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domingo, 6 de septiembre de 2009

Los hipócritas ataques de la oligarquía contra el nuevo gobierno

El Salvador : Arena critica “falta de rumbo” en primeros 100 días de Funes.


Los ex presidentes de Arena y los testaferros de la extrema derecha no tienen ninguna autoridad ni legitimidad moral para atacar y enjuiciar al gobierno del Cambio.


El paternalismo y la demagogia le han causado mucho mal a este pueblo. Los cuatro regímenes areneros ofrecieron trabajar “incansablemente” en contra de la pobreza, y sus consignas hicieron crecer la esperanza entre los salvadoreños. El presidente Cristiani aseguró que durante su administración se erradicaría la extrema pobreza; al cabo de cinco años, esta había aumentado, lo mismo que la desnutrición y la migración de miles de salvadoreños hacia los Estados Unidos y otros países, en busca de mejores oportunidades de vida. El camino de la corrupción había comenzado para los cuatro jinetes del apocalipsis salvadoreño.


El gobierno de Armando Calderón Sol también prometió más de lo mismo: “los salvadoreños no pueden estar condenados a vivir y morir en la pobreza”, dijo. Sin embargo, ninguno de sus programas se encaminó a generar empleos, mucho menos a asistir a las personas más vulnerables. Los índices de desarrollo humano comenzaron a disminuir sensiblemente, según lo registró el PNUD de las Naciones Unidas. Al cabo de su mandato, más de un millón de salvadoreños habían emigrado hacia los Estados Unidos, Canadá y Australia. Asimismo, el crimen organizado y la delincuencia tenían vía ancha para sus operaciones mafiosas. La corrupción y el contrabando se profundizaron.


Con el régimen de Francisco Flores, la situación económica y social de los salvadoreños se deterioró totalmente. Con sus publicitadas “alianzas solidarias”, también se festejó la demagogia y la mentira. El golpe de gracia para el pueblo llegó con la ley de Integración Monetaria, conocida como “dolarización”. De la noche a la mañana desapareció nuestra moneda, el colón, y los precios de los productos de consumo básico, como los frijoles, el maíz, el arroz, la leche, los huevos y legumbres se dispararon. Como bien apuntaron los economistas “se gana en colones y se paga en dólares”. El Banco Central de Reserva, simplemente pasó a ser un “elefante blanco”, sin política monetaria ni posibilidades de controlar el mismo sistema de ahorros en los bancos nacionales, ahora en poder de las grandes compañías internacionales. La corrupción era un río interminable.


Con el gobierno de Antonio Saca también se repitieron las consignas de “trabajar por los más pobres y marginados de este país”. Lo peor estaba por venir de parte de un gobierno inhumano. El signo y el mayor acento de este régimen estuvo marcado por la millonaria campaña publicitaria, más enfocada en favorecer la imagen presidencial que en celebrar obras en beneficio de las mayorías poblacionales. Rápidamente nos ubicamos como el primer país de América Latina en menos inversión en desarrollo social. Los índices bajaron sensiblemente, según lo registraron organismos especializados en el tema, como la CEPAL y el PNUD. Los fondos del Milenio estaban en peligro y el régimen puso en marcha uno de los programas más crueles y demagógicos de que se tenga memoria en este país: Red Solidaria, supuestamente para favorecer con 15 dólares mensuales a las familias en extrema pobreza de El Salvador, y catapultarlos, así, de la extrema pobreza a la pobreza relativa. Este nefasto personaje heredó al nuevo gobierno un Estado en total bancarrota.

De forma breve hemos apuntado la triste, amarga y patética “labor” desarrollada por los cuatro regímenes areneros. Al cabo de veinte años, los salvadoreños más vulnerables y humildes parecen los actores de una dramática epopeya, pues muchas de nuestras comunidades pueblerinas y rurales siguen viviendo como en los tiempos del feudalismo y el esclavismo, postrados ante los mismos altares, vilipendiados, expoliados y sometidos a los mismos tipos de hombres que sus ancestros conocieron. La oligarquía hereda sus apellidos, sus privilegios y las relaciones nacionales e internacionales para continuar atesorando riquezas y manteniendo el control político y económico de los pueblos. Los mínimos cambios y reformas en el aparato gubernamental, únicamente han servido para alargar el mandato y el poderío de la burguesía, nunca para favorecer a los desheredados, a los más vulnerables de la sociedad. El mismo modelo económico está diseñado para la concentración de la riqueza en pocas manos y para multiplicar la miseria entre las mayorías poblacionales.



Los políticos y ex funcionarios de Arena son los menos indicados para evaluar los primeros 100 días del actual gobierno: no tienen legitimidad ni autoridad moral, pues en veinte años únicamente se dedicaron a saquear las arcas del Estado, a repartirse privilegios, a favorecer a los monopolios y empresas extranjeras, a la concentración perversa de la riqueza en pocas manos; en fin, a implantar un modelo económico neoliberal absurdo y en esencia contrario a las aspiraciones de progreso de miles de personas. En cuatro lustros no hicieron nada para resolver el problema de la concentración de la tierra y en forma demagógica entregaron algunos títulos de propiedad de parcelas a sus militantes. No resolvieron el problema de los campesinos, ni nuestro abastecimiento de alimentos y de materias primas. Si terminaron algunos latifundios cafetaleros y azucareros, únicamente fue para transformarlos en zonas habitacionales.

La pequeña burguesía provinciana fue levemente golpeada, pero nuevos ricos y explotadores los sustituyeron, pues si algo han dominado a la perfección, es el negocio y el mercantilismo. Por eso resulta insultante que personas como el ex presidente Alfredo Cristiani, vengan ahora a cuestionar y fustigar las políticas del nuevo gobierno. Desde luego que como ciudadanos tienen todo el derecho de analizar y criticar al FMLN y a Mauricio Funes; pero desde las realidades afrontadas por este pueblo, no tienen ni la más mínima autoridad moral para hacerlo. Sólo baste señalar que durante la administración de Cristiani, por ejemplo, en el año 1990, la Asamblea Legislativa aprobó una ley de saneamiento de los bancos estatales que habían quebrado porque no recuperaron muchos de los préstamos otorgados a grandes empresarios durante los años ochenta. La ley incluía la creación de un Fondo de Saneamiento Financiero (FOSAFI), con recursos del Banco Central de Reserva (BCR), que es un banco del Estado. Dos años después, el gobierno privatizó los bancos saneados. El monto a favor de los “nuevos dueños”, como Cristiani, fue de 705 millones de dólares.


En su periodo también se produjo el desfalco de más de 70 millones de colones al Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS), cuyo ex director, Romeo Majano, debería ser prófugo de la justicia, pero que hoy se pasea campante por El Salvador. La Fiscalía General de la República todavía debe investigar las compras de medicinas hechas por esta institución autónoma al laboratorio Santa Lucía, propiedad de la familia Cristiani. Asimismo, se debe investigar el faltante de nueve millones de dólares en la Central Hidroeléctrica del Río Lempa (CEL), en 1991. Estos robos al Estado están totalmente comprobados y con sendos expedientes en los juzgados respectivos. Cabe preguntarse si está facultado por reglas éticas y códigos de honor el señor Cristiani para juzgar a un gobierno y un mandatario de la república?

La desolación dejada por los cuatro regímenes areneros es inmensa, un verdadero desastre económico. En anteriores comentarios hemos dicho que a menos de cuatro kilómetros de San Salvador se encuentran comunidades que sobreviven en condiciones propias de la época feudal, tal es el caso de San Laureano, en el municipio de Ciudad Delgado. Fiestas populares y religiosas se mezclan con métodos primitivos de trabajo y subsistencia, con viejas formas familiares y sociales que siguen siendo actuales, todas ellas en contradicción con la modernidad y la macroeconomía de que tanto alarde hicieron los cuatro nefastos gobiernos areneros. Coexisten, como dijo el poeta Ramón López Velarde, “jacobinos de época terciaria y católicos de Pedro el Ermitaño”. De ese modo podríamos preguntarnos : en qué siglos viven social, económica y culturalmente esas comunidades? Qué hicieron los gobiernos de la oligarquía para promover el desarrollo mínimo y vital de esas comunidades?

El desastre heredado a las actuales autoridades es enorme; el reto que tiene el gobierno del Presidente Funes, es inmenso. No sólo en 100 días, tiempo perverso para medir logros, sino en cinco y muchos más años. Por eso insistimos en la necesidad de desarrollar una política de comunicación fuerte para destapar todas las cloacas de inmundicia dejadas por los regímenes areneros, contrarrestar sus hipócritas y perversos ataques mediáticos y orientar a la población sobre los verdaderos cambios que se están produciendo o los que se darán en materia económica, social, política y cultural. Los pequeños y grandes problemas se corrigen atacando las causas, y si muchos de nuestros males residen en los terrenos de la oligarquía, pues en ese campo, apoyándose siempre en el pueblo, habrá que atacar con todas las energías posibles.

Pocote

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Publicado por Palomudo en domingo, septiembre 06, 2009

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