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sábado, 22 de mayo de 2010

LA MUJER SALVADOREÑA

Ponía la canastita llena de fruta y flores
Los niños la vaciaban al paso hacia la escuela
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Como pocas mujeres en el mundo, la mujer salvadoreña tiene distintivos que la hacen diferente y que la ponen en un estandarte especial en la caracterología de la escala de valores universales. Desde la humilde campesina que se levanta con el canto de las aves, cuando aun el sol ni siquiera se ha asomado a los aleros de la ranchería rural, nuestras madres, hermanas e hijas comienzan sus labores sin horario para ganarse el pan de su familia sin que muchos se lo reconozcan. Soy campesino y me siento orgulloso de ello y me siento más orgulloso de mi madre que aun muerta vive con sus ejemplos en mis hermanos y hermanas y en la comunidad misma a quien amó y sirvió, y quienes la recuerdan con amor por lo que ella hizo durante su paso por la vida. Mi madre no está sola en esa pléyade de mujeres ejemplares de nuestros humildes hogares. Así hay miles de mujeres a lo largo de toda la nación de los más humildes estratos sociales que a diario se entregan al combate por la subsistencia en esta vorágine de incertidumbre por la que pasa la ciudadanía más necesitada de esta nación. Recorriendo el país de Oriente a Occidente, de Norte a Sur nos damos cuenta de la laboriosidad de la mujer salvadoreña: agricultora, artesana, madre, ama de casa, esposa, tejedora, pescadora, cooperativista, constructora, educadora, en fin todo lo bello y bueno que ellas hacen por la vida nacional. El enmarañamiento de la ciudad nos lleva a otro tipo de laboriosidad femenina y nos vemos con mujeres comerciantes, emprendedoras, desde la mujer del canasto, al puesto del mercado, al negocio con locales físicos a la vendedora ambulante que hora tras hora luchan por sacar adelante a su grupo familiar. En la burocracia vemos a los miles y miles de hermanas que a diario toman buses y todo tipo de transporte para llegar a sus lugares de trabajo y lo mismo sucede en los diferentes campos académicos y políticos donde la mujer salvadoreña orgullosamente representa a nuestra sociedad. El tiempo actual demanda del establecimiento, verdaderas aperturas para el género femenino, no hay ni la mas ínfima razón para discriminación ni para xenofobias infundadas, ni para patriarcados con mascaras demoniócraticas como ha sucedido a lo largo de la historia de la humanidad. Nuestra patria debiera de sentirse orgullosa de sus mujeres artistas, poetisas, pintora, periodistas, musicólogas, académicas, artesanas, políticas, revolucionarias, empresarias que han sabido desafiar y sortear los altibajos del mercado nacional e internacional, mujeres galardonadas a nivel internacional, los casos de la Dra. María Isabel Rodríguez y de nuestra dramaturga que ganara el premio Casa de las Américas son nada más una muestra y no se mencionan más, porque sería necesario ir al registros nacional de personas naturales femeninas para dar a conocer al mundo el valor innegable de nuestras hermanas salvadoreñas. Sin embargo, cuanta tristeza: El sistema oprobioso cercenado la infancia de nuestra niñez, los lupanares llenos de niñas que no han tenido ni siquiera su primera menstruación, los bulevares llenos de niñas limpiando vidrios o vendiendo baratijas en lugar de estar en la escuela, los gerentes demandando la meritocracia del sexo a cambio de un miserable empleo, las maquiladoras tragándose como inmensos monstruos las pocas fuerzas que dan los frijoles, el maíz y la sal (cuando hay), la inmensa corrupción estatal por siglos impuestas sobre la ciudadanía femenina, el machismo descarado y aceptado de parte de la misma sociedad, la falta de capacidad de organización de género, los pocos fondos para las necesidades femeninas, los sucios hospitales donde nuestras hermanas paren en los pasillos, cuando se escapan de parir en los buses o en cualquier callejón oscuro de la nación, la discriminación laboral, la paternidad irresponsable y tantos males que abaten a nuestrs heroicas mujeres. Quizá sólo baste recordar de dónde venimos, para tratar de enmendar nuestras desviaciones de las cuales la sociedad y nosotros como parte de ella somos responsable, reconocer en la mujer a la autora de nuestros días, forjadora directa de nuestra vida y a la sociedad y sus leyes draconianas a la causante de todos los males sociales que el genero femenino ha vivido, vive y saber hasta cuando…

PAUL FORTIS

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