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domingo, 6 de noviembre de 2011

El CHELE! cuento.

Aristides Espinoza

Historias de Misterio

El CHELE!

Abril 1968

Cuando yo tenía la edad de 10 años todos los niños de la comunidad conocimos a un joven de piel blanca, pelo rojo, ojos amarillos a quien apodábamos "El Chele." Ninguno de nosotros sabía su nombre y nunca se nos ocurrió preguntárselo; seguramente andaba en sus 20 años y nos encontrarnos con él cuando nos metíamos a robar fruta en la finca Las Margaritas situada en la Villa de Aculhuaca, hoy Cuidad Delgado. Su guardían cansado de corretearnos terminaba por hacerse el desentendido, el Chele, en cambio que creímos que era su hijo fomentaba nuestras travesuras y termino convirtiéndose en nuestro amigo. En ocasiones se ausentaba pero se volvía a aparecer en el momento menos pensado: a veces nos sorprendía subido en un árbol, escondido detrás de un arbusto, cubierto de hojas o saliendo del monte, y nunca que recuerde lo vi afuera de esa propiedad. Entonces mis padres decidieron mudarse a otro vecindario y nos movimos a otro sector de la ciudad y durante 20 años no volví a ese lugar que fue santuario de mi niñez. Pasado todo este tiempo solo lo hice cuando recibí noticias que uno mi mas queridos amigos de infancia a quien su familia se lo llevó a vivir a San Francisco, California había regresado a pasar vacaciones. Me dispuse a visitarlo, averigüé que se encontraba hospedaba en la casa de su hermano menor; la misma casa de la Colonia Santa Rosa Atlacatl que todavía conservaba y tal manera esa mañana que me apronte a visitarlo se me informo que había salido pero que iba a regresar luego. Decidí volver mas tarde pues si me encontraba allí que oportunidad tan grande para echarle un vistazo a esa estampa del pasado testigo de mis travesuras infantiles. Ahora por su supuesto mucho había cambiado; algunas casas conservaban su construcción original pero en lo general parecía una colonia distinta. Lo sorprendentemente era que la casa de finca casi ahogada por el avance urbanístico aún se mantenía de pie. Y no fue difícil que ayudado por mi imaginación reconstruyera esa imagen que guardaba en mi memoria. Una vez allí ignoraba la gran sorpresa que el destino me tenia deparada. ¡Me volví a encontrar con El Chele! Me reconoció, me hablo, me saludo, me sentí perturbado y aun cuando mi resistencia fue tenaz termine por aceptar que se trataba del mismo joven de ayer que conocí cuando tenia 10 años. ¡Tal encuentro fue como tender un puente sobre el gran abismo del tiempo! Me constaba trabajo creer que se trataba de la misma persona que parado sobre el pedestal de su imagen me ofrecía la llave mágica para que abriera la maravillosa puerta de mis recuerdos infantiles Mi memoria dio un salto brusco pero sutil y de pronto me vi jugando con mi capirucho redondo de hoyitos; mi hondilla en una de las bolsas trasera de mi pantalón corto, mi trompo blanco; mi mano derecha sosteniendo el hilo blanco de mi barrilete que tendido sobre el arcano azul fomentaba mis vagancias. Me encontraba como encantado por esos recuerdos mágicos de mi niñez de tal manera que la vorágine de ese encuentro me hizo sentir olor a mangos y guayabas; manzanas rosas y toda la fruta tropical que en compañía de otros niños nos metíamos a robar en esa finca. Recordé a Papamán, a Chiruco, a Pepe Nance y a tantos otros amiguitos de mi infancia como si en ese instante se cruzaran frente a mis ojos. Un apretón de mano y un abrazo termino me hizo despertar para volver a la realidad actual. Todavía me constaba trabajo amortiguar el impacto de ese encuentro; sin aliento, sin poder dar crédito a esa sorpresa del cielo era como suponer que el tiempo no había trascurrido. El Chele no había cambiado en nada, se trataba del mismo amigo de antaño, el mismo joven que conocí cuando tenia 10 años y que probablemente andaba por los 20, y que ahora con infinito asombro lo contemplaba como ayer pero en contra de lo natural pues ahora era de suponer que debería tener 40 años. Yo había cumplido los 30 y era como decir que el Chele se encontraba 10 años adelante de mi existencia. Su presencia me parecía fantástica como alterar las leyes de las matemáticas; las ecuaciones, los teoremas y los axiomas de las edades pues el Chele simplemente conservaba el mismo semblante de sus 20 años cuando lo conocí en compañía de otros niños. Trataba de poner las cosas en orden, que tal choque emocional jugara con mi imaginación y entonces dijo algo gracioso que amortizo el impacto de este encuentro. Hablamos de la actualidad pero sin dejar de lado la interrogante que me intrigaba ese día jueves pero sin poder definir la cuadratura del circulo. Le prometí volver el sábado, necesitaba una tregua para pensar, para poner en orden mi memoria y hacer a un lado toda alucinación que pudiera perturbar la realidad de este increíble encuentro. Me despedí y de esta manera regrese a la casa de mi otro amigo que había venido a saludar. Nos dimos un fuerte abrazo, hablamos de muchas cosas y lleno de mucha ansiedad le pregunte si se recordaba del Chele. Su respuesta fue negativa, insistí pero no logre ubicarlo en ninguna de e4sas instancias de nuestra niñez. Tampoco le hable de ese mi increíble encuentro que había tenido con El Chele. Me retire llevando a cuestas una gran interrogante. La mañana del sábado regrese como lo había prometido, dispuesto a poner las cosas en orden, entonces me lleve la gran otra sorpresa, se informaron de su trágica de muerte que ocurrió ese mismo jueves de nuestro encuentro. En horas de esa tarde se pego un tiro en la frente mientras limpiaba su pistola, se mato por accidente con la misma arma que usaba como guardian de esa propiedad donde funcionaba una fabrica de valijas. La noticia me dejo sin aliento, le presente mis condolencias a su adolorida madre y entonces con infinita curiosidad le pregunte por la fecha de nacimiento. Ella me dijo le había dado luz el 11 de mayo de 1948 en este mismo lugar donde trabajaba como empleada doméstica. ¡Su respuesta me dejo atónito! Yo nací el 21 de abril de 1938 y cuando tenia 10 años su imagen no era real sino una proyección de su persona adulta como se manifestaba dentro de esa propiedad donde en compañía de otros niños nos encontrábamos con él. No me quedo duda que yo formaba parte de este fenoménico suceso pues cuando el Chele estaba por nacer yo me encontraba 10 años adelante de su existencia y por alguna razón celestial se presentaba como un ser real a la edad de 20 años como iba a ser ya adulto. El Chele nació y creció en esa propiedad y nunca salió de ella. Ya adulto se convirtió en su guardian y la respuesta que me dio su madre me hundió en el mas profundo de los misterios de este mundo. El Chele cuando estaba por nacer se presentaba como un ser real a la edad de 20 años como iba a ser ya adulto. Se trataba de lo inverso de una persona fallecida cuyo fantasma se aparece mas tarde y una vez que me entere de su muerte solo quedaba rezar por su alma. -El Chele murio en el mismo lugar donde por una razón superior su espíritu y materia estarían confinados. Su nombre real era Ricardo Rosales. ¡Y me despedí de su madre llevando a cuestas la mas grande mentira de mi existencia! FIN

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