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miércoles, 19 de octubre de 2011

LA INDIGNACIÓN ES LA REGLA



MONCADA Grupo de lectores en el mundo

GÓMEZ BARATA.13.jpg Jorge Gómez Barata
Publicación Original en MONCADA
El capitalismo salvaje implantado en la Europa del siglo XIX fue el más repudiado de todos los regímenes sociales que han existido. La reacción de la clase obrera y la intelectualidad avanzada europea encabezada por Carlos Marx, dio lugar al surgimiento del marxismo y de la izquierda moderna formada por partidos y organizaciones obreras comunistas, socialdemócratas, anarquistas e incluso liberales. El ludismo, los movimientos huelguísticos, la Comuna de París, las tentativas revolucionarias en Alemania y Hungría y la Revolución Bolchevique, evidencian aquel rechazo.
El capitalismo, las instituciones políticas, la ideología y la democracia liberal que lo acompañan dieron lugar a un contradictorio proceso del cual surgieron una docena de países económicamente exitosos y más de 100 países subdesarrollados donde se evidencia la incapacidad del sistema para lograr el crecimiento económico y librar la lucha contra la pobreza extrema y el hambre en escala masiva.
Los más de 100 países subdesarrollados forman un test histórico suficientemente concluyente como para decretar la insolvencia del sistema. Antes de que en Europa, Japón y los Estados Unidos, el capitalismo fracasó en el Tercer Mundo. Aunque las razones son diversas, el hecho inobjetable es que, doscientos años después, no ha podido auspiciar el desarrollo económico ni establecer la democracia política. No se trata de especulaciones sino de datos de la realidad.
Descontando el breve período de excepcional prosperidad económica en los Estados Unidos, Europa, Japón y Australia durante los 50 años de la Guerra Fría, etapa en la cual se desarrollaron los “estados de bienestar” y nacieron las sociedades de consumo, el descontento de la clase obrera y las mayorías frente al sistema capitalista ha sido la regla. En ninguna parte en los últimos 250 años los gobiernos burgueses han disfrutado de un consenso general.
El hecho de que mediante el reformismo socialdemócrata en Europa, la opresión y la represión oligárquica en el Tercer Mundo y la generalización del bienestar en los Estados Unidos, las elites políticas dominantes hayan paliado la situación y disfrutado de algunos períodos de “paz social” en los cuales han atenuado la lucha de clases, habla de habilidades y de recursos políticos de la burguesía que aseguran la supervivencia del capitalismo pero no logran convertirlo en un régimen social perfecto ni justo.
En honor a la verdad, indignación, rechazo y crítica al capitalismo siempre hubo. La capitalización de ese descontento fue y es la base de la actividad política de las vanguardias que a lo largo de casi dos siglos, con éxitos variable, han movilizado a los trabajadores, la intelectualidad y otras capas de la población en la lucha por objetivos más o menos avanzados aunque siempre concretos.
Con las excepciones de las Revolución Bolchevique y la revolución China encabezadas por Lenin y Maosedong, en ninguna parte las vanguardias política se plantearon objetivos definidamente anticapitalistas ni se abogaron por la construcción de un nuevo orden económico basado en la propiedad estatal, la liquidación de la democracia liberal ni por el establecimiento de un sistema político basado en la “dictadura del proletariado”, cosa a la que en unos casos renunció Lenin con la NEP y en otras Stalin, que abandonó la idea de la dictadura proletaria. Incluso los países integrados a la órbita soviética después de la II Guerra mundial se definieron como “democracias populares”.
Tal vez entonces la opción anticapitalista era un objetivo demasiado grande, arriesgado y excesivamente abstracto como para servir de elemento movilizador de masas en localidades y países, que eran la escala que las circunstancias imponían. Tal vez el siglo XXI con la globalización, el aplanamiento del mundo, el surgimiento de nuevas tecnologías que democratizan la información y rompen el monopolio informativo de las elites dominante, creen condiciones para eventos de naturaleza global.
Lo nuevo en los llamados Indignados es la espontaneidad, la amplitud y el hecho de afectar de modo más o menos simultaneo a los países capitalistas desarrollados, lo que para algunos observadores sugiere que se trata de un movimiento anticapitalista global mientras otros advierten que lo que ocurre es una reacción frente a la ineficacia del sistema para cubrir las expectativas de poblaciones que aspiran a mejorar sus estándares de vida y mantener sus conquistas sociales.
Ya hemos visto lo que ocurrió con tales movimientos en Túnez y Egipto y como fueron manipulados en Bengasi y lo son en Damasco. En Estados Unidos, Barack Obama está tratando de integrar el movimiento de los Indignados a su plataforma electoral y lograr que el pueblo se indigne no contra el sistema, sino contra los republicanos. Allá nos vemos.
La Habana, 19 de octubre de 2011

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