“Hugo Chávez, lector de
Nietzsche” [1] es el título de un reciente artículo de Juan Antonio
Hernández [JAH], el embajador venezolano en Egipto, texto en el que
reivindica la lectura desde la izquierda del filósofo alemán. Dando
cuenta de las diversas propuestas para celebrar la vida y el legado de
Hugo Chávez, JAH comenta que “una de las más felices ha sido la de crear
un Centro de Altos Estudios dedicado a su pensamiento”. Adán Chávez
será el director de la citada institución. La biblioteca del presidente
venezolano “abarca unos catorce mil libros, comenzando por unos tres mil
volúmenes, de uso permanente, en los que Chávez nos dejó múltiples
anotaciones.”
Resulta imposible exagerar, en razonable opinión de
JAH, el inmenso valor “de esas anotaciones al margen de sus libros,
para reconstruir parte de la biografía intelectual de Hugo Chávez”. Para
dar cuenta de su importancia nos propone un experimento mental:
“imaginemos, por un momento, lo que pudo haber comentado [el presidente
Chávez] o subrayado sobre las nociones de virtud y fortuna en
Maquiavelo, para citar un ejemplo relevante entre muchos otros”.
Dentro
de esa vasta constelación de lecturas, JAH nos recuerda “una de las
últimas y de mayor significación: me refiero a su relectura del
"Zaratustra" de Nietzsche, iniciada en julio del 2011.” Vale acotar,
prosigue, “que existe una larga tradición de lecturas de Nietzsche desde
la izquierda. Incluso antes de su muerte sus ideas resultaron muy
atrayentes entre los anarcosindicalistas de Europa y los Estados Unidos”
y en los ámbitos socialistas (la obra de Jack London sería un ejemplo
de ello). En América Latina, prosigue JAH, “recordemos el hondo impacto
de Nietzsche en el pensamiento de Mariátegui. En esa misma orientación,
de acuerdo con Néstor Kohan, se sabe que el Che Guevara estaba
trabajando en un texto sobre Nietzsche cuando cayó en combate en 1967”.
Prosigue JAH con la idea del eterno retorno: “Como pensamiento ético, el
Eterno Retorno es la nueva formulación de la síntesis práctica: Lo que
quieres, quiérelo de tal manera que quieras también el eterno retorno.
“Si, en todo lo que quieres hacer, empiezas por preguntarte: ¿estoy
seguro de que quiero hacerlo un número infinito de veces?, esto será
para ti el centro de gravedad más sólido”. Una cosa en el mundo le
repugna a Nietzsche: las pequeñas compensaciones, los pequeños placeres,
las pequeñas alegrías, todo lo que es concedido una vez, sólo una vez.”
Más
allá de esta repugnancia (absolutamente incomprensible para mi y,
conjeturo, de claro sesgo aristocrático-elitista) por las pequeñas
compensaciones, las pequeñas alegrías y los pequeños placeres (¿dónde se
ubicará el problema de estas “pequeñeces”?), me gustaría trazar un
breve apunte sobre esta vindicación filosófico-cultural del embajador
venezolano:
No seré yo quien diga que no debamos leer a
Nietzsche (a pesar de su frecuente uso por gentes huracanadas de acero y
barbarie) y no se me escapa, desde luego, su larga influencia (no
siempre positiva) en el anarcosindicalismo español. Hagámoslo así, si
así lo estimamos. Pero es bueno no olvidar las coordenadas esenciales de
un pensamiento, de un gran pensamiento fuertemente reaccionario que
tiene en la idea del übermensch, del más allá de lo humano, una de sus
aristas más peligrosas. Hay un libro en el área cultural hispana, que ha
trascendido esos límites al ser ampliamente reconocido entre los
estudiosos del autor de
La Gaya ciencia,
que, en mi opinión, debería merecer nuestra máxima consideración y
atención. Su autor, Nicolás González Varela [NGV], un enorme filósofo
marxista que ha editado la obra del revolucionario de Tréveris, es un
gran germanista, que siempre tiene muy presente la XI tesis sobre
Feuerbach, y el título de su libro,
Nietzsche contra la democracia, es altamente significativo del gran proyecto político de nuestro “filósofo de la sospecha”.
Resumo brevemente algunas de las tesis del gran ensayo de NGV:
Sostiene el autor que existe una larga y venerada tradición
interpretativa que niega y obtura toda posibilidad de una lectura
política de la obra nietzscheana. Una lectura así es considerada
“superficial, forzada y contraria al propio
pathos de
Nietzsche”. Reconocidos nietzscheanos lo definen como un pensador
esencialmente antipolítico o impolítico. No es ésta la posición de NGV.
Si
entendemos “antipolítico” equivalente a una indiferencia interna de la
teoría frente al Estado, o como un extrañamiento del Estado de la
reflexión práctica, ése no es de ningún modo el caso de Nietzsche. Al
contrario: “sus preguntas incumben sobre los politeai, los regímenes y
la forma-estado, objeto tan importante de la filosofía política
tradicional desde la Antigüedad”. Sus preguntas y respuestas, prosigue
NGV, son poiético-teóricas, más que dialéctico-prácticas. En nota (p.
247) aclara la distinción: “La sustitución de una filosofía práctica
dirigida a un obrar correcto y justo, cuya finalidad era el bien común,
por una filosofía poiética política dirigida a construir y crear
formas-estado, tomó plena claridad con Hobbes y Spinoza”. Si se analiza
al Nietzsche político, comenta, no “debemos anacronizar el contexto de
sus reflexiones: es necesario pensar cuál era el concepto de Política a
finales del siglo XIX”.
NGV advierte contra el peligro de
comprender al Nietzsche político “no a partir de las motivaciones
originarias y sus necesarias conexiones internas, sino del preguntar por
su diferenciación de las formas más perfectas de pensamiento reciente”.
Nietzsche diferencia entre la kleine Politik, la pequeña política, “lo
que hacen los políticos”, la política entendida como pura lucha por el
Poder, y la verdadera y gran Política, la große Politik “que diseña la
forma-estado como medio y posibilidad de determinar el comportamiento de
otros hombres en pos de una finalidad de dominio”. Nietzsche creía que
la ciencia política había perdido de vista el contexto de preguntas que
le habían motivado desde la Antigüedad. El Estado no está privado de
finalidades y “el telos de un Estado sólo se alcanza gracias a sus
formas”. Por ello, si coincidimos con que una teoría de los medios y
fines del Estado es el fundamento de toda política, concluye NGV, tal
teoría existe en Nietzsche y, por ende, una aproximación política a su
obra está plenamente justificada..
Y no sólo eso. Tal teoría de
ninguna manera se ubica en su pensamiento de forma incidental o
indistinta “ni subsumida a un horizonte moral, como sostienen muchos
nietzscheanos”. La pregunta por la finalidad del Estado no solamente es
un problema significativo “sino más aún, planteada correctamente, el
problema fundamental de la Teoría del Estado. Sólo por su finalidad ha
de justificarse en Nietzsche un Estado”. Lo que constituye a un Estado
en cuanto Estado perfecto es algo más que el mero Poder: “son, y no en
última instancia, las tareas que sólo él puede satisfacer como Mittel,
como medio, el telos bajo cuyo mandato se encuentra y que depende de su
forma, de su Form der Regierungen”. La manera y modalidad de
distribución del poder estatal condiciona la forma del Estado. La
forma-estado adecuada es la que permite la solución óptima de lo que
Nietzsche denomina “el fin de todo arte del Estado: la größter Dauer, la
gran Duración”.
NGV señala que si superamos el obstáculo
epistemológico y nos atrevemos a una lectura específica de lo político
en Nietzsche, el catecismo nietzscheano invierte los términos. “Las
lecturas marginalmente políticas que se han realizado de la filosofía de
Nietzsche, la mayoría en la cultura anglosajona, paradójicamente nos
representan un Nietzsche hiperliberal, anarquista individualista,
antiimperialista, que incluso puede ser una fuente valorable de recursos
para el desarrollo de una teoría democrática posmoderna”. No es el
caso, no es el sendero transitado por NGV. “Cuando se desea “leer”
políticamente a Nietzsche de manera crítica, la hermenéutica de la
inocencia lo considera un dislate; cuando se practica la misma lectura
desde un horizonte hagiográfico, resucita ante los fieles un extraño
Nietzsche casi liberal, incluso un nómada escéptico, un “espíritu
libre”, un “individualista heroico”, un “demócrata agonal””. Si se
estudia sesgadamente su obra desde una perspectiva política, la
interpretación nietzscheanne ignora sus propias opiniones, olvida sus
textos o los reduce a un grupo selecto, como un posmoderno texto
litúrgico. “La interpretatio se transforma en un burdo mecanismo de
anacronismos, extrapolaciones y arbitrariedades presentadas como
necesarias”. Lo accidental en Nietzsche se transforma en el núcleo
central. “La inexactitud filológica se revela como un approche estético,
reduciendo todo a la retórica, a un juego de metáforas, de effets de
style: pura literatura”.
Para NGV, la leyenda áurea, “este
Paterikon insostenible desde una correcta hermenéutica a nivel
filológico, doxográfico y biográfico”, se derrumba al primer contacto
con los escritos de Nietzsche. En su opinión, “el Nietzschéisme como
ideología interpreta contra la propia letra y espíritu de Nietzsche”.
Desde joven Nietzsche se interesó por la política y la historia y desde
sus primeros escritos sobre Napoleón III, hasta sus pertinentes e
informadas menciones en cartas y manuscritos sobre los hechos
político-sociales más importantes de los años transcurridos entre 1860 y
1880, la situación política está muy presente en sus preocupaciones.
“De lo que menos se puede hablar es de “indiferencia” olímpica o desdén
informativo de Nietzsche por la política cotidiana de su tiempo”.
Por
lo demás, y como es sabido aunque a veces sea ocultado, Nietzsche nunca
fue un demócrata. “Una y otra vez en sus obras esotéricas y exotéricas
acomete contra las amenazas que los limitados avances democráticos le
acarrean a Europa”. Como reacción propone no un retorno a antiguas
jerarquías medievales, a formas de restauración dinásticas o
monárquicas, “sino el nacimiento y cultivo de una nueva casta de
dominadores que gobierne Europa y luego la Tierra”. Su crítica
ideológica a la Modernidad implica una reversión epocal de todo el
movimiento democrático desde la gran Revolución francesa. Para
Nietzsche, sostiene NGV, “el movimiento democrático, “la introducción de
la imbecilidad parlamentaria”, es además una simple fachada
moral-política, una mascarada superestructural sin autonomía propia,
teatro de la pequeña Politik, que esconde una degeneración fisiológica
profunda (ungeheurer physiologischer Prozeß) que nivela hombres
superiores con inferiores, creando una raza mixta de Herdentier Mensch,
hombres-animales de rebaño”. Para el autor de
Más allá del bien y del mal la democracia moderna y todas sus realidades es la forma más decadente de Estado por antonomasia.
Resumiendo:
es evidente que Nietzsche puede –y debe- ser leído políticamente, que
existe in nuce en su obra una completa y reflexiva filosofía práctica y
que su posición siempre oscila en torno a un fuerte y radical
pensamiento antidemocrático. El primer intérprete y admirador de
Nietzsche, Georges Brandes, nos recuerda NGV, no tuvo problemas en
definir a Nietzsche, con la aquiescencia del propio filósofo, “como un
pensador eminentemente político, cuya filosofía práctica tenía como base
un radicalismo aristocrático”. Para NGV, “si bloqueamos en la
interpretación la persistencia y centralidad del interés ético-político
de su radicalismo aristocrático, extraviamos el hilo rojo de Ariadna que
nos permite explicar el sistema en su integridad y la tortuosa
evolución del pensamiento de Nietzsche”.
Una aparente aporía
señalada por NGV: Nietzsche es en todos los sentidos más radical y más
inmediatamente político que el propio Marx. “Nada escapa al conflicto
histórico y bimilenario entre Señores y Siervos, ni el Arte, ni la
Filosofía, ni siquiera la Ciencia o la Lógica”. Con ello, concluye NGV
el prefacio de su gran ensayo, no hacemos otra cosa que seguir el propio
espíritu de la filosofía de Nietzsche ad litteram.
Así, pues,
si queremos leer a Nietzsche hagámoslo, vayámonos con ojos y no
olvidemos sus coordenadas centrales. En otras ocasiones, hemos cometido
ese error, y hemos confundido brillantez filosófica con excelencia y
virtud en las finalidades perseguidas.
Nota:
[1]
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=171419
[2] Nicolás González Varela,
Nietzsche contra la Democracia, Editorial Montesinos, Mataró (Barcelona, España), 2010.
Salvador
López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS
(Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu
Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia)
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