Anónimo comparte:
Todos pasamos una historia propia, sabíamos que a las 6 p.m. era el vergaseo que iba a comenzar…
En la casa de seguridad, llegaron a las 8 p.m. una semana despues de la ofensiva... Dieron vuelta a todo hasta los calzones, buscaban los soldados como perros de caza no sé que cosas, nos llevaron a la Feria Internacional, y allí separados el grupo de guerrilleros de los Comandos Urbanos, nos interrogaron por aparte a Tato, Neto y a mí, temblaba de miedo pero resuelta la conciencia a dar la vida por el Partido, por el pueblo y por mis ideales, resuelta a morir… y a subir al camión… el perro se quedó ladrando en aquella casa…
No supe más de los otros dos compitas, sólo recuerdo que me amenazaban, y chasqueando las armas, realizaban la investigación¸ yo vacilaba en mis respuestas y amenaza tras amenaza transcurrían las horas y es que vendada, se me nublaban las ideas, sólo con mis ideales continuaba con mi conciencia limpia…
Me indignaban las interrogantes tan pendejas que hacían y respondía a las mismas, las burlas no se hacían esperar…
Dos horas más tarde a subir al camión al llegar, me imaginaba la manera de cómo moriría, qué sentiría en el momento preciso… de saborear la muerte… que iba a caer a la fosa común donde yacían mis compañeros.
Otro interrogatorio más, al salir vendada y hatada de manos de la bartolina, las torturas de las quemadas en mi piel , las sentía tan profundas, y me decía: “moriré con la conciencia limpia…”
Después del interrogatorio… a sufrir las inclemencias del frío en mi desnudo cuerpo… deseaba que mi torturados terminara pronto la faena que se había propuesto… nunca le vi su cara… rígida y vendada, me imaginaba su rostro de complacencia… yo esperaba la muerte, como premio a mis convicciones. Las preguntas que realizaban en serio que las eran absurda y quizá ni las comprendía esperando la muerte.
Al día siguiente era llevada a una bartolina en la que estaban más mujeres, estando allí vaya alivio, empezaron a interrogarme para saber quién era y porque había sido detenida que alivio saber que habíamos tantas por las mismas razones, colchonetas que olían a humanidad estaban en el piso, y todas allí en nuestro mundo contando lo que le había ocurrido a cada una: Todas contábamos las versiones o historias que cada una… habíamos pasado…
Afuera se oía gritos, llantos, llaves, órdenes, las horas pasaban lentas…
Los ánimos de las compitas estaban firmes, aunque cuando regresábamos del “interrogatorio” que podaría ser a cualquier hora… regresábamos calladas, pensativas, pero con la compañía de las demás se nos pasaba en una hora, rumiábamos a la hora de dormir nuestro dolor a la dignidad mancillada… Deseábamos preservativos, anticonceptivos que nos libraran de un producto no deseado, de seres inhumanos… capaces de burlar la dignidad de una mujer indefensa…
No supe en esos días de los dos camaradas: Tato, ni Neto…
A los quince días según acuerdos internacionales, llegó la Cruz Roja Internacional, era la hora de partir, los interrogatorios continuaban: señas, datos, direcciones… hice la sugerencia, “dejen anticonceptivos” alguien se rió como si yo estuviera avalando el sexo practicado…
No comprendían que era mejor a tener que arriesgar la salud …
Unos decidieron emigrar, buscar seguridad, bienestar, formar su familia en otras condiciones y con mejores oportunidades.... Otros decidimos quedarnos por voluntad propia, esperando la evoluciòn polìtica, económica como utopía en nuestro bello y amado país...
Valquiria
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