Ay Poncianito! Ni siquiera te conozco, pero me gustaría conocerte físicamente para pegarte una aporreada y dejarte como gallo de granja mayor, todo vergueado.
Eres el Monje más malvado que la naturaleza haya parido y ni siquiera creo que hayas tenido madre, sino que algún fenómeno telúrico te trajo a la tierra y fuimos nosotras las dichosas que hayas venido como meteorito a caer ensartado en nuestras vidas.
Monje o Diablo, Diablo o Monje, Ángel o Espíritu Maligno cualesquiera de esas cosas puedes ser, pero no las dos a la vez, pero también sé, que ni tú mismo lo sabes, eres ante todo binario y cuántico, material o metafísico ni tú mismo lo sabes, ni lo quiero saber yo.
Eres un malvado despiadado, te has metido en mi pobre alma como una espina que punza en mis tejido de forma permanente, estoy locamente enamorada de ti y no lo pensaría dos veces en exterminar tu existencia y lo peor, eres tan majariche zonchiche, que publicas que nunca has sido esposo de nadie porque nunca te has casado y que sigues enamorado de todas la mujeres de la tierra y de los cielos,
Vaya Que malvado descarado! De cuáles cielos, si eres más ateo que dios porque él sabe que no existe y por lo tanto no se quiebra la mente en cosas epistemológicas u ontológicas. Las nada existe; pero no sabe que existe.
Te sueño Ángel de la Nocturnidad, te has convertido en mi mito erótico y cualquier día de éstos me presentaré en tu refugio para quebrarte los huesitos de lagartija y que hagas trizas mis plumas de calandria en celo permanente.
Te estoy amando, cadejo de la media noche, estoy más que enculada de ti, garañón luctuoso de mi vida, se que contigo vamos a celebrar alboradas polveras interminables y produciremos temporales sexuales diluviantes que fertilizarán estos páramos de indiferencias placenteras.
Ven a mí, fenómeno lácteo, ven a humedecer mi zacatal cuasi marchito, ven a poblarme de tu vida interminable, de tu fuerza volcánica en perenne erupción, pájaro de mi ensueño, eros trashumante, látigo de interminable placer y locura.
A mi Poncianito, quisiera amanecer contigo en esos lugares de húmedo ensueño por donde tu destino te arrastra, compartir las noches tirada en la grama mirando las estrellas, o sintiéndote encima de mí como potro chúcaro en celo ad infinitum, gritar de placer como diosa emancipada de tanta mierda social, ser libre como tú, que haces y dices lo que te manda el destino, ser irreverente hasta después de la muerte dándole sentido a la verdadera existencia.
Dime donde pernoctas, alción de aguas lácteas, dime donde encontrarte pájaro amanecido, me tienes como brazal encendido por siempre, te has metido en mi carne y vives en mi mente, soy tuya desde antes, y tuya para siempre.
Eres toda mi vida
Aquí espera siempre
tu rosa humedecida.
María Ponciana Montarás Aguascalientes
Tu Eterna Enamorada
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