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lunes, 2 de enero de 2012

DESTRUCCIÓN DEL MURAL DE CATEDRAL EN SAN SALVADOR

MONCADA Grupo de lectores en el mundo


Por Chencho Alas
Descripción: http://www.elsalvadornoticias.net/wp-content/uploads/2011/01/Catedral-3.jpg“Cosas veredes, Sancho amigo”, le decía don Quijote a su compañero de aventuras. Esto mismo se puede repetir hoy ante el destrozo del mural que adornaba la fachada de la catedral de San Salvador, El Salvador, un país pobre en manifestaciones artísticas. Prueba de ello, la misma estructura mastodóntica de la catedral diseñada y construida por quien fuera el suegro de Napoleón Duarte, quien no era ni arquitecto ni ingeniero.
El mural era una síntesis teológica. En la parte más alta se encontraban las banderas de nuestro país y de la ciudad capital simbolizando el espacio y el tiempo, dos elementos esenciales a la idea de país y a la época en que se vive. En segunda fila, la última cena, la primera celebración de la Eucaristía por Jesús y sus apóstoles con algo muy simbólico, un azulejo con las letras O y R, o sea, la mención de Mons. Oscar Romero. De la mesa sagrada fluía la paz simbolizada por las palomas, por la seiba y por la cruz. Para los Mayas la ceiba ha simbolizado la paz, el lugar de reuniones para solventar problemas o para planificar el crecimiento de un pueblo.
La teología tiene sentido de compromiso cuando se encarna en el tiempo, en el espacio y en la ecología de un pueblo. Eso es lo que estaba plasmado en los frutos del campo, el sagrado maíz, el machete y el tecomate, instrumentos de trabajo de los campesinos. Línea tercera.
Más abajo la pareja de campesinos, mujer y hombre, productores invisibles de lo más necesario para un pueblo, los alimentos. Al introducir estos dos símbolos Fernando, de manera atrevida, nos inducía a valorar a los más pobres de nuestro país, sin los cuales no podemos vivir los citadinos. En la última fila nuestra mirada se centraba en los ángeles protectores de nuestra ciudad.
Hay que conocer un poquito a Fernando para entender la profundidad de su mensaje plasmado en más de 2,500 azulejos. Le conocí cuando era un joven universitario inquieto e idealista, quien deseaba ser sacerdote. En una visita al Vaticano hablé con un Cardenal francés cuyo nombre no recuerdo, y le solicité que admitiera a Fernando en su seminario. Después de dos años de estudios eclesiásticos en la ciudad de Lyon no se sintió seguro de su vocación y decidió ir a estudiar arte en Bélgica. Poco tiempo después de su regreso en el país se fue a vivir a La Palma, Chalatenango, en donde creó con los jóvenes campesinos de la zona una escuela de arte y de artesanías muy conocidas en un buen número de países. Según lo que me decía Fernando en cada sesión de trabajo primero leía y comentaba la Biblia a sus alumnos durante una hora y luego les impartía la clase de arte. Fruto de estas enseñanzas es la Palma, pequeña ciudad del norte dedicada a las artesanías, cuna de pintores.
La destrucción del mural ordenada por el Arzobispo José Luis Escobar Alas, la catedral es su cátedra, es una pérdida histórica, es sacarle al tiempo y al espacio un elemento de belleza necesario para la espiritualidad. Constituye también un acto de violencia y de falta de respeto a Fernando y al pueblo en un país que ocupa el segundo lugar en el crimen. No se le comunicó a Fernando la decisión de destruir el mural, la obra más importante de su conocida trayectoria de artista laureado, lo cual constituye un pecado de omisión por la violencia ejercida en el pintor, una violencia que va más allá de las heridas físicas. Todo pareció que se quiso hacer a escondidas, cuando el pueblo estaba ocupado en celebrar sus fiestas de fin de año. Los tribunales correspondientes deberían de llevar a corte este hecho para poner paro a cualquier otro desmán de eclesiásticos iconoclastas.
Ante tan nefasto hecho, creo que aquellos que se preparan para el sacerdocio, una misión eminentemente pública, deberían de recibir clases de antropología cultural, para que tengan la capacidad de valorar los símbolos de un pueblo, y de arte y de liturgia para tener la capacidad de descubrir el tiempo y el espacio, lugar sagrado de manifestaciones de un pueblo. En este lugar, los artistas tienen una misión muy especial porque son ellos los que mejor interpretan el alma bella de una nación.
Enero 2 de 2012, Austin, Tx

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