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viernes, 30 de abril de 2010

Cuando lo mataron ya estaba gordo, ya no era aquel flacucho a quien veía desde mi ventana salir a la carrera disparado como alma que lleva el diablo. No sé porque nunca le pregunté a la Tancho cuál era el verdadero oficio de su hijo y es que en este paisito de mierda si andas de pregunton te zampan un balazo y hasta ahí y nos vemos. Eso era de todos los días, y vaya que el cipote no era ningún miedoso, para los años de la guerra salía en medio de las ráfagas y las bombas que hasta era digno de admiración.

Vos decís que la necesidad es la madre del valor. No creo. Mucha gente tiene necesidad de dinero y no tiene los huevos de asaltar un banco o de ponerle a un millonario y ese cipote si hubiera sido bien dirigido bien hubiera llegado a ser un general o un buen comandante guerrillero. El cipote pasó de andar a pata, al bus, después a la bicicleta, taxi, moto y hasta tener un servicio telefónico con varias líneas para poder recibir llamadas de cualquier lugar a donde más se necesitara su presencia.

A dónde vas Pachuco –le dijo el Gallo Viudo-, pues a trabajar don Adolfo, le contestó aquél, sin volver la vista atrás. Salía todo el tiempo a la carrera, en la bicicleta hacía la montada de cartero, la motocicleta la paraba en dos patas como si fuera caballo de carrera y al taxista Julito Pisanada, le gritaba que puyara el taxi, que tenía que llegar antes que los otros le quitaran el negocio.

Te estás engordando -le dijo la Márgara-, la buena comida, los tragos a tiempo y la conciencia tranquila, le contestó el Pachuco. Le decían el Pachucho porque creció con pantalones ajustados, es decir que siempre le quedaban cortos o sea chuluncos

En tiempos de guerra y siempre que haya muertos aunque no haya guerra, las morgues de los hospitales siempre estarán llenas. Un dólar por llamada, hacía un sueldo de más de trescientos al mes para Chema Carepa quien trabajaba en la morgue del Rosales y era quien lo llamaba para dar sus servicios. . Al Carepa todavía lo anda buscando la poli porque creen que él fue quien mató al Chulunco, yo no sé, cuento lo que me cuentan y hasta ahí no más.

Hay féretros que no te quedan buenos. A los muertos no les gusta que los metan con los huesos doblados. Les gusta ir bien estiraditos al descanso eterno. A los gordos hay que hacerles cajas voluminosas y a la gente grande, féretros largos. No sé cómo fue el cajón que le compraron al Pachuco, espero que no haya sido como sus pantalones. El siempre ofreció los mejores servicios para los muertos; pero esta vez no se que le salió mal o tal vez, como dice la gente, no le había pagado al Carepa, ya que una cosa está clara: en el lugar donde citaron al Pachucho no había muertos esta vez y el único fue él. Tristemente él no se podía comprar el servicio que él mismo ofrecía a los dolientes, uno muere y no sabe en qué bolsa lo van a zampar ni a que barranco te van a tirar.

Paul Fortis

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