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Tegucigalpa, MDC. 22 Noviembre 2010. El Subcoordinador general del Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP), Juan Barahona, valoró, este día, que “la llegada de este señor, no es más que una ofensa a la soberanía de nuestro pueblo, a la dignidad del pueblo hondureño”, en alusión a la visita a Honduras del ex presidente colombiano, Álvaro Uribe Vélez.
“Queda claro que los golpistas están dando un reconocimiento a los que han apoyado el Golpe de Estado; y es una contradicción [del régimen], porque en Honduras se dice que se está luchando contra el narcotráfico, pero se está reconociendo a un narcotraficante, según datos desclasificados de la CIA”, planteó Barahona en declaraciones a medios.
“Cómo es posible eso, por qué se le da un reconocimiento a alguien que ha apoyado el narcotráfico; y, sobre todo, un sanguinario que ha asesinado gente en Colombina y que hoy se le da un reconocimiento porque está apoyando a la Policía Nacional con entrenadores colombianos, criminales, enseñándoles cómo torturar, cómo capturar y cómo ejecutar”, cuestionó.
Barahona reafirmó que, “Por eso condenamos, rechazamos la presencia de ese señor ofensiva la dignidad del pueblo hondureño”.
“Viene la colombianización de la sociedad hondureña, hay que asesinar a todo lo que se oponga, hay que eliminar la oposición y todo lo que se mueva del movimiento social. Esa es la política colombiana y están convirtiendo a Honduras en la Colombia en Centro América”, según vislumbra Barahona.
Recalcó que el reconocimiento a Uribe Vélez en el Congreso Nacional es por haber entrenado a esta Policía, entrenado sicarios, “y ya los frutos se están viendo”.
“Condenamos esa política de represión, política de muerte contra la que luchamos, en contra de toda política sanguinaria”, reiteró Barahona.
2.
"Esta claro que si Hitler resucitara, el honorable Congreso Nacional de Honduras también lo condecoraría."
El arribo a Honduras de Alvaro Uribe y la recepción como héroe brindada por el actual gobierno, señala una vez más la actitud del continuismo al golpe de Estado que existe por parte de la administración de Pepe Lobo.
En el año 2004, la revista estadounidense Newsweek publicó un articulo donde señalaba que en el año 1991 el Departamento de Defensa consideraba a Alvaro Uribe como parte del Cartel de Medellín (1). Las acusaciones en referencia a la participación de Uribe en el fenómeno del narcotráfico viene circulando desde los años 90, cuando se desempeño como jefe de la Aeronáutica Civil en Medellin, proporcionado licencias a pilotos y naves ligadas al negocio de Pablo Escobar Uribe, con el cual su padre tuvo una estrecha relación comercial y personal.
En la biografía que escribieron los periodistas Joseph Contreras y Fernando Garavito intitulada "El Señor de las Sombras" (2), salen a relucir muy bien documentadas las conexiones entre narcos y Uribe, además de su estrecha vinculación con los paramilitares y la violencia establecida en las zonas agrícolas más productivas de ese país, tierras que pasaron a manos de los señores de la guerra.
La condecoración que se le otorgará a Uribe por intermedio del Congreso Nacional, se convertirá en una burla a los derechos humanos, siendo un acto premeditado para exacerbar las fisuras existentes en nuestro país.
La sangre de los masacrados en el Tumbador se encuentra fresca, y el paramilitarismo establecido en el Bajo Aguan, tiene la firma de Uribe y su modelo palmero. El Banco Mundial y otras instituciones financieras vienen valorando más la producción de agrocombustibles que de la alimentos, apostando a la concentración de la tierra como una forma más "eficaz de producción".
El modelo palmero colombiano que se está imitando en Honduras tiene todos los ingredientes de una guerra civil a largo plazo, con un resultado de concentración de la tenencia de la tierra, que ya de por si ha alcanzado niveles insostenible en ciertas partes del país.
La catástrofe que se vive en Colombia se está replicando en Honduras a pasos agigantados, siendo el golpe de estado el catalizador de las contradicciones y la inclinación de la elite de poder por una salida violenta a los conflictos sociales acumulados en las últimas décadas.
El Plan Colombia y su gemelo la Iniciativa Mérida son parte de la ocupación militar del continente, a través de la presencia de bases militares estadounidenses y la utilización de los ejércitos "nacionales" de intervención. La excusa del narcotráfico simplemente sirve para militarizar al mismo tiempo crear desplazamientos territoriales en zonas claves donde existen yacimientos de hidrocarburos o la producción de agrocombustibles.
Por supuesto que Uribe puede aportar soluciones macabras a la crisis nacional: desde asesoramiento en intervención electrónica de llamadas, hasta la organización de grupos de exterminio, al mismo tiempo que sus consejos como asesor jurídico servirán para diluir cualquier posible incriminación en crímenes relacionados con las masacres que suscita el imperio para preservar sus privilegios.
Las condecoraciones y alabanzas que se destinan al ubérrimo por parte del Congreso Nacional, al ser el primero en romper el aislamiento al que se ha visto expuesto Honduras después del golpe de estado, son parte de la errática política de actual gobierno para obtener el reconocimiento internacional. La visita de Uribe parece ser que contribuirá a que Jim DeMint y el Partido del Tea (futuros amos del Comité de Relaciones exteriores de los Estados Unidos), confieran a Honduras el estatus de País libre asociado con que sueña una gran parte de la oligarquía hondureña, en especial para aquellos miembros del Congreso Nacional que participaron en el golpe de estado.
La cultura de la violencia que encarna Alvaro Uribe, va más allá de la guerra librada en contra de ejércitos irregulares en Colombia, terminando como en las películas del medio oeste del Hollywood clásico, en un sheriff asesino convertido en héroe donde rufianes e indios no son más que extras condenados a morir en nombre del orden y el desarrollo. En Honduras tenemos varias replicas que pueden llagar a ser más violentas que el colombiano, y por supuesto cuentan con la bendición de la administración Obama, la que fue capaz de vender la democracia a cambio de la ratificación de Andrés Valenzuela.
Esta claro que si Hitler resucitara, el honorable Congreso Nacional de Honduras también lo condecoraría.
(1)http://www.newsweek.com/
(2)www.archivochile.com/
Han sido asesinados 800 sindicalistas durante el mandato de Uribe
POR DICK EMANUELSSON
TEGUCIGALPA / 2010-11-22 / Uribe fue hoy citado en Estados por asesinatos de sindicalistas colombianos en la mina gringa Drummond. El caso es emblemático por que es la ilustración del Terrorismo de Estado que en nombre de Uribe lo llama; “Seguridad Democrática”.
Fueron asesinados sindicalistas tras sindicalistas en la mina estadounidense en el norte de Colombia. No importa que los testigos y hasta los autores paramilitares sindicaban a la gerencia de la empresa multinacional y las FF.MM. del estado por ser los autores intelectuales y aliados respectivamente de la erradicación de sindicato combativo.
Uribe, como máximo responsable por esos asesinatos y más de 800 asesinatos de sindicalistas colombianos durante sus dos periodos, el “No 82” del Cartel de Medellín solo responde que durante su mandato se ha disminuido los asesinatos de sindicalistas que por si es cierto ya que los trabajadores colombianos ya no se atreven en gran medida afiliarse, tanto por perder su puesto de trabajo pero sobre todo, para no ser asesinados.
LA DESTRUCCIÓN FÍSICA DE UN MOVIMIENTO SINDICAL
Asumir un cargo sindical en Colombia es equivalente de firmar su propia sentencia de muerte, dicen los colombianos. Por eso esta desapareciendo sucesivamente el movimiento sindical.
El grado de afiliación sindical durante los dos periodos de Uribe en Colombia bajó dramáticamente. Es la misma tendencia que tendremos también en Honduras con la ofensiva de leyes antipopulares. Como coronando esos ataque al pueblo trabajador, hemos observado las arremetidas brutales de la rectora de la de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, como los primeros pasos para destruir el sindicato de los trabajadores universitarios, Sitraunah. Ministerio de Trabajo, leyes y normas internacionales de la OIT hoy en día en Honduras significa nada.
Los acuerdos y contratos colectivos son pisoteados en forma más descarada por el régimen de facto No 2 y ese Congreso que mañana condecorará al señor que en 1991 fue clasificado por el Departamento de Defensa como un integrante del Cartel de Medellín con el “No. 82”.
Dice la nota abajo, tomada de El Tiempo, que Uribe no se presentó a la justicia estadounidense hoy, a pesar que fue citado legal- y físicamente. Claro, se siente como en su casa entre sus aliados en Honduras, donde se encuentra en este momento.
Contrario lo que consideran los sindicalistas colombianos que desde el 1986 han enterrado más de 3500 de sus camaradas de lucha, en Honduras Uribe es llevado con centenares de Cobras (policía terrorista al movimiento popular), ejercito y policías antimotines.
Será condecorado por el Congreso Nacional, el mismo congreso que hasta 71 por ciento es partidario del Golpe de Estado del 28 de junio 2009, es el mismo congreso que condecoró al dictador Roberto Micheletti como “Héroe Nacional” y el congreso que “acceptó” la renuncia del derrocado presidente Manuel Zelaya esa fecha fatal. Los empresarios y los golpistas de las Camisetas Blancas andan eufóricos por su visita.
¿PEDIRÁ ASILO EN PANAMÁ?
Quien sabe, quizás Uribe hace como su jefa del DAS, Maria Pilar Hurtado, que pidió asilo político en Panamá por sentirse arrinconada por la Corte Suprema de Justicia en Colombia por que las investigaciones de la “Chuzada” se le acerca, sabiendo que los crímenes que ha cometido son crímenes de lesa humanidad, para lo cual no figura ningún derecho a asilo en la justicia internacional.
Y son más que un organismo de derechos humanos que ha solicitado a la CPI, Corte Penal Internacional, de juzgar a Uribe justamente por Crímenes de Lesa Humanidad. Son miles de fosas comunes en Colombia donde reina la paz y tranquilidad, pero de los cementerios. Y se nota que Uribe cada día se ve más cansado y agotado, por que sabe que la justicia más temprano que tarde le alcanzará.
Véase la cacería de brujas contra los obreros y sindicalistas bananeros en Colombia y como empresas transnacionales como Chiquita, Dole u otros se beneficiaban con la alianza con los paramilitares:
http://dickema24.blogspot.com/
Asesino del pueblo del colombiano
Colombia registra más de 38 mil personas desaparecidas sólo en los tres últimos años (informe Medicina Legal, 2010).
Los “gobiernos democráticos” de Colombia han superado dramáticamente las cifras de desaparecidos de toda la dictadura argentina.
La desaparición forzada en Colombia es un crimen de Estado que según asociaciones de víctimas ronda los 250.000 desaparecidos en 20 años, como lo denunció Piedad Córdoba.
Por Telesur
En Colombia se registraron 38 mil 255 personas desaparecidas en los últimos tres años, según el último informe ofrecido por Medicina Legal, en este sentido, organizaciones de víctimas aseguran que el problema obedece a grupos paramilitares y agentes estatales que ven en esta práctica una oportunidad de callar a la oposición.
El informe de Medicina Legal señala que en Colombia durante 2009 se reportaron 18 mil 236 casos de personas desaparecidas, cifra que evidenció un progresivo incremento de estos casos, puesto que para el 2008 la cantidad fue de 15 mil 696 personas, 11 mil más que el año inmediatamente anterior, cuando se contabilizaron cuatro mil 323 desaparecidos.
La madre de cuatro desaparecidos entrevistada por teleSUR, que pidió no ser identificada por motivos de seguridad, afirmó que desconoce el paradero sus hijos al tiempo que teme por alguna represión por parte de grupos paramilitares. "Con esa incertidumbre que nos invade cada día, cada mañana me despierto pensando en mis hijos, que ya llegan, que donde estarán, que qué les habrán hecho", expresó la madre de las víctimas.
Por su parte, el presidente de la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento en Colombia (Codhes), Marcos Romero, aseguró que "ya superamos el nivel de desapariciones de Argentina que estuvo cerca de las 30 mil personas y esto puede pasar de unas 100 mil en las últimas décadas en el conflicto colombiano".
La desaparición en Colombia se convirtió en una herramienta de lucha política contra sectores de oposición, resultado de este fenómeno son los más de tres mil cuerpos que actualmente están en poder la Fiscalía sin ser identificados, además de las casi tres mil fosas comunes repartidas en todo el territorio colombiano y cuya autoría se atribuye a grupos paramilitares y al propio Ejército colombiano.
De igual forma, la directora de la Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (Asafaddes), Gloria Gómez, sostuvo que estos hechos "necesariamente tienen que ver con funcionarios estatales que participaban directamente en las desapariciones, luego fueron operativos conjuntos combinados y ahora se sigue tolerando que desaparezcan personas a manos de grupos paramilitares o emergentes como ahora se llaman y que es lo mismo".
Los más de 38 mil desaparecidos en 3 años son sólo el número de casos denunciados a Medicina Legal, por lo que este mismo departamento manifestó que la cantidad real es muy superior.
El conteo y su divulgación formal, se inició luego de las apariciones de numerosas fosas comunes, cementerios y crematorios clandestinos de paramilitares en varios puntos de la nación.
La Agencia Púlsar relata que con los "falsos positivos" (denominación que se le da a los casos de asesinatos de civiles por parte del Ejército Colombiano para hacerlos pasar por guerrilleros muertos en combate), el Gobierno y las Fuerzas Militares esconden parte de las desapariciones forzadas.
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Video: http://www.dailymotion.com/
5.
Revolución o reforma en Cuba
Dentro de pocos meses la Revolución cubana cumplirá su primer medio siglo de haberse declarado socialista. Existía en el país una tradición revolucionaria que se remontaba a los orígenes de la nación: las necesidades vitales (económicas) de la población nacida en la colonia -de la esclava, por supuesto, de ascendencia africana o asiática, por momentos mayoritaria; pero también de la criolla, hija de peninsulares e isleños españoles–, solo podían ser satisfechas desde presupuestos éticos. Hasta que esas necesidades no cuajaron en moldes justicieros, no se fraguó el sentimiento independentista.
El primer acto en pos de la independencia, fue inevitablemente de justicia: la liberación de los esclavos. Una rara identidad de lo ético y de lo útil engendraba la Patria. José Martí hablaría dos décadas después de “la utilidad de la virtud”. Cuando le correspondió organizar la nueva guerra, no habló de nación -un concepto viciado por sus usos metropolitanos, y por reivindicaciones raciales–, sino de Patria, que era, decía, Humanidad. Y paradójicamente, no creó un Partido Independentista, sino uno que nombró, para siempre, Revolucionario.
Una importante cualidad animaba el pensamiento martiano, profundamente revolucionario: hombre culto, de fina sensibilidad y extraordinarios conocimientos científicos, Martí rechazó el materialismo vulgar, en el fondo idealista, del positivismo, al que se adherían muchos de sus coetáneos. Había en Martí un “loco” indomable, que rechazaba de forma casi instintiva el acatamiento pasivo de los “hechos” sociales: si algún antecedente tuvo la frase convertida en graffiti por una mano anónima en una calle parisina del 68 del siglo siguiente, esa que pedía que fuésemos realistas, e hiciéramos lo imposible, fue quizás el realismo político del decimonónico Martí.
En algún texto he propuesto una diferenciación conceptual entre el “deber ser” y el “poder ser” martiano; el primer concepto ignora la realidad en todas sus facetas -lo visible, lo fáctico, y lo posible, lo latente–, para aferrarse a un ideal no ratificado por la práctica, y ajustar artificialmente la realidad al modelo; el segundo, parte de la existencia de diferentes posibilidades latentes en la sociedad, todas reales, aunque no totalmente manifiestas, y de la certeza de que la realización de cualquiera de ellas puede y debe impulsarse de forma conciente. Los positivistas recolectaban datos, y en nombre de la ciencia, al decir de Martí y con verbo de su invención, “insecteaban por lo concreto”; en oposición, pedía un vuelo de cóndor, en el que participase la intuición como forma del saber. Los positivistas eran esencialmente reformistas, José Martí fue un revolucionario.
¿Y esto qué tiene que ver con el socialismo cubano? El hilo de Ariadna solo sirve para encontrar el pasado, jamás para hallar el futuro; el presente aún puede conducir a diferentes futuros. Decir, como alegan sus enemigos, que la Revolución se ha inventado una historia teleológica, es una mala treta. Salto por sobre simplificaciones y esquematismos manualescos, siempre presentes: la Revolución cubana cuenta con una sólida tradición histórica. Tanto es así, que algunos ideólogos de la contrarrevolución propusieron en los noventa la existencia de dos líneas matrices en paralelo (necesitados ellos de una): la moderna, capitalista, que transitaba por los diversos reformismos -en la Cuba decimonónica, el anexionismo y el autonomismo, y en la del siglo XX, un capitalismo dependiente que finalmente se adhería a posturas neo-anexionistas o neo-autonomistas–, y que partía de los primeros patricios blancos, en los que aún la justicia y el interés de clase no se fundían, y llegaba hasta los actuales empresarios cubano americanos, en los que ya nunca la una y los otros encontrarán espacio común; y por la otra, la que llamaron antimoderna, utópica -en un sentido despectivo–, por anticapitalista, en la que juntaron sin recato y con razón a Martí y a Fidel.
En la historia de Cuba dos conceptos adquirieron un sentido opuesto, excluyente: la Revolución fundacional, propiciadora del nacimiento de la Patria, y la Reforma conservadora, asidero de una elite entreguista, antinacional. El espíritu revolucionario que necesitaba la independencia y el reformista, que necesitaba la dependencia. Los autonomistas finiseculares que clamaban por la hispanidad imperecedera de Cuba, cuando las únicas alternativas fueron la Anexión a Estados Unidos o la Independencia Absoluta, optaron por la primera.
En una carta inédita del 3 de septiembre de 1899, dirigida al anexionista cubano-americano José Ignacio Rodríguez -que se conserva en los archivos de la Biblioteca del Congreso en Washington–, el presidente del Partido Liberal Autonomista cubano, José María Gálvez expresaba en tono conspirativo: “La independencia absoluta es la ilusión del día fomentada por los ‘patrioteros’ y acariciada por la turba mulata. Conviene desvanecerla antes de emprender la demostración de que á la anexión ha de llegarse de todos modos, á la manera que para los católicos por todos los caminos se va a Roma. Creo haberte dicho antes y repito ahora que suspiran por la anexión todos los que tienen algo que perder, los que aspiran á adquirir, y la masa general de españoles”. De cualquier manera, para el que quiera ver por el ojo de la cerradura la reconstrucción de la historia que haría una victoriosa contrarrevolución cubana, asómese a las actuales sociedades este-europeas.
Pero la tradición revolucionaria en Cuba había recorrido también los caminos del marxismo en la primera mitad del siglo XX. Importantes intelectuales cubanos como Mella, Martínez Villena y Marinello, por solo citar a tres, fueron dirigentes partidistas; otros, colaboradores o simpatizantes del Partido. Los obreros cubanos y los estudiantes mostraban una impresionante pléyade de mártires y de líderes más o menos cercanos a los ideales socialistas. La ola revolucionaria de 1959 -antecedida por la del 33, que no tuvo una fuerza centrífuga que halara a sus diversos componentes–, unió esta vez a todos: las divergencias y los sectarismos fueron barridos por los acontecimientos, y los pocos que no fueron capaces de superar viejos rencores o ansiados protagonismos, desaparecieron del entramado histórico.
La gesta libertaria del Movimiento 26 de julio fue nuevamente un desafío a lo aparentemente imposible: asaltos al cielo, travesías marítimas y desembarcos fantasmales, y la frase de Fidel al reunir apenas a ocho sobrevivientes del desembarco y siete fusiles, frente a un ejército bien armado y la previsible hostilidad del imperialismo más poderoso de la Tierra, “¡ahora sí ganamos la guerra!”. Del programa esbozado en La Historia me absolverá, pasando por la Primera Declaración de La Habana, hasta el día 16 de abril de 1961 en que se proclama el carácter socialista de la Revolución, han transcurrido veloces los acontecimientos. Una Revolución que transitó del anticolonialismo del siglo XIX al antiimperialismo del XX, era necesariamente anticapitalista. Buscar explicaciones externas al proceso, especular sobre las consecuencias que hubiese tenido una reacción más comprensiva por parte del gobierno estadounidense, es ignorar la naturaleza de los sucesos y de sus protagonistas: o era anticapitalista o no era. Fidel lo explica así en el Editorial del número inicial de la revista Cuba Socialista, en septiembre de 1961: “El 16 de abril, cuando acompañábamos a las víctimas del cobarde ataque aéreo del día anterior, puestas en tensión todas las fuerzas nacionales, respirándose ya la atmósfera de la agresión inminente, en víspera de la batalla contra el imperialismo que todo el mundo adivinaba, se proclamó el carácter socialista de la Revolución.
La Revolución no se hizo socialista ese día. Era socialista en su voluntad y en sus aspiraciones definidas, cuando el pueblo formuló la Declaración de La Habana. Se hizo definitivamente socialista en las realizaciones, en los hechos económicos-sociales cuando convirtió en propiedad colectiva de todo el pueblo los centrales azucareros, las grandes fábricas, los grandes comercios, las minas, los transportes, los bancos, etc. El germen socialista de la Revolución se encontraba ya en el Movimiento del Moncada, cuyos propósitos, claramente expresados, inspiraron todas las primeras leyes de la Revolución. (…) Y dentro de un régimen social semi-colonial y capitalista como aquel, no podía haber otro cambio revolucionario que el socialismo, una vez que se cumpliera la etapa de la liberación nacional”
La brújula de navegación marcaba la ruta del Este europeo, pero nuestros padres, más que al hipotético lugar de llegada, miraban al de partida, con sus tareas sociales pendientes y sus poderosos enemigos al acecho. El comando que se hizo de la embarcación no provenía del Partido (Comunista) -muy bien organizado en Cuba, con una historia heroica, pero demasiado enredado en los saberes de su tiempo y en las tácticas de lo inmediato–, y no traía manuales de navegación. Eran jóvenes irreverentes, melenudos y barbudos, que despreciaban las normas burguesas de comportamiento e invadían con sus botas guerrilleras los salones de la burguesía derrotada; estadistas que al ser rechazados en los hoteles neoyorkinos de lujo, amenazaban con instalarse en carpas improvisadas en los jardines de Naciones Unidas o aceptaban gustosos una habitación en un modesto hotel del barrio negro de Harlem (eran tiempos de segregación racial legalizada en Estados Unidos). Pero no eran hombres y mujeres políticamente inmaduros; Fidel, en específico, había leído concienzudamente textos de Marx y Lenin, de historia, conocía en profundidad la realidad de su país -la visible y la latente–, poseía un optimismo revolucionario arrollador (solo es posible, lo que se cree posible), y un instinto político poco común.
Como todos, vivió el diario, acelerado aprendizaje, que propicia una Revolución. En ellos es norma el apego a un código ético estricto que se expresó desde los días de la Sierra en el trato a los prisioneros enemigos y a los campesinos del entorno, y después, en la relación con el pueblo y en los compromisos internacionales. A pesar de ello, dijo Fidel hace cinco años y repitió en días pasados, “entre los muchos errores que hemos cometido todos, el más importante error era creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía de cómo se construye el socialismo”. Pero también dijo: “¿Qué sociedad sería esta, o qué digna de alegría cuando nos reunimos en un lugar como este, un día como este, si no supiéramos un mínimo de lo que debe saberse, para que en esta isla heroica, este pueblo heroico, este pueblo que ha escrito páginas no escritas por ningún otro en la historia de la humanidad preserve la Revolución?” Porque hay que decir que el socialismo cubano nunca dejó de buscarse, de rectificarse, de recomenzarse: cada década marca de alguna manera un nuevo comienzo, una nueva búsqueda.
Suele decirse con malévola intención o desconocimiento, que las masas enardecidas que acompañan a un proceso revolucionario carecen de voluntad propia. En realidad, solo una Revolución es capaz de transformar a las masas en colectivos de individualidades, solo un proceso revolucionario convierte a los individuos en sujetos, en actores de su destino.
La escena de la película Madagascar en la que la protagonista se busca inútilmente en una foto aérea de una concentración masiva publicada en un periódico de la época, convencida de que se hallaría en ella, es muy reveladora: esa mujer no concebía que su rostro no apareciese, porque se sentía protagonista de aquel suceso, por más que estuviese acompañada por un millón de cubanos.
El heroísmo individualizado y el heroísmo anónimo son dos expresiones, a veces complementarias, a veces contrapuestas, de una Revolución. Una Revolución es el proceso mediante el cual las masas empiezan a conformar colectividades de individuos. En la medida en que ese proceso se complete o deshaga, triunfa o fracasa. En Cuba, dice el Che, “este ente multifacético no es, como se pretende, la suma de elementos de la misma categoría (reducidos a la misma categoría, además, por el sistema impuesto), que actúa como un manso rebaño”. No obstante, continúa, “vistas las cosas desde un punto de vista superficial, pudiera parecer que tienen razón aquellos que hablan de la supeditación del individuo al Estado; la masa realiza con entusiasmo y disciplina sin iguales las tareas que el gobierno fija (…)”. Y avanza una hipótesis de trabajo verdaderamente revolucionaria: “Lo difícil de entender para quien no viva la experiencia de la Revolución es esa estrecha unidad dialéctica existente entre el individuo y la masa, donde ambos se interrelacionan y, a su vez la masa, como conjunto de individuos, se interrelaciona con los dirigentes”.
Uno de los aportes y de las fortalezas del socialismo cubano, ha sido esa relación múltiple: la masa y cada individuo de una parte; la masa como conjunto de individuos y sus principales dirigentes, de la otra. Vuelvo sobre un ejemplo que suelo utilizar por su ejemplaridad: el Gobierno revolucionario podía tomar la decisión de enviar azúcar al pueblo chileno en época de la Unidad Popular, pero Fidel se dirigió a ese millón de cubanos que protagonizaba la Revolución con su presencia en la Plaza, y le preguntó, ¿está cada uno de ustedes, en disposición de donar una libra de azúcar de la que reciben por la libreta de abastecimiento al pueblo chileno? La inmensa mayoría de los presentes levantó conmovido su brazo, en señal de aprobación. Cada ciudadano, de forma individual, como si se tratara de un acuerdo entre vecinos, donaba parte de su escasa cuota de azúcar a un pueblo hermano. Los Lineamientos Económicos y Sociales que debatirá y aprobará el próximo Congreso del Partido se discutirán antes en todos los centros de trabajo y vecindarios del país. No es la primera vez, ha sido una práctica común en nuestra historia revolucionaria.
Siendo como fue una Revolución auténtica, la cubana nunca se percibió -y la verdad, tampoco hubiese podido hacerlo, aún de querer–, como asunto interno: fue Primer Territorio Libre de América, y en esencia, un eslabón de la Revolución mundial. Por primera vez en la historia, la vocación internacionalista de un estado revolucionario no se ejercía desde los presupuestos, los prejuicios o los intereses de un país de mayor desarrollo, hacia países o regiones de menor desarrollo. Cuba alzó la vista hacia sus hermanos de infortunio como un igual: de pobre a pobre, de ex colonia a colonia. Y sobrevivió, por cierto a los llamados “hermanos mayores” de Europa: hoy la Revolución cubana tiene más edad de la que tenían esos estados cuando se desmoronaron.
El internacionalismo cubano se practicó como deber, no como favor. Compartió médicos, maestros, soldados, guerrilleros. Por eso acostumbraba a recibir la solidaridad con agradecimiento, convencida de que no recibía un favor, sino un trato justo. Fidel fundó como estadista una nueva práctica del internacionalismo, ajena a todo interés geopolítico, que se nutre del humanismo revolucionario, pero rechaza toda pretensión ideologizante -o evangelizadora de una doctrina revolucionaria–, salvo aquella que emana del ejemplo, como diría el Che. La Internacional comunista dispersaba a sus emisarios sin duda heroicos por el mundo, con una misión “evangelizadora”, similar en su carácter, aunque diferente en propósitos, a la del misionero católico o protestante.
El médico cubano no habla de política, cura a ricos y a pobres, a neoliberales y a comunistas, a niños y a delincuentes; puede colaborar incluso con autoridades sanitarias de gobiernos fascistas si de salvar vidas se trata -como ocurrió en la Nicaragua de Somoza, en los días posteriores al terremoto–, o con instituciones de estados con los que no existen ni se reclaman relaciones diplomáticas. En 1991 sobrevino el Derrumbe: del horizonte, de la moda revolucionaria, para los que siempre navegan según la corriente, de las relaciones comerciales más justas. El bloqueo cerró todas las puertas y apagó la luz, no solo la eléctrica. Miles de cubanos salimos cada día en bicicletas al trabajo, llevando en la parrilla a la esposa y al hijo pequeño, dejando en casa, pospuestos, muchos proyectos de vida que parecían factibles. En momentos de momentánea pérdida del sentido de orientación, nuestra Revolución conservó sin embargo la pequeña llama que evitó el congelamiento.
El socialismo cubano reorientó sus esfuerzos a la sobrevivencia de las más elementales conquistas; aún así, en 1998, cuando la palabra internacionalismo parecía olvidada, dispersó sus guerrillas médicas por Centroamérica y Haití e inició una nueva etapa de labor solidaria. Ese año marcó también el triunfo electoral de Hugo Chávez en Venezuela y el inicio de una nueva era de revoluciones constitucionales en América Latina. La dura batalla por la sobrevivencia de Cuba y su defensa de los principios socialistas e internacionalistas, permitieron a la postre ese renacimiento colectivo.
¿Es el socialismo cubano un hecho histórico del siglo XX?, ¿existe un socialismo del siglo XXI que lo relega al pasado, para estudio de academias?, ¿fracasó el socialismo cubano? Más de veinte años después de la caída de los otros, Cuba reajusta su economía, buscando acomodar sus fuerzas, esencialmente humanas, en un mundo hostil, y en circunstancias revolucionarias diferentes. ¿Es obsoleto el concepto de Revolución? No voy a recordar la definición fidelista, que lo ubica en un plano esencialmente ético. De alguna manera, los cubanos parecemos más centrados y terrenales ahora, pero nuestros sueños escritos y nuestras realizaciones colosales permanecen intactos; Esta es una Revolución que hizo posible lo imposible en un pequeño país del Tercer Mundo, permanentemente sometido a un bloqueo económico y a una guerra mediática: con índices de educación y salud del Primer Mundo, Cuba estableció pautas en la relación de sus líderes con las masas, del Partido revolucionario con su pueblo.
La actualización de su modelo económico no es reformista; en la historia de Cuba, como hemos visto, la Reforma conduce a la ruptura entre lo ético y lo justo. “El país tendrá mucho más -ha reiterado Fidel–, pero no será jamás una sociedad de consumo, será una sociedad de conocimientos, de cultura, del más extraordinario desarrollo humano que pueda concebirse, desarrollo de la cultura, del arte, de la ciencia [...] con una plenitud de libertad que nadie puede cortar. Eso lo sabemos, no hay ni que proclamarlo, aunque sí recordarlo”.
Cuba ha creado una sociedad más diversa, porque ha enriquecido a sus individuos; su millón de profesionales, su población con un mínimo de noveno grado escolar, es la mayor de sus conquistas. El capitalismo incentiva el individualismo; el socialismo no siempre ha sabido o ha podido desencadenar al máximo, como un interés social, las potencialidades del individuo. La actualización cubana de su economía, potencia esas posibilidades. Sería probablemente extemporáneo debatir ahora sobre el llamado guevarismo, o sobre la relación exacta, útil y justa, de los estímulos materiales y morales en un país sin recursos. Vivimos una etapa cualitativamente distinta, y los revolucionarios dejaríamos de serlo si no superamos viejos estereotipos. “En este mundo real, que debe ser cambiado, todo estratega y táctico revolucionario tiene el deber de concebir una estrategia y una táctica que conduzcan al objetivo fundamental de cambiar ese mundo real. Ninguna táctica o estrategia que desuna sería buena”, ha reiterado Fidel en días pasados. El modelo económico y social capitalista ha fracasado, y Cuba rechaza el consumismo inherente al modo de producción capitalista.
Se demoniza a Cuba por no haber podido impedir el resurgimiento de la prostitución, aunque la solución implícita, la capitalista, significaría su masificación. Se acusa a Cuba de no haber podido contener ciertas injustas diferencias sociales y la solución capitalista sería acrecentarlas, hacerlas más hondas, injustas e irreversibles. Cada médico o deportista que deserta es la victoria de la “normalidad” frente al sueño de una sociedad solidaria. Pero la deserción (que es la renuncia de alguien a su presunta “anormalidad”) es presentada como un hecho en sí anormal, extraordinario. El cubano que deserta no es definido en función de sus intereses personales -como suele ser normal en este mundo–, sino como expresión de una posición política. Las imágenes que se trasmiten desde Cuba se regodean en los rincones sucios y demacrados de la ciudad, en los bordes más pobres de una sociedad estrangulada por el bloqueo. Los espacios bonitos se consideran falsos o manipulados. No importa que los espacios “feos” sean normales -y por eso poco interesantes–, en otras ciudades latinoamericanas. La normalidad cubana debe ser destruida, para que Cuba sea tan normal como los restantes países del Tercer Mundo. Sobre todo porque Cuba no acaba de admitir -ni admitirá–, la más importante y definitoria normalidad: la del “libre mercado” (concepto que en la gran prensa se roba los significados de democracia y de libertad).
Pienso para concluir, que no es posible construir la justicia deseada desde la pobreza, y que de alguna manera, los países del Tercer Mundo debemos levantarnos juntos. El ALBA -fundada sobre la experiencia del internacionalismo cubano–, ofrece una respuesta incipiente. No hay modelos para el socialismo, pero hay principios, y un horizonte único: el anticapitalismo. Creo que el socialismo cubano lejos de ser un proyecto del siglo XX, lo es del XXI; la Humanidad retomará sus “locuras” más hermosas, y por ello más necesarias, cuando esté en condiciones de universalizarlas. Mientras, esta pequeña isla de Utopía no cejará en su empeño de crecer y de compartir sus conquistas.
Este es un grupo de correos de amigos de la Organizacion Politica Los Necios. Creemos en el debate, en el ejercicio de opinar y difundir pensamiento revolucionario, sentimiento humano. Tambien para hacer acopio de ideas, observaciones, criticas y pensamientos que contribuyan con la construccion de una nueva sociedad hondureña y centro americana, que a la vez nuestra luz crezca y se comparta con el mundo.
¡Venceremos!
¡Necedad!
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