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jueves, 15 de abril de 2010

La educación como herramienta de liberación



Walter Farfán


El axioma “La verdad nos hará libres” podría extenderse a aquel “El conocimiento nos hará libres” pues éste engloba al primero; ya que para llegar a la verdad hay que acceder al conocimiento.

Sabido es que en nuestro país tenemos una deuda con la educación de nuestro pueblo, durante siglos las autoridades coloniales de manera consciente evitaron desarrollar un sistema educativo al que tuvieran acceso las amplias mayorías, implementaron una política en la que solo las clases privilegiadas tenían la posibilidad de cursar estudios universitarios, a este respecto es muy ilustrativo lo absurdo que dijo el Rey Carlo IV de España: “La instrucción no debe generalizarse en América…”; por tanto, no era una casualidad que para acceder a estudios superiores durante la colonia, los jóvenes tenían que trasladarse a la capital de la capitanía general que quedaba en Guatemala; traslado que en si mismo constituía un impedimento insalvable para que el pueblo pudiera realizar dichos estudios; la situación de las escuelas de primeras letras y de estudios medios no era mejor, pues la mayor parte de ciudades carecían de una y por consiguiente era necesario trasladarse a las principales ciudades para pode cursar estudios elementales; situación ésta que se prolongó mucho después de la independencia y hasta bien entrado el siglo XX era necesario viajar de las ciudades pequeñas hasta la cabeceras departamentales para poder realizar estudios de bachillerato.

Podría pensarse que puesto que hay consenso en que para alcanzar, el por todos anhelado desarrollo, es necesario tener un sistema educativo que garantice el acceso a la escuela de todos y cada uno de los y las jóvenes en edad escolar; por ende deberían haber escuelas por todos lados; sin embargo, los sucesivos gobiernos a lo largo de casi 200 años de historia republicana, no fueron muy diferentes a los gobernante de la época colonial, que continuaron postergado lo que debería ser la tarea más urgente para alcanzar el desarrollo, es decir, un sistema público de educación que garantice escolaridad de calidad y acceso universal al conocimiento. Por supuesto, que esto no ha estado en la agenda de los que han detentado el poder en este país.

Las clases dominantes han querido mantener a nuestro pueblo privado del acceso a las escuelas, porque ciertamente un pueblo instruido es un pueblo conocedor de sus derechos y deberes, por tanto, difícilmente aceptará el despotismo con que los poderosos han gobernado hace ya demasiados años a nuestro país. A propósito, Morazán en su época observaba con relación a la situación de Centroamérica, que: “Esa penuria educativa solo puede ser fruto de unas manos ocultas que fomentan la ignorancia del pueblo con miras insospechadas”.

Hoy, sin embargo, por primera vez en nuestra historia patria, somos testigos de un gran esfuerzo por poner fin a esta precariedad educativa. Por primera vez existe un gobierno que no sólo está consciente de este grave problema sino que está actuando de manera decidida para resolverlo. La campaña de alfabetización; la entrega de útiles y uniformes escolares, más la provisión de alimentos; todos son esfuerzos, que apuntan en la dirección correcta, es decir, superar el rezago educativo en que nos ha sumido la derecha de este país.

Este esfuerzo patriótico tiene lugar en un momento en que la coyuntura económica no es precisamente la más favorable, pero la determinación de este gobierno a través del Ministerio de Educación, está demostrando que cuando se quiere se puede; solo se necesita voluntad política y el deseo de trabajar para mejorar las condiciones de nuestro pueblo, especialmente de los menos favorecidos.

La plantación de esta semilla dará sus frutos en el mediano y el largo plazo; llegará el día en que miremos atrás y que veamos la ignominia que significa el analfabetismo como algo del pasado; llegará el día en que la desnutrición infantil solo sea parte de la lectura de nuestra historia. Tenemos la suerte y la dicha de ser parte de este momento en que la historia se comienza a poner a favor de los excluidos, de los pobres y explotados de mi país. La garantía de este nuevo rumbo es el mismo pueblo.

Nunca se podrá sobredimensionar la importancia de la educación en el proceso de liberación de nuestros pueblos; no se puede concebir un pueblo libre sin educación como tampoco se concibe una educación que no sea liberadora; por consiguiente, para los demócratas y revolucionarios esta es una tarea impostergable.

Por último quisiera que reflexionáramos acerca de lo que nuestro prócer-mártir Francisco Morazán escribió ya en 1830: “1) La educación proporciona las luces; 2) La educación destruye los errores; 3) La educación prepara el triunfo de la razón; y 4) La educación prepara el triunfo de la libertad”.
Consecuentes con su legado, es tiempo de avanzar con pasos largos en este proceso liberador, que hoy por hoy, tiene como principal herramienta: La educación.

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