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lunes, 11 de abril de 2011

Irlanda y Gran Bretaña, a la espera de lo peor



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Larry Elliott
Irlanda, hacia una segura suspensión de pagos: endilgar a los irlandeses deudas aun más impagables de los bancos es injusto hasta lo grotesco y económicamente estúpido.

Continúa la triste saga de los bancos irlandeses. El gobierno ha reconocido que cuatro de las entidades crediticias necesitarían 24.000 millones de libras para evitar un rendimiento económico peor-de-lo-esperado, y es probable que hasta esa suma colosal se acabe quedando corta.
Se desprenden cuatro grandes conclusiones de este anuncio. La primera es que parece seguro que Irlanda acabará en impago en algún momento de los próximos dos años. Al nacionalizar las pérdidas acumuladas por los bancos como resultado de sus absurdos préstamos durante el período de máximo auge inmobiliario, el gobierno irlandés está sobrecargando a los irlandeses con un gravamen de deudas impagables.


Esto no sólo es algo grotescamente injusto sino también económicamente estúpido, puesto que ha tenido como resultado que el gobierno irlandés haya impuesto un paquete de medidas de austeridad detrás de otro en una batalla cuesta arriba para poner su casa fiscalmente en orden.
Eso, a su vez, ha hecho renquear a la economía irlandesa, haciéndole más difícil al país generar el crecimiento sin el cual no se puede hacer nunca limpia del desbarajuste financiero. Así pues, mientras que el llamado corte de pelo de los tenedores de deuda de los bancos irlandeses en el sector privado sería impopular en el resto de la Unión Europea, la única alternativa consiste en que la depresión de Irlanda – que ha durado ya tres años – se extienda a un futuro prolongado.
La segunda conclusión es que el esfuerzo realmente impresionante de Irlanda por cavar para salir del pozo se ve en peligro a causa de la incapacidad, incluso ahora, de aclarar cómo de mal están las cosas. Irlanda tiene un robusto sector exportador que se ha desempeñado bien en los últimos dos años, contribuyendo a compensar el derrumbe de la economía interna. De conseguir un arranque limpio, Irlanda tiene potencial para explotar la recuperación de la demanda global desde las honduras de la recesión de hace dos años. Pero este proceso será más lento y débil si la crisis bancaria continúa actuando de freno de la economía.
La tercera conclusión se aplica tanto a las economías que se debaten en la eurozona como a Irlanda, y es que el precio de reequilibrar la economía dentro de una unión monetaria resulta elevado. Irlanda se ha vuelto más competitiva impulsando al alza el desempleo, recortando el gasto público y rebajando los salarios. Sin la posibilidad de devaluar su moneda, ha utilizado la única arma aparte disponible para ponerle precio a sus artículos en los mercados mundiales: la deflación. Otras naciones débiles de la eurozona tienen sectores exportadores menos efervescentes que el de Irlanda, de modo que se enfrentan a una tarea todavía más dura para ser competitivas.
Lo cual nos lleva a la cuarta conclusión: la crisis de la eurozona dista de haber concluido. Parece probable que Portugal sea el siguiente en la cola en sufrir un rescate, puesto que ha reconocido que no ha conseguido cumplir con sus objetivos de reducción del déficit. Después de Portugal, el centro de atención se dirigirá a España, un país demasiado grande para caer y demasiado grande para rescatarlo. ¿Qué significa todo esto? Significa que la cuestión de la suspensión de pagos no se va a desvanecer, sea lo que deseen los responsable de la política de la UE. Y en ese momento, si no antes, habrá especulaciones respecto a si la unión monetaria puede sobrevivir o no en su actual forma a esta crisis.
Gran Bretaña: ¿Sirve Osborne para gestionar la economía o para llevarla a la ruina?
George Osborne espera que la 'austeridad en expansión' salve la economía del Reino Unido, lo que significa que las cosas se van a poner pero que mucho peor para los hogares corrientes.
Al decir de todo el mundo, Clement Attlee [primer ministro laborista de la postguerra] se comportaba con brusquedad en su época de primer ministro. No era de los que se andaban por las ramas y en cierta ocasión llamó a un subsecretario y le advirtió de que iba a ser despedido. Un tanto atónito, el subsecretario preguntó: "¿Por qué? "Incapacidad para el puesto", fue la respuesta en cuatro palabras de Attlee.
Este gobierno lleva en el poder casi un año y he aquí una lista de sus logros hasta el momento. El desempleo, que iba a la baja hace un año, está hoy subiendo. Los salarios reales cayeron por primera vez desde 1981 y van camino de caer de nuevo este año. La confianza de los consumidores se ha desplomado a los niveles vistos en lo más hondo de la depresión. Los minoristas de la Calle Mayor están mandando mensajes de aviso sobre sus beneficios. Y para colmo de males, el gobierno se ha visto obligado a revisar sus previsiones relativas al déficirt presupuestario.
De modo que la pregunta que se habría hecho Attlee sería esta: ¿sirve este gobierno para ocuparse de la economía o se trata simplemente de que es "incapaz para el puesto"?
Vamos a ser todo lo justos que podamos con la coalición, por tentador que sea especular que si Keynes viviera, andaría hoy redactando una nueva obra titulada "Las consecuencias económicas del señor Osborne" [ministro de Economía del gobierno británico]. Los laboristas legaron a la coalición una economía terriblemente enferma que se mantenía viva sólo gracias a un cocktail de drogas extremadamente fuertes. Plagada de deudas, desequilibrada, excesivamente dependiente del gasto público en muchas regiones: todas estas críticas de los ministros son ciertas. La brutal realidad es que no hay modo indoloro de salir de este desastre.
Resulta, no obstante, razonable preguntar si las medidas políticas del gobierno no están poniendo las cosas peor de lo que hace falta que estén. Osborne insiste en que Gran Bretaña gozará de lo que él denomina "austeridad expansiva" porque saber que el gobierno se está haciendo con las finanzas públicas creará confianza y animará el gasto privado que compensará los recortes de gasto público.
Esta teoría se atiene a una política fiscal más estricta (subidas de impuestos y recortes de gasto) permitiendo que la política monetaria (las tasas de interés y el tipo de cambio) sigan siendo flexibles. Los costes de los préstamos baratos llevan a mayores inversiones, en tanto una libra baja estimula las exportaciones, lo cual conduce a su vez a un reequilibrio de la economía.
Hay una respuesta teórica y empírica a la idea de austeridad expansiva. La refutación teórica es que una política fiscal más estricta no puede llevar más que a una política monetaria más flexible si la política monetaria empieza por ser estricta.
Debatiéndose
Si la política monetaria es ya ultraflexible – como lo era cuando la coalición llegó al poder – hay poco margen para una mayor flexibilidad, y por tanto cualquier intento de una política fiscal más estricta conduce a una demanda agregada más reducida en la economía.
El argumento empírico en contra de la austeridad expansiva es que no parece estar funcionando en Gran Bretaña (ni en ninguno de los países que se debaten en la eurozona), mientras que la expansión fiscal al viejo estilo parece que ha dado con el truco en los EE. UU.
Peso a los dos años en que la tasa bancaria ha estado congelada en el 0.5%, hay una señalada resistencia a solicitar préstamos. La demanda de hipotecas está en la mitad de los niveles vistos en los diez años anteriores a la crisis financiera, y los préstamos a empresas tampoco levantan cabeza.
La política monetaria, dicho de otro modo, se está demostrando mucho menos efectiva a la hora de darle la vuelta a la economía, lo que tal vez resulta poco sorprendente, dado el enorme choque sufrido por el sector financiero entre 2007 y 2009.
¿Dónde está la evidencia de la austeridad expansiva? No en las cifras de la balanza de pagos, que están empeorando, no mejorando. Ni en la calle principal, donde los consumidores tendrían que ver aumentar sus salaros en un 6% que compensara el incremento de precios y las subidas de impuestos del año pasado. Ni tampoco en el sector empresarial, en el que bajó la inversión en los últimos tres meses del año pasado.
Hay que reconocer, por supuesto, que sería toda una jugada un chirriante giro en redondo. Casi seguro que los mercados financieros quedarían aterrados, y exigirían un precio más elevado para comprar los bonos del gobierno británico. Es triste, pero es lo que pasa cuando caes en el fetichismo de la reducción del déficit y exageras el riesgo de una crisis de la deuda soberana.
Por eso, estamos atrapados en lo que lo hemos conseguidos llegados a este punto – como con la pertenencia al mecanismo del tipo de interés (ERM) – cuando queda claro que el status quo se hace insostenible. Entonces, y no antes, aparecerá un Plan B.
En este momento de la obra, por tanto, es donde nos encontramos. La política económica del gobierno no está funcionando. Aunque las cosas siguieran el curso dictado por el manual de Osborne, habrá un par de años terriblemente sombríos para los hogares, que seguirán viendo sus ingresos restringidos, subidas de impuestos y recortes de prestaciones. Después de aumentar un insignificante 0,8% el año pasado, se espera que el consumo doméstico crezca un 0.6% en 2011 y un 1,3% en 2012.
Se espera que para 2015 el crecimiento del consumo doméstico se incremente en un 2.3%, pero sólo porque se asume que se financiará con deuda extra. Enterrada en la letra pequeña de las previsiones de presupuesto de la Oficina de Responabilidad Presupuestaria estaba la proyección de que la deuda de los hogares aumentará de 1 billón 560.000. millones de libras en 2010 (160% de los ingresos de los hogares) a 2 billones 126.000 millones de libras en 2015 (175% de los ingresos).
Mala intención
Osborne, muy correctamente, ha afirmado que Gran Bretaña mantuvo una excesiva dependencia de la deuda privada durante los años de la burbuja. Durante la recesión, el gobierno infló su gasto público y la deuda privada se convirtió en deuda pública.
La deuda pública va ahora a convertirse una vez más en deuda privada, lo cual parece una cura bastante sospechosa, aun asumiendo que el sector privado esté dispuesto a cargarse de más deuda. Si los hogares aumentan su ahorro, preocupados por las perspectivas, la economía se estrellará en un choque tremebundo.
Hay que esperar que no sea esto lo que suceda, pues el coste humano de un segundo bajón será más elevado que el de 2008-09. Entonces el gobierno invirtió mucho dinero en dar entidad a Jobcentre Plus [centros de recolocación laboral] para que volvieran a trabajar los desempleados. Salió caro, pero fue un éxito. Pese a un episodio de caída de la producción del 6% entre principios de 2008 y finales de 2009, el aumento del desempleo fue menor que el de la recesión de 1990-92, cuando la economía se contrajo en poco más de un 1%.
Un éthos distinto parece motivar a la actual administración. Este diario informaba el sábado de que se confunde con engaños a los demandantes de empleo más vulnerables para que pierdan sus prestaciones por parte del personal con instrucciones para cumplir con las metas de reducción de la factura de bienestar social. Si es verdad esto, eso sugiere que el gobierno no sólo es incompetente en lo económico sino malintencionado, para más inri. En un terreno donde no falta qué escoger, ésta figuraría como la medida más repugnante introducida por la coalición hasta el momento.
Larry Elliott dirige la sección de economía del diario británico The Guardian y es coautor, junto a Dan Atkinson, de The Gods That Failed: How the Financial Elite Have Gambled Away Our Futures (Vintage) [Divinidades fallidas: Cómo la élite financiera se ha jugado nuestro futuro].
Traducción: Lucas Antón para: www.sinpermiso.info

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