«(…) Llegaremos a Pinar del Río, los hombres estamos
decididos, en ningún momento flaqueó la voluntad ni el ánimo, cuando más
era el hambre, el sueño, el peligro, más decididos estaban. Esta es una
tropa A-1 y llegará a su meta».
Así le aseguró a Fidel —jefe del Ejército Rebelde— el 9 de octubre de
1958, desde los llanos de Santa Clara, el Comandante Camilo Cienfuegos
—al frente de la Columna No. 2 Antonio Maceo—, en un informe sobre las
incidencias en el cumplimiento de la orden de Invasión hacia Occidente.
Su columna partió desde El Salto, Sierra Maestra, el 21 de agosto de ese
año, hace cinco décadas y un lustro.
«Besé la tierra villaclareña, todos los hombres que componían la
tropa estaban alborozados. Una pequeña parte de nuestra misión estaba
cumplida. Camagüey quedaba atrás con sus horas difíciles y sus horas de
hambre (…) Con esto lográbamos uno de los más grandes triunfos en el
orden militar revolucionario, ya que a pesar de las numerosas fuerzas
del ejército de la tiranía por tratar de exterminarnos, habíamos cruzado
el largo recorrido desde Oriente hasta Las Villas, con solo tres
bajas».
Al principio, Camilo le contaba a Fidel los principales contratiempos
del camino: «Hoy, después de haber penetrado 50 kilómetros en la
provincia de Las Villas y haber encontrado en esta zona norte un
campamento rebelde bien organizado (…) se presenta la oportunidad de
rendir el informe que hace rato debió llegar a sus manos (…).
«(…) Desde que salimos de la zona del Cauto con rumbo a Occidente,
hemos caminado sin descansar una sola noche, cuarenta jornadas, muchas
de ellas sin prácticos, con la costa sur como orientación y una brújula
por guía. El viaje por esa costa fue desastroso, durante quince días
marchamos con el agua y el lodo hasta las rodillas, cada noche evadiendo
emboscadas y tropas situadas en los cruces que debíamos hacer (…).
«(…) En treinta y un días que demoró el viaje por la provincia de
Camagüey, solamente comimos once veces (…) después de cuatro días sin
probar alimento alguno, tuvimos que comernos una yegua cruda y sin sal,
la mejor de la ya nuestra pobre caballería. La casi totalidad de los
animales habían quedado en los pantanos y tembladeras de la costa sur
(…)». Y acotaba: «Durante el cruce por Camagüey tuvimos un total de tres
encuentros con el ejército de la tiranía (…)».
Fue el último y el primero
Camilo fue, a fines de 1956, uno de los últimos hombres aceptados
para integrar el listado secreto de la riesgosa expedición del yate
Granma, acontecimiento que años después el Che calificara ante Raúl como
«la aventura del siglo».
Logró ser expedicionario luego de una gran insistencia por su parte, y
gracias también a las firmes gestiones de un compañero ya enrolado en
la gesta que se preparaba.
Es cierto que el joven Cienfuegos llegó un poco tarde, no estuvo en
las acciones del 26 de julio de 1953, ni fue enviado a México por ningún
grupo revolucionario de los asentados en Cuba o en Estados Unidos, como
ocurrió en una buena parte de los casos. Su único aval era una herida
en una manifestación callejera antibatistiana y su resuelta disposición a
incorporarse a la lucha.
La presencia de Camilo entre los barbudos de la Sierra Maestra al
mando de Fidel, no es simplemente una ironía de la vida, ni un golpe de
suerte, ni un designio del azar o del destino, sino que el delgaducho y
entonces desconocido joven habanero, hijo de españoles, como José Martí,
se ganó ese lugar a fuerza de coraje, inteligencia, audacia y
sacrificio.
No por gusto el propio Comandante Ernesto Guevara, en el prólogo a su libro
La guerra de guerrillas,
dijo que Camilo fue «el más grande jefe guerrillero que dio esta
revolución, el revolucionario sin tacha, el amigo fraterno (…)».
Aquel 21 de agosto de 1958 Camilo partió de las montañas con 92
hombres y 85 armas, para realizar una hazaña guerrillera. Tras múltiples
penalidades, y hasta azotada por el ciclón Hilda, la tropa invasora que
reeditaría la proeza del Titán de Bronce en 1896, dio muestras de
extraordinario heroísmo y penetró arrolladoramente en territorio
villareño.
Fue el primero de los oficiales rebeldes de la Sierra Maestra en
bajar a combatir al llano, ya convertido en toda una leyenda. Y resultó
ser el primer jefe guerrillero que llegó a Las Villas, el 7 de octubre
de 1958, porque el Che, su hermano de la guerra, arribó una semana
después. Igualmente fue el primero en tomar un Regimiento, el de
Matanzas, el 2 de enero de 1959, y el primero en llegar a La Habana, ese
mismo día a las dos de la tarde, cuando entró al campamento de
Columbia.
Con numerosas acciones combativas en el frente de Las Villas
viabilizó también la unidad de las diferentes fuerzas revolucionarias.
Del 21 al 31 de diciembre, Camilo logró la rendición de la guarnición de
Yaguajay, importante enclave de la estrategia militar batistiana en esa
zona, y contribuyó así al desplome de la tiranía.
Algunos de sus compañeros de armas de la invasión han dicho que
Camilo caminó, como jefe, de una punta a la otra, como tres veces más
que ellos. Que recorrió, para estimularlos, desde la vanguardia hasta el
último lugar de la retaguardia. Y el día 8 de enero de 1959 acompañó a
Fidel en la entrada triunfal a La Habana, en una emblemática imagen, que
es la del triunfo revolucionario, que ha recorrido el mundo.
Fuente: Periódico Revolución, 19 de noviembre de 1959, páginas 22-31, y archivo del autor.