A causa del rompimiento Hipocrático por parte del doctor Calixto Espino, tu médico de cabecera nos hemos dado cuenta de la difícil situación de salud que estás atravesando. Hemos manejado de forma cuidadosa tu estado anímico y no anémico para que las calles de Ateolandia no se han testigas de los miles y miles de tus seguidores-as que desearían verte antes de tu transfiguración y para no causarles y para no causarles más problemas de lo que vos les has causado en vida a tu compañera Valquiria.
El General TUMA, y su compinche el filántropo Johny Billmaker llamaron a una reunión empresarial extraordinario de carácter urgente, no para sentir tu partida, sino para ver como se reparten las patentes de tu últimos inventos entre ellos la silla de rueda voladora, y los aviones con retroceso espacial. Yo te lo había dicho mi querido Ponciano que no te metieras tanto en la fenomenología y te no te pasaras quebrando la cabeza con tus investigaciones alquimistas sobre la velocidad de la luz y otros cuerpos que vuelan más rápido que ella, pero terco como te caracterizas por andar buscando la subyascencia filosófica del ser para sí y la caracteriología natural del ser en sí llegando hasta negar tu propia existencia agarrándote de tus principios de n existencia sin proyección absoluta.
Te lo advertí Ponciano, que no buscaras la razón de la locura en tu locura misma ya que naciste más loco y más terco que todos los habitantes de Ateolandia. Te pedí con toda mi alma que no te metieras en la política y dominando El Príncipe de Maquiavello como tu Libro de Mantilla, te pusiste a tratar de alfabetizar ideológicamente a tu pueblo sin tomar en cuenta que en tierra de ciegos, los tuertos son los mandatarios. Cantas veces me repetiste enfáticamente que buscara mi felicidad en las cosas más simples y más pequeñas de la tierra , y contrariándote a ti mismo, te metiste a buscar la esencia de las cosas, el significado del significado, la verdad absoluta a sabiendas que en medio del bestiario todo fin cognoscitivo se vuelve utopía.
Tené paciencia y clemencia por tus seguidores y seguidoras, sé como el mulo chúcaro que muere tirando coces, y aunque tú no eres mulos, te pareces a estos por tu terquedad, y creo que hasta está bien que estés pagando en cama por las alucinaciones de tu mente ilusa.
Cuando escribo esta carta, estoy muriendo en vida porque sé con absoluta certeza, que tu desaparición causaría la mía y yo, Ponciano no estoy pensando en morirme todavía.
Levántate monje trapense, y no permitás que esa leve enfermedad mental que ahora padeces, siga causando temblores, lluvias continuadas y tristezas en el alma general de Ateolandia.
Como monja atea y cumpliendo con tus designios no pienso ni siquiera rezarte un padre nuestro, ya que tu nihilismo nos ha llevado a todos a un ateísmo colectivo o a creer que los únicos dioses existentes somos nosotros mismos.
Esta carta, es la recopilación enhebrante del sentimiento colectivo de tu cuna natal: Ateolandia Libertad.
Hermana Juana Gallo Viudo
Noviciado "Las calenturientas"
Ateolandia Libertad
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