A la Memoria de Doña Alicia Zelayandía
Cuando lejos del ocaso en un bello amanecer la tierra te dé la bienvenida
y te acoja como la hija con quien se aman y mantienen la más bella relación
simbiótica y tus ojos lloren de felicidad y tus labios quemados por el sol de
la vida sonrían al tie
mpo infinito, habrás logrado la conversión filosófica.
No tendrás que ver hacia atrás. Cuando se tiene la conciencia plena de
que cumpliste con tus propios postulados de servir a la humanidad y a la
naturaleza como tu propia madre, con tu ser irradiando lo más puro y más
sublime de tu esencia, abrirás tus inmensas alas y te perderás en el infinito
llevando contigo en canto matutinos de sinsontles, las hojas mecidas por el
viento, la algarabía de los niños en las aulas de tu vida, el canto de los ríos
y las olas del mar existencial.
Tus descendientes, hermanos y hermanas, amigos y amigas y discípulos,
te cantaran la “Canción de la Alegría” y verán en las manifestaciones más
bellas de la tierra, tu infinita permanencia que como la gotita cristalina que
ha filtrado el corazón de las rocas, se vierte en el amanecer para dar vida a la
vida.
La muerte no existe. Sencillamente la madre tierra llamando a lo más
amado para impregnar lo más sublime de la existencia con la esencia de tu presencia ad infinitum.
Valky
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