"La cita"
Escritora, Periodista: Nuria Barbosa León- La Habana - Cuba
La cita fue acordada en el despertar de una mañana cálida de septiembre. El lugar: un parque habanero refugio de las parejas en las noches y sitio de ocio por el día. Los grandes árboles y el canto de los pájaros estructuran toda la escenografía donde Dania y Jesús dialogan.
Una cita idéntica ocurrió años atrás, ella iba con la esperanza de un renacer, él simplemente quería plantear las reglas del juego para el futuro .
La voz de Dania, con frases entrecortadas:
- Te dediqué toda mi juventud y no concibo una separación.
Jesús queda en sus recuerdos. Su mente, en un reflejo de luz, trae a Yolaisis.
Yolaisis con sus 20 años en sus iniciativas para cambiar el mundo. Recién graduada de la universidad y ubicada en su oficina para recibir su período de adiestramiento laboral. La sonrisa, el saludo matutino, el chiste en doble sentido, las anécdotas de la cotidianidad fue el preámbulo para el acercamiento mutuo.
Dania llorosa en el parque, con el pelo batido por el aire y las canas sin teñir. Con la muda de ropa de lo cotidiano, con el rostro sin maquillar y las uñas comidas por el detergente. Reclama:
-- Quiero saber en qué me equivoqué
Jesús sabe que el error fue en apurar una maternidad antes de graduarse, en convivir con los padres deseosos de no intervenir en la familia de los hijos pero tomando decisiones que no le correspondían. Matrimonio de jóvenes ávidos de esparcimiento y condensado en la vida hogareña. Esa explicación no era necesario expresarla. Atinó a decir:
--Necesito que hablemos de Tonito. Quiero que el horario de visita sea el sábado en las tardes.
Dania entonces pensó en el noviazgo iniciado por las conversaciones en la Universidad. Las salidas improvisadas al campismo, el encuentro en las fiestas y la aceptación del grupo por una nueva pareja. Ahí fue concebido Tonito y ante la sospecha del embarazo Jesús propuso una conversación familiar con una boda prometida. El Período Especial del año 1993, en Cuba, hizo que se rompieran las reglas, era necesario pensar en cómo ahorrar para surtirse de todos los ingredientes para un nacimiento. Incógnita resultaba comprar la tela antiséptica de los culeros o los primeros zapatos. Tanto conseguir el jabón de lavar como buscar la malanga, era algo parecido a ir al campo y hacer un trueque poco entendido: Una caja de cigarro valorada en 30 pesos por una lata de vianda. Historia que se repitió hasta que se abrió el mercado libre campesino y se despenalizó el dólar. Tonito nació sano y robusto como todos los niños cubanos, sus padres fueron capaces de ir en bicicleta hacia las afueras de la ciudad para que la comida no faltase pero se alejó la posibilidad de una playa o una excursión. Todo se resumía en tener para comer.
Jesús vio las puertas abiertas cuando pudo colocarse como empleado del ministerio. Convenció a Dania que en ese lugar había posibilidades de viaje al exterior y un cambio para la familia. Su sueño siempre fueron: una vida cómoda, un auto y una casa de lujo. Dania pospuso sus intereses de superación y se mantuvo en un puesto que sólo requería de seis horas de ocupación. No eran necesarios muchos conocimientos pero si habilidades para entregar los planes en tiempo y cumplir con las exigencias del Organismo Superior. Su mayor deseo: regresar a casa lo más temprano posible para dedicarse al cuidado de su hijo. No se dio cuenta cuando le llegó la primera cana, su vientre se hinchó por el sobrepeso y su rostro perdió el brillo juvenil.
--¿Es suficiente para ti un solo día a la semana?—interrogó Dania—Piensa que yo haré mi vida y otro hombre ocupará tu ausencia. ¿Eso es lo que deseas?
Jesús desea tiempo con Yolaisis, quiere disfrutar de ella sin esconderse. Ansía tomarla de la mano a la vista de todos. Que le permitan vivir en su casa. Despertarse cada mañana embriagado por el perfume juvenil de un cuerpo lleno de caricias. Hacer locuras como besarse en plena calle o fornicar en una playa. Apetece una linda mujer a su lado.
Al producirse el divorcio, Dania se sumió en la angustia, sus diálogos relataban el problema de la separación matrimonial, la comida le dio asco, el sueño desapareció, el dolor y la tristeza la rondaron. Un día, sin saber cómo ni en qué momento, se dedicó más a su profesión y obtuvo éxitos reconocidos socialmente. La creación de un software didáctico para el manejo de la información era el reclamo de empresas del exterior.
Hoy regresaron al mismo parque, después de varios años de distanciamiento. Jesús no sabía con certeza el motivo de la cita. Ella acudió convencida que hablarían del hijo. En el encuentro, Jesús descubrió a una mujer adulta. No era belleza, no era juventud, no era gracia femenina, era la unión de todas esas cualidades.
Jesús en cambio, tenía una vida en común con Yolaisis y otro hijo. Al mirar detenidamente a Dania, le propuso:
--Hablemos de nosotros
jueves 10 de septiembre de 2009
Vícto Jara; Un Canto Inconcluso que sigue vivo en la memoria de Chile y el mundo
San Ignacio, 28 de septiembre de 1932 - † Santiago de Chile, 16 de septiembre de 1973) fue un músico, cantautor y director de teatro chileno.Procedente de una familia campesina de Ñuble, Víctor Jara se convirtió en un referente internacional de la canción reivindicativa y de cantautor. Fue torturado y asesinado en el antiguo Estadio Chile (actualmente Estadio Víctor Jara) por las fuerzas represivas de la dictadura de Augusto Pinochet, que derrocó al gobierno de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973.
"Manifiesto" (fragmento) - Victor Jara
Biografía, su niñez
A la edad de seis o siete años, Víctor Jara conoció a Patricia Cáceres y se vio obligado a acompañar en los trabajos del campo a su familia. La actividad de vocalista de su madre le produjo el primer contacto con la música. La mala relación con su padre provocó que Víctor se uniera más a su madre, quien se preocupó de la educación de los hijos mandándolos a la escuela.
El seminario
Por consejo de un sacerdote, ingresa en el seminario de la Orden de los Redentoristas en San Bernardo. Víctor recuerda así su decisión:
Para mí fue una decisión muy importante ingresar al seminario. Al pensarlo ahora, desde una perspectiva más dura, creo que lo hice por razones íntimas y emocionales, por la soledad y la desaparición de un mundo que hasta entonces había sido sólido y perdurable, simbolizado por un hogar y el amor de mi madre. Yo ya estaba relacionado con la Iglesia, y en aquel momento busqué refugio en ella. Entonces pensaba que ese refugio me guiaría hacia otros valores y me ayudaría a encontrar un amor diferente y más profundo que quizá compensaría la ausencia de amor humano. Creía que hallaría ese amor en la religión, dedicándome al sacerdocio.
Dos años después, en 1952, abandonaría el seminario al darse cuenta de su falta de vocación, del que recordaría el canto gregoriano y la parte de interpretación de la liturgia. Al salir del seminario prestó el servicio militar.
En 1957 entra a formar parte del grupo de cantos y danzas folclóricas Cuncumén y conoce a Violeta Parra, quien lo anima a seguir cantando.
Con 27 años, en 1959 dirige su primera obra de teatro Parecido a la felicidad, de Alejandro Sieveking, haciendo giras por varios países latinoamericanos. Como solista del grupo folclórico graba su primer disco, un sencillo que contenía dos villancicos chilenos. Al año siguiente participa como asistente de dirección en el montaje de La viuda de Apablaza, de Germán Luco Cruchaga, cuyo director era Pedro de la Barra, y dirige la obra La mandrágora, de Machiavello. En 1961 y como director artístico del grupo Cuncumén viaja por Holanda, Francia, Unión Soviética, Checoslovaquia, Polonia, Rumania y Bulgaria.
En 1961 compone su primera canción, Paloma quiero contarte y sigue trabajando como asistente de dirección en el montaje de La madre de los conejos, de Alejandro Sieveking. Al año siguiente, 1962, dirigiría para Ituch la obra Ánimas de día claro, de Alejandro Sieveking.
Graba con el grupo Cuncumén el LP Folclore chileno, donde tiene dos canciones propias: Paloma quiero contarte y La canción del minero. Comienza a desempeñar la función de director en la Academia de Folclore de la Casa de la Cultura de Ñuñoa, funciones que desempeñaría hasta 1968. En esa misma época y hasta 1970 forma parte del equipo estable de directores del Instituto de Teatro de la Universidad de Chile, Ituch, y entre 1964 y 1967 es profesor de actuación en la universidad.
El trabajo de dirección teatral le lleva mucho tiempo y realiza, bien como asistente de dirección o como director, varios montajes, entre ellos uno para la televisión (para Canal, la TV de la Universidad de Chile), realizando una gira por Argentina, Uruguay y Paraguay con la obra Ánimas de día claro, de Alejandro Sieveking. En 1963, es asistente de dirección de Atahualpa del Cioppo, en el montaje de El círculo de tiza, de Bertolt Brecht, para el Ituch.
Sigue componiendo música, y en 1965 dirige la obra La remolienda, de Alejandro Sieveking, y el montaje de La maña, de Ann Jellicoe, para el Ictus, por las que recibe el premio Laurel de Oro como mejor director y el premio La Crítica del Círculo de Periodistas a la mejor dirección por La Maña.
A este álbum pertenece el tema Preguntas por Puerto Montt, inspirado en la Masacre de Pampa Irigoin (Puerto Montt), en la que murieron 11 personas, bajo la represión policial del gobierno de Eduardo Frei Montalva. En esa canción critica duramente al ministro de Interior Edmundo Pérez Zújovic, luego asesinado delante de su hija (el 8 de junio de 1971) por el grupo Vanguardia Organizada del Pueblo (VOP), que le descerrajaron 9 balazos.
En 1970 participa en Berlín en la Conversación Internacional de Teatro y en Buenos Aires en el Primer Congreso de Teatro Latinoamericano. Se implica en la campaña electoral de la Unidad Popular y saca el disco Canto libre.
Los campesinos de Ránquil lo invitan a la realización de una obra musical sobre el lugar, y dentro de su compromiso social toma parte en los trabajos voluntarios para impedir la paralización del país que las fuerzas reaccionarias quieren lograr mediante la huelga de camioneros.
en esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil
¿Cuántos seremos en totalen las ciudades y en todo el país?
Solo aquídiez mil manos siembrany hacen andar las fábricas.
¡Cuánta humanidadcon hambre, frío, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura!
La tumba de Víctor Jara en el Cementerio General en Santiago de ChileCarta de Ángel Parra a Victor Jara
Me despierto con ganas tremendas de escribirte para contarte lo que me sucedió anoche 24 de diciembre. Serían como las 12:10 cuando sonó el teléfono, nosotros dormíamos profundo, lo de siempre cuando te despiertas antes de haber terminado su noche, ¿quién será? ¿Porqué tan tarde? etc. La llamada era de Chile, para decirme que formaba parte de los perdonados, que era parte del paquete de regalo de pascua que la dictadura ofrecía este año.
La voz querida de mi hermana sonaba radiante, ¿te acuerdas Víctor de su voz? ¡Se te acabó el exilio hermano, se te acabó el exilio! Por un segundo compartí de corazón su alegría, la alegría de tantos otros que pelean todos los días a brazo partido por el fin del exilio y que en mi caso consiguieron mi perdón. Perdón,
¿Me están perdonando tus 40 balas por la espalda?
¿Mi padre a quien no volveré a ver?
Quema de libros, revistas y periódicos políticos después del golpe militar
Ellos me están perdonando nuestros 30 mil muertos y ¿el río Mapocho ensangrentado?
¿Me perdonarán acaso los cadáveres que traía el Renaico en Mulchén? ¿Los fusilados de Calama (al quinteo, es decir 1-2-3-4-5-tú), el director de la Sinfónica Infantil de La Serena? ¿El padre Jarlan símbolo de los pobladores torturados violados relegados expulsados encarcelados desaparecidos?¿Carmen Gloria, Rodrigo? Parece que debo hacer una reverencia y agradecer el perdón. aquí no ha pasado nada y tan amigos como antes.
¿Qué te parece Víctor? A veces pienso que es mucha la generosidad, y que soy un mal agradecido.
Me perdonan Marta Ugarte, Tucapel, el Chino Díaz, Weibell, los degollados, Pepe Carrasco, Corpu Cristi y yo no se agradecer.
¿Me siguen perdonando los cinco jóvenes desaparecidos en septiembre del '87, mi pueblo hambriento, la cesantía, la Prostitución infantil y este nudo en la garganta permanente desde hace 14 años tamblén me lo perdonan? Me pregunto si en este gesto están incluidos mis amigos muertos en el exilio, Lira Massi, Ramírez Necochea, Guillermo Atias,Vega Queratt.
Estas en la lista, ¿Cuál lista?, la de los que pueden reir pensar, circular, amar, morir, vivir.
La tumba de Víctor Jara en el Cementerio General en Santiago de Chile
En fin Víctor amigo, mucho tiempo que quería escribirte pero ya me conoces soy un poco flojo. Te contaré que estoy componiendo mucho, entre merengues, tonadas, cumbias y cuecas, oratorios y pasiones, el tiempo pasa y se queda inscrito en el alma.
Quiero hablarte un poco de mi mujer a quien no conociste, pero conocerás algún día o no, mejor lo verás en ella cuando llegue el momento. Ella me ha dado algo que yo no sé como se llama, pero que se traduce en una cierta seguridad equilibrio y alegría de vivir, la misma que tú tenías junto a tu mujer. Me acuerdo perfectamente de tu claridad y seguridad en tus pasos, aventuras y destinos. Y eso se reflejaba en tu trabajo, el teatro, la peña, el partido, los sindicatos y los amigos. Siempre tenías tiempo para todo (yo me cansaba de mirarte). Me acuerdo que la Viola me decía, aprende, aprende. Espero haber aprendido algo.
Por ejemplo :
"El amor a la justicia como instrumento del equilibrio para la dignidiad del hombre", oración de Victor Jara.
La humildad, el heroismo no se venden ni se compran que la amistad es el amor en desarrollo que los hombres son libres solamente cuando cantan, flojean o trabajan chutean el domingo la pelota o se toman sus vinitos en las tardes le cambien los pañales a su guaguas distinguen las ortigas del cilantro cuando rezan en silencio porque creen y son fieles a su pueblo eternamente como tú y como miles de anónimos maestros somnolientos de domésticas, mineros, profesores, bailarinas, guitarreras de la Patria. También quiero decirte al despedirme que París está bello en este invierno que no acepto los perdones ofrecidos que mi patria la contengo en una lágrima que vendré a visitarte en primavera que saludes a mis padres cuando puedas que tengo la memoia de la historia y que todo crimen que se haya cometido deberá ser juzgado sin demora que la dignidad es esencial al ser humano que el año que comienza será ancho de emociones esperanzas y trabajos sobre todo para Uds. Víctor Jara que siembran trigo y paz en nuestros campos.
Angel Parra,
Como homenaje a su memoria, a 30 años del golpe militar, en septiembre del 2003 se puso su nombre al hasta ese momento Estadio Chile.
sábado 5 de septiembre de 2009
ANTOLOGIA DE NARRATIVA EN EL "TIEMPO"
TIEMPO DE CULTURA
Ana María Patrone Pereira, Narradora Uruguaya, Radicada en San Pablo Brasil
La puerta de hierro, negra, es demasiado pesada. Para lograr abrirla debemos hacer un esfuerzo grande. Parece que quisiera preservar las casas, celosamente y con todas sus fuerzas, del bullicio y la confusión de la calle Luis María Campos, en la ciudad de Buenos Aires .
Atravesamos el pequeño corredor que nos llevará al jardín. En él, los cuadrados blancos y negros del piso de mármol, se alternan, ordenadamente, como en un tablero de ajedrez.
Nuestros pasos, a medida que nos alejan del ruido de la calle, nos acercan al ayer y a un ambiente sorprendente, casi idílico.
Al jardín se ingresa por un sendero de ladrillos rojos gastados por el tiempo. Algunos árboles son más altos que las casas. El césped tiene la misma suavidad del terciopelo y aquí y allá se ven algunos arbustos florecidos. Los distintos tonos de verde, cortados por el anaranjado de algún jacinto y el amarillo de las madreselvas, se integran armoniosamente. El viejo paltero ha crecido tanto, que una de sus ramas se apoya, como un brazo cansado, sobre la ventana de una de las buhardillas.
Faroles de hierro, pintados de rojo lacre, iluminan la noche.
Rodean el jardín doce casas de auténtico estilo inglés. Seis de un lado y seis del otro, enfrentadas unas a las otras, mirándose impasibles, inmóviles, preservando la intimidad de la vida de sus dueños. Cada una tiene cuatro pisos, si consideramos también al sótano, al cual se accede por una empinada escalera de caracol. Las buhardillas, con sus ventanitas de techo a dos aguas, miran cándida y románticamente hacia el jardín.
Las únicas presencias inquietas son dos gatos siameses: Aristóteles y Rasputín, viejos compañeros de tejados. Aristóteles, de pelo blanco y negro, gordo y tranquilo. Rasputín, de color miel, ágil e inquieto. Los años de convivencia los fueron aproximando. Aristóteles se fue pareciendo a Rasputín y Rasputín a Aristóteles.
Quien entra, y comienza a atravesar el sendero de ladrillos rojos del jardín, lo primero que ve, son los ojos redondos de los gatos.
Una de las casas, cuyo número quisiera olvidar, tenía en el vestíbulo, bajo el arco de la entrada, una enorme maceta de azaleas de un rosa extraño.
El abedul estaba rodeado de geranios, de un rojo dramático, casi carmesí, y sus hojas doradas, se asomaban tímidamente a la ventana de la sala.
En esa casa vivía, hace algunos años, un señor alemán que adoraba la música de Wagner y que nunca pudo superar la nostalgia de su patria. Imposibilitado de regresar a Leipzig, su ciudad natal, decidió hacer un libro relatando la historia de algunos emigrantes alemanes en la Argentina. La realización del libro le consumía muchas horas del día y el resto de sus economías. Era común verlo escribir, al lado de la ventana del escritorio, la cabeza baja, envuelto en el humo del cigarro y teniendo como única compañía la música de Wagner, tan fuerte, que hacía estremecer las delicadas ramas del abedul.
Se fue alejando de la realidad en forma lenta, pero inexorable. Abandonó el sueño de encontrar un buen trabajo y definitivamente preso al laberinto del pasado, prefirió la dócil compañía de su antigua máquina de escribir y de sus óperas.
Fue creando cada página del libro con un cuidado excesivo, casi alucinado, eligiendo las mejores fotos de un baúl lleno de recuerdos, al cual recurría cada vez con más frecuencia. Aquel libro era su homenaje a la patria lejana y era también su excusa para vivir en el ayer.
En aquella época, las flores del jardín, se abrían a la vida al son de “Los Maestros Cantores de Nuremberg” y de “Tannhäuser”.
Fue en aquella época, también, que él comenzó a beber más que nunca.
Su esposa trabajaba en un escritorio de abogacía. Cuando ella salía de mañana, las ventanas de todas las casas estaban aún cerradas, y era tan temprano, que sólo Arsitóteles y Rasputín la observaban alejarse mientras se pasaba un peine de carey por la abundante cabellera rubia.
Regresaba del trabajo cada vez más tarde y el sonido metálico de la puerta de un auto que se cierra y arranca rápidamente, anunciaba su retorno. Instantes después sus zapatos de taco altísimo herían con su sonido áspero la quietud del jardín.
Al verla llegar, Aristóteles y Rasputín retrocedían, escondiéndose en la escalera de caracol de la casa número cuatro, detrás del cantero de azaleas blancas.
Escudriñando a través de las hojas y las flores, los ojos de los gatos, acompañaban todos sus movimientos, en forma tan implacable, que parecía una muda acusación.
Minutos después, fuertes gritos anunciaban violentas peleas. Todo el mundo cierra precipitadamente los postigos de madera y las ventanas. Ni la Cabalgata de las Walquirias, a todo volumen, logra disimular la violencia de una escena que se repetiría todas las noches.
Aristóteles y Rasputín, inmóviles y juntos, evitaban el menor movimiento, hasta que muy tarde en la noche, el silencio volvía al jardín y nuestros amigos retomaban sus costumbres, paseándose por los tejados, y mirando la luna allá arriba, allá lejos.
Cuando finalmente fue editado el libro, que era bellísimo, pero estaba dirigido a un público muy restringido, el disco de las Walquirias se había rayado y el autor había bebido tanta cerveza que ni se inmutó, cuando le dijeron que sólo había vendido tres ejemplares a sus antiguos compañeros del café.
Una cierta noche de verano, su esposa regresó más tarde que nunca. Los lazos de amor del sendero rozaron apenas el ruedo de su pollera azul.
Por primera vez, ni Aristóteles, ni Rasputín, la recibieron escondidos entre las plantas y amedrentados. Ubicados en el alféizar de la ventana del dormitorio de aquella casa, cuyo número quisiera olvidar, oían imperturbables los últimos acordes de “Tristán e Isolda”.
Los ojos de los gatos, otrora implacables y acusadores, estaban fijos en los ojos azules, definitivamente fijos del dueño de casa y en el hilo de sangre que salía de su sien, de un rojo tan dramático como el de los geranios que crecen junto al abedul.
Aristóteles desapareció en los tejados en el comienzo de la primavera de 1988 y Rasputín falleció en la madrugada del 4 de julio de 1996 en su almohadón preferido de la casa número 11, a la edad gatuna de 15 años que corresponden, aproximadamente, a 105 años de vida humana.
www.luiseaguilera.blogspot.com
Luis E. Aguilera
Director Nacional
Sociedad de Escritores de Chile
Presidente
Sociedad de Escritores de Chile (SECH),
Filial Región de Gabriela Mistral-Coquimbo
Fonos (56-51) 227275 (56-51) 243198
Celular 90157729
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