Editorial de Contrapunto , 11 Noviembre 2013
Hay
que levantar las banderas contra la corrupción y una verdadera
revolución moral. Incluso, el Papa Francisco ha declarado que la
corrupción es un pecado imperdonable.
A
sólo tres meses de las elecciones presidenciales, una comisión especial
de la Fiscalía General determinó que un grupo de ex funcionarios del
gobierno de Francisco Flores (1999-2004), cometieron una serie de
supuestos graves delitos de corrupción por medio del contrato firmado
entre CEL y ENEL, para explotar el subsuelo nacional con el fin de
extraer vapor geotérmico y producir energía eléctrica.
Entre
los acusados están el ex ministro de Economía, Miguel Lacayo, y el ex
presidente de la CEL, Guillermo Sol Bang, dos prominentes figuras del
empresariado local y de ARENA.
Pero
además de ellos serán procesados otros funcionarios y técnicos de la
CEL, por peculado y por complicidad en posibles actos de corrupción que
habrían afectado hasta en 1.000 millones de dólares al Estado
salvadoreño. Ese es apenas un cálculo, por cierto, nada despreciable, si
se toma en cuenta que es equiparable a una cuarta parte del presupuesto
general de la nación.
Los tendrán que someter a juicio y los condenarán si los encuentran culpables.
Sería histórico y ejemplar que el juicio sea justo, pero contundente para comenzar a acabar la corrupción en El Salvador.
La
corrupción en El Salvador no parece, pero es descomunal. Precisamente
los sectores poderosos se han encargado de esconderla, que hasta leyes
están vigentes con tal de mantener cotos de corrupción.
Hay
leyes que avalan la evasión y la elución fiscal. Es esto verdaderamente
un crimen contra la sociedad; es tan criminal, como mantener una ley de
amnistía que avala la impunidad de los criminales de lesa humanidad que
se cometieron durante la guerra civil.
Hay que levantar las banderas contra la corrupción y una verdadera revolución moral. Incluso, el Papa Francisco ha
declarado que la corrupción es un pecado imperdonable.
El
FMLN tiene una gran ventaja en esta lucha; no quiere decir que no hay
corruptos en su seno; pero quienes no tendrían absolutamente ninguna
moral para levantar estas banderas son ARENA ni los partidos integrantes
de UNIDAD, entre los que ha cundido una madeja de corruptela que
traspasó los límites y el tiempo.
Pero
al final, es la sociedad misma la que tiene que exigir y continuar
cuestionado para que se implante en El Salvador un paro a la corrupción y
a la impunidad.
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