PARA LOS LECTORES
REVOLUCIONARIOS DEL MUNDO
Sonata del Amor Eterno
A mis hermanas… ¡donde quiera que sufran!
Ama a la mujer por ser tu madre, tu compañera, tu hermana y tu hija. Cuídala como la perla más delicada del mineral existencial nacida del alma de la tierra, de la preñez divina del universo, ámala porque es esa calidad de amar, la ética superior del ser filosófico, de ahí puedes medir quien eres: un ser feliz aún ante todas las circunstancias del albedrío o un desgraciado autodestruido por el odio, la envidia, la podredumbre de los seres inferiores.
De nada sirven riquezas producto del robo, de la explotación y del despojo de seres humildes, si el hogar no es cuna de amor sublime, sino una guarida donde el odio hace los segundos, eternidades que dejan huellas imborrables en el alma de sus habitantes y más que todo de la mujer y en consecuencia de los hijos del infortunio, de hogares que son infiernos para ángeles cuyas ateridas alas son pasto de la lujuria espejista del sistema consumista cuyas luchas intestinas lleva a los patriarcas modernos a explotar a sus esposas en búsqueda de una superioridad falsa, vacía de valores espirituales y éticos cuyos resultantes finales son la separación y la creación de descendientes que llevan en su subjetividad las incurables heridas de la descomposición familiar.
Ama a la mujer y manifiesta dicho amor no sólo un catorce de febrero o el día comercial antojadizo para celebrar por unas cortas horas el incomprensible valor de lo que es una madre, compañera, hermana e hija, sino; celébrala en cada segundo de tu vida dándole vida a sus años y no años a su vida. Admírala en la montaña que explota en flores en los amaneceres de la vida, bésala como el rocío besa el pasto con la suavidad del viento o la lluvia de estrellas lejanas que hermosean el espacio sideral, cuídala como cuidas tu alma para que no se corroa con la putrefacción social, fertilízala tal como fertilizas la patria con tus luchas libertarias, haz que crezca el amor, que se agigante y verás cotidianamente desde las atalayas de tu vida el valor de amar y ser amado, no un día, sino una eternidad.
De nada sirven riquezas o posiciones sobre tus semejantes, de nada sirve el donjuanismo falaz e innecesario si en las relaciones íntimas no florecen los lirios del amor. Ama a la mujer no sólo por su sexo, amala por ser mujer, por ser la semilla y el fruto de la vida, alfa y omega, inicio y permanencia de la alegría, presencia, y existencia, suma poética de la canción comprometida.
Mirad el mar, como la mujer en su pasividad guarda las fuerzas de la vida, el vaivén de las olas, la eternidad de la semilla, quien no lo entiende es barco a la deriva. Miradlo bien, ahí está el verbo conjugado, la esencia del significado. El mar es como una gigantesca hembra dormida de cuyas aguas emana siempre vida.
PAUL FORTIS
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