La Revolución Bolivariana consolida su soberanía. La victoria en
20 de las 23 gobernaciones del país es otro hito en el camino hacia la
irreversibilidad de un proyecto único, pero paradigmático de socialismo
CARACAS.— Fueron elecciones marcadas por la emotividad. «La
racionalidad, más que lo afectivo, es lo que signa los comicios
regionales en Venezuela», afirman los analistas más conocedores de la
realidad local. No obstante, el amor hacia el presidente Chávez tuvo su
prueba este domingo. Y la superó.
La victoria en 20 de las 23 gobernaciones de los candidatos del
Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y las organizaciones
políticas aliadas confirma la marcha agigantada de la Revolución
Bolivariana hacia su irreversibilidad.
Garantizar la irreversibilidad del proceso es la clave del futuro de este país, América Latina y también del mundo.
Como mismo la Revolución Soviética en 1917 marcó el devenir histórico
de buena parte del siglo XX en todo el planeta, y la Revolución Cubana
de 1959 abrió una esperanzadora ruta para los países del Tercer Mundo
durante la segunda mitad de la pasada centuria, la Revolución
Bolivariana de 1999 (cuando Chávez asumió el poder) definió el camino
continental en estos primeros años del siglo XXI y parece destinada a
continuar haciéndolo en las próximas décadas. (Se necesita).
El liderazgo de Chávez ha sido fundamental. Mas ya esta es una
revolución polifónica. Se ha asumido y asentado en el imaginario y el
hacer de las grandes mayorías.
Aún le esperan duras pruebas. La revolución venezolana es un
contínuum y ruptura constante. Siempre ascendente. Dramática. Desafío en
desafío. Pero las masas siempre los superan.
Los resultados de las elecciones de gobernadores y gobernadoras y de
legislativos estaduales de este domingo 16 de diciembre lo confirman: el
mapa está casi «rojito».
Son tres, ¡apenas tres!
De ocho gobernaciones que estaban en manos de las fuerzas de la
derecha (entre ellas dos de individuos que llegaron al poder en las
regionales de 2008 como propuestas de la Revolución, pero que saltaron
la talanquera), apenas quedaron con vida tres: Amazonas, Lara y Miranda.
Aunque enorme en tamaño, Amazonas es el
estado menos poblado de Venezuela, pero tiene un gran simbolismo. Sus poblaciones originarias son de las más numerosas del país.
Liborio Guarulla, su gobernador, está a cargo desde inicios de siglo.
Ascendió de manos del PPT, aliado del PSUV, y pronto comenzó a alejarse
de las ideas genésicas del chavismo.
Ahora contendió contra la ex ministra de Pueblos Indígenas, Nicia
Maldonado, quien, como ha de ser el talante de los revolucionarios,
reconoció los resultados. No obstante, llamó a la militancia
revolucionaria a seguir abriendo nuevos espacios.
En Lara, Henri Falcón, uno de los que saltó al bando derechista,
confirmó los pronósticos de las encuestadoras, al repetir la
gubernatura. Se le sigue un proceso de averiguaciones en la Asamblea
Nacional por presuntos hechos de corrupción. Durante una reciente visita
a ese estado, me comentaban que es un político muy habilidoso, con gran
capacidad de comunicación y extremadamente manipulador (el brinco que
dio lo confirma).
Por último, en Miranda, Henrique Capriles Radonski logró su premio de
consuelo tras la aplastante derrota que sufrió en las presidenciales
del 7 de octubre frente a Hugo Chávez.
En Amazonas y Lara eran previsibles los resultados. En Miranda todo
apuntaba al ex vicepresidente ejecutivo Elías Jaua. Un joven brillante
que demostró durante su labor en el gabinete una capacidad de trabajo y
una calidad humana ejemplar.
No quiero tapar el sol con un dedo, pero, en mi criterio, no fue Capriles, sino la abstención, la que derrotó a Jaua.
Tradicionalmente, las elecciones regionales aquí se caracterizan por
la baja asistencia. Esta vez no fue distinto. Apenas frisó el 54 por
ciento. El abstencionismo también golpeó duro a la derecha. Mas este
tema es una de las asignaturas pendientes de las fuerzas
revolucionarias... Nada es perfecto.
Los bolivarianos deberán aceitar más aún esa maquinaria. A los
antichavistas (mayormente de clase alta y media alta) no hay que
sacarlos a votar. Van solo a las urnas. Los chavistas, empero, a veces
se acomodan. El triunfalismo lleva a algunos a dormirse en el laurel,
piensan que la victoria es un hecho. No es así. Y ahí es donde se pierde
lo que no se debería.
Altanera pero cuesta abajo
Durante la campaña por las presidenciales del 7 de octubre (7-0),
durante su discurso de triunfo ese día, y durante su acreditación de
vencedor por el Colegio Nacional Electoral (CNE), tres jornadas después,
Chávez reflexionó que Venezuela necesita una oposición responsable y
proactiva.
Coincido. En mis 14 meses de estancia aquí, si algo he podido
conceptuar es que, entre otros aspectos (los «otros» son los cruciales,
pero no son el tema del comentario de hoy), una de las posibles
peculiaridades del socialismo bolivariano es la probabilidad de
desarrollar el nuevo sistema económico, político, social y cultural en
un contexto de partidos opositores liberales, conservadores y
ultraderechistas.
¡Claro!, será así, siempre y cuando las fuerzas derechistas
hegemónicas mundiales no acorralen la Revolución y la obliguen a
decisiones drásticas —aunque lo quieren hacer e intentarán, cosa que no
les aconsejo.
¿Se podrá tener en Venezuela una oposición responsable, ética y
proactiva? Parece que no. Ayer me sorprendió la forma altanera,
prepotente, despreciativa con que Guarulla, H. Falcón y Capriles
Radonski se refirieron a sus victorias. Lo hicieron sin reparar en que
el chavismo ganó 20 gubernaturas, que ellos apenas son tres. (Quizá sean
cegadoras «fiebres»).
De Guarulla y Falcón lo esperaba. De Capriles no. Pensé que de nuevo
iba a actuar a la altura que se comportó el 7-O, cuando reconoció con
humildad la victoria de Hugo Chávez.
A Capriles lo seguí durante toda su campaña. Tanto para las primarias
del conglomerado de partidos derechistas: la Mesa de la Unidad
Democrática (MUD), donde ganó; como la que hizo tras bambalina entre
febrero y junio de 2012 para las presidenciales —ilegal según las
normativas del CNE—; como la que desarrolló —la permitida— entre julio y
el 4 de octubre de 2012.
Fue casi un año de campaña electoral. Debo aceptar que poco a poco
fue creciendo. Madurando. En términos «académicos» aprobó con relativo
éxito «un posgrado en política». Le hacía falta. Seamos honestos: hoy es
mejor político que «ayer».
Creí que ahora iba a mostrar igual compostura que la del 7-O.
Disfrutar su victoria pero también felicitar al candidato perdedor.
Debió hacerlo. Cuando se contiende contra hombres grandes, el honor
prima. No lo hizo. Y a quien este le falta, se le bajan hasta los
pantalones. (Y eso no lo aprendí en la universidad ni en posgrados, sino
en mi querida, entrañable y habanera Mantilla, donde la hombría es don,
dignidad).
Capriles aún tiene la posibilidad de convertirse en el líder de la
oposición. Mas sospecho que despreciará su oportunidad histórica... «El
berraco siempre tira al lodazal».
Parece que las «clases» del último año las volvió a tirar al cesto.
Parece que se siente más cómodo en el papel de aquel personajillo de
tercera que durante el golpe de Estado de 2002 tuvo miedo de ingresar a
la casa del entonces ministro del Interior, Ramón Rodríguez Chacín, y
suplicó por guardias de élite para que lo acompañaran a entrar a la
estancia de una persona a la que luego engañó y la hizo pasar por una
turba de inquisidores que vilipendiaron a un hombre Hombre.
También parece que olvidó que el «valor» con que en casa de Chacín se
insufló, se le bajó rápido mientras sorteaba la escalera que mandó a
poner Fidel para dar acceso a algunos negociadores durante el sitio a la
embajada cubana por turbas fascistas en el transcurso del golpe de
Estado de 2002.
Ahora, las municipales
La oposición venezolana está hecha añicos. No obstante, y a pesar de
que apenas tres estados quedaron en manos de la derecha, las fuerzas
revolucionarias no han terminado la tarea.
Por delante queda, en este histórico período electoral, los comicios
municipales. Se efectuarán en algún momento del primer semestre de 2013.
El mapa regional quedó «rojito» en las regionales. El municipal ha de
apuntar al mismo color.
Reconforta que las mayorías venezolanas estén conscientes de su papel
histórico. Su referente es el magisterio del presidente Hugo Chávez.
Con su humildad, honestidad, entereza, llanería. Y lo digo literalmente:
Chávez es un hombre de Barinas. De los llanos. Un espíritu más allá del
horizonte.
Los pueblos miran al horizonte. Ese que se ve, pero no se alcanza.
Mas en el avance se crece. Chávez es eso. La utopía hacia la que se
camina. La limpieza del alma. El futuro.