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lunes, 26 de abril de 2010

1. Oficina en Washington contra la democracia hondureña - Adrienne Pine



http://revista-amauta.org/wp-content/uploads/2009/09/honduras-resistencia-exige-retorno-zelaya22.jpg



1.
La Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos contra la democracia hondureña
El pulso del planeta


Traducido para Rebelión por Ricardo García Pérez


América: el pasado año hemos sido testigo del aumento de las hostilidades entre Estados Unidos y América Latina, centradas en buena medida en torno al golpe de Estado militar del 28 de junio de 2009 que derrocó al presidente hondureño Manuel Zelaya. Y aunque muchos latinoamericanos creen que el papel de Estados Unidos en Honduras es continuación de las medidas imperialistas que ha adoptado en la región durante el siglo pasado, en el caso de Honduras se aprecia un nuevo giro: gran parte de la labor que realiza en la sombra el Departamento de Estado la lleva a cabo una de las ONG defensora de los derechos humanos más respetada en Washington: la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA, Washington Office on Latin America).

Borrar la resistencia

Pese a que la escasa atención que han prestado los medios de comunicación internacionales al golpe militar del año pasado en Honduras se ha centrado en los agentes individuales, como el presidente Zelaya, el mandatario de facto Roberto Micheletti o el presidente costarricense Óscar Arias, los asuntos que hay en juego para los centenares de miles de hondureños que tomaron las calles y siguen hoy día oponiendo resistencia eran mucho más importantes que cualquier persona. A los hondureños les encolerizaba que les hubieran arrancado por la fuerza su democracia representativa con un golpe militar apoyado por Estados Unidos. La ira fue aumentando cuando el ejército empezó a golpear, violar, detener ilegalmente y asesinar a miembros de la resistencia no violenta; a ocupar militarmente las universidades, bibliotecas y centros culturales; y a aterrorizar a las personas en los barrios (apoyándose en la declaración del estado de emergencia y los toques de queda)... todo en nombre del régimen de facto. Diversas organizaciones de derechos humanos reconocidas en el ámbito internacional, entre las que se encuentran Amnistía Internacional (documento en formato pdf) y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, han documentado más de 4.000 violaciones de derechos humanos infringidas por el gobierno de facto contra los hondureños que se opusieron a él en los meses posteriores al golpe.

La tergiversación que han hecho los medios de comunicación del amplio y variado movimiento de resistencia, así como el discurso oficial de que son «partidarios de Zelaya», refuerzan las principales estipulaciones de los Acuerdos de San José-Tegucigalpa, impuestas por el Departamento de Estado de Estados Unidos contraviniendo la firme posición inicial adoptada por la Organización de Estados Americanos (OEA), decidida a no reconocer en modo alguno al gobierno de facto. Las estipulaciones son las siguientes: «elecciones libres y limpias», creación de una «comisión de la verdad» y «gobierno de reconciliación». En el primer caso, la invisibilidad del movimiento de resistencia en los medios de comunicación internacionales eclipsa el hecho de que el presidente Porfirio Lobo Sosa fue nombrado tras unas elecciones celebradas bajo la situación de suspensión de garantías constitucionales y violencia extrema del Estado. Las elecciones, que las autoridades del Departamento de Estado norteamericano elogiaron como un ejercicio modélico de democracia participativa, habían sido boicoteadas de hecho tanto por la resistencia como por la Organización de Naciones Unidas, la Unión Europea, la OEA y el Centro Carter. Además, no hubo ningún tipo de observadores internacionales en las elecciones (aunque el Instituto Democrático Nacional estadounidense [NDI, National Democratic Institute], que recibe financiación federal y está presidido por la antigua Secretaria de Estado Madeleine Albright, envió «observadores» que desempeñaron un papel crucial para legitimar la farsa de la democracia), y el Tribunal Electoral Supremo de Honduras, designado ilegalmente, hizo públicos unos resultados absolutamente ficticios. La tesis del Departamento de Estado norteamericano de que las elecciones ponían fin a la crisis se vio reforzada por la falsa aseveración, expresada la primera vez por Tom Shannon el 3 de noviembre, de que el bando de Zelaya había acordado apoyar las elecciones con o sin su rehabilitación en el cargo, una condición establecida por los Acuerdos de San José-Tegucigalpa.

Estados Unidos, haciendo frente tanto a una comunidad internacional dispuesta nuevamente a plantar cara como a un movimiento de resistencia hondureño de una envergadura sin de precedentes, no ha conseguido modificar en todo caso un modus operandi que data de la década de 1980. El embajador estadounidense Hugo Llorens ha reproducido varias páginas del manual de instrucciones de la década de 1980 del antiguo embajador John Negroponte. Además de contribuir a hacer ininteligible en el reciente Informe sobre los Derechos Humanos en Honduras la responsabilidad que tienen los cabecillas del golpe de las violaciones sistemáticas de los derechos humanos, Llorens se ha dedicado a trabajar para crear la comisión de la verdad mencionada más arriba, que ha sido denunciada por todas las organizaciones hondureñas importantes de derechos humanos y por la amplia coalición de la resistencia (enlace 1 y enlace 2), y ha tratado de mediar para la instauración del «gobierno de reconciliación» reuniendo a dirigentes del Partido Liberal que se oponían al golpe y al ultraderechista Partido Nacional, precariamente representado por Lobo. La posición del movimiento de resistencia sobre la comisión de la verdad y el proceso de «reconciliación» es que en lugar de servir para dar los pasos necesarios para alcanzar una paz fundada en la democracia y la justicia, amparan una represión cuyo objetivo es eliminar la exigencia de una nueva constitución.

La WOLA entra en acción

La Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos o, por sus siglas en inglés, la WOLA, es una organización sin ánimo de lucro fundada en 1974 y dedicada a la defensa de los derechos humanos. Según su página web,

    desde 1975, cuando trabajó entre bambalinas para que se redactara la primera normativa importante que condicionaba la ayuda militar estadounidense en el extranjero a las buenas prácticas en el ámbito de los derechos humanos, la WOLA ha desempeñado un papel fundamental en todos los debates políticos relevantes de Washington sobre los derechos humanos en América Latina. En la actualidad, es frecuente que el ejecutivo, organizaciones multilaterales, miembros del Congreso y medios de comunicación estadounidenses y latinoamericanos soliciten al personal de la WOLA que les aporte información y estudios.

Decir que la WOLA desempeña un papel fundamental en la política estadounidense hacia América Latina tal vez sea quedarse corto. La WOLA, que suele ser la única voz del ámbito de los «derechos humanos» presente en las sesiones del Congreso y el Senado, abarrotadas, por lo demás, de expertos neoconservadores y neoliberales como Otto Reich y Lanny Davis, tiene mucho más acceso que otros grupos a la asamblea legislativa. En una reunión que mantuvimos el pasado mes de noviembre tres colegas y yo con la asesora de un congresista que ha defendido cuestiones de derechos humanos en América Latina, en la que manifestamos nuestro desacuerdo frente al reconocimiento estadounidense de las elecciones hondureñas, la asesora borró de un plumazo nuestra preocupación. Según nos dijo, sabía todo lo que hacía falta sobre Honduras: ella y su jefe ya habían hablado con la WOLA (que apoyaba las elecciones) y con el Grupo de Trabajo para Asuntos Latinoamericanos (LAWG, Latin American Working Group), en sintonía con la WOLA.

La influencia de la WOLA es tan grande que los miles de organizaciones no lucrativas radicadas en Washington D.C. y centradas en el trabajo de base, esos miles de organizaciones a las que hace sombra, hablan de ella en voz baja (literalmente). Aunque algunas personas han criticado y se han opuesto desde la izquierda a las posiciones de la WOLA, el precio de hacerlo es elevado. Desde que me mudé a Washington D.C. el pasado mes de junio, al menos dos docenas de activistas de base y sin ánimo de lucro del distrito me han confiado que llevan muchos años deseando que alguien ponga en cuestión a la WOLA pero que, como me dijo una de ellas, «para hacerlo hay que ser un suicida». Hay dos razones para su indecisión, y ambas tienen que ver con el poder que tiene la WOLA como actor en el seno de la escena política: en primer lugar, porque la organización, que realiza labores de representación en todas las regiones de América Latina, ha ejercido mucha influencia en los asuntos de derechos humanos de la política estadounidense y, aunque muchos consideran que es más perjudicial que benigna, obra bien en muchos casos; en segundo lugar, porque es tan poderosa y está tan bien relacionada que ponerla en cuestión podría hacer peligrar gravemente a organizaciones que trabajan por solidaridad y desde la base con los defensores latinoamericanos de la justicia y los derechos humanos.

Pero, ¿en qué aspecto supera lo malo a lo bueno?

El antiguo embajador hondureño golpista Roberto Flores Bermúdez, portavoz en Washington del régimen de facto de Micheletti y que últimamente ha tratado de presentarse como neutral, ha trabajado estrechamente con la WOLA en la definición de la política hacia Honduras desde el golpe de estado. La colaboración de la WOLA con Flores Bermúdez no está descompasada con la posición decididamente resbaladiza y pro-Departamento de Estado norteamericano que ha adoptado con respecto al golpe desde el 28 de junio del pasado año. En una sesión del Congreso celebrada el 10 de julio, aunque Joy Olson, la directora ejecutiva de la WOLA, reconocía que el derrocamiento de Zelaya era un golpe de estado, sugirió que en lugar de ser extraditado debería haber sido encarcelado en el país. Tampoco logró rectificar ninguna de las mentiras flagrantes pronunciadas por los miembros del Congreso u otros «testigos» adiestrados por Lanny Davis, que comparecía también como testigo en representación de la sección hondureña del Consejo Empresarial de América Latina (CEAL), que financió el golpe. Entre ellas había falsas acusaciones de que Zelaya estaba tratando de perpetuarse como dictador vitalicio, que se dedicaba al narcotráfico desde Venezuela y que el golpe (al que se refirieron como «sucesión constitucional») había impedido que Chávez se adueñara del hemisferio. (Para una refutación de estas afirmaciones de los medios de comunicación estadounidenses, véase el artículo de Kirk Nielsen «Canard d’Etat».) «Parece como si de la ley en todos los bandos abundaran las violaciones», señalaba Olson mientras elogiaba la forma en que las negociaciones de Arias y la administración habían gestionado la situación» (si bien admitía que ignoraba si el Departamento de Estado había reconocido todavía que se había producido un golpe de estado; no lo había hecho). «Una crisis puede ofrecer oportunidades», señaló cinco días después de que el régimen asesinara a su primer manifestante pacífico, Isis Obed Murillo.

El otro colaborador principal hondureño radicado en Washington D.C. que ha ayudado a la WOLA desde el golpe ha sido Francisco Machado. Como portavoz estelar (invitado por la WOLA) en el plenario del Grupo de Trabajo para Asuntos Latinoamericanos del 4 de febrero, Machado describió el conflicto hondureño como un enfrentamiento entre dos facciones radicales, la extrema derecha y el Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP); una afirmación que despoja de legitimidad a la amplia coalición de organizaciones y los centenares de miles de hondureños que se consideran miembros del movimiento de resistencia no violenta. Se trata de una aseveración particularmente peligrosa en un momento en que Billy Joya, el antiguo jefe de escuadrones de la muerte, parece estar adiestrando a grupos paramilitares para preparar una masacre de campesinos en Aguán, a quienes para justificar el exterminio los medios de comunicación hondureños favorables al golpe califican igualmente de «extremistas» y «terroristas».

En la conferencia de los Días de Apoyo Ecuménico [Ecumenical Advocacy Days] celebrada el 20 de marzo en Arlington, Machado aparecía como uno de los ponentes del panel sobre Honduras de la WOLA:

    16,50 - 18,20 h. Track Time III Honduras: Back to the Past, On to the Future [Tercer Momento sobre Honduras: Regreso al pasado, mirando al futuro] - Potomac View Room [Sala del Potomac]

    Pensábamos que los golpes de estados [sic] eran cosa del pasado en América Latina, pero el 28 de junio de 2009, el presidente hondureño Manuel Zelaya fue enviado al exilio por la fuerza. Pese a la solución provisional, esta sociedad marcadamente polarizada debe lidiar con la exclusión política y la desigualdad social que alimentó la crisis.

    Ponentes: Vicki Gass, de la Oficina de Washington para América Latina; Francisco Machado, activista hondureño; otros pendientes de confirmar.

El tono de esta descripción de la mesa redonda es elocuente: aparte de la WOLA, solo el Departamento de Estado y el Congreso estadounidenses parecen creer realmente que se ha alcanzado una «solución provisional», mientras que habría sido más exacto calificar la «desigualdad social» como «oligarquía violenta que obtiene legitimidad mediante una constitución radicalmente antidemocrática y utiliza el ejército para reprimir a la multitud cuando exige representarse a sí misma». Machado no llegó a comparecer realmente en el acto del 20 de marzo; sin embargo, una grupo de asistentes progresista compuesto por unas 30 personas reaccionó negativamente ante la exposición de Gass, que numerosos participantes calificaron posteriormente como pro-golpista. Una hondureña del público que se identificó con la resistencia para criticar la intervención de Gass me dijo que estaba horrorizada ante la tergiversación extremadamente peligrosa que había hecho de la situación de su país.

Poco antes de la conferencia Ecumenical Advocacy Days, el congresista Eliot Engel, presidente del Subcomité sobre el Hemisferio Occidental del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, convocó una segunda sesión de la conferencia después del golpe de Honduras. En la sesión del 16 de marzo, el centro de atención dejó de ser si se había producido o no un golpe de estado (aunque la cuestión se planteó en numerosas ocasiones), sino más bien cómo garantizar un clima ideal para los inversores estadounidenses. En calidad de testigo, Vicki Gass (que antes de incorporarse a la WOLA trabajó en Iraq para el Instituto Democrático Nacional desde 2004 hasta 2006) proporcionó un saludable respiro para los monólogos aparentemente interminables que planteaban el tema de los derechos humanos identificando los intereses de los inversores estadounidenses con la democracia hondureña. Sin embargo, al abordar la cuestión de los derechos humanos defendió ante una sala casi vacía que la crisis de Honduras no era nueva; que, en realidad, apenas tenía que ver con el golpe en general (véase el testimonio escrito de la WOLA y un video de la sesión). Pese a lamentarse de que «[un] sondeo reciente realizado por la Federación de Organizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo de Honduras (FOPRIDEH) revelaba que el 59,9 por ciento de los hondureños ya no creía en la democracia» (con una nota al pie que dice «enero de 2010; buscar la cita exacta»), Gass no logró vincular de ningún modo esta estadística con el propio golpe. Según la tesis de la WOLA, el problema no reside en la usurpación del gobierno electo llevada a cabo el 28 de junio de 2009, a la que siguió el asesinato de un número no revelado de individuos considerados enemigos políticos que creen tener derecho a una democracia real, sino la falta de fe en la «democracia» existente; una falta de fe originada por décadas de «una cultura de corrupción e impunidad aparentemente arraigada». Ese argumento de la cultura del delito es el paso perfecto para una solución que imponga ley y orden e impunidad para la violencia policial y militar, a saber (también extraído de la sesión del 16 de marzo):

    13:51:00.- Sr. Mack: Gracias, señor presidente y, usted sabe que escucho con mucho interés todo su... eehh... testimonio y... eehh... no estoy seguro de que haya mucho que podamos... eehh... bueno, permítame referir un aspecto que me gustaría investigar un poco más. Para avanzar un poco, ¿a qué tipo de... eehh... actividades cree usted que Estados Unidos debería dedicarse en relación con la pobreza, los derechos humanos...? eehh... ¿qué tipo de cosas son las que cree usted que deben ser las próximas que podría hacer Estados Unidos para ayudar... eehh... para mostrar que apoyamos al pueblo de América Latina...? eehh... Porque podemos no apoyar necesariamente a algunos gobiernos de América Latina pero apoyamos a la gente de América Latina... así que si quiere empezar usted y, luego, cada uno de ustedes darme una pincelada sobre eso, se lo agradecería.

    1:51:30.- Señorita Gass: Bueno, creo que hay varias cosas que podría hacer la administración. Primero, restablecer la ayuda al ejército y a la policía; pueden ser útiles para reforzar las instituciones, quizá investigando las violaciones de los derechos humanos que se han producido desde el golpe de junio y utilizándolo para reforzar una institución que es increíblemente débil. Y luego, en segundo lugar, yo diría que realmente tienen que trabajar codo a codo para impulsar un... un... un diálogo significativo durante un periodo largo de tiempo, no una consulta de dos o tres días, sino algo que esté centralizado en la región y apoyarlo económicamente.

Resulta increíble que una organización cuya misión es defender los derechos humanos proponga enviar dinero a los escuadrones de la muerte; de hecho, eso es exactamente lo que está haciendo la WOLA.

Las tesis expuestas por la WOLA en la sesión, incluida la afirmación de que Porfirio Lobo fue elegido en unas elecciones libres y limpias, ofrecen un retrato descontextualizado de la situación de los derechos humanos en Honduras. Según la versión de la WOLA, los miembros de la resistencia no mueren a manos de un régimen de facto, sino de otros hondureños violentos, que matan porque viven en una «cultura» deficitaria. En un artículo de The Huffington Post aparecido la víspera de la toma de posesión de Lobo, Gass y el fundador de la WOLA, Joseph Eldridge (capellán de la American University y marido de la Subsecretaria de Estado para la Democracia y Asuntos Mundiales de Estados Unidos, María Otero, que a su vez desempeñó un papel decisivo en la elaboración de la justificación para reconocer las elecciones ilegales) describe Honduras como «este país políticamente alienado y desconfiado». Luego pasaron a trazar un plan para restablecer las relaciones internacionales que refleja exactamente la versión distorsionada que tiene el Departamento de Estado estadounidense de los Acuerdos de San José-Tegucigalpa, omitiendo toda mención del movimiento de resistencia. Dado que la «crisis» (eufemismo que los defensores del golpe utilizan para referirse al golpe militar y el régimen de facto) había «finalizado», los pasos siguientes, plantearon Eldridge y Gass, eran crear una comisión de la verdad y establecer un «proceso de diálogo nacional».

Como hemos señalado más arriba, la amplia coalición de la resistencia hondureña y todas las principales organizaciones de derechos humanos hondureñas han rechazado de plano estas propuestas aduciendo el hecho de que los miembros de la resistencia siguen siendo asesinados a diario por el ejército y la policía (unas condiciones difícilmente favorables para establecer un diálogo o iniciar una investigación honesta) y que la exigencia principal del movimiento de resistencia (la creación de una asamblea constituyente auténticamente popular que redacte de nuevo la constitución hondureña) está siendo barrida bajo la alfombra. A los peores criminales hondureños, los castigados por la participación en delitos contra la democracia y la humanidad, ya se le ha garantizado la amnistía con sentencias como «senador vitalicio» (Micheletti) o nombramientos como el de jefe de la empresa nacional de telecomunicaciones Hondutel (general Romeo Vásquez Velásquez).

En estas condiciones, ¿quién debería imponer la verdad y la reconciliación? Las tentativas vacilantes del embajador Llorens de reparar la implosión del Partido Liberal asignándole la tarea de impulsar la comisión de la verdad y la mediación en la «reconciliación» han fracasado debido a la oposición feroz e inquebrantable de la resistencia. Como el programa del Departamento de Estado estadounidense de imponer los Acuerdos de San José-Tegucigalpa no sale a flote, se ha dirigido a sus socios «no gubernamentales» para que ayuden a Llorens en la tarea. El 25 de febrero, la WOLA envió una carta a Porfirio Lobo (en formato pdf) con copia a Llorens y a Arturo Valenzuela, Ayudante del Secretario de Estado estadounidense para Asuntos del Hemisferio Occidental, en la que proponía un miembro para la comisión de la verdad. Pero la participación de la WOLA en el proceso de reconciliación va mucho más allá; la organización no gubernamental ha asumido el liderazgo en la planificación e implantación del «diálogo» sobre el desarrollo «democrático», cuyo inicio está previsto para el miércoles 14 de abril en el Capitolio.

Estaba previsto que el jueves 8 de abril al menos nueve hondureños, a los que se invitó en secreto a participar, fueran trasladados para asistir a esta «Conferencia sobre el Análisis y Perspectivas de Desarrollo Democrático en Honduras», a la que no se permite acceder a la prensa. Un correo electrónico enviado desde la WOLA a los asistentes a esa jornada afirma lo siguiente:

    De nuevo, hemos invitado a esta conferencia a representantes del nuevo gobierno y organizaciones de la sociedad civil de Honduras, representantes del Gobierno de los Estados Unidos, Embajadas de otros países acreditadas en Washington, y otras organizaciones ONG’s que trabajan sobre Honduras. El objetivo de la conferencia es proveer un espacio para tener discusiones francas sobre la situación actual en Honduras y explorar oportunidades para cambios sustanciales.

El programa en sí detalla varias mesas redondas coordinadas por participantes escogidos. Un fragmento de la descripción del contenido de una mesa redonda titulada simplemente «Análisis político» dice: «La crisis de credibilidad y confiabilidad de los ciudadanos en el Estado, sus instituciones y el gran reto de transformarlo en los pilares sólidos de la democracia». Una vez más, vemos aquí la crisis enmarcada no en la ausencia de legitimidad del Estado, sino en la opinión de los ciudadanos de que el Estado es ilegítimo. Otra mesa redonda posterior, «La Crisis Política» plantea la cuestión como «avance y retos en el proceso democrático, y los desafíos de la reconciliación de una sociedad dividida y sedienta de mayor y mejor beneficio del sistema democrático». La redacción es igual de engañosa, pues contiene el uso eufemístico del término «crisis», la acusación de que en Honduras existe un proceso democrático y de que lo que hace falta para ajustarlo es la «reconciliación» (en lugar de la justicia), y la idea de que son «beneficios», y no participación, lo que esperan de un sistema democrático los hondureños. Otras mesas redondas, como la coordinada por Arturo Corrales Álvarez, Ministro de Planificación y Desarrollo del presidente Lobo, se ocupa específicamente de las estrategias para hacer avanzar el proceso de diálogo. La sesión de preguntas y respuestas programada para el mediodía se describe como «Preguntas de los asistentes a la conferencia [en la versión española se dice literalmente el “público”, aunque la conferencia es a puerta cerrada] y respuestas de los panelistas».

Comparemos el enfoque y el calado de este planteamiento con el de la Asamblea Popular Constituyente que tuvo lugar entre los días 12 y 14 de marzo en La Esperanza, a la que asistieron aproximadamente un millar de hondureños, incluido el padre Ismael Moreno, sacerdote jesuita, teólogo de la liberación y director de Radio Progreso, que rechazó la invitación personal que le hizo la WOLA para participar en su «diálogo». Esta otra conferencia se describe en los siguientes términos en una convocatoria abierta:

    [Honduras] nos invita nuevamente a construir nuestras utopías; pensando-nos, encontrando-nos, viendo-nos profundamente iguales y diversos frente a todos los sueños posibles: la construcción del poder popular y su ejercicio, el agua para todas y todos, el respeto a las tierras y territorios, el valor de las culturas ancestrales, la sabiduría de la biodiversidad, el bien común a partir de los derechos fundamentales, la dignidad de la vida plena de las mujeres, el reconocimiento de la fuerza rebelde de la juventud y sus aportes y propuestas, la laicidad del ejercicio político, la necesaria reivindicación de una infancia feliz.

El contraste entre el enfoque de la WOLA (en colaboración con el Departamento de Estado estadounidense y la administración de Lobo) y el movimiento de resistencia es igualmente llamativo en lo relativo a transparencia, proceso democrático e inclusión, como también queda patente en la convocatoria para la conferencia de La Esperanza:

    Tienen la entusiasta misión de constituir una Asamblea del Pueblo donde converjan todas las ideas y sueños que han esperado siglos.

    Allí debatirán sobre el futuro compartido y su palabra se hará una sola y será común a todos y todas.

    Los pueblos de Honduras ensayarán su Poder Popular Constituyente, por eso deberán traer también la voz de los ausentes, ojalá de manera escrita para que no se olvide y para que no sea silenciado. Los pueblos encontrarán por el camino a La Esperanza mucha solidaridad, pero deberán llevar tanta o igual solidaridad en su morral de sueños.

    Todo es bienvenido: agua, café, frijoles, cobijas, maíz, arroz, azúcar para ser compartido los días en que la patria nos convoca.

El viernes 9 de abril fui invitado a debatir con Francisco Machado en Radio Globo (una emisora que desde el golpe ha sido blanco de hostigamiento y ataques) sobre la inminente reunión de la WOLA, que se había filtrado al movimiento de resistencia. A la afirmación de que la reunión estaba concebida como un acto democrático e incluyente, respondí que además de ser necesaria invitación para asistir, se celebraba en Washington D.C., y no en un lugar particularmente accesible para los hondureños. A la afirmación de que estaba abierta a la prensa, respondí que cuando una reportera de Telesur había llamado a la WOLA el día anterior para confirmar la celebración del evento y solicitar acreditación para asistir, la persona con la que habló le confirmó el evento pero le dijo que no estaba abierto a la prensa. Durante la entrevista conté al presentador del programa, Félix Molina, que en realidad me sentía un tanto incómoda en ese debate. No creía que mi papel fuera debatir con hondureños sobre qué debían hacer en su país; sin embargo, a mi juicio, el gobierno estadounidense y las ONG están trabajando juntas para socavar la democracia de otro pueblo y, en ese sentido, sí debía tomar la palabra. Al día siguiente, en respuesta a la presión del movimiento de resistencia, abandonaron tres participantes identificados con la resistencia, Héctor Soto, Víctor Fernández y Edgardo Chévez, con lo que invalidaron el argumento de que el diálogo podía sentar las bases de una «reconciliación» sin justicia o reforma constitucional.

Los críticos del «Complejo Industrial No Lucrativo» han señalado el pernicioso papel de lo que Dylan Rodríguez, uno de los autores del volumen The Revolution Will Not be Funded [No se financiará a la revolución], denominó «el monedero de terciopelo de la represión del Estado». La política de invitar a la izquierda radical financiándola y, por tanto, incorporándola a una estructura no lucrativa legal, ha surtido el efecto buscado de criminalizar en Estados Unidos y otros lugares a los auténticos movimientos opositores y justificar el uso de la brutalidad policial contra ellos. Esto es cierto incluso en el caso de movimientos que (como sucede en Honduras) se oponen rotundamente al uso de la violencia. En una era de privatización neoliberal vinculada al recorte de impuestos y de financiación de los servicios del Estado, organizaciones no gubernamentales de todo el mundo financiadas por empresas han asumido la prestación de los servicios del Estado, desde en el ámbito de la educación hasta el de la atención sanitaria o la propia guerra, erradicando con ello toda idea de responsabilidad democrática. La WOLA, que en el año 2009 recibió de la Fundación Ford 1.757.656.- dólares, realiza ahora, a puerta cerrada, el trabajo de imprimir un barniz de «democracia» para el gobierno represivo hondureño.

¿Ha cerrado los ojos el núcleo de medidas exclusivo de la WOLA a lo que está sucediendo entre los hondureños a los que se propone defender? La insistencia en retratar los derechos humanos a través de una óptica democrática liberal que evita a los agentes no estatales y que no pertenecen a la «sociedad civil» (entendiendo a esta como ONG financiadas por empresas privadas), ¿ha impedido a la WOLA ver el movimiento de resistencia hondureña? ¿Es que tantos años de dedicación a intrigar en el Congreso y el Departamento de Estado norteamericanos han impedido a la WOLA reconocer que las estructuras mismas de poder que apoyan son los principales violadores de los derechos humanos, los asesinos de los hondureños? ¿Es el hecho de que esté en deuda con quienes la financian, y no con los ciudadanos hondureños o estadounidenses, a lo que hay que culpar de sus acciones antidemocráticas en Honduras?... ¿O se ha convertido en el poder mismo sobre el que afirma influir?

Cuando, hace dos semanas, mi colega acudió a la WOLA pidiendo hablar con alguien sobre nuestra preocupación por la actuación de la WOLA en Honduras, le dijeron que iba a ser imposible; las personas implicadas estaban en una reunión en el Departamento de Estado estadounidense todo el día. Tal vez la WOLA hiciera bien reflexionando sobre el significado de la justicia, la reconciliación y la tolerancia, como ha venido haciendo el movimiento de resistencia hondureño:

    Eso que hemos venido llamando tolerancia requiere un ámbito que contenga las ideas intolerables, un espacio social en el que se pueda descubrir y señalar qué tipo de propuestas, ideas y prácticas sociales no se pueden tolerar: las prácticas racistas, la violencia, la corrupción, la desgracia producida por gobiernos al servicio de los poderosos, la tortura y la muerte producidas por el terrorismo de estado. No es posible tolerar la angustia que padece la mayoría de la nación mientras pasa otro día sin comer, ni la represión fomentada por el Estado para mantener la injusticia y la exclusión.- Gustavo Zelaya (miembro de la resistencia, sin relación alguna con el presidente Zelaya), 3 de abril de 2010.

En ese aspecto, tal vez todos nosotros tengamos algo que aprender del movimiento de la resistencia hondureña.

Adrienne Pine es profesora adjunta de antropología en la Universidad Americana e investigadora senior del Consejo de Asuntos Hemisféricos. La dirección electrónica de su blog es http://quotha.net/. Su último libro es Working Hard, Drinking Hard: On Violence and Survival in Honduras (UC Press, 2008) http://www.ucpress.edu/books/pages/10769.php. Se puede contactar con ella por correo electrónico en la dirección adrienne@quotha.net.

Fuente: http://www.counterpunch.org/pine04122010.html


http://www.cgtpv.org/IMG/bmp/untitled.bmp
2.

Crece el desencanto con el gobierno
Chomsky alerta sobre el auge de la ultraderecha en EEUU


La derecha se alimenta de la frustración y avanzan ultraconservadores como el Tea Party. Se persigue a latinos y negros como Alemania lo hizo con judíos, asegura el intelectual.


El desencanto con el gobierno y los políticos ha crecido a niveles sin precedente a últimas fechas según sondeos; crecen la ira, la incertidumbre, el pesimismo y la desconfianza en Washington, y el fruto de esta frustración popular lo cosechan derechistas.

Nunca he visto algo parecido en mi vida declaró Noam Chomsky. Entrevistado por Chris Hedges para el sitio de Internet Truthdig, añadió que el humor del país es aterrador. El nivel de ira, frustración y odio a instituciones no está organizado de manera constructiva. Es desviado a fantasías autodestructivas en referencia a expresiones populistas de la ultraderecha.

El sentimiento antigubernamental se ha incrementado entre la sociedad, y sólo 22 por ciento dice confiar plenamente en el gobierno, según sondeos del Pew Research Center, uno de los puntos más bajos en medio siglo. Para casi toda medida concebible, hoy los estadunidenses son menos positivos y más críticos de su gobierno. Hay una tormenta perfecta de condiciones asociadas con la desconfianza hacia el gobierno: una economía abismal, un público pesimista y un descontento épico con el Congreso y los funcionarios electos afirmó Andrew Kohut, presidente del Pew Research Center, al resumir las conclusiones de una serie de sondeos.

El Pew registró que sólo 25 por ciento tiene una opinión favorable del Congreso –el punto más bajo en 50 años– y 65 por ciento expresa una opinión negativa. Cada vez más estadunidenses opinan que el gobierno tiene equivocadas las prioridades y que eso tiene un impacto negativo en sus vidas cotidianas. El 62 por ciento afirma que las políticas del gobierno benefician sólo a algunos grupos, y 56 por ciento opina que el gobierno no hace lo suficiente para ayudar al estadunidense promedio.

Además, se confirma el incremento del sentimiento antigubernamental entre un segmento de la sociedad, al duplicarse aquellos que dicen que están enojadoslibertad personal. con el gobierno federal: de 10 por ciento en 2000, a 21 por ciento hoy. Y 30 por ciento percibe que el gobierno es una amenaza para su

El Pew también registró, en un revés comparado con un sondeo de meses atrás, que la mayoría desconfía de un mayor papel del Estado en la economía, con la excepción de rubro del sector financiero, donde una amplia mayoría desea que el gobierno regule estrictamente a las empresas financieras.

Tal vez el sector más desencantado con el gobierno es el llamado movimiento Tea Party, expresión ultraconservadora que surgió hace un año en protesta por el proyecto de estímulo económico y que creció en visibilidad en la campaña contra la reforma de salud impulsada por el gobierno de Barack Obama. Este movimiento es mayoritariamente conformado por hombres blancos republicanos mayores de 45 años quienes se describen enojados o furiosos con Washington. Son considerados como la parte más dinámica del movimiento conservador con el propósito no sólo de detener las propuestas de Obama, sino también de atacar a políticos republicanos considerados no suficientemente conservadores.

Encuestas recientes del New York Times/CBS News, revelaron que 18 por ciento de los estadunidenses se identifican como simpatizantes del Tea Party, se clasifican muy conservadores, son sumamente pesimistas sobre la dirección del país y severamente críticos de Washington y, por supuesto, de Obama. Más de 90 por ciento de ellos cree que el país avanza por una vía equivocada y el mismo porcentaje desaprueba al presidente y su manejo político. Un 92 por ciento estima que Obama lleva al país hacia el socialismo (una opinión compartida por más de la mitad de la población en general, por cierto).

Por otro lado, las expresiones de ira popular derechista se registran al reportarse más crímenes de odio, un incremento de grupos ultraderechistas racistas, así como informes no oficiales de un creciente número de amenazas de muerte contra el presidente. Las agencias de seguridad pública han elevado el estado de alerta por lo que llaman terrorismo doméstico.

A la vez, se han reportado incidentes, varios bajo investigación, de actos de intimidación contra legisladores federales y otros políticos electos. A principios de mes, más de 30 gobernadores recibieron cartas de un grupo antigubernamental ultraconservador que les exigía su renuncia en un plazo de tres días (aunque no había amenaza de violencia), lo cual provocó que autoridades federales advirtieran a policías locales que las cartas podrían provocar comportamiento violento. Como este, hay más ejemplos a lo largo del país.

La ola de desilusión con el gobierno y los gobernantes provoca preocupación entre algunos políticos que aún no saben qué impacto podría tener en las elecciones legislativas intermedias en noviembre. Pero para otros es aún más alarmante.

Es muy similar a la Alemania de Weimar. Los paralelos son notables. También ahí había una desilusión tremenda con el sistema parlamentario apuntó Chomsky en la entrevista con Truthdig. Estados Unidos tiene mucha suerte en que no ha surgido una figura honesta y carismática ya que si eso sucediera este país estaría en verdaderos apuros por la frustración, la desilusión y la ira justificada y la ausencia de una respuesta coherente añade.

En Alemania, recordó, el enemigo creado para explicar la crisis fueron los judíos. “Aquí serán los inmigrantes ilegales y los negros. Nos dirán que los hombres blancos son una minoría perseguida. Nos dirán que tenemos que defendernos y defender el honor de la nación. Se exaltará la fuerza militar. Habrá golpizas. Esto se podría convertir en una fuerza abrumadora. Y si ocurre será más peligroso que Alemania. Estados Unidos es un poder mundial… No creo que todo esto esté lejos de suceder”.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2010/04/21/index.php?section=mundo&article=033n1mun


http://www.puchica.org/Immagini/ZacateGrande3PaulCarbajal.jpg
Familia de Zacate Grande - foto: P. Carbajal

3.

Inauguración de la radio comunitaria “La Voz de Zacate Grande”



“Yo quiero unir mi destino al de los pobres del mundo”

Ernesto Che Guevara

El 14 de abril pasado fui invitada a una gran fiesta para celebrar una victoria, como si fuera el nacimiento de una hija… y, de hecho, en Zacate Grande, en la península de Fonseca, en Honduras, la inauguración de la nueva radio comunitaria, “La Voz de Zacate Grande” fue un parto muy difícil y complicado desde el principio, obstaculizado y amenazado por culpa del oligarca asesino Miguel Facussé.

La radio transmite en la frecuencia FM 97.1, dentro de unos 25 km, y su número de teléfono es 7178220.

Todos los actos de violencia física y psicológica de uno de los hombres más poderoso de Honduras, que sólo con su riqueza podría pagar la deuda externa del país, no han podido borrar el sueño del Movimiento de Recuperación y Titulación de Tierras de Zacate Grande (ADEPZA) que el 14 de abril de este año cumplió 10 años de actividad.

Ya desde la mañana empezaron a llegar a los representantes de las distintas comunidades, así como compañeros de COPINH (Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Cívico de Honduras); OFRANEH (Organización Fraternal Negra de Honduras); varios miembros de la Resistencia en Tegucigalpa, incluyendo a Edwin Espinal, esposo de la mártir Wendy Elizabeth Ávila y miembro del grupo de los motociclistas y Yolanda Chavarría, una de las abuelas de la Resistencia; la Resistencia de San Lorenzo y Choluteca; Feministas en Resistencia; Radio Progreso; Radio Globo; MCA (Movimiento Campesino de Aguan); Artistas en Resistencia; artistas de Argentina; el colectivo Italia-CentroAmerica; la Organización de Defensa de los Derechos Humanos COFADEH (Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras).

A partir de la celebración, Benito Pérez, uno de los líderes del Movimiento para recuperar las tierras, hizo un resumen de estos 10 años difíciles de lucha: en la zona donde está la sede de la radio, alrededor de 92 familias fueron capaces de recuperar 49 manzanas de las 5 000 que el usurpador Facussé tiene cercadas para uso privado, después de haber adquirido la propiedad comprando a funcionarios estatales o de amenazar de muerte a los verdaderos dueños. De estas 5 000 manzanas, muchas son playas, hecho que casi causó la imposibilidad de acceso total de la población al mar, para ejercer una de sus actividades principales, porque el pueblo de esta zona además de ser campesino, se dedica a la pesca.

Las 800 familias que viven en la península tienen una posesión natural de la tierra, hace más de 100 años que viven aquí, pero no lo pueden probar desde un punto de vista legal: están luchando en virtud del artículo 23 de la Ley General de Pesca, nº 154 de 1959, que afirma: “los dueños de las tierras contiguas a la playa no podrán poner cercas, ni hacer edificios, construcciones o cultivos dentro de los dichos cincuenta metros sino dejando de trecho en trecho suficientes y cómodos espacios para los menesteres de la pesca”.

El Movimiento de Recuperación de Tierras y Titulación de Zacate Grande (ADEPZA) ya ha sido reconocido como una entidad jurídica, y está luchando también para alcanzar la derogación de la acusación de usurpación de tierras a 30 compañeros detenidos injustamente, que están apelando a la Corte Suprema, mientras otros 38 ya han logrado la liberación de los cargos por no haber cometido ningún delito.

Más tarde, la fiesta continúa con los saludos y felicitaciones de los diferentes participantes, la bendición del sacerdote católico Fausto Milla y la música muy alegre tocada por el grupo musical “Los Alegres del Sur”.

Está claro que al asesino Facusse' no le gustó esta nueva forma de protesta pacífica, una nueva oportunidad para que la comunidad sea informada y unida: en la noche anterior a la inauguración, hombres encapuchados, seguramente los asesinos del terrateniente, habían disparado en el aire, con fines de intimidación, y había tirado piedras a la casa donde estaban alojados miembros del COPINH.

El día 14, su venganza no se hizo esperar, mientras que el grupo musical regresaba a su comunidad, La Flor, el sobrino de uno de los músicos, José Adin Vargas Osorio de 19 años, fue golpeado con la culata de un rifle por un esbirro de Facusse’, causándole una profunda herida en la mejilla. Después de conocer los hechos, nos trasladamos a comunidad de La Flor para recoger el testimonio del herido, que con razón, denunció todo a la organización por los Derechos Humanos COFADEH.

Será que en Cuba no estamos acostumbrados a ver la posesión de armas con impunidad, o la mejor soy muy sensible a los abusos, pero me quedé con la boca abierta cuando el coche en el que viajábamos un grupo de pacíficos ciudadanos hondureños, periodistas extranjeros y funcionarios de los derechos humanos claramente SIN ARMAS, fue detenido por un grupo de asesinos al sueldo de Facusse’ fuertemente armados con fusiles M16 y escopetas a pompas, alegando el poder de obstruir el paso e inspeccionar el vehículo. Los funcionarios de derechos humanos han logrado convencerlos de que podíamos pasar sin problema.

De esto deduzco que mi querido Facusse’ goza de total impunidad con su arrogancia, y que en función de su poder económico puede hacer todo lo que quiera en Honduras, incluso amenazar a los periodistas extranjeros (¡¡suerte que hay libertad de expresión!!) y a los funcionarios de derechos humanos sin que pase nada; de hecho, nosotros, los que hablamos, que condenamos sin miedo, a partir de ahora tenemos que mirar hacia atrás de nuestras espaldas porque nos hemos atrevido a ponernos en contra del mas poderoso terrateniente en Honduras.

La evidencia de que Facusse’ no puede perder se demuestra en el hecho de que pocos días después de la inauguración, hicieron una denuncia anónima a la radio de una bomba en las proximidades de la instalación del medio de comunicación (que al fin se demostró falsa pero definitivamente fue para intimidar y atemorizar a la población), y hace dos días, cinco policías de la Dirección General de Investigación Criminal (DGIC) llegaron a la estación para fotografiar las instalaciones.

El hecho más interesante fue el mensaje que llevaban: llegaron en una lancha rápida del asesino de Facusse’, acompañados por sus asesinos, armados hasta los dientes.

Todo esto me hace hervir la sangre: Señor Porfirio Lobo, ¿qué tipo de poder es el suyo, si una persona corrupta y sin escrúpulos puede usar la policía del estado para su propio uso y consumo? ¿Usted es sólo una marioneta tratando de sobrevivir entre los mártires del pueblo y la oligarquía fascista que no tiene piedad? ¡Tenga la valentía de admitirlo!

Cuidado, usted es sólo un pobre instrumento que, si no obedece a las órdenes de las 10 familias más ricas de Honduras, ¡también puede aparecer en pijama en cualquier país de América Central!

Ida Garberi es responsable de la página web en italiano de Prensa Latina

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.


http://files.nireblog.com/blogs/angelsmcastells/files/honduras21.JPG

4.

La tragedia en Honduras se hace grande

El Diario La Prensa


“Hay una cosa que no existe: el olvido”. — Jorge Luis Borges

Después de la sofisticada campaña de justificación del golpe de Estado el 28 de junio de 2009 en Honduras contra el ex presidente Manuel Zelaya, los medios de comunicación decidieron “olvidarse” de este sufrido país.

Por voluntad del gobierno estadounidense, Honduras se ha convertido en laboratorio de la nueva doctrina de Barack Obama para América Latina. Consiste en el uso de fuerza temporal para “rectificar” el rumbo de la democracia en caso de “desvío” del contexto establecido por El Gran Patrón. La idea original pertenece al teólogo e intelectual preferido de Obama Reinhold Niebuhr, quien escribió: “decir que el uso de la fuerza en la democracia a veces puede ser necesario no significa cinismo sino el reconocimiento de la historia, los defectos del hombre y los límites de su razón”.

El experimento ‘Honduras’, da luz verde a nuevos golpes en América Latina de duración corta pero de consecuencias trágicas que podrían desatar guerras civiles en algunos países en la lista del Departamento de Estado. ‘Rectificar’ el curso de la democracia significa terminar con el ALBA, retornar al país a las corporaciones globalizadas, disciplinar la mano de obra, eliminar sindicatos, terminar con todas las instituciones colectivas, erradicar la noción de la solidaridad e implantar la individualidad y la ignorancia al estilo estadounidense para lograr total dominio de la población.

El nuevo presidente de Honduras, Porfirio Lobo, es en realidad “el hijo” del golpe de Estado cuya función principal consiste en legitimarlo. Lo primero que hizo con el aval del CongresoMicheletti. Remuneró al ejecutor del golpe, general Romeo Vásquez Velásquez con un sueldo suculento de director de la Compañía Nacional de Telecomunicaciones (Hondutel). Como se esperaba, intensificó la represión desatada por Micheletti contra el pueblo y su Frente Nacional de ResistenciaFNRP). fue dar amnistía a los golpistas, inmunidad al golpista Roberto Popular (

Actualmente Honduras bajo el “rectificador” Porfirio Lobo se ha convertido en tumba de periodistas. Solamente en marzo fueron asesinados cinco hombres de prensa que ni siquiera pertenecieron a la resistencia pero se atrevieron a exponer la corrupción y la injusticia reinantes. Todos fueron acribillados en el interior de sus vehículos con AK-47 y Lobo dice que fue ajuste de narcotraficantes.

Si a los periodistas los están matando con tanta facilidad ya podemos imaginar el nivel de la represión contra campesinos del Aguán, los obreros de maquilas, los maestros y todos aquellos que gritan diariamente en la calles: ¡¿Estás cansado? / ¡No! / ¿Tienes miedo? / ¡No! / ¿Entonces? /¡Adelante, Adelante, que la lucha está constante!”

Esta voluntad del pueblo no puede ser silenciada ni por Lobo ni por la nueva base estadounidense instalada en el lugar.

Fuente: http://www.impre.com/eldiariony/opinion/2010/4/20/la-tragedia-en-honduras-se-hac-184292-1.html


http://www.deverdaddigital.com/redaccion/fotos/F9808_noam_chomsky_human_rights.jpg

5.

Artículo basado en una intervención de Noam Chomsky en el Left Forum el 21 de marzo de 2010
El centro no aguanta: Reavivando la imaginación radical

Revista Amauta

Traducido del inglés para Rebelión por Andrés Prado


Hace un mes Joseph Andrew Stack estrelló su avioneta contra un edificio de oficinas en Austin, Texas, dándole a una oficina de la IRS (3) para suicidarse. Dejó un manifiesto explicándolo. Por lo general fue ridiculizado pero creo que se merece algo mejor.

El manifiesto de Stack rastrea la historia de una vida que le condujo a este acto final desesperado. La historia empieza cuando era un estudiante adolescente que vivía en la miseria en Harrisburg, Pensilvania, cerca del corazón de lo que una vez fuera un gran centro industrial. Su vecina era una mujer que pasaba de los 80 y sobrevivía a base de comida de gato, la “viuda de un trabajador del acero retirado. Su marido había trabajado toda su vida en las fábricas de acero del centro de Pensilvania con la promesa por parte de las grandes empresas y el sindicato de que, por sus 30 años de servicio, tendría derecho a una pensión y a cuidados médicos por los que sentirse contento en su jubilación. Sin embargo fue una de las miles de personas que no obtuvo nada porque los incompetentes administradores de la fábrica y el corrupto sindicato (por no mencionar también al Gobierno) saquearon sus fondos de pensiones y les robaron sus jubilaciones. Todo lo que ella tenía para vivir era lo que le daba la Seguridad Social”; y Stack podría haber añadido que se han concertado continuos esfuerzos por parte de los super ricos y sus aliados políticos para quitarles incluso eso atendiendo a razones espurias. Stack decidió entonces que no podía confiar en las grandes empresas y que haría las cosas a su manera sólo para descubrir que no tampoco podía confiar en un gobierno que no se preocupaba para nada de personas como él, y que solamente lo hacía con los ricos y privilegiados, ni en un sistema jurídico en el que, usando sus palabras, “hay dos 'interpretaciones' para cada ley, una para los muy ricos y otra para el resto de nosotros.” Un gobierno que nos deja con “la broma que llamamos sistema médico americano, incluyendo a las compañías de seguros y las de fármacos [que] están asesinando a decenas de miles de personas cada año,” con cuidados racionados en gran parte en base a la riqueza y no a la necesidad. Todo en un orden social en el que “un puñado de matones y saqueadores pueden cometer atrocidades impensables... y cuando le llega la hora a su tren de la cultura del pelotazo de ser aplastado por el peso de su glotonería y abrumadora estupidez, el cuerpo del Gobierno federal al completo no encuentra dificultad alguna para acudir en su ayuda en unos días, si no horas.” Y mucho más.

Stack nos cuenta que su desesperado acto final fue un esfuerzo para unirse a aquéllos que están dis puestos a morir por su libertad con la esperanza de despertar a otros de su letargo. No me sorprendería que tuviera en mente la prematura muerte de aquel trabajador del acero que le enseñó lo que era el mundo real cuando era un adolescente. Ese trabajador del acero no cometió suicidio de una manera literal, después de haber sido descartado para el montón de basura, pero el suyo está lejos de ser un caso aislado; podemos añadir éste y muchos casos similares a la colosal cifra de víctimas de los crímenes institucionales del capitalismo de Estado. Existen estudios conmovedores sobre la indignación y la ira de aquéllos que han sido desechados cuando los programas de financiarización y desindustrialización estatal corporativos han cerrado plantas y destruído familias y comunidades enteras. Revelan el sentimiento agudo de traición por parte de los trabajadores que creyeron que tenían cumplido su deber con la sociedad en un pacto moral con las empresas y el Gobierno y que descubrieron que habían servido sólo como instrumentos para el beneficio y el poder, perogrulladas éstas de las que habían sido cuidadosamente protegidos por instituciones doctrinales.

Hay chocantes similitudes en la segunda mayor economía del mundo, estudiadas por Ching Kwan Lee en su penetrante investigación sobre el trabajo en China. Lee traza una comparación limítrofe entre la indignación y desesperación de la clase trabajadora de los sectores industriales descartados en los EE.UU. y la furia entre los obreros de lo que ella llama el rustbelt (4) de China –el centro industrial del Estado socialista en el Noreste, abandonado ahora por el Estado en favor de un desarrollo capitalista estatal del sunbelt (5) en el Sudeste. En ambas regiones Lee encuentra protestas obreras masivas pero diferentes en su carácter. En el rustbelt los trabajadores tienen el mismo sentimiento de traición que aquí tienen sus homólogos pero en su caso se traicionan los principios maoístas de solidaridad y dedicación al desarrollo de la sociedad que ellos pensaban que se había construído sobre un pacto moral y que finalmente descubren que, fuera lo que fuese, ahora es simplemente un amargo fraude. En el sunbelt los trabajadores adolecen de la falta de esa tradición cultural y todavía confían en sus pueblos de origen para el apoyo y la vida familiar. Denuncian el fracaso de las autoridades para ajustarse incluso a los mínimos requerimientos legales de las condiciones mínimamente óptimas en el lugar de trabajo y del pago de esa miseria llamada salario. De acuerdo con las estadísticas oficiales hubo 58.000 “incidentes masivos” de protesta en 2003 en una provincia del rustbelt con una participación de 3 millones de personas. Alrededor de 30 a 40 millones de trabajadores, que fueron retirados de sus unidades de trabajo, “están contagiados de un profundo sentimiento de inseguridad,” despertándose “la ira y la desesperación” a través del país, en palabras de Lee. Ella espera que lo peor esté por llegar cuando una inminente crisis de falta de tierras en el campo socave la base de la supervivencia para los trabajadores del sunbelt, que carecen incluso de la imagen de lo que son unos sindicatos independientes, mientras que en el rustbelt , los trabajadores no tienen nada comparable a los programas de apoyo social civil que a menudo existen aquí. Tanto el trabajo de Lee como los estudios sobre el rustblet de los EE.UU. dejan claro que no deberíamos subestimar la profundidad de la indignación moral que subyace bajo la amargura furiosa, y a menudo autodestructiva, con respecto al Gobierno y al poder empresarial.

Encontramos algo parecido en la India rural donde el consumo de comida se ha visto fuertemente reducido para la gran mayoría desde que se implementaran parcialmente las reformas neoliberales, a la vez que los suicidios de campesinos están aumentando al mismo ritmo que el número de multimillonarios, en medio de reconocimientos por el fabuloso crecimiento de la India. Fabuloso crecimiento para algunos, pero no tan atractivo para los trabajadores trasladados a la India para reducir costes laborales por parte de IBM, que tiene tres cuartas partes de su fuerza de trabajo en el extranjero. Business Week llama a IBM la “quintaesencia de la compañía americana” sin equivocarse: se consolidó como gigante global de las computadoras gracias, en gran parte, a la inconsciente munificencia del contribuyente estadounidense, que también financió sustancialmente la revolución tecnológica de la información, en la cual IBM confía, además de la mayoría del resto de la economía de la alta tecnología –debido sobre todo al uso del pretexto de que los rusos se estaban acercando.

Hay mucha charla movida hoy día sobre un gran cambio global de poder, especulándose acerca de si (o cuándo) China podrá desplazar a los EE.UU. como potencia global dominante, junto con la India –que, de suceder, signifi caría que el sistema global estaría volviendo a algo parecido a lo que era antes de las conquistas europeas. Sus recientes crecimientos del PIB han sido, de hecho, espectaculares. Pero hay algo más que añadir. En el índice de desarrollo humano de la ONU, la India mantiene su puesto cerca del final, ahora en el 134, ligeramente por encima de Camboya y por debajo de Laos y Tayikistán. China ocupa el lugar 92, un poco por encima de Jordania y por debajo de la República Dominicana e Irán. En comparación, Cuba, bajo un severo ataque de los EE.UU, que dura 50 años, ocupa el puesto número 52, el más alto de América Central y el Caribe, y por debajo de Argentina y Uruguay por muy poco. La India y China también se ven aquejadas de desigualdades extremadamente altas, cayendo por ello, aún más abajo en el índice, más de mil millones de sus habitantes. Además, un recuento exacto iría más allá de las medidas convencionales para incluir costes serios, que China e India no pueden ignorar durante más tiempo, tales como son los ecológicos, la merma de recursos y otros.

La especulaciones sobre un cambio global de poder pasan por alto algo que todos sabemos: los países que están divorciados de la distribución interna del poder no son actores reales en los asuntos internacionales, una perogrullada que ese radical incorregible de Adam Smith trajo a nuestra atención. Él reconocía que los principales arquitectos del poder en Inglaterra eran los dueños de la sociedad, en su día comerciantes y manufactureros, que se aseguraban de que la política atendiera escrupulosamente a sus intereses, sin importar lo “severo” que fuera el impacto sobre el pueblo de Inglaterra y, peor aún, sobre las víctimas de “la salvaje injusticia de los europeos” en el extranjero: los crímenes británicos en la India eran la máxima preocupación para un conservador a la antigua usanza con valores morales.

Para sus adoradores actuales las perogrulladas de Smith son ridiculizadas como “elaboradas teorías de cómo la historia del mundo era manipulada por redes corporativistas e imperialistas en la sombra”, uno de los trágicos legados de los años 60, para citar al pensador del New York Times , David Brooks; de hecho son los años 70, 1776 para ser exactos. Uno de los muchos ejemplos de cómo el nivel moral e intelectual del “conservadurismo” de hoy se relaciona con lo que sus héroes entendían perfectamente bien.

En aras de una total claridad, debería decir que me identifico como el villano que acepta esa herejía de Adam Smith.

Teniendo en cuenta la radical perogrullada de Smith, podemos ver que hay, en efecto, un cambio global de poder aunque no el que ocupa el centro de nuestra atención: un cambio desde la fuerza global de trabajo al capital transnacional, incrementado de manera pronunciada durante los años neoliberales. El precio es sustancial e incluye tanto a los Joe Stack de los EE.UU. como a los campesinos hambrientos de la India y a los millones de trabajadores manifestándose en China, donde la contribución del trabajo a los ingresos nacionales está declinando incluso más rápidamente que en el resto del mundo.

En su muy aclarativa obra, Martin Hart-Landsberg observa que China juega un papel principal en el cambio real de poder global al haberse convertido, en gran parte, en una planta de ensamblaje para un sistema de producción regional. Japón, Taiwán y otras economías asiáticas exportan partes y componentes a China y la proveen de la mayoría de la tecnología avanzada. El creciente déficit comercial de los EE.UU. con China ha levantado mucho revuelo pero ha pasado desapercibido el hecho de que el déficit con Japón y con el resto de Asia ha disminuído drásticamente según el nuevo sistema de producción regional va tomando forma. Los fabricantes estadounidenses han seguido el mismo camino suministrando a China partes y componentes para que los ensamble y los exporte, la mayor parte de vuelta a los EE.UU. Para las instituciones financieras, los gigantes de la venta al por menor, los dueños y administradores de las industrias manufactureras y sectores cercanamente relacionados con este nexo de poder, todo esto es celestial. No lo es para Joe Stack y muchos otros como él.

Para entender el ánimo público es preciso recordar, a nivel mundial, que el uso convencional del PIB para medir el crecimiento económico es altamente engañoso. Se han realizado esfuerzos por idear unos índices de medida más realistas, tales como el Indicador General de Progreso (GPI en sus siglas en inglés), que sustrae del PIB los costes que dañan al público (crimen, polución, etc...) y añade el valor estimado de beneficios auténticos (trabajo voluntario, ocio, etc...) En los EE.UU. el GPI se ha estancado desde lo años 70 aunque el PIB ha aumentado, yendo a parar este crecimiento a los bolsillos de muy pocos. Este resultado tiene correlación con estudios sobre los indicadores sociales, la medida estándar de la salud de una sociedad. Estos han rastreado el crecimiento económico hasta la mitad de la década de los 70, empezando a declinar entonces y llegando al nivel de 1960 en el año 2000 (del cual son las últimas cifras disponibles). La correlación con la financiarización de la economía y las medidas neoliberales socioeconómicas resulta difícil de obviar y para nada es exclusiva de los EE.UU.

Es verdad que no existe nada esencialmente nuevo en el proceso de desindustrialización. Dueños y administradores buscan de forma natural los costes más bajos. Esfuerzos por llevarlo de otra manera, célebremente adoptados por Henry Ford, fueron desestimados por los tribunales, así que ahora es imperativo legal. Un medio es desplazar la producción. En los primeros días, el desplazamiento se hacía sobre todo internamente, especialmente hacia los Estados del Sur, donde los trabajadores podían ser reprimidos más duramente. Las grandes corporaciones, como la corporación estadounidense del acero del santificado filántropo Andrew Carnegie, pudieron también beneficiarse de la nueva mano de obra esclava creada tras la criminalización de la vida de los negros, después del final de la Reconstrucción en 1877, parte central de la revolución industrial estadounidense, que continuó hasta la segunda guerra mundial. Se está reproduciendo otra vez, en parte, durante el reciente periodo neoliberal, con la guerra contra la droga, usada como pretexto para volver a mandar a la población supérflua de vuelta a las cárceles, proporcionando también de esta manera un nuevo suministro de mano de obra carcelaria en prisiones estatales o privadas, mucho de lo cual entra en violación de las convenciones internacionales sobre el trabajo. Para muchos afroamericanos, desde que fueron exportados a las colonias, la vida escasamente ha conseguido escaparse de sus vínculos con la esclavitud o, a veces, incluso algo peor.

En el ultra respetable Bulletin of the American Academy of Arts and Sciences, podemos leer que “El sistema de prisiones en Estados Unidos ha crecido hasta convertirse en un Leviatán de imposible comparación en la historia de la humanidad,” haciendo de los EE.UU. “el hogar de la más grande infraestructura penal para la depredación masiva de la libertad que haya en el mundo,” y que afecta sobre todo a la población negra, producto de los pasados 30 años, pues es un hecho que los EE.UU. “son los líderes mundiales no sólo en índices de encarcelamiento sino también en compensación por parte del ejecutivo,” hechos que son “reconocidos de manera creciente como entrelazados, como señala un profesor de la Harvard Business School
, así como es un hecho que los EE.UU. están progresando mucho más lentamente que la mayoría del planeta, especialmente que China, pero también que Europa, a la hora de implementar tecnologías verdes.

Es fácil ridiculizar algunas de las formas en las que Joe Stack y otros como él expresan sus muy genuinas y justas preocupaciones, pero resulta mucho más apropiado entender qué es lo que subyace bajo su percepciones y acciones, y particularmente, preguntarnos por qué la imaginación radical está fracasando al ofrecerles un camino constructivo mientras el centro está visiblemente viniéndose abajo y aquellos que sufren agravios de verdad se están movilizando de diversas formas que no suponen el más mínimo peligro para ellos mismos o para otros.

El manifiesto de Stack termina con dos frases evocadoras: “El credo comunista: desde aquél de acuerdo con su habilidad hasta aquél de acuerdo con su necesidad. El credo capitalista: desde aquél de acuerdo con su candidez hasta aquél de acuerdo con su avaricia.”

Stack no se corta un pelo cuando habla del credo capitalista. Sólo nos queda especular sobre lo que quiso decir con el credo comunista que contrapuso a éste. No es imposible que se refiriese a él como a un ideal con genuina fuerza moral. Si así fuera, no sería tan sorprendente. Algunos de vosotros puede que recordéis un a encuesta en 1976, en el bicentenario, en la que se dio a la gente una lista de enunciados y se la preguntó acerca de cuáles de ellos estaban en la Constitución. Por aquel entonces nadie tenía ni idea de lo que aparecía en la Costitución, así que la respuesta “en la Constitución” presumiblemente significaba: “tan obviamente correcto que debe encontrarse en la Constitución.” Un enunciado que recibió una sólida mayoría afirmativa fue el “credo comunista” de Joe Stack.

He matizado el comentario con la frase “por aquel entonces”. Hoy, una parte de la población memoriza y venera la Constitución, sus palabras al menos. La reciente convención del Partido del Té proporcionó su catecismo para candidatos: un requerimiento es que deben estar de acuerdo con desechar el código fiscal y reemplazarlo con otro que no contenga más de 4.543 palabras en su extensión –y así clavar la extensión de la Constitución, sin enmiendas. Tan sólo algunas enmiendas comparten este estatus sagrado, especialmente la Segunda, bajo la reciente interpretación de los reaccionarios de la Corte Suprema, pero la Primera Enmienda es más discutible debido a lo que podría llegar a implicar eso de la separación entre Iglesia y Estado. El mismo día Texas anunció los nuevos requisitos para sus libros de texto, que se aplicarán en todo el país debido al tamaño del mercado tejano. Se suprimió a Jefferson de la lista de aquellos que inspiraron las revoluciones de los siglos XVIII y XIX, siendo sustituido por Tomas de Aquino, Calvino y Blackstone. La decisión refleja el rechazo hacia Jefferson porque, entre otras herejías, acuñó la frase “separación entre Iglesia y Estado.” Para la versión actual del conservadurismo los EE.UU. son un país cristiano, algo así como la República Islámica de Irán o el Estado judío de Israel. En conexión a este último, Golda Meir (6) es materia obligada para los niños, pero nada de hispánicas. Junto con un racismo normal, ello refleja la curiosa amalgama de antisemitismo extremo y apoyo a Israel entre los sectores religiosos de la derecha. Tales asuntos no tienen importancia alguna cuando tratamos de mirar hacia el futuro.

El extremismo anti impuestos del movimiento del Partido del Té no es tan directamente suicida como la acción desesperada de Joe Stack pero es, en cualquier caso, suicida por razones que no precisan de elaboración alguna. Hoy California representa un ejemplo dramático. El mayor sistema público de educación superior está siendo desmantelado. El Gobernador Schwarzenegger dice que tendrá que eliminar programas estatales de salud y bienestar a no ser que el Gobierno federal apoquine unos 7000 millones aproximadamente. Y otros gobernadores se le están sumando. Al mismo tiempo se está constituyendo un poderoso movimiento sobre los derechos de los estados miembros, que exige que el Gobierno federal no se inmiscuya en nuestros asuntos –un buen ejemplo de lo que Orwell llamó “doblepensar”: la habilidad para mantener dos ideas contradictorias en la mente mientras se cree en ambas a la vez, prácticamente un lema para los tiempos que corren. La desventura californiana proviene, en gran medida, del fanatismo anti impuestos. Más de lo mismo sucede en cualquier otra parte, incluso en los barrios ricos.

El aliento del sentimiento anti impuestos ha sido desde hace tiempo la materia prima de la propaganda empresarial que domina el sistema doctrinal. La gente debe ser adoctrinada para odiar y temer al Gobierno por buenas razones: de los poderes existentes, el Gobierno es el único que, en principio, y a veces de hecho, es responsable ante el público y puede imponer algunas restricciones a la depredación del poder privado; la consecuencia de “quitarse al Gobierno de encima” es quejarse bajo el peso incluso mayor de la tiranía privada que no tiene que dar explicaciones. Pero la propaganda antigubernamental de los negocios ha de matizarse: por supuesto que las empresas favorecen a un poderoso Estado que trabaja para los principales arquitectos de Adam Smith, hoy ni mercaderes ni manufactureros sino multinacionales e instituciones financieras. Construir este mensaje propagandístico, contradictorio en su esencia, no es tarea fácil. Así que la gente tiene que ser entrenada para odiar y temer el déficit, un medio necesario para estimular la economía después de su destrucción a manos de las instituciones financieras dominantes y sus cohortes en Washington. Pero al mismo tiempo la población debe estar en favor del déficit, casi la mitad atribuible al creciente presupuesto militar, que rompe records, y el resto, en previsión de que sature el presupuesto gracias al cruel y desesperantemente ineficiente sistema privatizado de salud, un regalo para las compañías de seguros y la farmaindustria.

A pesar de estas dificultades, las tareas a realizar por la propaganda se han llevado a cabo con impresionante éxito. Un ejemplo es la actitud del público hacia el 15 de Abril, fecha límite para entregar la declaración de la renta. Vamos a olvidar por un momento la idea de una sociedad mucho más libre y justa. En una democracia en marcha de la clase de las que formalmente existen, el 15 de Abril sería un día de celebración: nos juntamos para implementar los programas que hemos escogido. Aquí es un día de luto: una fuerza alienígena desciende sobre nosostros para robar nuestro dinero tan duramente ganado. Éste es un ejemplo gráfico del éxito de los intensos esfuerzos de la comunidad empresarial, con alta conciencia de clase, para ganar lo que sus publicaciones denominan “la batalla interminable por las mentes de los hombres,” que, como incluso la más vulgar de las propagandas, contiene trazas de verdad que los Joe Stack perciven.

Otro ejemplo pasmoso del éxito de la propaganda, de un considerable significado para el futuro, es el culto al asesino y torturador Ronald Reagan, uno de los grandes criminales de la era moderna, que también atesoraba un instinto infalible para favorecer a los más brutales terroristas y asesinos a lo largo del mundo, desde Zia ul-Haq y Gulbuddin Hekmatyar (7) en lo que hoy es Afpak, pasando por los más dedicados asesinos en Centroamérica, hasta los racistas sudafricanos que mataron a millón y medio de personas (cifra estimada) y que tenían que ser apoyados porque se encontraban bajo el ataque del Congreso Nacional Africano de Nelson Mandela, uno de los “grupos terroristas más conocidos” en el mundo, resolvieron los reaganitas en 1988. Y una vez tras otra con una consistencia remarcable. Su espeluznante expediente fue rápidamente purificado en favor de construcciones míticas que habrían impresionado a Kim Il Sung (8). Entre otras hazañas, fue el elegido como apostol de los mercados libres a la vez que incrementaba las barreras proteccionistas más que cualquier presidente de posguerra –probablemente más que todos los otros juntos– e implementaba una masiva intervención gubernamental sobre la economía. Es aclamado como el gran exponente del gobierno pequeño y de la ley y el orden. El Gobierno creció a la par que el PIB durante sus años de mandato mientra informaba al mundo de los negocios de que las leyes laborales no tendrían que ser cumplidas, así que el despido ilegal de líderes sindicales se triplicó bajo su supervisión. Su odio a la clase trabajadora solo era superado, quizás, por el asco que le daba ver a las mujeres negras ricas conducir su limusina para recolectar sus cheques sociales.

No sería necesario continuar con su historial pero su desenlace nos dice mucho sobre la cultura moral e intelectual. Para el Presidente Obama, esta monstruosa criatura fue una “figura transformadora.” En la prestigiosa institución Hoover de la Universidad de Stanford se le reverencia como una colosal figura cuyo “espíritu parece sobrevolar el país, observándonos como un cálido y amigable fantasma.” Solemos aterrizar en Washington en el Aeropuerto Internacional Reagan –o si lo prefieren, en el Aeropuerto Internacional John Foster Dulles, en honor a otro destacado comandante terrorista. Sus logros incluyen el establecimiento del régimen torturador del Sah y el reinado de los más viciosos de los terroristas en Centroamérica, cuyas ocurrencias llegaron hasta el genocidio real en las tierras altas mientras Reagan elogiaba al peor de los asesinos de masas, Rioss Montt, como “un hombre de gran integridad personal” que estaba “totalmente dedicado a la democracia” y que era objeto de “malas críticas” por parte de las organizaciones de derechos humanos.

Es doloroso constatar que muchos de los Joe Stack, cuyas vidas estaba arruinando el “cálido y amigable fantasma”, se unen en la adulación y se apresuran a cobijarse bajo el paraguas del poder y la violencia que simbolizaba.

Todo esto trae recuerdos de otros tiempos cuando el centro no aguantaba. Un ejemplo que no debería olvidarse es la República de Weimar: la cima de la civilización occidental en artes y ciencias, también considerada como un modelo de democracia. Durante los años 20 los partidos tradicionales liberal y conservador , que siempre habían gobernado el Reich, entraron en un inexorable declive, mucho antes de que el proceso se viera intensificado por la Gran Depresión. La coalición que eligió al General Hindenburg en 1925 no era muy diferente de la base de masas que introdujo a Hitler en el poder 8 años más tarde, obligando al aristocrático Hindenburg a elegir como Canciller al “pequeño cabo” al que despreciaba. En 1928 los nazis tenían menos del 3% del voto. Dos años después la prensa más respetable de Berlín se lamentaba de ver los muchos millones que, en este “altamente civilizado país,” habían “entregado su voto a la más común, más vacía y más cruda charlatanería.” El centro se derrumbaba. El público empezaba a despreciar las incesantes disputas de la política de Weimar, la sumisión de los partidos tradicionales a poderosos intereses y su fracaso al tratar con las quejas del pueblo. Estos partidos fueron atraídos hacia las fuerzas dedicadas a mantener la grandeza de la nación y a defenderla de percibidas amenazas mediante un Estado unificado, armado y revitalizado, marchando hacia un futuro glorioso, guiados por la figura carismática que portaba “la voluntad de la eterna Providencia, el Creador del universo,” como él oraba ante las hipnotizadas masas. En mayo de 1933 los nazis habían acabado, en gran parte, no sólo con los tradicionales partidos en el poder sino incluso también con los enormes partidos de la clase trabajadora, los socialdemócratas y los comunistas, además de con sus muy poderosas asociaciones. Los nazis declararon el 1 de mayo como día del trabajador, algo que los partidos de izquierda no habían podido conseguir nunca. Muchos obreros participaron en las enormes manifestaciones patrióticas, con más de un millón de personas en el corazón de la Berlín roja, a las que se unieron granjeros, artesanos, dependientes, fuerzas paramilitares, organizaciones cristianas, clubs de atletismo y del rifle y el resto de la coalición que estaba tomando forma mientras el centro se derrumbaba. Al comienzo de la guerra puede que el 90% de los alemanes marcharan con las camisas pardas.

El mundo es demasiado complejo para que se repita la historia pero hay, sin embargo, lecciones que guardar en la memoria, incluso recuerdos. Soy lo suficientemente viejo para recordar aquellos días escalofriantes y ominosos que fueron testigos del descenso de Alemania, de la decencia a la barbarie nazi, en palabras del distinguido académico de Historia alemana, Fritz Stern, que nos cuenta que tiene el futuro de los EE.UU. en mente cuando revisa “un proceso histórico en el que el resentimiento contra un mundo secular desencantado encontró la liberación en el extático escape de lo irracional.”

Es éste un posible resultado del colapso del centro cuando la imaginación radical, aunque poderosa en aquel momento, se quedó corta sin embargo.

El ánimo de la gente, hoy, es complejo, de una manera que es, a la vez, esperanzadora y preocupante. Un ejemplo son las actitudes hacia el gasto social por parte de aquellos que se identifican a sí mismos en las encuestas como “antigubernamentales”. Un estudio académico reciente descubre que, por amplia mayoría, apoyan “mantener y expandir el gasto en Seguridad Social, cuidado infantil, ayuda a los pobres” y otras medidas del bienestar. Aunque el apoyo cae de manera significativa “cuando se trata de ayudar a los negros y beneficiarios de ayudas sociales.” La mitad de estos partidarios de reducir el papel del Gobierno cree “que es muy poco el gasto en asistencia a los pobres.” Tomando a la población como un todo, hay mayorías, en algunos casos sustanciales, que sienten que el Gobierno no gasta lo suficiente para mejorar y proteger la salud nacional, ni en programas de Seguridad Social, lucha contra la drogadicción o cuidado infantil –aunque, de nuevo, se hace una excepción con la ayuda para los negros y otros beneficiarios de ayudas sociales, en parte un tributo al vandalismo reaganita, me temo.

Los resultados dan alguna indicación de lo que se puede lograr con compromisos incluso muy por debajo de la imaginación radical, y de algunos de los obstaculos que habrán de superarse por estos y otros propósitos de mayor alcance.

La elecciones de enero en Massachusetts, que minaron el dominio de la mayoría en el Senado, ofrecen algo más de perspectiva para lo que puede suceder cuando el centro no aguanta y aquellos que creen en medidas reformistas, incluso las más limitadas de ellas, fracasan a la hora de llegar a la ciudadanía. En las elecciones para llenar el escaño vacío del “león liberal” del Senado, Ted Kennedy, Scott Brown acudió como el voto número 41 contra la salud pública, por la cual Kennedy había luchado durante toda su vida política. Una mayoría se opuso a las propuestas de Obama, pero lo hizo principalmente porque les relagalan mucho a las compañías de seguros. A nivel nacional sucede prácticamente lo mismo.

Una característica interesante fue el patrón a seguir , a la hora de votar, aplicado por los miembros de los sindicatos, electorado por naturaleza de Obama. De aquellos que se molestaron en votar, la mayoría eligió a Brown. Los líderes sindicales y activistas informaron de que los trabajadores estaban furiosos con el expediente, en general, como presidente de Obama pero encolerizados, en particular, por su posición ante el asunto de la salud pública. Como uno declaró “No insistió en una opción pública ni en un mandato firme para el empresario que le exija proveer de un seguro al trabajador. Era difícil no fijarse en que el único asunto en el que insistió fue el de las desgravaciones fiscales” por la salud, conseguidas por las luchas sindicalistas, retractándose de sus compromisos electorales.

Hubo una inyección masiva de financiación proveniente de ejecutivos financieros en los últimos días de la campaña. Aquello era sólo una parte de un fenómeno mayor que revela dramáticamente por qué Joe Stack y otros tienen toda la razón para sentirse asqueados ante la farsa que les enseñaron a honrar como democracia.

El principal electorado de Obama fueron las instituciones financieras, que han ganado tal dominio en la economía que su participación de los beneficios corpora tivos se elevó de un pequeño porcentaje en los años 70 hasta casi un tercio hoy en día. Preferían Obama a McCain, compraron las elecciones para él casi completamente. Esperaban ser recompensados, y lo fueron. Pero hace unos meses, en respuesta a la cólera creciente de los Joe Stack, Obama empezó a criticar a los “banqueros avariciosos,” que fueron rescatados con el dinero público, e incluso propuso algunas medidas para restringir sus excesos. El castigo por esta desviación no se hizo esperar. Los grandes bancos anunciaron ostensiblemente que cambiarían el destino de su financiación hacia los republicanos si Obama persistía en su ofensiva retórica.

Obama captó el mensaje. En tan sólo unos días declaró a la prensa económica que los banqueros eran unos buenos “tipos.” Escogió para alabarlos , en especial, los asientos de los dos principales beneficiarios de la generosidad pública: JP Morgan Chase y Goldman Sachs, y aseguró al mundo empresarial que “Yo, como la mayoría de los estadounidenses, no envidio el éxito o la riqueza de la gente”, tales como las enormes bonificaciones y beneficios que están encolerizando al público. “Eso forma parte del sistema de libre mercado,” continuó Obama; acertadamente, en esa forma en la que los “mercados libres” son interpretados en la doctrina del capitalismo de Estado. Sin embargo, su retirada no estuvo a tiempo de frenar el flujo de dinero para ayudar a ganar el escaño 41.

Para hacer justicia, debemos asumir que los banqueros avariciosos tienen parte de razón. Su tarea es maximizar los beneficios y su participación en el mercado. De hecho es su obligación por ley. Si no lo hacen, serán sustituidos por alguien que lo haga. Estos son hechos institucionales, como lo es también la inherente ineficacia del mercado que les obliga a ignorar el riesgo sistémico. Ellos saben perfectamente que este descuido supone un potencial varapalo para la economía pero tales externalidades nos son asunto suyo, y no pueden serlo, por motivos institucionales. También es injusto acusarles de “exuberancia irracional,” por emplear el breve reconocimiento de la realidad que hizo Alan Greenspan durante el boom tecnológico al final de los años 90. Su exuberancia fue difícilmente irracional: fue muy racional, sabiendo que cuando todo colapsara, podían escapar al refugio del Estado niñera, agarrando sus copias de Hayek, Friedman y Rand. Lo mismo es aplicable para la Cámara de Comercio, el Instituto Americano del Petróleo y el resto de líderes en los negocios que están desplegando una campaña de propaganda masiva para convencer al público de que deje de preocuparse sobre que el cambio climático sea inducido por el hombre –con gran éxito: aquellos que todavía se creen esta engañifa liberal no son ya ni tan siquiera un tercio de la población. Los ejecutivos dedicados a esta tarea saben, igual que el resto de nosotros, que la engañifa liberal es real y las espectativas, siniestras. Pero ellos desarrollan su papel institucional. El destino de las especies es una externalidad que deben ignorar hasta el punto de que los sistemas de mercado prevalezcan.

Volviendo a las muy instructivas elecciones de Massachusetts, los patrones seguidos en la votación fueron el factor principal. En los barrios ricos la afluencia de gente era alta y el voto entusiasta. En las zonas urbanas, fuertemente democráticas, la afluencia era baja y el voto apático. Los titulares tenían razón al informar de que los votantes habían mandado un mensaje a Obama: el mensaje por parte de los ricos fue que querían incluso más de lo que Obama estaba haciendo por ellos. Y por parte de los demás, el mensaje fue el de Joe Stack: utilizando sus palabras, los políticos no están “interesados lo más mínimo en mí o en lo que tenga que decir,” aunque están muy interesados en las voces de los amos. Sin duda, la imagen populista, fabricada por la gran máquina de las relaciones públicas, tuvo su impacto (“Soy Scott Brown y éste es mi camión,” “un tipo normal,” modelo para desnudos, etc...). Pero esto parece haber jugado tan sólo un papel secundario. La ira popular es real y totalmente comprensible, con los bancos prosperando gracias a los rescates y a muchos otros regalos por parte del Estado niñera mientras la población continúa en una profunda recesión. Incluso oficialmente, el desempleo se sitúa en una tasa del 10% y la industria manufacturera está al nivel de la Gran Depresión, con uno de cada seis trabajadores en el paro y muy pocas espectativas de recuperar las diferentes clases de trabajos que se han perdido mientras la economía se reconstituye.

Las encuestas a nivel nacional revelan, en gran medida, el mismo fenómeno. La última, hace unos días, muestra una brecha de entusiasmo de 21 puntos entre los partidos, con un 67% de republicanos que dicen que están muy interesados en las elecciones de noviembre, comparado con un 46% de demócratas. En un enorme giro que se sale de la norma y con un margen de 10 puntos, votantes censados con un alto interés en las elecciones de noviembre, una combinación de sólidos republicanos (la mayoría adinerados) y demócratas desilusionados, dijeron que creían que los republicanos eran mejores llevando los asuntos de la economía. La mitad de los estadounidenses quería ver perder las elecciones a todos los miembros del Congreso, inclusive sus propios representantes. La concepción pública de la democracia es casi tan negativa como la que se tiene del mundo de los negocios, que está ahora metiendo presión ferozmente para asegurarse de que incluso los accionistas no tengan nada que decir a la hora de elegir a los administradores, menos aún las partes interesadas, la mano de obra y las comunidades; aunque algunos liberales buscan encontrar “¨una postura equitativa¨ que caiga tanto del lado de las empresas como del lado de los accionistas,” como The Wall Street Journal lo explica, reconociendo implícitamente aquella decisión que los tribunales dictaron hace un siglo identificando corporación y gerencia como una misma cosa.

Es verdad que se produjo un estímulo, demasiado pequeño pero que tuvo su efecto –salvó más de 2 millones de empleos de acuerdo con la Oficina Presupuestaria del Congreso. Pero la percepción que tienen los Joe Stacks de que fue un fracaso no carece de base. Más de la tercera parte del gasto del Gobierno es para los Estados y la disminución del gasto por Estado se aproximó al estímulo federal, lo que concluyó en que el gasto fiscal total del estímulo resultase plano, de acuerdo con un estudio de la prestigiosa Oficina Nacional de Estudios Económicos (NBER en sus siglas en inglés).

Es obvio que el centro no aguanta, y aquellos que han sido perjudicados están otra vez tirando piedras sobre su propio tejado. La consecuencia inmediata en Massachusetts fue el voto de bloqueo para la designación de una voz pro sindicatos en la Mesa Nacional para las Relaciones Laborales (NLRB en sus siglas en inglés), virtualmente difunta desde la éxitosa guerra de Reagan contra la clase obrera. Esto es lo que se puede esperar en ausencia de alternativas constructivas.

¿Existen? Echemos un vistazo al corazón de la industria, en Ohio, donde GM continúa cerrando plantas. Hace unas semanas Louis Uchitelle del New York Times, uno de los pocos periodistas que presta atención a la actualidad laboral, informó desde la escena de una fábrica recientemente cerrada. Escribe que el Presidente Obama “no tuvo nunca la intención de que la fábrica volviese a abrir, incluso después de que el Gobierno federal se convirtiera en accionista mayoritario de GM durante el rescate al sector. En vez de eso, lo que ha hecho es intentar calmar algo el dolor enviando un embajador, a modo de bálsamo para las heridas de la comunidad, que ofreciera esperanza y ayuda” –la ayuda en su mayoría sugerencias. Mientrastanto, otro embajador, el Secretario de Transporte Roy Lahood, estaba en España ofreciendo estímulos económicos federales a las firmas españolas para producir los materiales y equipos de railes de alta velocidad que los EE.UU. necesitan desesperadamente, y que seguramente podrían ser producidos por la mano de obra altamente cualificada que está siendo reducida a la miseria en Ohio. De nuevo la experiencia de Joe Stack en Harrisburg.

En 1999, como congresista republicano, Lahood presentó un proyecto de ley que habría proporcionado financiación federal para infraestuctura en transportes. Habría autorizado a la Tesorería a aportar 72.000 millones de dólares al año en préstamos libres de intereses a gobiernos locales y estatales para inversiones de capital, incluyendo la inversión en infraestructura para transportes, sin tomar el dinero prestado (9) sino emitiendo moneda estadounidense en papel, muy en la línea de lo que hizo Lincoln para financiar la Guerra Civil

y lo que hizo Roosevelt durante la Gran Depresión. El Lahood de hoy está utilizando estímulos económicos federales para conseguir contratos en España con el mismo propósito.

Otra señal de cómo el centro se ha ido desviando hacia la derecha en los últimos 40 años.

La imaginación radical debiera sugerir alguna respuesta. La fábrica podría haber sido ocupada por la mano de obra, con el apoyo de las comunidades que han quedado en la desolación, y transformada para la producción de materiales y equipos de railes de alta velocidad y otros bienes urgentemente necesarios. La idea no es particularmente radical. En el siglo XIX era intuitivamente obvio para los trabajadores de Nueva Inglaterra que “aquellos que trabajan en las fábricas deberían ser dueños de ellas,” y la idea de que el trabajo asalariado se diferenciaba de la esclavitud sólo en que era temporal, era tan común que fue incluso un eslogan para el partido republicano de Lincoln. Durante los recientes años de financiarización y desindustrialización se han producido repetidos esfuerzos para implementar el traspaso de las fábricas cerradas a los trabajadores y las comunidades. Las ideas no tienen sólo un atractivo moral inmediato para los trabajadores y comunidades afectados sino que serían bastante factibles con el suficiente apoyo público. Y sus implicaciones tendrían un gran alcance.

Para que la imaginación radical sea reavivada y nos conduzca a la salida de este desierto, lo que se necesita es gente que trabaje para despejar la niebla de las ilusiones cuidadosamente artificiales y revele la cruda realidad, y participar directamente en las luchas populares que ellos, algunas veces, ayuden a galvanizar. Lo que necesitamos, en pocas palabras, es al difunto Howard Zinn (10), una terrible pérdida. No habrá otro Howard Zinn pero podemos hacer nuestra su alabanza a “las incontables pequeñas acciones de la gente anónima” que se esconden en los cimientos de los grandes momentos de la historia, los incontables Joe Stack que se destruyen a sí mismos, y quizá también al mundo, cuando podrían estar liderando el camino a un futuro mejor.

Notas del traductor:

El título del artículo "El centro no aguanta (1): Reavivando la imaginación radical (2)" está basado en:

(1) Del poema de W.B.Yeats “The


Los Necios

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