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domingo, 25 de abril de 2010

El Mar

Farabunterra

PARA LAS Y LOS LECTORES REVOLUCIONARIOS DEL MUNDO


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Quiero ver el mar, dijo el viejo, el mar que puede ser tan calmo y demoroso en su devenir y tan brusco cuando azota la tormenta. Quiero ver el mar y sus cangrejos caminando hacia atrás como los humanos anti históricos. Quiero ver los barcos anclar y otros alzar velas para hacerse hacia alta mar. Ver los viejos marineros bajando quemados por las sales y los vientos de otros puertos. Quiero ver a los niños en el amanecer engaviotado y contemplar desde las atalayas de mi vida el devenir del tiempo y sus misterios. No tratar de investigar ni inventar nada, solamente ver, admirar la grandeza y la profundidad de la existencia y quizá preguntarme: dónde estás amada mía, mi inspiración, mi musa eterna, mi amor platónico, carne de mi carne, ideario de mi vida, contemplación inalcanzable, posiblemente tú seas el mar.

Quiero estar en el mar, junto al mar, solo, con esa inmensidad filosófica, que es vida y no muerte, con esa eternidad que ha derrotado al hombre que todo aspira a destruirlo y que con toda la locura consumista quisiera convertir las aguas en oro para morir de sed.

Estaré en el mar y en una noche estrellada te buscaré en todas las dimensiones espirituales y me volveré a preguntar: por qué he esperado tanto para decir: te amo, como amo al mar, su grandeza, su inexplicable condición de desafío eterno y como el mar también comprenderé y aceptaré que no puedo ser dueño de nada, sino de mi búsqueda espiritual.

Quiero adueñarme de esa libertad incontrolable de las aguas y el vuelo de las aves marinas, de la soledad en medio de la inmensidad indescifrable, de las montañas líquidas que dieron origen a la vida, irme a lo más profundo donde nadie ha llegado a robar los tesoros naturales, sin volver a ver hacia el mundo enfermo donde habitamos.

Dos niños que jugaban a hacer casitas en la arena, dicen que lo vieron irse entre las olas, nadando como un dios marino que nunca regresó a visitar de nuevo.

Paul Fortis

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