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domingo, 8 de abril de 2012

Un instituto soviético pionero en microbiología


Hace meses nuestra Asociación dio a conocer la realidad de la investigación soviética en el mundo de la lucha contra las enfermedades, a través de canales alternativos al negocio de los antibióticos y remedios farmaceúticos. Hablamos de los crímenes perpetrados hacia el pueblo soviético, por parte del imperialismo, al serle negado el acceso durante los primeros años de la 2ª Guerra Mundial del descubrimiento de la penicilina. Ya por entonces los equipos de investigación soviéticos optaron por sus propias soluciones, los fagos (bacteriofagos).

El futuro de la sanidad mundial, no tenemos duda, pasa por los descubrimientos soviéticos de hace 80 años, y por la salida científica a los problemas actuales del poder de los monopolios farmacológicos. La forma soviética de entender la sanidad para toda la población, en contra del control por parte de la propiedad privada del uso y disfrute de los avances sociales, fue sin lugar a dudas durante 50 años la esperanza de medio planeta que luchaba contra el imperialismo de las multinacionales occidentales.

La URSS era un baluarte de los derechos de los trabajadores, especialmente en el acceso a la cultura, educación y sanidad. La única posibilidad para que la clase trabajadora no sea de nuevo esclavizada es la conquista por ella misma del socialismo que extirpe el actual sistema mundial de opresión imperialista.

Nuestro colaborador Juan Manuel Olarrieta Alberdi nos ha hecho llegar el presente artículo.


Por Esther Guarinos

A Henri Lemaitre le encantaban, ya de pequeño, las alturas por eso
decidió dedicarse a montar antenas en los tejados de las casas. Hasta
que un día resbaló y se cayó desde una altura de cinco pisos. Aunque
sobrevivió milagrosamente al accidente las consecuencias de este le
iban a perseguir durante cinco años. En una de sus numerosas
operaciones tras el accidente su herida en el pie se infectó con una
cepa multiresistente de la bacteria Staphylococcus aureus. Tras
numerosos intentos de atajar la infección con todos los antibióticos
posibles Henri Lemaitre tuvo que oír de los médicos que la infección
era imparable y que habría que amputar el pie. Hasta que el doctor
Dublanchet le habló de Tiflis.

En Tiflis, Georgia, se encuentra el Instituto Eliava que bien podría
llamarse el museo del bacteriófago. Un lugar que permite hacer un
viaje en el tiempo. Un lugar que es un monumento a la microbiología
clásica. Un lugar que supone una cura de humildad para nuestra
prepotente cultura occidental. Porque los ojos de occidente se giran
desde hace algunos años hacia este reducto del saber pidiendo ayuda.

Un poco de historia

Los bacteriófagos (también llamados fagos) son unos virus
especializados en infectar bacterias y que pueden ser virulentos o
latentes. Los virulentos tienen un ciclo de vida llamado lítico
mientras que los latentes tienen un ciclo de vida llamado lisogénico.
Los fagos virulentos utilizan la maquinaria celular de la bacteria
para reproducirse y finalmente, rompen la pared de la célula,
“matándola”, con el fin de liberar sus propias réplicas y continuar
infectando nuevas células bacterianas. Y en esta capacidad para
destruir las células bacterianas reside su interés terapéutico.

Los fagos virulentos se empezaron a utilizar a principios del siglo XX
como tratamiento contra las infecciones bacterianas. Félix D'Herelle,
del Instituto Pasteur en Paris, fue el primero que los aisló, acuñó el
término bacteriófago y vislumbró su uso en el tratamiento de las
infecciones bacterianas. En 1919, D'Herelle y sus colaboradores,
elaboraron una preparación de fagos para un niño de 12 años con una
disentería aguda. Tras consumir ellos mismos la preparación hasta 100
veces para asegurarse de su inocuidad, se la administraron al enfermo
que se repuso poco después.

En los años 30 se produjeron preparaciones de fagos, entre otros, en
el Instituto Pasteur e incluso empresas farmacéuticas como Eli Lilly
llegaron a comercializarlas.

Giorgi Eliava, tras pasar cinco años al lado de D'Herelle en Paris,
fundó en 1923 un centro de investigación bacteriológica en Tsibili,
entonces perteneciente a la Unión Soviética, y hoy a la república
independiente de Georgia.

En 1941 empezó a comercializarse la penicilina lo que relegó la
terapia con fagos al olvido en el Oeste. Mientras tanto, en la Unión
Soviética, aislada del resto del mundo, los fagos se siguieron
utilizando de manera rutinaria. Los soldados soviéticos, por ejemplo,
siempre llevaban consigo un preparado de fagos del Instituto Eliava
para tratar posibles infecciones de cólera, disentería o fiebre
tifoidea.

El Instituto Eliava llegó a dar entonces empleo a más de 1000
científicos que producían anualmente cientos de toneladas de fagos.
Pero con la desintegración de la Unión Soviética y la independencia de
Georgia en el año 1991 empezó el declive del Instituto por falta de
medios económicos.

Una segunda juventud

Ver imágenes de los laboratorios del edificio principal del Instituto
Eliava es como retraerse a los primeros tiempos de la historia de la
microbiología. Los fermentadores, las incubadoras, los tubos de
ensayo, los matraces, todo recuerda al equipamiento de los
laboratorios de hace varias décadas. Sin embargo en estos últimos años
el Instituto está viviendo una segunda juventud.

Ante la creciente amenaza de ataques con armas biológicas, el gobierno
de EE.UU y la OTAN han dotado de fondos al Instituto para que este
retome sus investigaciones sobre el ántrax que tuvieron que abandonar
tras la caída de la Unión Soviética por razones de seguridad
internacional tal y como explica Daria Vaisman en el artículo Studying
anthrax in a Soviet-era lab- with Western financing publicado en el
New York Times en 2007.

Pero otro problema mucho más acuciante ha motivado este renacimiento.
La aparición de cepas bacterianas multiresistentes que no responden al
tratamiento con ninguno de los antibióticos existentes ha hecho que
renazca el interés por los enemigos naturales de las bacterias: los
bacteriófagos. Y en eso el Instituto Eliava es, pese a su aspecto, el
centro puntero a nivel mundial.

En el Instituto Eliava se encierra un tesoro de valor incalculable;
una colección inmensa de fagos que se ha ido completando a lo largo de
décadas y que sigue enriqueciéndose cada vez que sus científicos
identifican una cepa nueva. Desgraciadamente los años de penuria
económica que siguieron a la caída de la Unión Soviética y la
inestabilidad política en Georgia causaron estragos en la colección.
Esta sufrió las consecuencias de la congelación durante las olas de
frío en las que el edificio carecía de calefacción, o de las olas de
calor cuando el edificio carecía de electricidad y los frigoríficos
donde se encontraba la colección no funcionaban.

Los empleados del instituto llegaron, en su desesperación, a intentar
rescatar la colección llevándose los tubos a sus propias casas.

Pero su única riqueza no es su inmensa colección sino su saber hacer.
Hay que tener presente que ha sido en el Instituto Eliava donde se ha
realizado la mayor aportación a nivel mundial en el desarrollo de
técnicas para el aislamiento, purificación, identificación y selección
de cepas de fagos. Además este lugar encierra ochenta años de
experiencia, conocimiento y pericia en la preparación y aplicación de
fagos para uso clínico. También han optimizado las preparaciones de
fagos según las diferentes vías de administración (tópica, oral,
rectal, inhalatoria o intravenosa). Estas preparaciones pueden
consistir en una sola cepa de fagos o en una mezcla de varias según
las necesidades. Una de sus preparaciones más importantes es la de un
fago altamente virulento contra cepas multiresistentes de
Staphylococcus aureus con una eficacia de entre el 80 y el 95%. Estas
cepas multiresistentes de S. aureus son actualmente responsables de la
muerte de miles de personas cada año debido a sepsis e infecciones
crónicas, y también de numerosas amputaciones forzosas.

En 2003 los científicos del Instituto Eliava decidieron crear una
compañía llamada Phage Therapy Center que fue adquirida posteriormente
por una compañía americana llamada "Phage International". Esta
compañía abrió las puertas de una clínica en Tiflis en el año 2005. En
la clínica, una vez que se ha identificado la bacteria causante de la
infección en el paciente, se selecciona el fago apropiado en su
colección. Si el fago adecuado no se encuentra en su colección, se
intenta identificar un nuevo fago que pueda acabar con esa bacteria.

Y entonces surge la pregunta de, si esto puede hacerse en Georgia,
¿por qué no puede hacerse esto mismo en Europa, Estados Unidos o
Australia donde las infecciones causadas por cepas bacterianas
multiresistentes a antibióticos están acabando cada año con la vida de
miles de personas?

Las dudas del resto del mundo

Pese a los resultados obtenidos en el Instituto Eliava durante décadas
todavía reina cierto escepticismo respecto a la utilización de los
fagos como tratamiento bactericida. Existen múltiples razones para
ello.

Por un lado reina todavía cierta desconfianza respecto a la validez de
los resultados obtenidos en la terapia con fagos. Los trabajos
realizados en la antigua Unión Soviética no están avalados por
publicaciones en revistas internacionales sino que quedaron relegados
a publicaciones en ruso sin ningún impacto en el resto del mundo tanto
por razones de idioma como políticas. Además estos trabajos nunca han
cumplido los estándares de un ensayo clínico tal y como se entiende en
el mundo occidental.

Por otro lado existen consideraciones de tipo económico. Las
preparaciones de fagos producidas a escala industrial no prometen
grandes beneficios a las compañías farmacéuticas ya que no existen
muchas perspectivas de patentar con éxito alguna de estas
preparaciones.

Por último la aceptación de esta terapia en el mundo occidental
necesitaría el visto bueno de las agencias del medicamento
competentes, lo que supone una inversión considerable de tiempo y
dinero en ensayos clínicos. Este procedimiento debería además
repetirse con cada una de las nuevas cepas de fagos que se fueran
identificando para cada una de las nuevas cepas de bacterias. Esto
supone un sistema continuo de control que se antoja caro, largo y
complicado.

Sin embargo existen compañías que están convencidas de que la
inversión a largo plazo será rentable porque se está llegando a un
callejón sin salida en el que los fagos no van a ser una opción
“exótica” sino una auténtica necesidad. Cada vez aparecen más cepas
bacterianas multiresistentes y cada año aumenta el número de víctimas
mortales por estas cepas. Mientras tanto no hay perspectivas de nuevos
antibióticos en el mercado en los próximos años. En el artículo
"Trends in antimicrobial drug development: implications for the
future" publicado en el año 2004 en la revista "Clinical Infection
Diseases" se analizaron los programas de Investigación y Desarrollo de
las 15 compañías farmacéuticas que lideran el mercado y se comprobó
que solo se estaban desarrollando cinco agentes antibacterianos de los
cuales ninguno representaba una clase nueva de antibióticos. No parece
que la situación haya mejorado desde entonces con lo cual no hay que
contar con nuevos antibióticos en un plazo de tiempo razonable. Los
fagos pueden ser por lo tanto la salvación.

El renacimiento de los fagos

Una serie de empresas de biotecnología en todo el mundo apuesta por el
renacimiento de los fagos. Los primeros pasos en el uso de los fagos
como arma bactericida ya se han dado en el tratamiento de infecciones
alimentarias.

En el año 2006 la Food and Drug Administration (FDA) anunció que había
aprobado dos preparaciones de fagos (los productos LMP-102 y Listex
P100) contra la bacteria Listeria monocytogenes para su uso en
productos cárnicos y lácteos. En el año 2011 se aprobó EcoshieldTM,
una preparación de fagos contra la bacteria Escherichia coli O157:H7,
también responsable de peligrosas intoxicaciones alimentarias, para su
uso en productos cárnicos. También en 2011 se aprobó el uso de
Agriphage CMM, una preparación de fagos contra la bacteria Xanthomonas
campestris responsable del chancro del tomate.

Además algunas compañías ya han identificado el potencial de mercado
que supone la incidencia de cepas de S. aureus multiresistentes.
Algunas empresas han desarrollado productos a base de fagos que ya se
encuentran en la fase de ensayos clínicos. La estrategia de estas
compañías es la de “prevenir mejor que curar” ya que se ha comprobado
que la presencia de S. aureus en la cavidad nasal es un factor de
riesgo de infecciones con esta bacteria tras una operación. Por ello
se está convirtiendo en rutina desarrollar un test preliminar en
aquellos pacientes que vayan a someterse a una operación con el fin de
detectar la presencia de dicha bacteria en su cavidad nasal. Si este
da positivo, entonces se utilizaría un spray nasal a base de fagos
para eliminarla y reducir así el riesgo de infección postoperatoria.
Este modo de administración (inhalación) requiere menos controles que
una vía de administración intravenosa para su visto bueno con lo cual
se espera acelerar el proceso de aprobación por las agencias médicas
responsables.

Tampoco hay que olvidar que, en ciertos aspectos, los fagos son
incluso más ventajosos que los propios antibióticos. Por un lado los
fagos son bactericidas mucho más específicos ya que cada tipo de fago
solo “mata” una cepa de bacteria. Así que, mientras que los
antibióticos tienen un espectro mucho más amplio y destruyen el resto
de la flora bacteriana, los fagos no son dañinos para ésta.

Además los fagos, a diferencia de los antibióticos, carecen de efectos
secundarios y no desencadenan reacciones alérgicas. Por último los
fagos se replican de manera exponencial si encuentran su bacteria
diana con lo cual se reduce el número de aplicaciones necesarias.
Existe incluso evidencia de que los fagos son capaces de penetrar
tejidos poco vascularizados en incluso atravesar la barrera
hematoencefálica en el cerebro, cosa que no ocurre con los
antibióticos.

De hecho los fagos son especialmente interesantes en determinadas
situaciones tal y explica Betty Kutter, catedrática de microbiología y
especialista en bacteriófagos, en el artículo My enemy’s enemy is my
friend en la revista The Lancet en 2004. La aplicación tópica de fagos
en heridas ulceradas es especialmente eficaz porque los fagos infectan
las bacterias en la superficie de la herida y van luego
reproduciéndose desplazándose más profundamente mientras sigan
habiendo bacterias en la herida. Sin embargo, cuando se aplican los
antibióticos por vía tópica, la concentración de estos disminuye en
profundidad y, si se aplican por vía oral, los antibióticos no tienen
ningún efecto porque estas heridas se encuentran normalmente poco
vascularizadas.

En el Instituto Eliava, conscientes de las ventajas que presentan los
fagos, han diseñado un producto denominado PhagoBioDerm para curar las
infecciones bacterianas que se producen en las quemaduras. Se trata de
una matriz de polímero embebida en una mezcla de bacteriófagos con
actividad lítica frente a Staphylococcus aureus, Pseudomonas
aeruginosa, Escherichia coli, Streptococcus y Proteus. Esta matriz se
ha utilizado con éxito en el tratamiento de pacientes con quemaduras
infectadas por cepas de S. aureus multiresistentes que no respondieron
a ningún tratamiento con antibióticos.

El doctor Dublanchet se desplazó a Tiflis para intentar ayudar a Henri
Lemaitre. Viajó hasta allí con una muestra de la cepa de S. aureus
multiresistente que estaba literalmente devorando el pie de Henri.
Durante su estancia de un par días en Tiflis los investigadores del
Instituto identificaron un fago en su colección capaz de acabar con la
cepa de S. aureus multiresistente responsable de la infección. El
doctor Dublanchet introdujo a su vuelta las preparaciones de fagos de
contrabando en Francia y se ofreció a aplicárselas a Henri. Tras un
par de aplicaciones la herida se curó y se pudo evitar la amputación.

Así que, mientras que en el resto del mundo, los investigadores se
pelean sobre la utilidad terapéutica de los fagos, y las compañías
farmacéuticas no confían en su rentabilidad, a miles de pacientes
desahuciados como Henri, sobre los que planea la amenaza de una
amputación o incluso de la muerte, solo les queda Tiflis.

Esto no solo representa una última esperanza para estos pacientes sino
también un reconocimiento internacional merecido para aquellos que han
conseguido tanto con tan poco.

Esther Guarinos, doctora en Biología Molecular por la Universidad
Autónoma de Madrid
Amazings, 6 de abril de 2012
http://amazings.es/2012/04/06/un-as-en-la-manga-los-fagos-de-tiflis/

(A la autora sólo se le ha olvidado un pequeño detalle: el Instituto
Eliava fue promovido e inaugurado por Stalin en persona)

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