En Túnez, la conducción del país ha sido delegada en el primer ministro del régimen anterior, Mohammed Ganoushi, y el gobierno provisional ha ordenado Interpol mediante, el arresto del depuesto dictador. La defensa que realizó Muammar Gaddafi, líder de la revolución libia, para con Ben Alí, que fué muy criticada por algunos blogs y medios alternativos, tiene un poco de verdad. El presidente libio acusó al Mossad israelí y la CIA de estar detrás del derrocamiento del mandatario tunecino. Es probable que Estados Unidos esté buscando desembarazarse de "regímenes incómodos" en la región, para dar paso a democracias representativas formales, y así apagar al incipiente movimiento popular y sindical que se está gestando en estos países. La cuestión es aprovechar la desorganización de los partidos y movimientos socialistas, obreros, islamistas y panarabistas, para asegurar que no exista una sucesión real, sólo cambios cosméticos. Como el "gobierno provisional" de Túnez, país del cual casi ni se habla. Quieren que también Egipto siga esos pasos. El vicepresidente Omar Suleyman habría propuesto al presidente Mubarak un "plan de cinco puntos" para "resolver la crisis imperante", entre ellos, se encontraba la dimisión del octogenario dictador. La difusión de este plan, no hace más que causarnos dudas sobre el desenlace de estos sucesos. La Hermandad Musulmana, por ejemplo, el movimiento opositor más importante, afronta desde hace años una crisis interna a causa de sus compromisos con el régimen.
En una columna publicada hoy en Página/12, Atilio Borón reseñó que Estados Unidos planea un mubarakismo sin Mubarak, en tanto, calcula, el costo político sería alto, conservando a Mubarak o no, debido a la inestabilidad que se plantearía un nuevo gobierno en Egipto. Yo no estaría tan seguro de eso. El nivel de complicidad del gobierno egipcio con las torturas y el asesinato de militantes demócratas e islamistas, no convierte a Mubarak en santo de la devoción yanqui. Cuando no les conviene, intentan colocar a alguien en la línea sucesoria: Esa fue la fórmula que sin éxito alguno Washington intentó imponer en los meses anteriores al derrumbe del somocismo en Nicaragua, apelando a la figura de un personaje del régimen, Francisco Urcuyo, presidente del Congreso Nacional, cuya [única]iniciativa como fugaz presidente fue la de solicitar al Frente Sandinista, que venía aplastando a la guardia nacional somocista por los cuatro rincones del país, que depusiera las armas. Lo depusieron a él al cabo de pocos días, y en el habla popular nicaragüense el ex presidente pasó a ser recordado como “Urcuyo, el efímero”. Habrá que ver si en Egipto aparece un Urcuyo, o, por caso, un Juan Carlos I, que, recordemos, ha garantizado franquismo sin Franco en España.
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