SEPTIEMBRE DEL 2011

Cuando pasen los años quizá alguien diga: “No olvidaré aquel septiembre”, aquel septiembre del 2011 cuando nuestras selecciones de fut clasificaron, cuando nuestra selección de futbol de playa quedó en un historico cuarto lugar a nivel mundial, cuando ganamos el Codicader, cuando la empresa privada abrió un tanto la bolsa para festejar a nuestros jugadores del mar, cuando todo salvadoreño digno se sintió orgulloso de ser salvadoreño.

Siempre me he sentido y me sentiré toda la vida orgulloso de ser salvadoreño. No me importa que digan que somos pobres, deforestados, el país más violento de América, marero o lo que sea, abúlico y anómico, yo seré siempre el salvadoreño que soy, amante de la paz y la justicia social y un trabajador objetivo y permanente por traer mejoras a nuestro pueblo.

Me siento orgulloso de ser campesino de cuna humilde, me siento orgulloso de ser poeta, cuentista, dramaturgo, lingüista, de haber estudiado en la escuelita de mi pueblo y en universidades que por grandes fue poco lo que me enseñaron, soy con orgullo el producto de la sapiencia natural de mi pueblo, él es quien me ha enseñado que no se puede ser humano, que no nos podemos llamar hombres si no somos luchadores por la libertad y la justicia social.

Que nadie me diga que mis hermanas son putas por mal vender la flor de su vientre en los muladares citadinos o que los niños tragallamas son vagos, les contesto que son nuestras hermanas y nuestros niños abatidos por la maldita vorágine del sistema.

Aquel septiembre me enseñó que si el río se estanca pierde fuerza y pierde vida y que el ostracismo humano lleva a lo mismo, aquel septiembre me empuja todas las horas de mi vida a luchar por no ver los cuadros de terror que como sombras noctambulas atacan la vida de nuestra nación.

No se puede ser humano aunque nos perfumemos y nos vistamos a diario de gala, si no somos capaces de percibir el dolor y las necesidades de los demás y no pongamos lo que somos para ayudar en la medida de nuestras posibilidades a resolver el problema nacional.

Soy un hombre de izquierda y me siento feliz de ello, feliz de que el pueblo tenga su partido que lucha por los intereses de los más desposeídos y que muy a pesar de los vaivenes de la marejada política el partido representa el sueño del pueblo, la utopía centenaria por una patria mejor que ya se vuelve realidad.

Por ello me siento orgulloso de ser salvadoreño, no lo sentiría si no luchara a diario contra las tentaciones espejistas que nos llevan a desunirnos. Se bien que por muchos defectos que tengamos los militan

tes del partido del pueblo nos respetamos y por qué no decirlo: “nos amamos”.

Se salvadoreño es ser eso, llevar en nuestra conciencia la llama que llevó a Anastasio Aquino, a Farabundo Martí y a este heroico pueblo a luchar irreverente e incondicionalmente por nuestra libertad y la justicia social para todos y todas y sentirse feliz y orgulloso de ser de los guanacos hijos de puta de Roque Dalton.