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domingo, 23 de mayo de 2010

EL ENTIERRO DE TUMA

EL ENTIERRO DE TUMA


Cuando en la plaza de San Pedro se dieron cuenta que de una sola patada había dejado trabado al Papa Mapache en una de las espigas corintias del campanario de la iglesia del Pueblo Ateo, en la nación del Bejucal, inmediatamente se reunió al Sínodo de Cardenales Marsupiales y ordenaron a su lugarteniente el Obispo Bisco Colindrano Pasaraya que buscara a todos los cruzados de la región y ordenara la inmediata cacería del apóstata.
Anterior a estos sucesos, el Lic. Johnny Billmaker había mandado a aserrar cuarenta ceibos negros del parque ecológico y cincuenta carpinteros dirigidos por el Arquitecto Manuel Bullanguini se habían encerrado en el campo cerrado de futbol a fabricar lo que sólo ellos sabían.
Ivanovich El Rojo, anunció o denunció por Radio Nacional sin querer, que en Ateolandia del Bejucal se estaba construyendo una nave espacial y que todos los illuminatis habían decidido emigrar a Venus. El Ministro de la Seguridad mandó a investigar y se conformó con la explicación de que lo que se estaba fabricando era la carroza de Mauricio Funes y regresó feliz de la respuesta encontrada aunque tuvieron que extorsionar al ministro de ecología el Rosado Deatrás, para que no pusiera la demanda por el rose del único bosque de la comunidad.
Tenían como un mes de encierro cuando una noche oscura y lluviosa de huracanes diabólicos, el pueblo se alteró con un inmenso bullicio como si los tanques de guerra que siempre habían pasado por última vez por Ateolandia, ya que ninguno regresaba, volvían a pasar. Para tristeza del pueblo guerrillero no eran tanques, sino una veintena de tractores John Deer que habían sido facilitados por la embajada Canadiense a su representación en dicha comunidad bejuquera, por lo tanto; el pueblo acostumbrado a esa maquinaria para la construcción de presas y explotación minera en la región no pusieron cuidado y se fueron a dormir de pura tristeza.
El maestro de ceremonias el calabrés Milquilín Contrera se puso unos tapones que quina lúdica en las orejas. El ruido de la maquinaria se ahogó en el viento huracanado y desapareció en la oscuridad aterida de los caminos testimoniales sin testigos. Un absoluto silencio sepulcral y desolación aparente reinaba a lo largo y ancho de la comunidad. Un parroquiano palestino se aburrió de tocar puertas tratando de vender sus baratijas después de haber perdido las elecciones presidenciales, las campanas habían sido habilitadas de nuevo y doblaban con tristeza como cuando murió el padre Benitocamela, de hambre y desolación tributaria. En la oscuridad se dejaba ver la silueta de la yegua choca del último sargento decapitado por la guerrilla pasteando en el atrio montaraz de la iglesia.
Aligérate me dijo el Dr. Espino, tenemos que firmar el acta de defusión. Ni siquiera me animé a preguntar quién era el muerto ya que en Ateolandia del Bejucal pasan las cosas más raras que mente humana pueda concebir.
Tocamos al inmenso portón. Tres explosivistas de COMARSA nos recibieron. Los tractores habían cumplido su misión e iban de regreso a sus bases. Cuando abrieron la inmensa bóveda usando dos poleas hidráulicas pudimos ver el inmenso ataúd. Ello trajo a mi mente la insignificante cajita de niño dios de navidad donde habían zampado a puro almadanazos a Francesco El Grande, muerto después de haber ingerido un coctel de moluscos enviagrados y endiazepanados, por cuya muerte se sigue procesando a la princesa Raspa Hielo protegida en la actualidad por Carlos Taravilla y el alcalde municipal. Para abrir el inmenso ataúd se necesitaron cuarenta barras y diez picos que fueron alquilados al Ministerio de Obras Públicas de la nación y cierto, ahí estaba la figura de “TUMA” como un inmenso León Siberiano listo para el descanso final.
Algo raro, un montón de cordones que le habían puesto no parecían escapularios o bandas ganadas en un millón de carreras de cinta en las cuales participó con Omar Ghadafi y el Rey de Mongolia lo cual me hizo pensar y decidí ir a observar de nuevo. No pude. Los vascos del ETA que se habían quedado a residir en la región en el Palacio del Sexo regentado por Garzón de la Laguna Verde, me impidieron pasar y me dijeron que ya todo había terminado, que al amanecer no iba ni haber rastros de que algo tan importante hubiera sucedido en aquel campo inculto sembrado de memoriales de heroísmos pasados.
El obispo Paiz descansaba medio desmayado después de haber pronunciado una homilía de despedida por largas cinco horas, las tetas flácidas de la Juana kantil cubrían su cara angustiada como una mortaja anunciadora. Las órdenes se cumplen, no se discuten, me dije, y nos retiramos con el Dr. Espino hacia el Cerro de Los CoyoteCojos. Soy un autómata me dije. Cómo es posible que vaya subiendo el cerro sin preguntar por qué o a qué.
Cuando llegamos a la Mesa que es como un cráter plano en la anti planicie, Norina, la suma sacerdotisa de la Logia Atea explicó: Nos hemos venido hacia acá, para guardar desde las alturas al compañero Tuma. Nuestro secreto será guardado de por vida y quien así no lo hiciere será ajusticiado en la primera oportunidad del caso. Cuales secretos me pregunté sin valor de preguntarle a la logia.
Me regresé después de la gracia (dando gracias que habíamos salido vivos de otro enfrentamiento). Quince días damos los ateos a guardar la memoria de un hermano como TUMA y después dejamos que el universo siga su camino y la logia su destino.
Escuchando Radio Nacional, Ivanovich El Rojo en su programa informativo “Sucesos Esperpénticos”, comunicó que en Ateolandia del Bejucal, cien caballeros de Cristo Rey habían muerto al tratar de destapar un inmenso ataúd que supuestamente guardaba los restos de TUMA, el Elegido, entre ellos el obispo Bisco Colindrano Pasaraya, muertes bienvenidas y bien aventuradas, causadas por la explosión más grande de R-4 que la historia nacional haya conocido, explosión que hizo rebalsar ríos, alejarse el mar, temblar todos las iglesias y templos templados y destemplados, les dio vuelta a los féretros vacíos, y que en dicha arca de ceibo negro no había una gota de sangre cuyo DNA señalara a Tuma, que la sangre que regaba los maderos era producto de los últimos desvirgues y estupros sin escrúpulos producto de las ganas profanas, en la noche de celebraciones , lo cual prueba que TUMA nunca estuvo ahí y que fue sólo un simulacro para su desaparición.
Pero tu y yo lo vimos, me dice el Dr. Espino, bueno; uno nunca sabe si lo que pensamos que vemos es la realidad, quizá vemos lo que queremos ver aunque ésto solo sea realidad para nuestros ojos….subjetivos

Paul Fortis






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