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miércoles, 8 de junio de 2011

BRIC(S)+10



MONCADA Grupo de lectores en el mundo


GÓMEZ BARATA.13.jpg Jorge Gómez Barata
Publicación Original en MONCADA
Si bien la idea de construir el socialismo en un solo país fue una quimera, la de hacerlo mediante el desplazamiento del capitalismo desde el Tercer Mundo es inédita. Hechos como la restauración del antiguo régimen en los espacios ex soviéticos y en Europa Oriental, apuntan en dirección contraria. Lo paradójico es que, en tales situaciones, para los movimientos progresistas en América Latina y otras regiones se abren excelentes oportunidades. Tal vez se trata de efectos asociados a la elevación de la cultura política y a innovaciones tácticas.
Uno de los lastres de la izquierda marxista era la lentitud con que incorporaba nuevos datos de la realidad a su concepción del mundo, actualizaba su discurso y adecuaba sus tácticas. El habito de convertir en principios o asumir como “regularidades científicas” consignas que obedecían a coyunturas o a enfoques circunstanciales, tuvo implicaciones negativas. Tan grande era la fuerza de aquella rutina que incluso al liberarnos de algunos dogmas, como mismo le ocurrió a Lutero, sacralizamos las herejías.
Tal vez algo así esté ocurriendo en algunos procesos latinoamericanos donde, a pesar de que sus prioridades se asocian a la lucha contra la pobreza, la exclusión social y por el progreso general, algunas fuerzas conceden excesiva prioridad a la retorica, acerca de la confrontación sistémica con el capitalismo, adoptando visiones de corto plazo sobre un fenómeno que por aludir la arquitectura mundial, rebasa los horizontes de los movimientos políticos locales.
Recuerdo cuando a fines de la década de los sesenta, de la mano de pensadores avanzados como André Gunder Frank realizamos un descubrimiento sensacional y que consistió en saber que: “El crecimiento económico en los países del Tercer Mundo no conducía al desarrollo, sino todo lo contrario…” La tesis del desarrollo del subdesarrollo nos fascinó.
Entonces la Unión Soviética era una superpotencia capaz de retar a Estados Unidos, Europa y Japón juntos y al crear un status de “destrucción mutua asegurada” por 50 años frenó los aprestos guerreristas imperiales. La fuerza y no la razón evitó la guerra, pero el resultado fue el mismo: una época de relativa paz y prosperidad económica que, a la bonanza norteamericana que entró en la “sociedad de consumo” se unió la espectacular reconstrucción de Europa y Japón, el repunte económico de la Unión Soviética y los avances de los países de Europa Oriental.
En cambio India, Egipto, Pakistán, Indonesia y todo el Tercer Mundo estaban formados por países pobres, algunos de los cuales padecían hambrunas, todavía existían colonias en Africa y los estados recién surgidos eran víctimas de un desaforado neocolonialismo. La postración económica, derivada del intercambio desigual paralizaba a las economías latinoamericanas en México, Brasil y Argentina, mientras la oligarquía robaba a sacos los lucros del petróleo en Venezuela y en Centroamérica el estancamiento era notorio. Con otro modelo y otras bases, Cuba era una excepción en términos de desarrollo social. La conclusión era obvia: había que apartarse del capitalismo.
Sin embargo, ciertas cosas cambiaron cuando países y territorios como: India, Corea del Sur, Taiwan, Hong Kong, Turquía, Brasil, Argentina, México, Indonesia, Sudáfrica, Pakistán y otros, mediante el crecimiento económico comenzaron a despegar, proceso al que mediante audaces reformas económicas, se sumaron China y Vietnam y que en conjunto comienzan a modificar la estructura de la economía mundial y dan lugar a nuevas perspectivas geopolíticas.
Sostener puntos de vista acerca del crecimiento económico en los límites del capitalismo, que son desmentidos por el desempeño de alrededor de 20 países, dificulta la comprensión de los ajustes geopolíticos en marcha, impiden comprender los nuevos entornos globales y apreciar las correlaciones de fuerzas políticas en la arena internacional.
En mi opinión las experiencias de esos y otros países ofrecen a la izquierda latinoamericana aunque diversa y plural indetenible y a los regímenes no oligárquicos y moderados del continente, amplios espacios de maniobras para convertir el crecimiento económico en mecanismos de justicia e inclusión social y avanzar, sorteando obstáculos y confrontaciones prematuras y dando largas a contradicciones que la vida y no la retorica resolverán a favor de los pueblos.
En la medida en que al BRIC(S) (Brasil Rusia, India, China y Sudáfrica) se sumen otros países que avanzan y empujan desde el Tercer Mundo con enfoques políticos avanzados, reformistas o como mínimo en ruta de colisión con las pretensiones hegemónicas imperiales, se crearan más espacios y mejores opciones para la izquierda; cosa de la cual hasta el imperio se percata y trata de conducirlo con acciones como la creación del G-20 y los intentos por manipular la primavera en Medio Oriente, que son esfuerzos por sintonizarse con la realidad.
Reconocer que hay una época nueva, implica diseñar nuevas tácticas. Los países que más han avanzado y que cuentan con consensos sociales más sólidos, incluida Cuba, están en mejores condiciones. En política se hace lo que se puede y cuando se puede mucho es mejor. Allá nos vemos.
La habana, 07 de junio de 2011

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