El niño veía la puerta siempre cerrada y fue creciendo con el deseo de abrirla. Grandes candados y feroces perros la cuidaban desde el interior y tenía alarmas que chillaban al primer contacto como ambulancias siguiendo muertos.
El viejo filósofo se aparecía continuamente en sus sueños como marcándole la senda que debería seguir para abrir la puerta. Le decía que confiara en él, que era uno de sus antecesores de cinco generaciones atrás y que durante su tiempo con todos los intentos no pudieron abrirla. Le contó cuantos habían muerto en las intentonas y que ahora en este tiempo o sea tu tiempo debe estar aun más fortificada. Le ordenaba y no pedía, sino que le ordenaba, que fuera lo mas secretivo y cuidadoso ya que lo que había detrás de la puerta era lo ignorado. Teme siempre a lo ignorado. Conoce a tu enemigo. El escenario del sueño era casi siempre el mismo: una gruesa foresta de árboles centenarios entre la bruma de la montaña, ahí se le aparecía constantemente y era algo así como si el niño soñara despierto, era algo constante que llevaba al niño a romper los límites entre la conciencia y lo inconsciente, entre la realidad y lo metafísico, entre la verdad sintética y la analítica, de tal manera que se fue acostumbrando a soñar despierto y a seguir las enseñanzas de los sueños. Una vez el anciano a quien el niño llamaba abuelo le dijo: hijo,
sólo aquellos que luchan por la libertad son dignos de ella.
El niño a muy temprana edad fue desarrollando un juicio de razonamiento y análisis lógico de las diferentes situaciones de la vida y comenzó a pensar que detrás de aquella puerta se escondía toda la maldad del mundo y que la única forma de abrirla era destruyendo de una vez por todas aquella puerta de ignominia. Su corazón le decía que detrás de aquella maldita puerta estaban los campos de concentración y todo los males sociales creados por la propiedad privada a través de la historia humana y que era necesario saber cuántos perros habían y cuántos guardianes del mal resguardaban la puerta de la injusticia para poder no sólo abrir la puerta o destruirla, sino liquidar a los perros guardianes y liberar los campos de concentración. Cuando les conté a mis amigos sobre mis sueños me dijeron que ellos habían tenido los mismos y que es más, el hecho de que yo se les comunicara obedecía al mismo plan onírico de juntar todas nuestras fuerzas y obedeciendo a un plan definido derribar para siempre la maldita puerta.
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