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El adolescente de dieciséis años ascendió al
trono en momentos difíciles para el país, y determinó el camino que
seguiría Rusia durante más de trescientos años. El último de los
Románov, el emperador Nicolás II, fue fusilado por los bolcheviques
noventa y cinco años atrás, en julio de 1918, tras los cambios
revolucionarios.
La elección de Mijaíl Románov como zar
tuvo lugar durante el Zemski Sobor de febrero de 1613. A pesar de que
habían suficientes candidatos al trono, por el joven Románov la votación
fue prácticamente unánime. Andréi Sajárov, historiador y miembro de la
Academia de Ciencias de Rusia, nos relata:
—Por
su candidatura apostaron fuerzas contrarias. En primera instancia, le
consideraban un joven débil, y los grupos de boyardos creían que será
fácil manejarlo y ponerlo al servicio de la aristocracia de los boyardos
en la tierra rusa, como intentaron hacerlo durante el Gobierno de los
Siete Boyardos. En segunda instancia, Mijaíl Románov contaba con un gran
apoyo de los cosacos, quienes apoyaban esta familia y obligaron a los
boyardos y a la aristocracia a votar por la candidatura del joven.
Sin
embargo, los boyardos se equivocaron. La aparente debilidad e
inutilidad del joven zar resultó una ilusión. Mijaíl Fiódorovich
ascendió al trono en momentos difíciles para el país, sacudido por las
rebeliones, los atacantes foráneos y las divisiones intestinas del
poder. Antes de su coronación como zar transcurrieron varios meses
colmados de sucesos dramáticos para el país. Sin embargo, el recién
electo gobernante, sabio pese a su juventud, logró unir en torno suyo no
solo a sus partidarios, sino incluso a sus más acérrimos enemigos,
según nos relata el historiador Mijaíl Miagkov:
—Mijaíl
Fiódorovich no fue un político destacado, como Iván el Terrible o Pedro
Primero. Se distinguía justamente por carecer totalmente de carisma. Se
trataba de un niño bastante enfermizo. Pero esa era la desgracia de
todos los primeros Románov. Ellos ascendían al trono muy jóvenes y eran
enfermizos. Y por ello siempre se hallaban bajo la tutela de boyardos
mayores y experimentados. Pero en esa etapa de la historia rusa,
inmediatamente después de las rebeliones, precisamente esta actitud era
la más razonable. Cualquier cambio drástico podría conllevar a otra
nueva rebelion y otra nueva catástrofe. La primera decisión de los
Románov consistió en no hacer cambios bruscos, paulatinamente aferrarse
al poder, aumentar su autoridad. El mérito de los Románov consistió en
que por naturaleza eran muy cuidadosos e indecisos, lo cual resultó
positivo para aquella etapa de “reconstrucción” de Rusia que tomó
prácticamente la primera mitad del siglo XVII.
Durante
los treinta y dos años de reinado del primero de los Románov, este
logró firmar el tratado más conocido como “de paz perpetua” con Suecia,
según el cual Rusia recuperó la región de Nóvgorod. Se establecieron
relaciones diplomáticas con la República de las dos Naciones, gracias a
lo cual el rey polaco y gran príncipe lituano Vladislav IV se olvidó de
sus pretensiones de acceder al trono ruso. Durante el reinado de Mijaíl
Fiódorovich se estableció un firme gobierno centralizado por medio del
nombramiento de voevodas (jefes militares) y stárostas (jefes civiles)
en las regiones. Se llevó a cabo una reorganización del ejército ruso y
surgieron regimientos de nuevo tipo: reiters (caballería), dragones y
soldados de infantería. Por orden del zar fueron fundadas las primeras
fundiciones y fábricas de armas en las cercanías de Tula.
Precisamente
el reinado de Mijaíl Fiódorovich determinó el rumbo histórico de Rusia
durante varios siglos. El jerarca de la Iglesia ortodoxa rusa, patriarca
Kiril, está convencido de ello:
—Sabemos
que en el transcurso de estos trescientos años nuestro país pasó de ser
un pequeño Estado a ser una gran potencia que abarcó desde el mar del
Báltico hasta el océano Pacífico, especialmente durante los años de
reinado del emperador Nicolás II (hasta principios de la Primera Guerra
Mundial), en que se alcanzó el milagro del desarrollo económico, social y
político. Rusia estaba en condiciones de alcanzar el liderazgo mundial
en apenas décadas. Y todo ello sucedía sin campos de concentración, sin
cárceles, sin colectivizaciones forzadas, porque era una resultante del
potencial popular que se abría en aquella época en Rusia.
El
aniversario cuatrocientos de la Casa de los Románov fue celebrado por
la Iglesia ortodoxa rusa no solamente con liturgias y oraciones, sino
con una serie de actividades. Ya en mayo del año en curso el jerarca de
la Iglesia ortodoxa rusa visitó Ekaterimburgo y honró la memoria del
último representante de la dinastía de los Románov, el emperador Nicolás
II, ejecutado junto a su esposa, hijos y servidumbre en el desván de la
casa de los Ipátiev.
Las celebraciones dedicadas al
aniversario de la dinastía de zares continuaron en San Petersburgo. El
12 de julio, Día de Pedro y Pablo, en la Catedral homónima de la capital
norteña de Rusia, el jerarca ortodoxo celebró una misa fúnebre junto a
las tumbas donde reposan los restos de la dinastía imperial, hallados en
las cercanías de Ekaterimburgo.
fs/as/er
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