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domingo, 13 de junio de 2010

Europa: lo que no se dice de la crisis

La crisis que están viviendo algunos países mediterráneos –Grecia (en
especial), Portugal y España– e Irlanda se está atribuyendo a su
excesivo gasto público, que se supone ha creado un elevado déficit y
una exuberante deuda pública, escollos que dificultan seriamente su
recuperación económica. De ahí las recetas que el Fondo Monetario
Internacional, el Banco Central Europeo (BCE) y el Consejo Europeo han
estado imponiendo a aquellos países: hay que apretarse el cinturón y
reducir el déficit y la deuda pública de una manera radical.

Es sorprendente que esta explicación haya alcanzado la dimensión de
dogma, que se reproduce a base de fe (el omnipresente dogma liberal) y
no a partir de una evidencia empírica. En realidad, ésta muestra lo
profundamente errónea que es tal explicación de la crisis. Veamos los
datos.

Todos estos países tienen los gastos públicos (incluyendo el gasto
público social) más bajos de la UE-15, el grupo de países más ricos de
la Unión Europea, al cual pertenecen. Mírese como se mire (bien gasto
público como porcentaje del PIB; bien como gasto público per cápita;
bien como porcentaje de la población adulta trabajando en el sector
público), todos estos países están a la cola de la UE-15. Su sector
público está subdesarrollado. Sus estados del bienestar, por ejemplo,
están entre los menos desarrollados en la UE-15.

Una causa de esta pobreza del sector público es que, desde la Segunda
Guerra Mundial, estos países han estado gobernados la mayoría del
periodo por partidos profundamente conservadores, en Estados con
escasa sensibilidad social. Todos ellos tienen unos sistemas de
recaudación de impuestos escasamente progresivos, con carga fiscal
menor que el promedio de la UE-15 y con un enorme fraude fiscal (que
oscila entre un 20 y un 25% de su PIB).

Son Estados que, además de tener escasa sensibilidad social, tienen
escaso efecto redistributivo, por lo que son los que tienen mayores
desigualdades de renta en la UE-15, desigualdades que se han acentuado
a partir de políticas liberales llevadas a cabo por sus gobiernos.
Como consecuencia, la capacidad adquisitiva de las clases populares se
ha reducido notablemente, creando una economía basada en el crédito
que, al colapsarse, ha provocado un enorme problema de escasez de
demanda, causa de la recesión económica.

Es este tipo de Estado el que explica que, a pesar de que su deuda
pública no sea descomunal (como erróneamente se presenta el caso de
Grecia en los medios, cuya deuda es semejante al promedio de los
países de la OCDE), surjan dudas de que tales Estados puedan llegar a
pagar su deuda, consecuencia de su limitada capacidad recaudatoria. Su
déficit se debe, no al aumento excesivo del gasto público, sino a la
disminución de los ingresos al Estado, resultado de la disminución de
la actividad económica y su probada ineficacia en conseguir un aumento
de los ingresos al Estado, debido a la resistencia de los poderes
económicos y financieros.

Por otra parte, la falta de crédito se debe al excesivo poder del
capital financiero y su influencia en la Unión Europea y sus Estados
miembros. Fue la banca la que, con sus comportamientos especulativos,
fue creando burbujas que, al estallar, han generado los enormes
problemas de falta de crédito. Y ahora están creando una nueva
burbuja: la de la deuda pública.

Su excesiva influencia sobre el Consejo Europeo, la Comisión Europea y
el Banco Central Europeo (este último mero instrumento de la banca)
explica las enormes ayudas a los banqueros y accionistas, que están
generando enormes beneficios. Consiguen abundante dinero del BCE a
bajísimos intereses (1%), con el que compran bonos públicos que les
dan una rentabilidad de hasta un 7% y un 10%, ayudados por sus
agencias de calificación (que tienen nula credibilidad, al haber
definido a varios bancos como entidades con elevada salud financiera
días antes de que colapsaran), que valoran negativamente los bonos
públicos para conseguir mayores intereses.

Añádase a ello los hedge funds, fondos de alto riesgo, que están
especulando para que colapse el euro y que tienen su base en Europa,
en el centro financiero de Londres, la City, llamada el “Wall Street
Guantánamo”, porque su falta de supervisión pública es incluso menor
(que ya es mucho decir) que la que se da en el centro financiero de
EEUU.

Como bien ha dicho Joseph Stiglitz, con todos los fondos gastados para
ayudar a los banqueros y accionistas se podrían haber creado bancos
públicos que ya habrían resuelto los problemas de crédito que estamos
experimentando (ver mi artículo “¿Por qué no banca pública?”, en
www.vnavarro.org).

En realidad, es necesario y urgente que se reduzca el
sobredimensionado sector financiero en el mundo, pues su excesivo
desarrollo está dañando la economía real. Mientras la banca está
pidiendo a las clases populares que se “aprieten el cinturón”, tales
instituciones ni siquiera tienen cinturón. Dos años después de haber
causado la crisis, todavía permanecen con la misma falta de control y
regulación que causó la Gran Recesión.

El mayor problema hoy en la UE no es el elevado déficit o deuda (como
dice la banca), sino el escaso crecimiento económico y el aumento del
desempleo. Ello exige políticas de estímulo económico y crecimiento de
empleo en toda la UE (y muy especialmente en los países citados en
este artículo).

No ha habido una crisis de las proporciones actuales en el siglo XX
sin que haya habido un crecimiento notable del gasto público y de la
deuda pública, que se ha ido amortizando a lo largo de los años a base
de crecimiento económico. EEUU pagó su deuda, que le permitió salir de
la Gran Depresión, en 30 años de crecimiento.

El mayor obstáculo para que ello ocurra en la UE es el dominio del
pensamiento liberal en el establishment político y mediático europeo,
imponiendo políticas que serán ineficientes, además de innecesarias. Y
todo para asegurar los beneficios de la banca. Así de claro.

--
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