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lunes, 30 de diciembre de 2013

Con miras a Sochi 2014 № 16

http://spanish.ruvr.ru/2013_12_29/Con-miras-a-Sochi-2014-16-3975/

Oscar Swan (en el centro)
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La edad óptima de los deportistas para su actuación exitosa en las competiciones varía de dieciocho a treinta años. Sin embargo la historia del Olimpismo conoce no pocos ejemplos que cuestionan esta tesis.

Así, la surcoreana Yun Mi Kin participó en competiciones de patinaje en pista corta en la Olimpíada de 1984 cuando tenía apenas trece años. El campeón olímpico más joven fue el niño francés Marcel Depailler, timonero de la pareja del equipo de Holanda en 1900, a la edad de diez años. Tampoco faltan ejemplos opuestos. La campeona de más edad es la esquiadora soviética Raísa Smetánina. Ganó su última medalla en los Juegos de Albertville varios días antes de cumplir los cuarenta. El atleta más viejo fue el sueco Oscar Swan. En 1920 ganó la medalla de plata a la edad de setenta y dos años en tiro: disparos aislados a la distancia de cien metros. El récord de “longevidad” de actuaciones en los juegos olímpicos de cuarenta años, pertenece a tres atletas. El esgrimista danés Ivan Joseph Martin Osiier actuó de 1908 a 1948, el noruego Magnus Andreas Thulstrup Clasen Konow y el británico Darvard Randolph Knowles participaron en competiciones de veleros de 1948 a 1988.
El patinaje de parejas femeninas se ha olvidado hoy. En el siglo XIX e incluso a inicios del XX era casi la única disciplina del deporte que permitía a las representantes del bello sexo participar en los juegos olímpicos.
A las féminas no se les permitía patinar en solitario, se consideraba peligroso para ellas. Y ellas podían actuar tan solo en pareja. Quien era su pareja no tenía importancia, lo principal era que salieran a la cancha dos deportistas que sostuvieran una a la otra para que no se cayera ninguna. La revolución en patinaje artístico fue realizada por la inglesa Madge Sayers. Ella logró una calificación complementaria en el campeonato del mundo de 1901, cumpliendo varias veces sin errores ante los árbitros el programa individualmente. Y los árbitros dejaron pasar a la muchacha a las competiciones, en las que ella rivalizaba con varones. En 1906, a iniciativa de esta misma Sayers, se llevaron a cabo las primeras competiciones individuales de féminas. Después de esto, las parejas femeninas desaparecieron del programa de los campeonatos del mundo. Pero algunos países continuaban efectuando competiciones nacionales en esta modalidad. El más resonante fue el campeonato de la República Democrática Alemana de 1949, que ganó el dúo Jutta Müller e Irene Salzmann. Esta victoria les permitió a las jóvenes entrar en el “gran deporte”. Ellas actuaban en disciplinas olímpicas y luego pasaron a ser entrenadoras, unas de las mejores en la historia del patinaje artístico alemán.
Las instalaciones de la zona alpina de Sochi están listas para recibir a los deportistas y huéspedes de la Olimpíada. En muchas de ellas se realizaron ya competiciones de prueba. Pero algunas de ellas, por ejemplo, el trampolín Montes Rusos tan solo “entran en el gran deporte”.
El tren que va a Krásnaia Poliana, zona alpina, en la que se encuentran las instalaciones olímpicas, parte de la estación ferroviaria central de Sochi. Al pagar ciento doce rublos o cuatro dólares, aproximadamente, y al escuchar con atención las explicaciones del cajero de cómo pasar al andén necesario, el hincha se pone en camino. El tren arranca despacio y transita a lo largo de la costa del mar Negro. El susurrar de las olas del mar se oye debajo del vagón. Una brisa ligera agita las palmeras eternamente verdes, en lontananza se levantan las blancas cimas de las montañas del Cáucaso. Durante casi la media hora el panorama no varía. Luego el tren eléctrico entra rápido en un túnel y sale ya en medio de un verdadero invierno ruso, en las montañas, donde debajo de una capa de nieve, de un metro de grosor, no hay alusión alguna ni a las palmeras y al mar.
Krásnaia Poliana se encuentra en el corazón mismo de la zona alpina de la Olimpíada: a la derecha se encuentra la pista de bobsleigh Sanki, por delante las pistas de descenso Rosa Jútor a la izquierda la pista de biatlón Laura. Esta última, es quizá, la más pintoresca. Para llegar allí hay que usar el teleférico que en quince minutos le llevará a un valle montañoso con bonitas casas hoteles, acogedores cafés y un aire puro de montaña. De aquí saldrán los esquiadores y biatletas y aquí mismo estará su meta, después de contornear la montaña Medvezhia. La pista no es fácil, aseveran los organizadores, pero muy bonita.
No lejos de Laura, al otro lado de la pendiente, se encuentra el conjunto de bobsleigh Sanki, donde se disputarán el “oro” los aficionados al descenso rápido en bobes y trineos. A un hincha no preparado le llena pavor tan solo la vista de este canalón de hielo. Es imposible imaginarse que alguien se ponga a deslizarse voluntariamente por aquí a una impetuosa velocidad. Sin embargo, en el mundo hay no pocos audaces y los mejores de ellos se reunirán aquí junto a esta pista en febrero.
Entre los juniors este descenso goza de gran popularidad. Les quedará como herencia después de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos. En 2017 aquí se realizará un campeonato mundial de bobsleigh y skeleton.
La única obra de la zona alpina de la Olimpíada que no ha recibido aun torneos es el trampolín Montes Rusos. Es una instalación grandiosa que literalmente pende sobre Krásnaia Poliana. Los especialistas dicen que es una de las instalaciones más complejas de la Olimpíada.
Bajo el enorme trampolín, sobre fondo de acúmulos de nieve blanca se retratan periodistas japoneses. Krásnaia Poliana en diciembre, reconocen ellos, semeja los cuentos de Arséniev En la tierra del Usuri. Antes esta obra de literatura rusa fue eternizada por Akira Kurosawa en el filme Dersú Usalá. No es un cuento, le corrige alguien de los periodistas rusos y añade es una empuñadura al cuento.
Marat Románov, vicecapitán y principal estratega de la selección rusa de curling en silla de ruedas, comenzó a practicar este juego hace siete años; vio una vez cómo jugaban otros y se le aficionó seriamente.
Con el paso del tiempo, la afición redundó en profesión y en primavera Marat con sus compañeros del equipo irá a Sochi para luchar por medallas.
Marat Románov nació en Cheliábinsk y allí mismo pasó su infancia. Como todos, fue al servicio militar. Después ingresó en una fábrica metalúrgica. La vida era sencilla y tranquila. Todo cambió en 1966, cuando Marat de treinta años cayó en un accidente y se lesionó la columna vertebral. Desde entonces padece parálisis de las extremidades inferiores. Silla de ruedas. Otra vez todo cambió en la vida de Marat tras la aparición del deporte paralímpico.
Marat se dedica al curling casi siete años y en este tiempo se ha hecho miembro permanente de la selección de Rusia. Junto con el equipo actúa en todas las competiciones internacionales y ha acumulado infinidad de impresiones y recuerdos. Ahora se prepara intensamente para la Olimpíada de Sochi. Los deportistas rusos probaron ya en febrero de 2013 las pistas en las que han de actuar.
A pesar de que todos los rivales en la Paralimpiada son muy fuertes, no hay un equipo al que los rusos no puedan vencer asevera Marat Románov. Y después de Sochi ellos no se proponen ceder sus posiciones, aspirarán a nuevas victorias:
—No planifico terminar mi actividad deportiva. El curling es un juego magnífico porque uno puede competir siempre en él. A dónde nos envíe la patria, allí iremos y vamos a vencer.
Al igual que todos los deportistas Marat Románov es un poco supersticioso y por eso lleva siempre consigo un talismán: un camello de juguete. Símbolo de su ciudad natal de Cheliábinsk. El deportista está convencido de que este talismán traerá sin falta la victoria a su equipo en la Paralimpiada de Sochi.
vs/as/ll
Nota: Las opiniones expresadas por el autor no necesariamente coinciden con los puntos de vista de la redacción de La Voz de Rusia.

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