogida favorable que su correspondencia ha tenido; y ese mismo día 6, la madre le escribía, por salir entonces vapor:
“Todas las correspondencias que nos han dado los diarios traídos en este correo, dicen que ayer u hoy habrán atacado el campamento enemigo. No sé qué decirte, hijo mío, estoy sumamente preocupada. Mi imaginación me hace desconfiar de todo y no hallar sino peligros. ¡Oh, Dios mío!, ¡Cuándo te veré en casa para descansar de esta inquietud! ¡No sé cómo oiré la señal del primer vapor, que, según dicen, nos traerá el resultado del ataque!... Te mando entre los diarios dos libritos de bolsillo, porque uno me parecía poco. Prudencia en todo, mi querido hijo, y deseándote la mayor felicidad en los peligros que te rodearán, te envía un abrazo tu mamá. –Benita”.
¡Oh! ¡Uno era demasiado! Sólo contiene la dedicatoria y la carta que llegará a su destino post mortem, como las cartas que dejan los suicidas.
Enviósela el día de cabo de año siguiente con la cartera que la contenía, el doctor Rawson. “Allí, en un librito de memorias de Dominguito que le envío, encontrará usted los últimos pensamientos de su hijo. Tenga el coraje de leerlos y confórtese con esos nobilísimos sentimientos, dignos de un héroe y de un hijo tierno. Nadie puede repetir palabras como las que va  a leer, escritas en la hora suprema y  dirigidas por el mártir a la madre. Su afectísimo, G. Rawson”
Como su vida, como su discurso de inauguración del Club Estudiantes de que es nombrado Presidente, como su introducción a París en América, su librito de memorias es el prólogo de una grande obra que iba a escribirse y la pluma cayósele de la mano, con la mano misma inerte como en otra carta escribe a su mamá que un comandante brasileño escribía el parte de un combate naval en que derrotó a los paraguayos y una bala de cañón le cortó el aliento y la oración.
El temple en que está la lira del futuro Homero, puede colegirse en esta otra nota:
“Si mañana atacamos, espero poder marcar en esta misma página la hora en que ponga el pie sobre la trinchera que mi batallón tendrá la gloria de tomar primero”.
Otra cosa ha escrito en seguida… Pero lejos, y como reminiscencia, ha copiado la orden del cuerpo, que mandaba el coronel don Juan Ayala, su jefe, en la cual ofrece un ascenso a oficial al primer soldado que escale la trinchera y espera “que sus soldados y compañeros, sostendrán en el día de hoy, el honor del batallón, peleando como soldados de orden, subordinados y valientes. –Campamento de Curuzú, septiembre 17 de 1866, Juan Ayala”.
“Recibí este librito, dice la dedicatoria, el 14 de septiembre en el campamento de Curuzú. Habíamos llegado el día antes y esperábamos por momentos el ataque a las fortificaciones de Curupaití. Resolví entonces hacer algunos apuntes personales, y “dejar correr a esta cartera su suerte, en el bolsillo izquierdo de mi blusa”. “El 17, día anunciado para el asalto, pensé hacer algunos apuntes; no lo hice, e hice muy bien. Ahora comienzo a servirme de él usando de esta primera página, que he escrito a las diez de la mañana del 21 de septiembre en el mismo campamento de que hice mención más arriba.
“Querida vieja. Septiembre 21 de 1866. – (Víspera de la batalla). La guerra es un juego de azar. Puede la fortuna sonreír, como abandonar al que se expone al plomo enemigo.
Si las visiones que nadie llama y que ellas solas vienen a adormecer las duras fatigas, dan la seguridad de la vida en el porvenir que ellas pintan; si halagadores presentimientos que atraen para más adelante: si la ambición de un destino brillante que yo me forjo, son bastantes para dar tranquilidad al ánimo, serenado por la santa misión de defender a su patria, yo tengo fe en mí, fe firme y perfecta en mi camino. ¿Qué es la fe? No puedo explicármelo; pero me basta.
Mas si lo que tengo por presentimientos son ilusiones destinadas a desvanecerse ante la metralla de Curupaití o de Humaitá, no sientas mi pérdida hasta el punto de sucumbir bajo la pesadumbre del dolor. Morir por su patria es vivir, es dar a nuestro nombre un brillo que nada borrará; nunca fue jamás más digna la mujer que cuando con estoica resignación envía a las batallas al hijo de sus entrañas.
Las madres argentinas transmitirán a las generaciones el legado de la abnegación y del sacrificio.
Pero dejemos aquí estas líneas que un exceso de cariño me hace suponer ser letras póstumas que te dirijo”.
Tal es el libro, tal la carta, tal el presentimiento, tal el fin. Estas ideas tristes lo asaltan un día antes del combate, como los fantasmas que vio Brutus la víspera de Farsalia. No quiso abrir el registro de su último pensamiento el 17, e hizo bien, dice, porque no era víspera de batalla. Todas las razones para él, pero no de gran peso para el corazón de una madre. Hay ostentación en sus seguridades, como para encubrir la segunda parte que es el objeto de la carta; pero si todo ello, porvenir, gloria, nombre brillante, fuesen ilusiones, que mal llama presentimientos, porque éstos sí que vienen sin que los llamen, entonces, consuela el dolor que ve venir, y se atrinchera en el deber, en el patriotismo, excitando a la madre a subir a tan altas regiones, porque, ¿presiente?... que esta carta llegará después de la muerte.
En esta misma página, en lugar de marcar la hora en que su batallón montará sobre las trincheras de Curupaití, con lápiz más negro, con la letra más grande y firme pulso, está escrito:
“Setiembre 22 de 1766.
Son las diez. Las balas de grueso calibre estallan sobre el batallón. ¡Salud, mi madre!”
En Washington recibieron los oficiales de la Legación Argentina la infausta nueva, que comunicaron con delicados intervalos y a dosis preventivas primero, hasta vaciar el amargo cáliz y mostrar las heces. ¿Qué decir de los dolores de entonces, veinte años después? Un contraste todavía más penoso el natural sufrimiento. Habían separádose, padre e hijo, en San Juan, para seguir cada uno su destino por rumbos opuestos. Con los años aquella movible fisonomía del púber de diecisiete años debió tomar los lineamientos del hombre adulto, hasta el retrato del Capitán con su pelo cortado a la “malcontent”, pero la imagen grabada en la memoria paterna era la del suave, la del tierno, la del alegre niño apenas adolescente que vio en San Juan; y cada vez que el dolor quería presentarle la imagen del capitán muerto en el campo de batalla, acaso mal o intempestivamente asistido por el escaso cuerpo médico, presentábasele la cara sonriente del festivo galán, echando hacia atrás por un movimiento de brioso corcel la espesa melena de cabellos que con el agacharse a fuerza de reír quería venírsele sobre los ojos. En el silencio de la noche, en las largas horas de insomnio, a veces creía oír la inextinguible risa del joven travieso, como desde el bufete la oía todos los días, en la pieza donde las niñas se reunían antes de comer, y les contaba las anécdotas del baile, las bromas y los dichos que amenazaban los salones o las reuniones públicas.
(…)
Tenía el robusto niño derecho a la vida por largo tiempo, y sus ilusiones de un porvenir brillante, su noble ambición de legítima y merecida gloria que buscaba, le hacían soñar en la prolongación de la existencia por la gratitud y veneración de sus semejantes.
(…)
¡Tantos otros con méritos ya reconocidos murieron por la patria, que no he de abstenerme de decir que yo lo empujaba por ese camino que conduce a la gloria, por sobre la muerte que detiene a los demás! No pudo dar el salto por ser demasiado joven, y cayó… simple mortal como los demás, aunque era de la piedra en que se tallan los héroes.
Tal es el motivo que ha inspirado escribir esta biografía, ¡ah! ¡Que no muera su memoria del todo ni tan pronto! Murió en la demanda de prolongarla.
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Manuel Belgrano y el "sepulcro de la tiranía" en Tucumán

Al año de triunfos y de expansión que siguió a mayo de 1810, sucedió en 1812 un período crítico, con la guerra en dos frentes, en el norte y en la Banda Oriental, sin mandos experimentados, sin ejércitos organizados, sin armamentos ni recursos. A comienzos de 1812, Manuel Belgrano fue designado al frente del Ejército del Norte, en reemplazo de Pueyrredón. Hacia fines de junio, en retirada, el ejército revolucionario evacuó Salta y Jujuy, cuando tuvo lugar el denominado “éxodo jujeño”. Instalado en Tucumán, Belgrano disponía de no más de mil seiscientos hombres, mientras el ejército realista bajaba ganando posiciones. 
Luego de un efímero triunfo en Las Piedras, actual provincia de Salta, a comienzos de septiembre, se produjo el espectacular triunfo en Tucumán, en el Campo de las Carreras. Alentado por los reclamos de la población tucumana, Belgrano había decidido desobedecer las órdenes impartidas desde Buenos Aires de disponer la retirada y mantuvo posición, esperando la batalla. La victoria fue decisiva. Días más tarde, Belgrano informaba al gobierno en Buenos Aires que se habían capturado siete cañones, tres banderas, un estandarte, cincuenta oficiales, cuatro capellanes, dos curas y seiscientos prisioneros, produciéndose además cuatrocientos muertos. También subrayaba la heroica participación de los hijos de Salta, Jujuy, Santiago del Estero y Tucumán.
Luego de la importante victoria, en la que también se destacó Manuel Dorrego, Belgrano se dedicó a instruir y armar a sus tropas, esta vez con la renuencia del recién constituido II Triunvirato, y avanzó hacia Salta, donde también derrotó a los realistas, ya en febrero de 1813, retomando el control de la región. Entonces, la Asamblea Constituyente premió a jefes y soldados y obsequió a Belgrano un sable con guarnición de oro y cuarenta mil pesos señalados en valor de fincas fiscales. Pero Belgrano respondió con abnegación y desinterés: el dinero –creía- degradaba la virtud y el talento entregado en defensa de la revolución.
Cuando a los pocos días de la decisiva victoria en Tucumán, Belgrano pasó informe al gobierno porteño de las razones de la victoria, aseguró que la retirada que se había ordenado desde Buenos Aires habría puesto en fuga al ejército, con la consecuente pérdida de recursos materiales y humanos, provocando ello una derrota humillante y hasta su segura captura. Así lo explicaba: “…en estas circunstancias que ya he reflexionado demasiado, que las he discutido con los oficiales de mayor crédito y conocimientos, no he hallado más que situarme en este punto y tratar de hacer una defensa honrosa, de la que acaso podemos lograr un resultado feliz, y si no es así, al menos habremos perdido en regla, y no por el desastre de la retirada”.
La victoria en Tucumán no resultó episódica. Todo lo contrario. En recuerdo de aquella gran batalla, traemos las palabras de Bartolomé Mitre quien, elogiando a Belgrano, aseguró que “en los campos de Tucumán se salvó no sólo la revolución argentina, sino que se aceleró, si es que no se salvó en ellos, la independencia de la América del Sur”. Como diría Belgrano, aquella jornada resultó determinante para el “sepulcro de la tiranía”.
Fuente: Bartolomé Mitre, Historia de Belgrano y la independencia argentina, Tomo 2, Buenos Aires, Félix Lajouane Editor, 1887, págs. 128-131.
El modesto vencedor de Tucumán renunció el título de Capitán General, y declinando el honor del triunfo, contestó al Gobierno con estas notables palabras, que manifiestan el equilibrio de su alma, inaccesible a la vanidad y a la envidia: “Sirvo a la patria sin otro objeto que el de verla constituida,  y este es el premio a que aspiro. V. E. tal vez ha creído que tengo un relevante mérito, y que he sido el héroe de la acción del 24. Hablando con verdad, en ella no he tenido más de general que mis disposiciones anteriores, y haber aprovechado el momento de mandar avanzar, habiendo sido todo lo demás obra de mi mayor general, de los jefes de división, de los oficiales, y de toda la tropa y paisanaje, en términos que a cada uno se le puede llamar el héroe del campo de las Carreras de Tucumán”.
Ganar una batalla como la de Tucumán, a cuyo éxito concurrieron por mitad las faltas del enemigo, es un accidente de la suerte variable de las armas, y no es la más alta gloria de un general; pero resolverse a hacer pie firme al enemigo con un puñado de hombres, después de una retirada de ochenta leguas; esperarle con cerca de la mitad menos de fuerza; dar la batalla contra sus instrucciones y las órdenes repetidas y perentorias de su gobierno, y luego, después del triunfo, rehusar la corona del triunfador y colocarla sencillamente sobre las sienes de sus compañeros de armas, y esto con sinceridad y sin ostentación, es un ejemplo de moderación de que la historia presenta pocos ejemplos.
Aunque la batalla de Tucumán, como queda manifestado, debióse más a las faltas del enemigo que a las combinaciones de Belgrano, y aunque el triunfo fue el resultado de un cúmulo de circunstancias imprevistas, supliendo la decisión de los jefes de cuerpo la falta del general en jefe en el momento decisivo, la resolución de combatir y la iniciativa de la batalla le corresponde exclusivamente, así como las dos maniobras atrevidas que introdujeron el desorden en las filas españolas, es decir, el avance del centro, y el ataque de la caballería de la derecha. Si separado de su infantería por un accidente, y con su caballería desorganizada, tocó a otros el honor de completar la victoria, encontrándose al fin vencedor cuando se creía vencido, esto, aunque disminuye su mérito, no menoscaba la gloria de haber ganado una batalla contra toda probabilidad, y contra la voluntad del Gobierno mismo, que le ordenaba retirarse a todo trance, aun cuando la fortuna se declarase por sus armas.
Pero lo que hace más gloriosa esta batalla fue, no tanto el heroísmo de las tropas y la resolución de su general, cuanto la inmensa influencia que tuvo en los destinos de la revolución americana. En Tucumán salvóse no sólo la revolución argentina, sino que puede decirse contribuyó de una manera muy directa y eficaz al triunfo de la independencia americana. Si Belgrano, obedeciendo las órdenes del Gobierno, se retira, las provincias del Norte se pierden para siempre, como se perdió el Alto Perú para la República Argentina. Posesionado el enemigo de Jujuy, Salta y Tucumán, podría haber levantado un ejército mayor que el que podía oponérsele, remontando su caballería con naturales de aquellas localidades, que tan dispuestos son para la guerra. Derrotado el ejército patriota, el camino hasta Santa Fe quedaba libre. El enemigo con su caballería remontada, reforzado por Goyeneche que podía disponer de 2.000 hombres más, y dueño de un vasto territorio,  habría puesto en campaña con el prestigio de la victoria, un ejército de seis a siete mil hombres, extendiendo sus conquistas hasta Córdoba, en momentos en que la opinión pública de las provincias estaba completamente desmoralizada. Las fuerzas revolucionarias reconcentradas sobre la margen occidental del Paraná (según las órdenes del Gobierno, que ya habían empezado a ejecutarse), se hubieran visto obligadas a abandonar la Banda Oriental, el Entre Ríos, Corrientes y Misiones, bajo los auspicios desconsoladores de una derrota. Es probable que entonces Buenos Aires hubiera puesto en campaña un ejército igual o mayor que el de Goyeneche; pero éste, de acuerdo con la plaza de Montevideo, que con el dominio que tenía de las aguas le era fácil desembarcar de 1.000 a 1.500 hombres de buenas tropas en cualquier punto del Paraná, podía en todo evento hacerse fuerte en Santa Fe, y circunscribir la revolución al solo territorio de Buenos Aires. Es probable que en tal situación los portugueses hubiesen roto el armisticio, cooperando con Goyeneche, según se lo habían ofrecido. Una batalla podía sólo resolver esta situación, pero podía decidir de la suerte de las provincias unidas, aunque más tarde se hubiesen levantado, como sucedió en otras partes de América; pero antes de tener lugar este acontecimiento, y por poco que la guerra se prolongara, Buenos Aires quedaba solo en la palestra revolucionaria.
Chile, cortadas sus comunicaciones con las provincias argentinas, habría sucumbido aislado, como sucumbió más tarde en condiciones más ventajosas a mediados de 1814. El triunfo de Salta, el paso de los Andes, las batallas de Maipú y Chacabuco, la expedición sobre Lima, el auxilio prestado por San Martín a Bolívar, no hubieren tenido lugar, o por lo menos se habrían retardado. Robustecido con él estos triunfos el Bajo Perú, centro de la reacción realista, irradiando su influencia al Sur y al Norte del continente americano, la gran lucha de propaganda externa por medio de la intervención armada, se postergaba para un tiempo indefinido. Bien que la emancipación del Nuevo Mundo fuera un hecho fatal, que tenía que cumplirse más tarde o más temprano, no puede desconocerse que derrotado el ejército patriota en Tucumán, la revolución argentina quedaba en grave peligro de ser sofocada por el momento, o por lo menos localizada en los estrechos límites de una provincia, privada de aquel gran poder de expansión que le hizo llevar sus banderas victoriosas hasta el Ecuador, dando origen a cuatro nuevas Repúblicas, que sin su concurso habrían continuado por largos años bajo la espada española. Y si se piensa que todas las revoluciones de la América del Sur fueron sofocadas casi a un mismo tiempo (1814-1815), menos la de las provincias unidas; y se medita que sofocada o circunscrita la revolución argentina, o simplemente paralizada en su acción externa, las expediciones sobre Montevideo, Chile, Lima, Alto Perú y Quito no habrían tenido lugar, fuerza será convenir también que en los campos de Tucumán se salvó no sólo la revolución argentina, sino que se aceleró, si es que no se salvó en ellos, la independencia de la América del Sur.
En presencia de estos grandes resultados, se ve que Belgrano hizo bien en desobedecer las órdenes de retirada, y arriesgar una batalla de dudoso resultado, puesto que el triunfo era la salvación, y la retirada importaba tanto como la derrota oscura del que sucumbe sin combatir.  
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Noticias

Un Picasso olvidado por 50 años

La obra “Mujer sentada con sombrero rojo” permaneció olvidada durante cincuenta años en el Museo Evansville de Indiana, Estados Unidos, sin que sus autoridades supieran quién era el autor. El olvido tuvo lugar por un error de catalogación, ya que al registrar la pintura se confundió el nombre de la técnica artística, Gemmaux, con el nombre del pintor. La obra, datada entre 1954 y 1956, fue donada en 1963 y saldrá a la venta a través de una casa de subastas en Nueva York, ya que el museo no puede afrontar los elevados costos para garantizar la seguridad de la obra, potencialmente muy valiosa.
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Hallan barco pirata del siglo XIX

La embarcación fue encontrada en las costas del Reino de  Tonga, frente a la isla de Foa, en Oceanía. Se cree que se trata del  Port-au-Prince, un barco corsario de bandera británica, que fue atacado por los guerreros locales en 1806 tras arribar a Tonga. La mayor parte de su tripulación fue masacrada por orden del rey Ulukalala Finau II, quien ordenó que el barco fuera hundido con todo su tesoro a bordo tras rescatar el hierro y los cañones de la nave. La bodega podría albergar cobre, plata, oro, así como candelabros de plata, bandejas de incienso, crucifijos y cálices.
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Leonardo da Vinci, a la izquierda de Jesús

Según el investigador británico Ross King, el maestro toscano se autorretrató en La última cena, y estaría representado en la figura del apóstol Tomás. El estudioso se basa en un poema de la época de un amigo de Da Vinci, Gaspare Visconti, quien, en sus versos, se reía de un artista que tenía la costumbre de autorretratarse en sus cuadros y que daba “su mímica y sus acciones” a sus personajes. Sucede que el gesto más frecuente para representar a Leonardo era el dedo apuntando, justo la postura de Tomás en La última cena. Para reforzar su hipótesis, King señala que el poema fue escrito en los mismos años en los que Leonardo terminó La última cena (1497-98). Lo cierto es que una niebla de misterio sigue cubriendo la vida, el arte y hasta el rostro del pintor florentino. King sostiene que Leonardo se autorretrató, en la Adoración de los Magos, de los Uffizi, y que su alumno Francesco Melzi le retrató, de perfil, cuando ya estaba mayor. Pero –asegura- no hay más rastros de sus rasgos.
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La mujer usaba corpiño en el siglo XIV

En un castillo de Austria fueron encontrados cuatro corpiños dentro de una cavidad en el suelo. Uno de ellos sorprendió a los arqueólogos por su similitud con la lencería del siglo XX. Este hallazgo da por tierra con la creencia de que el sostén moderno fue inventado después de los corsé. Los cuatro corpiños –que datan de entre los siglos XIV y XV- fueron hechos a mano en tela de lino y, a diferencia de los actuales, se abrochan por el costado. La arqueóloga Beatrix Nutz, de la Universidad de Innsbruck, descubrió que estos corpiños estaban pensados para minimizar las apariencias de los senos y no para destacar el contenido en todas las tallas, como los sostenes actuales.
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Comenzó la restauración del Coliseo Romano

La obra que se llevará a cabo en este emblemático símbolo de la ciudad y una de las siete maravillas del mundo demorará entre dos y tres años. Se proyecta implementar un nuevo sistema de iluminación y trasladar los servicios de taquillas, baños, cafetería y librería fuera del Coliseo, lo que permitirá recorrer un 25% más de superficie del anfiteatro. El Coliseo –inaugurado en el año 80 d. C.- se extiende sobre 3.500 metros cuadrados de superficie en el corazón del centro de la ciudad, a unos 400 metros del Circo Romano. En el anfiteatro combatían los gladiadores, se evocaban batallas famosas, dramas de la mitología clásica y espectáculos de caza mayor. Los trabajos de restauración serán financiados por el empresario Raniero Della Valle, propietario de la marca de zapatos y artículos de cuero Todd’s, quien adquirió los derechos para utilizar en exclusiva el logo con el célebre estadio en las operaciones comerciales de su marca.
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Difusión

Muestras

  • Se abrió la biblioteca y archivo personal de Raúl Scalabrini Ortiz. La Administración de Infraestructuras Ferroviarias Sociedad del Estado (ADIF S.E.), dependiente de la Secretaria de Transporte, abrió al público la biblioteca y archivo personal que perteneciera al firme defensor de la nacionalización de los ferrocarriles. Jorge Scalabrini Ortiz, hijo del pensador e historiador argentino, cedió el archivo de su padre a la Asociación Personal de Dirección de los Ferrocarriles Argentinos (APDFA) y este sindicato de personal técnico de los ferrocarriles cerró un convenio con la ADIF, que catalogó y se ocupará de preservar el material. La colección ha sido instalada en el predio de Retiro de la ADIF, frente a la plaza Fuerza Aérea Argentina, lugar en el cual Scalabrini Ortiz celebró el patriótico acontecimiento de la nacionalización de los ferrocarriles en 1948. Contacto: Biblioteca General: lunes a viernes de 12 a 16 horas; Biblioteca Ferroviaria: lunes a viernes de 13 a 17 horas. Avenida del Libertador Gral. San Martín 405, Retiro. Teléfonos: 4318-3343/3330.*
  • Manuel Belgrano - Fondos documentales del Archivo General de la Nación. Un proyecto del Archivo General de la Nación, con curaduría de la Lic. Magdalena Insausti. Se exhiben por primera vez al público en originales y gigantografías el Oficio de creación de la Bandera, los partes de las batallas de Salta y Tucumán, la creación de la Academia de Dibujo y las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma. El guión plantea un recorrido cronológico de la epopeya belgraniana transitado por documentos, cañones, fusiles, platería rioplatense, aperos, lanzas y peinetones. La participación de la mujer y de los indios se materializa a través de los documentos referidos a Juana Azurduy, primera Capitana del Ejército, y a la Declaración de la Independencia en idioma Aymará que recibe Manuel Belgrano. La muestra estará abierta al público hasta el 30 de diciembre de lunes a viernes de 11 a 17 hs, en la sede del Archivo General de la Nación, 25 de Mayo 263. Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Teléfono: 4339-0800 interno 71037. (info)*
  • Muchas voces, una historia. Argentina 1810-2010, una exposición permanente de la Casa del Bicentenario, que a través de una video-instalación, recorre la historia del país con imágenes y sonidos, intentando dar cuenta de las complejidades y ambigüedades del relato histórico, expresando la pluralidad de voces y perspectivas de la sociedad. Lugar: Riobamba 985; horarios: de martes a domingo y feriados de 14.00 a 21.00 hs. Ingreso permitido hasta 30 minutos antes del cierre. Entrada libre. (info)*
  • Los porteños vuelven a jugar y a divertirse con los juguetes de ayer. Muestra de los juguetes de la colección del Museo de la Ciudad. En el museo se podrán ver desde un auto de lata, trenes eléctricos, una colección de soldaditos de plomo hasta diminutas máquinas de coser fabricadas entre 1915 y 1960. Lugar: Defensa 219 / 223; horarios: lunes a domingo y feriados de 11 a 19 hs. Sábados, domingos y feriados de 15 a 19 hs. Entrada general: $1. Miércoles, gratis. Tel. : 4343-2123 / 4331-9855 (info)*
  • Museo Histórico Nacional. Se exhiben excelentes grabados, litografías, cuadros, imágenes religiosas y esculturas; banderas, estandartes, armas y uniformes de las guerras de la Independencia; muebles, relojes, partituras, instrumentos musicales y vajillas de las familias tradicionales del siglo XIX; recuerdos de la celebración del Centenario de la Revolución de Mayo, relicarios y miniaturas, daguerrotipos, fotos y tarjetas postales; aperos, ponchos, objetos de plata y prendas gauchas. Entre sus colecciones pictóricas resaltan los cuadros de José Gil de Castro; las pinturas de Cándido López, un valioso testimonio de la Guerra del Paraguay (1865-1870). También cuentan con los pianos y los forte pianos de la familia Escalada, de María Sánchez de Thompson y de Eduarda Mansilla. En el Museo puede visitarse la reproducción del dormitorio de José de San Martín en Boulogne-Sur-Mer (Francia), ambientado con objetos originales de acuerdo al bosquejo enviado por su nieta Josefa Balcarce. El archivo personal de Adolfo Carranza está abierto para los investigadores. Una valiosa biblioteca de alrededor de quince mil volúmenes, dedicada principalmente a la historia argentina y americana, puede ser consultada por el público general. Horario:
    De miércoles a domingo, de 11 a 18 hs. Los docentes que deseen visitar el Museo con sus alumnos deben enviar un correo electrónico a educacion@mhn.gov.ar. Dirección: Defensa 1600. Informes 4307-1182. (info)*
  • Museo Histórico Nacional del Cabildo y de la Revolución de Mayo. El museo cuenta con modernos sistemas interactivos de comunicación que favorecen la participación del público. Se puede acceder al balcón principal del edificio y visitar todas sus salas además de ver sus históricos túneles, a través de una cámara subterránea. Cuenta con dos pantallas que les permiten a los visitantes interactuar con la imagen del famoso cuadro del 22 de mayo y con un mapa con los puntos geográficos más importantes de la ciudad en los febriles días de la Revolución de Mayo. Dirección: Bolívar 65. Tel.: 4342-6729 y 4334-1782. Visitas guiadas: Miércoles y jueves a las 15.30; Viernes a las 15.30 (gratis); Sábados, domingos y feriados a las 12.30, 14 (gratis) y 15.30. Las visitas pagas incluyen un recorrido virtual en tiempo real de las construcciones subterráneas del Patio del Museo. Los establecimientos educativos deben solicitar turno a visitascabildo@cultura.gov.ar. Dirección: Bolívar 65. Informes: 4342-6729 y 4334-1782. (info)*
  • Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco. En su colección permanente se encuentra el patrimonio público de platería colonial sudamericana más importante de Iberoamérica. Su pinacoteca abarca desde la época colonial hasta el período independiente. También exhibe piezas de mobiliario de los S. XVIII y S. XIX, documentos, libros, ornamentos religiosos, grabados, cerámica, indumentaria civil y accesorios femeninos. El edificio, conocido como Palacio Noel, es un excelente exponente del movimiento neocolonial y posee hermosos jardines de inspiración española. Más información en info. Dirección: Suipacha 1422. Tel.: 4327- 0228. Horario: martes a viernes de 14 a 19 hs. Sábados, domingos y feriados de 12 a 19 hs. Lunes cerrado. Entrada general $1.*
  • El Museo Nacional de la Historia del Traje expone un recorrido por las diversas piezas de indumentaria. En sus salas se pueden ver colecciones como  la moda desde 1850-1915;  la moda en los años 20; trajes de baño (1890-1950); los 50's "Juventud y Rebeldía"; los 80's "Extravagantes y Glamorosos"; la moda infantil desde 1860 a 1960, etc. Dirección: Chile 832. Horarios: de martes a domingo de 15 a 19 hs. Visitas guiadas: sábados y domingos a las 17:00 hs. Informes: 4343-8427. (info)*
  • Museo Histórico de Buenos Aires Cornelio Saavedra, Sala Ricardo Zemboraín: Colección de platería urbana del Siglo XIX. Sala tertulias: Mobiliario, iconografía y artes decorativas correspondientes a la 1ª y 2ª mitad del Siglo XIX. Sala independencia: Testimonios del proceso que se inicia con la Invasiones Inglesas, la Revolución de Mayo y la Independencia Sudamericana. Confederación argentina: Aspectos políticos, sociales, y económicos de los gobiernos de Juan Manuel de Rosas. Lujos y vanidades femeninas del siglo XIX: Peinetones, alhajas, relojes, abanicos y otros accesorios de la moda femenina. Sala Leonie Matthis: La plaza de Mayo desde la fundación hasta el fin del Siglo XIX a través de las aguadas de la pintora francesa. Sala moda: Vestimenta masculina y femenina del Siglo XVIII y XIX. Emisiones, inflación y convertibilidad: La Economía Argentina a través de sus diferentes monedas. Sala de armas: Colección de armas de fuego y armas blancas. Sala Keen: Platería rural. Dirección: Crisólogo Larralde 6309. Horario: Martes a viernes de 9 a 18 hs. Sábados, domingos y feriados de 10 a 20 hs. Tel: 4572-0746 / 4574-1328. Visitas guiadas: sábados, domingos y feriados, 17 hs. (info)*
  • Música en Argentina. 200 años. Una mirada retrospectiva sobre las prácticas musicales de los argentinos, desde los pueblos originarios hasta la actualidad. La muestra da cuenta de la evolución y de los rasgos particulares de cada género musical, en el marco de un relato que despliega los procesos sociales, políticos y culturales que los acompañaron. Fotografías, archivos sonoros, audiovisuales, objetos, instrumentos, partituras originales, publicaciones específicas y obras de artistas visuales forman parte del recorrido que acerca a los visitantes un panorama amplio de la música en la Argentina, en el que se desarrollan distintos géneros como el folklore, el tango, la cumbia, la música académica y el rock, así como la música durante la colonia, la última dictadura, o la música de los pueblos originarios. Casa del Bicentenario. Dirección: Riobamba 985. Tel.: 4813-0301. Martes a domingos y feriados de 15 a 21 hs. Visitas guiadas: sábados 16:30 hs. (info)*
  • IV Feria del libro de temática peronista. 6, 7 y 8 de septiembre de 2012, de 14 a 21 hs. Más de 35 editoriales, presentación de libros de reciente edición. Organiza: Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón - Museo Evita. (Informes al 4807-0306 /9433. info)*

Cine

  • Nicaragua, el sueño de una generación. A más de 30 años del triunfo de la Revolución Popular Sandinista, un grupo de `internacionalistas` argentinos rememora su participación en aquella gesta latinoamericana. Para algunos la revolución sigue tan vigente como los primeros años, para otros s
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