¿Cuales son los
valores, méritos y merecimientos que una persona debe reunir para ser
merecedora de la máxima distinción universitaria de Dr. Honoris Causa?
¿Basta con ser un destacado científico, profesor, artista, poeta o
escritor? ¿Son disociables los méritos académicos o científicos de una
persona de la totalidad de su condición moral e intelectual? ¿Son
separables en una misma persona su obra científica o literaria de su
actuación en los otros planos de la vida social? ¿Qué reconoce el título
de Dr. Honoris Causa: al fragmento genial de una persona disociada o al
ser íntegro en su condición y su actuación ética, moral e intelectual?
Pensamos que estas preguntas debieron orientar la discusión en el caso
de la decisión universitaria de distinguir con el título d e Doctor
Honoris Causa al escritor y activista político Mario Vargas Llosa.
La etimología de honoris causa remite a
razón o causa de honor, algo que en la mejor tradición humanista universitaria refiere a una condición honorable
más allá del
mérito académico. Considerar al conjunto de la personalidad implica en
el caso de Vargas Llosa considerar tanto al escritor como al activista
político, ya que ejerce tales ocupaciones con la misma dedicación que la
literatura. Pensamos que la intensa actividad política del escritor al
servicio de la propaganda neoliberal así como su esmero editorial en la
justificación de la invasión a Irak, constituyen hechos relevantes como
para no merecer el máximo premio honorífico de nuestra Universidad.
Al
considerar a Vargas Llosa en el plano de su militancia política puede
observarse hasta que punto el novelista deja su lugar al propagandista.
Atendiendo a sus panfletos en la materia, podríamos decir incluso que lo
que hay de genial en el novelista se hace burdo en el propagandista. En
efecto, desde su conversión a las doctrinas del Consenso de Washington
en la década del ochenta, Vargas Llosa ha sido un férreo impulsor de las
reformas neoliberales en el continente
2.
Y lo ha sido con igual intensidad tanto en la década de los noventa
como en el presente, cuando el fracaso del neoliberalismo se hizo
evidente y sus efectos son visibles en las sociedades latinoamericanas,
en estos dificultosos momentos de reconstrucción en el plano de lo
social, lo económico y lo cultural, con particulares implicaciones en la
reconstrucción de la esfera de lo público. Resulta particularmente
revelador releer hoy, a la luz de la situación actual de las economías
europeas, su columna en “El País” de Madrid del 2 de diciembre de 1990:
"Hace
12 años estaban todavía muy arraigadas las creencias de que la justicia
social exigía un Estado grande, que una economía intervenida podía ser
próspera, que el paternalismo y las dádivas eran buenos remedios contra
la pobreza y que la soberanía debía ser defendida también en lo
económico con políticas nacionalistas. Lo cierto es que hoy queda muy
poco en pie en Europa de esa filosofía populista. Y aun en el resto del
mundo cada vez parece más una verdad de Perogrullo decir que la libertad
política y la libertad económica son una sola y que sin esta última es
muy difícil, cuando no imposible, la creación sostenida de la riqueza.
Y, también, que cuanto más libre sea el funcionamiento del mercado y más
vasta su acción estará mejor defendido el interés general, armonizados
más sensiblemente los intereses individuales y sectoriales con los del
conjunto de la colectividad" 3 .
Dos décadas después de estos ilusionados augurios del Vargas Llosa
predicador, Perogrullo parece haber sido desmentido, con nefastas
consecuencias que, claro está, pagan y pagarán los trabajadores y los
pobres del mundo.
Si bien no intentamos aquí realizar una
radiografía de las consecuencias de las políticas neoliberales en el
mundo, si resumiremos, por su pertinencia al caso, las principales
implicaciones que el dogma neoliberal, por el cual Vargas Llosa militó y
milita fervientemente, ha tenido en el plano de la educación:
- Reducción del presupuesto públicos destinados a la educación pública.
- Exclusión
de amplios sectores de nuestras sociedades –especialmente de los más
desfavorecidos- del acceso a la educación pública.
- Afectación
de la autonomía de la educación pública, pretendiendo someterla a una
supuesta conducción técnica legitimada en el plano de los organismos
financieros internacionales.
- Corrosión de la esfera de lo
público, a partir de la promoción de diversos tipos y grados de
privatizaciones, que incluyeron al sector educativo.
- Afectación
directa de la realización de los derechos humanos de miles y miles de
habitantes de América Latina que sufrieron –y muchos aún sufren- los
impactos de las reformas neoliberales en relación a la privatización de
los servicios públicos (lo que implicó la exclusión del acceso a bienes
como la energía, el agua o los servicios de comunicación).
Y en la defensa de estas ideas “educativas” Vargas Llosa es por cierto pragmático y sin dobleces: considera que es necesario
"privatizar enteramente la educación dejando que funcione dentro del mecanismo de la eficiencia y del mercado", que
"la
obligatoriedad de la enseñanza que yo defiendo puede mantenerse de una
manera infinitamente más eficaz con un sistema totalmente privatizado", y que
"El Estado debería entregar cupones a las familias para que elijan libremente los colegios donde enviar a sus hijos" 4 .
Podríamos aquí citar a Chile, el país que “la banda de Mont Pèlerin”
utilizó como campo de experimentación, como un buen ejemplo para
desmentir a Perogrullo, una vez más.
Pero su militancia
neoliberal no se ha limitado a la propaganda escrita, por cierto profusa
e insistente a través de prólogos, artículos y editoriales en
periódicos de todo el mundo. Vargas Llosa es también un hombre de
acción, y desde la
Fundación Internacional para la Libertad –que
ha presidido- ha reunido y articulado a los principales exponentes de la
derecha latinoamericana como Álvaro Uribe Vélez, Vicente Fox y Luis
Alberto Lacalle, y también de España, en la figura de José María Aznar,
procurando su re-organización en clave de contra-ofensiva de cara a
recuperar los gobiernos del continente, perdidos luego de procesos de
movilización popular de diversas características en diferentes países de
América Latina.
A pesar de ser un actor político, candidato a
presidente de su país y autodefinido intelectual liberal, Vargas Llosa
ataca permanentemente la legitimidad democrática de los países de la
región, denostando a presidentes electos constitucionalmente. En la
figura del ex presidente de Brasil ha denostado a los mandatarios
progresistas del continente:
“Lula es un típico mandatario
"democrático" latinoamericano. Casi todos ellos están cortados por la
misma tijera y casi todos, unos más, otros menos, aunque -cuando no
tienen más remedio- practican la democracia en el seno de sus propios
países, en el exterior no tienen reparo alguno, como Lula, en cortejar a
dictadores y demagogos tipo Chávez o Castro, porque creen, los pobres,
que de este modo aquellos manoseos les otorgarán una credencial de
"progresistas" que los libre de huelgas, revoluciones, acoso
periodístico y de campañas internacionales acusándolos de violar los
derechos humanos”5.
Es también conocida la devoción de Vargas Llosa por Margareth Tatcher, por quién dice sentir una
“admiración
sin reservas, esa reverencia poco menos que filial que no he sentido
por ningún otro político vivo, y sí, en cambio, por muchos intelectuales
y artistas (como Popper, Faulkner o Borges)” 6 .
Menos conocido es su cínico pensamiento sobre la “contribución” de
Tatcher al pueblo argentino, que Vargas Llosa fundamenta diciendo: “
Por
eso no sólo los ingleses, escoceses y galeses deben gratitud a la dama
de hierro. Todos los que a lo largo y ancho del mundo se han beneficiado
en estos años con la caída de los regímenes totalitarios y autoritarios
(los argentinos, por ejemplo, a quienes la señora Thatcher libró sin
duda de medio siglo de gorilismo militar, que es lo que hubieran tenido
si la dictadura de Galtieri se queda con las Malvinas) o con la
liberalización de las economías y la internacionalización de los
mercados o con el renacimiento de la filosofía de la libertad, tenemos
una deuda de reconocimiento con esta primera ministra...”7.
El anticolonialismo de “El sueño del celta” se esfuma por completo en
esta cínica justificación de colonialismo británico y de aquella trágica
guerra desigual.
A su vez, justificando la invasión norteamericana a Irak ha dicho:
"Hace
tres meses no lo sé, pero, ahora, con lo que he visto y oído en esta
breve estancia, hubiera apoyado la intervención, sin vacilar (…) Ahora
por primera vez en su larga historia, (Irak)
tiene la posibilidad
de romper el círculo vicioso de dictadura tras dictadura en que ha
vivido y -como Alemania y Japón al terminar la segunda guerra mundial-
inaugurar una nueva etapa, asumiendo la cultura de la libertad, la única
que puede inmunizarlo contra la resurrección de ese pasado"8. Las
guerras requieren también de artillería propagandística, y en esa
trinchera ocupa el escritor comedido lugar. ¿Qué tiene de humanista el
Vargas Llosa político?.
Reiteramos: no objetamos aquí la
genialidad literaria de Mario Vargas Llosa y su derecho a pensar de
cualquier manera. Si sostenemos que el hecho de ser un activo militante
en pos de la imposición del modelo neoliberal en el continente, tanto en
el plano de su producción propagandística como en el plano de su
actividad militante organizada, así como su actividad en el plano de la
justificación de la invasión a Irak, son hechos que lo hacen
incompatible con el merecimiento de un título honorífico de nuestra
Universidad de la República. ¿Le daríamos tal reconocimiento a Milton
Friedman o Friederich Hayek o a los demás asistentes al cónclave de Mont
Pèlerin? ¿Sería justo reconocer a los destacados intelectuales y
economistas que a partir de Mont Pèlerin organizaron la arremetida
neoliberal en América Latina, incluido el experimento imperialista en
Chile de la mano de Henry Kissinger y la dictadura de Augusto Pinochet?
¿Cómo separar al Vargas Llosa propagandista y activista político de esta
tradición histórica cuyas heridas aún están abiertas en nuestro
continente? La Universidad de la República no puede entregarle un título
honorífico a las novelas, sino al escritor. Él y su militancia
neoliberal y anti popular se ubican por fuera del marco de este
reconocimiento.
Al ser Vargas Llosa un destacado activista
político, se pone de relieve que el propio contexto de su premiación
debe interpretarse en clave política. Y no es necesario ser
psicoanalista para advertir la relación entre el origen de la propuesta
de premiar al escritor y tal connotación política de -y en- la
premiación. Llama la atención que sea en la Facultad de Ciencias
Económicas donde nace la propuesta, no en la de Humanidades y Ciencias
de la Educación: ¿a quién se quiere premiar al novelista o al político?
Pareciera que c on el impulso de su estatura literaria presentada como
el motivo del honor, se quiere elevar también el ideario político y
económico del autor.
¿Cual es el mensaje que la Universidad
transmite con esta condecoración? ¿La de un gesto de grandeza que más
allá de las miserias del homenajeado le reconoce su costado genial, y en
ese acto ayuda a su transformación? ¿O por el contrario este
reconocimiento lejos de transformarlo contribuye a legitimar al Vargas
Llosa propagandista, a sus ideas y al relativismo ético que las
sostiene? ¿En que nos convertimos al honrar a quien no es digno de
honor? ¿Contribuyó la premiación de Barack Obama como premio Nobel de la
Paz a desterrar del mundo las guerras, los bombardeos y las invasiones?
¿O contribuyó en cambio a legitimar a quien no ha hecho más que
continuar las guerras, y junto con ello contribuyó también a
naturalizarlas y darles un tinte de causa de paz? ¿Y cómo insidió tal
premiación en el estatus de los premios nobel de la paz? ¿Ganaron o
perdieron credibilidad? Pensamos que las consecuencias prácticas y los
usos políticos que ineludiblemente devienen de reconocimientos de la
importancia del que representa el Honoris Causa, también deben estar
integradas a la reflexión sobre la pertinencia de su otorgamiento,
siendo responsables en cuanto a los mensajes sociales e institucionales
que como Universidad de la República queremos transmitir a la sociedad.
Este
reconocimiento contribuye a consolidar la racionalidad fragmentaria y
el relativismo ético por el cual una persona puede ser reconocida por su
mérito académico aún siendo desmerecedora de ello en su práctica
político-social. En el fondo, la decisión responde al sentido común
instituido que pauta el espacio político posible, lo correcto y lo
incorrecto, los márgenes de la pluralidad. Si, pongamos por caso, Vargas
reivindicara el nazismo, difícilmente se justificaría darle un título
de honor
9.
En cambio, su intensa actividad a favor del neoliberalismo y su
justificación de la invasión a Irak constituyen elementos pertenecientes
al campo de lo aceptable por el pensamiento dominante. Se evidencia así
la producción ideológica del propio campo de la contienda de ideas
incluido el mismo concepto de pluralidad (reducido, en rigor, al
pensamiento único liberal). Los guardianes de la pluralidad nos han
acusado de carecer de ella por pronunciarnos con convicción en contra de
esta resolución. La pluralidad existe cuando sucede, no cuando se la
declara. Ojalá el debate de ideas de fondo en este tema continúe basado
en la razón crítica y en la exposición franca de los fundamentos, más
allá de la resolución del Consejo Directivo Central.
Notas:
1
“ADUR-Extensión” nuclea a los docentes de Extensión Universitaria y
pertenece a la Asociación de Docentes de la Universidad de la República
(ADUR).
2
Para una detallada descripción del derrotero intelectual de Vargas
Llosa desde su defensa de las revoluciones latinoamericanas mediados de
siglo (incluida la revolución cubana) hasta su conversión al dogma
neoliberal a partir de su estadía en Washington en la década de 1980,
recomendamos la lectura de Sans, Isabel (2011)
“Intelectuales, cultura, poder y tiempos. Mario Vargas Llosa y su tribu: un discurso 'liberal' en contexto”,
en: AAVV, “Pensamiento crítico y sujetos colectivos en América Latina.
Perspectivas interdisciplinarias” (Trilce & Espacio
Interdisciplinario UR, 2011) .
3 Mario Vargas Llosa: “Elogio de la 'Dama de Hierro'”, El País de Madrid, 2/XII/1990.
4
Así lo expresó en una conferencia titulada "Los desafíos de fines de
siglo. La cultura de la libertad", organizada por la Fundación Alberdi
de Mendoza el 22 de diciembre de 1995. (Cobertura de esta conferencia
disponible en:
http://www.lanacion.com.ar/170869-vargas-llosa-solo-educacion-privada)
5 Vargas Llosa, Mario
. Lula y los Castro. El País de Madrid. 7 de marzo de 2010.
6 Mario Vargas Llosa: “Elogio de la 'Dama de Hierro'”, El País de Madrid, 2/XII/1990.
7 Ídem
8 Mario Vargas Llosa: “El Virrey”, El País de Madrid, 9/VIII/2003.
9
El ejemplo no es antojadizo, el escritor noruego Knut Hamsun
condecorado con el Premio Nobel de Literatura en 1920 fue un reconocido
activista de la causa nazi. Hoy en día no hay ni una calle con su nombre
en su país.
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