"En primer lugar digo que unos sí podrían haber sido incinerados;
pero sobre los demás estamos viendo algo muy confuso, y falta seguir la
línea de investigación sobre el papel del Ejército", dijo a Sputnik
Nóvosti el religioso católico.
"No quisiera estar en el lugar de sus padres y sus madres, es algo dolorosísimo", se lamenta el religioso de 69 años.
El pastor católico advierte que en el anuncio hace dos semanas de la
identificación de los restos humanos de una de las víctimas, en
laboratorio de la Universidad de Innsbruck, Austria, surgió una duda.
El Equipo Argentino de Antropología Forense "fue muy claro, al decir
que sobre los restos de un estudiante reconocidos en Innsbruck no tenía
la seguridad de que habían salido del basurero de Cocula, sino de otra
parte", apuntó el sacerdote.
El pueblo de Cocula es vecino de la ciudad de Iguala donde –según la
versión oficial- la noche del 26 de septiembre tres autobuses repletos
de estudiantes de la escuela rural de maestros de Ayotzinapa, del estado
de Guerrero, fueron atacados a balazos por policías municipales y
narcotraficantes del grupo Guerreros Unidos, confabulados con el alcalde
de esa ciudad, con saldo de seis muertos y 43 desaparecidos.
"Estaban heridos, y así como estaban heridos, los quemaron vivos, les
pusieron diésel. Eso se va a saber, dicen que hasta les pusieron
madera, algunos de ellos estaban vivos, otros muertos", reveló por
primera vez Solalinde a Sputnik Nóvosti, el 16 de octubre, con base en
confesiones de testigos, menos de tres semanas después de la tragedia.
La primicia del sacerdote hace dos meses ha sido progresivamente
confirmada por las pesquisas oficiales y de los forenses argentinos que
representan a los familiares de los desaparecidos.
Pero los investigadores sólo lograron recuperar dos bolsas con 17
restos calcinados de los ocho paquetes que los verdugos confesos
lanzaron a un río cercano al basurero de Cocula, y una sola
identificación, mientras nuevos resultados se esperan en unos dos meses,
por el deterioro de los restos.
"Fue tremendo, no lo he superado"
Casi tres meses después de la tragedia, que se cumplirá el siguiente
día de la Navidad, Solalinde reflexiona: "Lo que pasó en Iguala nos
permitió ver el México que tenemos al desnudo, con un gobierno fallido,
una sociedad civil harta, pero también con una parte de la sociedad
inconsciente".
"Al gobierno lo agarramos con las manos en la masa, como dice el
dicho: le tomamos la foto infraganti que es Ayotzinapa", resume el
religioso.
Convencido de que las ilusiones de encontrar vivos a los jóvenes se
han ido extinguiendo, Solalinde ahora cuestiona la versión de que los
restos recuperados por buzos de la Procuraduría hayan sido sacados de un
río cercano al basurero de Cocula.
"¿Usted le cree a la PGR (fiscalía federal) después de tantas
mentiras? ¿O los sacó de otro lugar donde los cremaron y los pudieron
llevar allí?", son las preguntas que ahora le mortifican, pero sin
esperanzas de vida.
Conocer la suerte de los humildes alumnos rurales "fue tremendo, no
lo he superado, porque eso no se supera por decreto presidencial", dice
aludiendo al pedido del presidente Enrique Peña al país de "superar" el
desastre.
"Es una experiencia muy dura que todavía sigo sufriendo, soy una
persona consciente, como pastor, como sacerdote, todo eso me duele
mucho", dijo Solalinde en una charla de casi media hora.
El caso de los 43 estudiantes "no puede ser cosa del pasado, estamos
descubriendo nada más la puntita del iceberg, eso me dolió mucho, me ha
dolido mucho la mentira, y me he quedado perplejo ante todo esto",
prosiguió.
La intolerancia y la violencia
Solalinde lamenta que en su país "hay otras personas que todavía no tienen conciencia del momento crucial que vive México".
Y vislumbra un nubarrón de violencia en la respuesta social: "Por un
lado, me preocupan las personas que piensan que la única solución es la
violencia, que piensan todo el mundo está en contra de ellas, que están
paranoicas y por eso sólo ven la salida de la violencia".
Las barricadas, los cócteles molotov, la destrucción de edificios
públicos configuran un cuadro de matices insurreccionales, admite: "La
estrategia insurreccional estaría bien, pero lo que no está bien es ver
en todos los demás a enemigos y no tener la capacidad de ver aliados,
eso me preocupa".
Solalinde fue objeto de intolerancia por haber revelado la
perturbadora versión de una brutal ejecución en masa y los familiares le
impidieron ofrecer una misa por los jóvenes cuando acudió personalmente
a la sede de la escuela de Ayotzinapa a dar la mala noticia la masacre
de los alumnos, con base en las confesiones que escuchó.
"Sí, lo padecí también, pero no de parte de todos, porque hay muchas
personas que no son así, porque lo que estamos viviendo es la gran
oportunidad causada por el dolor de estos estudiantes y de miles de
gentes que han desaparecido también, de buscar un nuevo rumbo para
México, sin mentiras, sin maquillajes", explica.
El día de pedir disculpas a los familiares
El momento de la disculpa personal que pidió a los familiares cuando
le impidieron ofrecer una misa por sus hijos, hermanos y compañeros ha
sido un momento desgarrador para el padre Solalinde.
"Yo me disculpé antes que nada porque la verdad a veces duele, me
disculpé porque yo no quisiera estar en el lugar de los padres y madres y
los familiares de quienes desparecieron", comienza el relato de aquel
momento.
"No quisiera estar en su lugar, es algo dolorosísimo; no quisiera
estar en el lugar de la familia de Julio César Mondragón (el estudiante
quien apareció asesinado sin rostro y sin un ojo, tras los ataques que
dejaron seis muertos, 20 heridos y 43 secuestrados); pero también
entendí que ese dolor se desahogó conmigo en Ayotzinapa".
El religioso narra la escena. "hubo un momento en que los padres de
familia de Ayotzinapa me preguntan en el pequeño auditorio de la escuela
normal, cuál es la verdad que yo sé; y les digo que unos sí (están
muertos) y que otros no tengo la seguridad de que sean; entonces se ven
unas madres a otras, diciendo ¿y cuáles sí y cuáles no?".
Una madre se paró en el auditorio en aquel momento cerca de unas
ventanas, y le dijo al religioso: "pues al menos el Procurador General
(Jesús Murillo) nos dio esperanza, y nos dijo que tuviéramos confianza
en que todos estuvieran vivos, entonces comenzó una confrontación",
rememora.
"Lo cierto es que no sabemos muchas cosas, pero este gobierno lo sabe
todo desde un principio, y nos ha ocultado la verdad, no hubiera muchas
angustias y muchas lágrimas, si fuera sincero", deplora.
Hay un punto medular que el religioso espera esclarecer: "¿Qué hay de
esas alianzas entre narcotraficantes con políticos y que pretendió
hacer el gobierno con el manejo político del tema de los estudiantes?"
En el despacho del procurador general de México
La revelación de los testimonios que obtuvo por testigos de la
masacre provocó que el Procurador General de México, Jesús Murillo, lo
citara a ofrecer su testimonio, no sin antes haberlo dejado plantado en
una ocasión, pero al final llegó acompañado de la escritora Elena
Poniatowska, de 82 años, Premio Cervantes de Literatura y conocida
activista por los derechos humanos.
"Me quedan dos cosas muy importantes de aquella reunión –revela-, la
primera es que los familiares le habían pedido tecnología de punta para
localizar a sus desaparecidos, que con información satelital muy precisa
revisara los movimientos en la zona", relata.
Solalinde le preguntó al Procurador si tenía esa tecnología: "y nos
respondió que la tecnología sí existe pero que no la tenía disponible el
gobierno de México; además hizo llamadas, preguntó si era muy caro,
dijo que no importaba el costo, ordenó no sé a quién que la contratara".
Frente a Poniatowska y Solalinde, el Procurador llamó a otros
funcionarios: "Con Elenita Poniatowska como testigo, por supuesto. ¿Y
sabe qué? esa tecnología sí existe y lo tenemos en México y él nunca nos
lo dijo".
El Procurador Murillo dejó sembrado el nubarrón de otra duda aquella
tarde: "Fue cuando le preguntamos, con Elenita: díganos qué fue lo que
pasó".
La respuesta fue tan tajante como desconcertante: "Nos dijo, es muy
simple: fue un ataque entre carteles, entre narcos, fueron los Guerreros
Unidos en contra de Los Rojos".
El Procurador recibió como reacción otra pregunta: "Le pregunté, oiga
Procurador, ¿y dónde venían Los Rojos?, "pues con los estudiantes, me
respondió", así de fácil".
La versión de narcotraficantes del grupo Los Rojos viajaban con los
estudiantes fue tan desconcertante que quedó grabada en la memoria de
Solalinde: "Sí, lo dijo delante de Elenita y yo".
En los diálogos posteriores, los familiares obligaron al Procurador a
retirar esa afirmación hecha a Solalinde: "frente al Presidente de la
República (Enrique Peña) en una reunión en Los Pinos, lo obligan al
Procurador a comprometerse a que no se criminalice a los estudiantes"
con esa versión, reseña.
"Murillo fue obligado a decir que no hay ninguna evidencia de que se
pueda vincular a los estudiantes con ningún cártel, él reculó en esa
acusación", dice Solalinde.
"Lo que nos pasó hace tres meses fue un descubrimiento —aunque
algunos lo sabíamos-, de un gobierno mentiroso, que además no nos cuida;
es un Estado que desaparece personas y además lo niega y culpa a los
narcotraficantes", se lamenta.
La confusión entre el poder y el crimen es el gran desafío de México,
resume: "No se pude saber dónde está la línea divisoria, donde está
frontera entre el Estado y los criminales".
Ayotzinapa va aquedar en la historia de los 22.000 desaparecidos en
México desde hace siete años: "Se recordará como un hecho de
desaparición, como crimen perfecto, pero a nivel masivo, es un crimen de
Estado, por eso no deja huellas, no deja nada, es una desaparición
masiva sin huellas".
Aun así Solalinde sueña: "Quisiera soñar un poco y que como un
milagro de Navidad pudiéramos encontrar entre todos, con la sociedad
civil, los caminos de paz para México y que para 2015 le regaláramos al
país unos procesos fértiles de organización no violenta".
(*) Este artículo fue publicado primero en
Sputnik.com