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sábado, 8 de diciembre de 2012

LA NOCHE ENDEMONIADA (cuento)

   



Vio al principio que las auras volaban alrededor de su aposento; pero no le puso atención. Después vio una andanada de águilas venían en picada sobre su cama de enfermo y entonces se comenzó a afligir, pero de pronto las águilas cambiaron de rumbo y se fueron al canapé donde Billmaker parecía que comenzaba a pagar todas las maldades por las cuales la Alicia Maravillera los había condenado en vida  y de cuya condena ni TUMITA se había salvado y había sido acusado por encubridor. 
 
El enorme mastodonte comenzó a temblar cuando su mente lo forzó a hacer una retrospección y deconstrucción de su historia. Un enorme rótulo que decía  psychiatric  Ward se desprendió cuando un alción mitológico le pegó con sus alas escamadas. Johnny Billmaker era un mar de lágrimas viendo a TUMA y TUMITA recibir los castigos apuntados por la Maravillera en su condena escatológica. Siguiendo  a Billmaker se encontraba el Ing. Cruzado en agonía permanente y junto a él como una ballena de agua dulce,  Elizabeta Tetas parecía rezar un rosario interminable.
 
TUMA comenzó a recordar en sus desvaríos cuando a sus ocho años, mató de una patada  certera a la tatarabuela del actual Papa Rata,  Hana Ratzinger quien era su maestra de moral en la primaria Bavariana y recordaba la condena que de niño le habían  echado los cristeros: “mal soñarás que la muerte llega con su guadaña a exterminar tus días”. TUMA veía a la huesuda acercarse con su guadaña al rojo vivo como si fuera a herrar un toro de lidia y al rato sintió que la hoz endiablada lo enganchaba de sus nalgas y lo elevaba como carnero en barbacoa aérea. Veía desde lo alto al Ing. Cruzado llorando porque sabía que su turno se acercaba  y a TUMITA llorando por las torturas que su padre sufría. Vio a Bill Maker montado en un unicornio ámbar por lo cual asumió que ya había sido juzgado y vio a la Elizabeta Tetas guindada en unos alambres como crucifixión extrema de la lujuria terráquea y lo peor, vio a la Maravillera reírse de ellos por la cobardía como recibían el castigo sin poner resistencia alguna. Sintió morir, pero no moría, sintió sufrir pero no sufría por lo que ahí pasaba, sino por lo que había hecho y pensaba que la muerte seria lenta, prolongada y  doliente. Vio repetida la acción cuando agarró de los tentáculos al pobre Julio y lo tiró desde la tercera planta por haber perdido  los cheques a causa de las Dormilonas del Palacio del Sexo  propiedad de Becerro Tobillo en sociedad no anónima con Monseñor Alasquebradas. Recordó también el día cuando junto a Billmaker presentaron los reportes falsos al Monje Thorsten por medio de los cuales lo llenaron de pánico recesivo y le compraron la empresa por un décimo de su valor actual. Recordó también y no se arrepintió cuando le dijo a sus seguidores de Ateolandia libertad que el tal dios era  solamente otro invento cristero tal como la siguanaba y que sí, aceptaba la existencia del Judío Errante y que no era otro que el Papa Rata y su corte de sinvergüenzas falsarios a lo largo y ancho de la tierra.
TUMA sudaba como si estuviera en el infierno. Por instantes su mente se llenaba con imágenes de montañas de Medellín y se veía  panadero que había  metido su cabeza en la bolsa de harina. En ese momento recordó cuando una de sus cuarenta mujeres había dado a luz quintizas en Ateolandia  de las cuales Billmaker había sido el padrino. Por su mente pasaban los días felices con Elizabeta Tetas en el viaje a Taiwán donde le había vendido a la industria china los motores de aviones con retroceso aéreo y los alambiques al vapor calentados con uranio  purificado por los cuales los chinos habían pagado una fortuna con la esperanza de producir armas termo nucleares. Recordaba la última fiesta en la cual Wenceslao despachó cuarenta peligueyes, treinta toretes, cuarenta pavos y cincuenta gallinas indias y tres barriles de Whisky  Ateolandés capaz de emborrachar a toda una nación,    fiesta que fue reconocida en los anales históricos de Ateolandia  como la fiesta de la fertilidad porque doscientas mujeres menores de quince años salieron preñadas sin saber de quién. De repente vio que venía un grupo encapuchado vestido de franciscanos con látigos de cuero crudo mojado  en lugar de cuerdas de la orden y de puro miedo arrancó una sábana de un muerto que yacía a la par y se tapó la cabeza quedando como momia egipcia de  post modernidad.
 
La cama parecía un  trampolín o una recámara de arma de guerra. En el piso había un pozo de agua que bien podrían haber sido sudor  o que  había meado las toneladas cúbicas de cervezas y taravillazos que había ingerido recientemente y sólo esperaba que Ponciano Montañés y Ermitaño, Monje Trapense,  llegara a darle los últimos oficios de quien en vida fuera TUMA,  Brigadier General,  vencedor de los Cristeros de Ateolandia  . De repente, entre las marañas infernales vio que la Vilma y el Ing. Borja (otros de sus compinches) empujaban una enorme silla voladora de las cuales le habían vendido la última edición al Vaticano, en el manubrio llevaba un gran rótulo: “To hell” lo cual en la mente diabólica de TUMA significó de inmediato, la partida sin retorno. Un monta cargas del hospital lo levantó del camastro y lo ensartó en la silla   la cual la Vilma y Borja pusieron en directo. En ese momento recordó las últimas palabras de Elpidio: “por si ya no nos vemos” y se decidió al vuelo del averno, cuando  la silla se alzaba  al espacio, una enorme serpiente plutónica le zampó un  colazo y la  toda destartalada  la envió a tierra firme. En el vuelo a velocidad luz pegó un inmenso grito cuando vio que iba directo  a caer  ensartado en la Piragua de Chepe Moya, fue cuando la Maravillera le zampó un solo cachimbazo y le dijo: Despierta gran cabrón, eso te pasa por las maldades que cometés junto  a Billmaker.
 
La abrazó, la estrechó como nunca lo había hecho ni aun en la noche de bodas.  Limpiate, le dijo la Maravillosa,  hiedes a mierda. Ni siquiera se bañó, se metió la toalla entre las enormes nalgas y salió disparado para Técnica El Trancazo. De una sola patada abrió la oficina de Billmaker se lanzo sobre él, lo abrazó, lo besó y le dijo: Nos salvamos Juanito, nos salvamos, se zampó una botella entera de whisky y enfáticamente le dijo: ay Juanito, ay Billmaker, estamos en la lista negra.

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